Reflexión 281 Doctrina Social Pío XII marzo 20 2014

Mensajes Navidad 1939-1941

Estamos haciendo un breve recorrido por los documentos sociales de Pío XII. Era el tiempo de la segunda guerra mundial. Pío XII dirigió al mundo el mensaje de paz del Evangelio todos los años, especialmente en las fiestas de Navidad. Hubo, podríamos decir, un documento social por año. Debido a las circunstancias de la guerra, la orientación de esos mensajes fue sobre todo la política internacional, los fundamentos de una paz duradera. Hace una semana vimos los mensajes de la Navidad de 1939, de 1940, y de 1941. El mensaje del papa Pío XII el 24 de diciembre de 1941, dirigido desde RadioVaticano a todo el orbe trató sobre Presupuestos de un orden internacional nuevo. Llamó la atención sobre las causas de la ruina de la humanidad por los desastres de la guerra; dijo que las causas eran la descristianización y el materialismo. Exhortó al cambio y una vez más dejó clara la doctrina social de la Iglesia sobre el derecho de todos a los bienes de la tierra.

Mensaje Navidad 1942

El 24 de diciembre de 1942, el radiomensaje que Pío XII dirigió al mundo entero fue sobre los Fundamentos del orden interno de los Estados, que en sus palabras, son la dignidad de la persona humana, la defensa de la unidad social y de la familia, la dignidad del trabajo, la restauración del orden jurídico y  la concepción cristiana del Estado. Solo con oír esa enumeración de los fundamentos del orden interno del estado nos podemos dar cuenta de que se trata de fundamentos aplicables siempre; no solo en la posguerra sino en todos los países y en todas las épocas. Veamos algo de ese mensaje, maravilloso como todos los mensajes navideños de Pío XII.

Exhortó al mundo a tener presente que el mensaje de la Navidad anuncia y proclama la consoladora realidad, también presente en esa época de guerra, realidad tan eternamente joven como siempre viva y vivificante: la realidad de la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn 1, 9), y que no conoce ocaso. El Verbo eterno, camino, verdad y vida, al nacer en la estrechez de una cueva y al realzar de esta manera y santificar la pobreza, daba así principio a su misión docente, salvadora y redentora del género humano, y pronunciaba y consagraba una palabra que aún hoy día es palabra de vida eterna, capaz de resolver los problemas más atormentadores, no resueltos e insolubles para quien pretenda resolverlos con criterios medios efímeros y puramente humanos; problemas que se presentan sangrantes, exigiendo imperiosamente una respuesta, al pensamiento y al sentimiento de una humanidad amargada y exacerbada.

Antes de entrar a exponer los fundamentos internos del orden de los estados, Pío XII explica por qué la Iglesia interviene en lo que aun hoy algunos critican como intromisión indebida de la Iglesia en el campo de la política, que dicen no le incumbe. Oigamos la doctrina de la Iglesia expuesta por Pío XII. Dijo en esa Navidad de 1942:

…la Iglesia, columna y fundamento de la verdad (1Tim 3,15) y guardiana, por voluntad de Dios y por misión de Cristo, del orden natural y sobrenatural, no puede renunciar a proclamar ante sus hijos y ante el mundo entero las normas fundamentales e inquebrantables, salvándolas de toda tergiversación, oscuridad, impureza, falsa interpretación y error; tanto más cuanto que de su observancia, y no simplemente del esfuerzo de una voluntad noble e intrépida, depende la estabilidad definitiva de todo orden nuevo, nacional e internacional, invocado con tan ardiente anhelo por todos los pueblos. Pueblos cuyas dotes de valor y de sacrificio conocemos, así como también sus angustias y dolores, y a todos los cuales, sin excepción alguna, en esta hora de indecibles pruebas y luchas, nos sentimos unidos por un amor profundo, imparcial e imperturbable y por el ansia inmensa de hacerles llegar todo el alivio y el socorro que de alguna manera esté a nuestro alcance.

Luego el Papa dice que las relaciones internacionales y el orden interno están íntimamente unidos y continúa: porque el equilibrio y la armonía entre las naciones dependen del equilibrio interno y de la madurez interior de cada uno de los Estados en el campo material, social e intelectual. Ni es posible realizar un sólido e imperturbado frente de paz en el exterior sin un frente de paz en el interior que inspire confianza. Por consiguiente, únicamente la aspiración hacia una paz integral en los dos campos será capaz de liberar a los pueblos de la cruel amenaza de la guerra, de disminuir o superar gradualmente las causas materiales y psicológicas de nuevos desequilibrios y convulsiones.

Pío XII insiste luego en la necesidad de la convivencia en el orden; es decir, la necesidad de un orden en la vida social, en la cual se acepten las diferencias reales entre las personas, y con ellas se construya una unidad interior, es decir que no se construya un orden solo aparente, basado en una aceptación artificial, solo de palabra,  de las diferencias.

Entre nosotros, hoy se habla mucho de la no diferencia entre las personas, de no discriminar; pero si se logra una aceptación solo externa de los demás, y no se asumen las diferencias como algo real, con la conciencia de que esas diferencias no menoscaban la dignidad de las personas; con solo esa aceptación externa, se llega a solo una yuxtaposición artificial y no a una unidad interior que nos reconoce a todos como hijos del mismo Padre, aunque en lo exterior, en lo no esencial, tengamos diferencias. Tenemos que modificar nuestra actitud. Una actitud solo externa hacia los demás nos puede llevar a una sociedad que sea como una nueva Babel, cuyos habitantes, aunque convivan juntos, hablan lenguas diversas y contradictorias, en palabras de Pío XII.

Se refiere luego Pío XII al desarrollo y perfeccionamiento de la persona humana. Es necesario, nos dice el papa, reconocer la interna y esencial conexión con Dios en todo cuanto se refiere al ser humano. Y advierte que cuando, desconociendo el respeto debido a la persona y a su propia vida, no le concede puesto alguno en sus ordenamientos, en la actividad legislativa y ejecutiva, en vez de servir a la sociedad, le daña; lejos de promover y fomentar el pensamiento social y de realizar sus ideales y esperanzas, le quita todo valor intrínseco, sirviéndose de él como de una frase utilitaria.

Cambia, sí, el estilo de redacción, de ayer a hoy, pero son las ideas perennes de la doctrina cristiana, cuando hoy, ante el intento de aprobar leyes que no tienen en cuenta la dignidad de la persona humana, como las del aborto y la eutanasia, los creyentes nos oponemos a esos intentos de legisladores confundidos, que obran contra los fundamentos de la dignidad de la persona humana. En estos días se comenta que en Colombia la Corte Constitucional se habría pronunciado en el sentido de la licitud de practicar la ligadura de trompas y la vasectomía a menores con discapacidades como las que se originan en el síndrome de Down. Esa decisión no se distanciaría de la eugenesia practicada por el nazismo con la indignante idea de conservar la pureza de la raza aria. Los niños, sanos o enfermos son dignos del respeto que merecemos todos por nuestra dignidad de ser hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza. Dijo Pío XII:

A la dañosa economía de los pasados decenios, durante los cuales toda vida social quedó subordinada al estímulo del interés, sucede ahora una concepción no menos perjudicial, que, al mismo tiempo que lo considera todo y a todos en el aspecto político, excluye toda consideración ética y religiosa. Confusión y extravío fatales, saturados de consecuencias imprevisibles para la vida social, la cual nunca está más próxima a la pérdida de sus más nobles prerrogativas que cuando se hace la ilusión de poder renegar u olvidar impunemente la eterna fuente de su dignidad: Dios.

Y es que cuando no se reconoce a Dios, en ¿qué basan la dignidad de la persona humana? Y en Colombia hay no pocos dirigentes que ocupan cargos en las altas cortes, en los cuerpos legislativos y en el ejecutivo, que se han declarado públicamente agnósticos. Ellos no aceptan que la fuente de nuestra dignidad sea Dios, porque no aceptan su existencia.  

Pío XII dijo:

15. Para que la vida social, según Dios la quiere, obtenga su fin, es esencial un ordenamiento jurídico que le sirva de apoyo externo, de defensa y de protección; ordenamiento cuya misión no es dominar, sino servir, tender al desarrollo y crecimiento de la vitalidad de la sociedad en la rica multiplicidad de sus fines, conduciendo hacia su perfeccionamiento a todas y cada una de las energías en pacífica cooperación y defendiéndolas, con medios apropiados y honestos, contra todo lo que es dañoso a su pleno desarrollo.

Pío XII preparaba al mundo en guerra al orden que había que instaurar con la llegada de la paz. Parece que nos hablara a los ciudadanos de hoy. Oigamos estas palabras de Pío XII:

17. El ordenamiento jurídico tiene (….) el alto y difícil fin de asegurar las armónicas relaciones ya entre los individuos, ya entre las sociedades, ya también dentro de éstas. A lo cual se llegará si los legisladores se abstienen de seguir aquellas peligrosas teorías y prácticas, dañosas para la comunidad y para su cohesión, que tienen su origen y difusión en una serie de postulados erróneos. Entre éstos hay que contar el positivismo jurídico, que atribuye una engañosa majestad a la promulgación de leyes puramente humanas y abre el camino hacia una funesta separación entre la ley y la moralidad

Fundamentos de la dignidad humana y orden social

Más adelante Pío XII añadió:

18. Quien considere con mirada limpia y penetrante la vital conexión entre un genuino orden social y un genuino ordenamiento jurídico y tenga presente que la unidad interna, en su multiformidad, depende del predominio de las fuerzas espirituales, del respeto a la dignidad humana en sí y en los demás, del amor a la sociedad y a los fines que Dios le ha señalado, no puede maravillarse ante los tristes efectos de ciertas ideologías jurídicas, que, alejadas del camino real de la verdad, avanzan por el terreno resbaladizo de postulados materialistas, sino que comprenderá inmediatamente la improrrogable necesidad de un retorno a una concepción espiritual y ética seria y profunda, templada por el calor de una verdadera humanidad e iluminada por el esplendor de la fe cristiana, la cual hace admirar en el ordenamiento una refracción externa del orden social querido por Dios, luminoso fruto del espíritu humano, que es también imagen del espíritu de Dios.

Yo no creo que en nuestros legisladores y jueces se tenga siempre en cuenta el orden de la sociedad querido por Dios. Hay mucho de ese positivismo jurídico del que habló Pío XII, el  que atribuye una engañosa majestad a la promulgación de leyes puramente humanas y abre el camino hacia una funesta separación entre la ley y la moralidad… Ellos defienden que hay que obedecer a la ley aunque se trate de una ley inmoral. Su moralidad no tiene en cuenta el querer de Dios. No vale para ellos la respuesta de los apóstoles que respondieron a las autoridades en Jerusalén, cuando los prohibieron predicar el evangelio: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 5,29).

Pío XII vaticinó que el camino después de la guerra sería largo desde la noche hasta una luminosa mañana, y que serían decisivos los primeros pasos que se dieran sobre las que llama cinco piedras miliarias: la dignidad de la persona humana, la defensa de la unidad social y particularmente de la familia, la dignidad y prerrogativas del trabajo, la reintegración del ordenamiento jurídico, la concepción del estado según el espíritu cristiano.

Las cinco piedras fundamentales de la dignidad humana

 

Tratemos de examinar brevemente esas cinco piedras que el papa llamó miliarias, es decir que marcan la distancia que se va recorriendo en el camino.

Sobre la dignidad y derechos de la persona humana dijo Pío XII:

 Quien desea que la estrella de la paz aparezca y se detenga sobre la sociedad» contribuya por su parte a devolver a la persona humana la dignidad que Dios le concedió desde el principio (…) apoye el respeto y la práctica realización de los siguientes derechos fundamentales de la persona: el derecho a mantener y desarrollar la vida corporal, intelectual y moral, y particularmente el derecho a una formación y educación religiosa; el derecho al culto de Dios privado y público, incluida la acción caritativa religiosa; el derecho, en principio, al matrimonio y a la consecución de su propio fin, el derecho a la sociedad conyugal y doméstica; el derecho de trabajar como medio indispensable para el mantenimiento de la vida familiar, el derecho a la libre elección de estado; y por tanto también del estado sacerdotal y religioso; el derecho al uso de los bienes materiales consciente de sus deberes y de las limitaciones sociales.

Difícil encontrar una enumeración más completa de los derechos fundamentales de la persona humana. Resumámoslos un poquito: derecho al desarrollo personal físico, intelectual y moral; a la educación, incluyendo el derecho a la educación religiosa; derecho al culto público y privado; derecho al matrimonio y a la sociedad conyugal, derecho al trabajo; derecho a escoger libremente el estado; derecho al uso de los bienes materiales, con el cumplimiento de los deberes inherentes a la posesión de esos bienes y siendo consciente de las limitaciones sociales. Como hemos visto, Pío XII dejó claro que tenemos derecho de usar los bienes materiales pero no un derecho absoluto, sino con limitaciones sociales.

Fue también exhaustivo Pío XII en señalar la necesidad de defender la unidad social y en particular de la familia, si se desea la paz. Destacó estos derechos: rechazo a la concepción materialista de la sociedad como un rebaño, objeto de dominio y sumisión; al contrario se debe concebir la sociedad gobernada por la Providencia, en la cual las diferentes clases y profesiones colaboren a los eternos y siempre nuevos fines de la civilización y de la religión.

La sociedad que debemos defender

 

Y es más específico en las características de la sociedad que deben defenderse. Veamos algunas: la indisolubilidad del matrimonio, la familia, a la que debe ayudar el espacio de su propio hogar y la tranquilidad, para que pueda cumplir su misión con los hijos; se debe conservar y fortificar en la familia lo económico, espiritual, moral y jurídico; la posibilidad de que la familia se desarrolle material y moralmente. Hay algo interesante observado por Pío XII, que parece de orden práctico y difícil de conseguir en las grandes ciudades de hoy, y es que los lugares de trabajo y las viviendas no estén tan alejadas, que los padres de familia que deben ser educadores en su casa se conviertan en extraños. Así pasa hoy cuando por el tiempo que hay que emplear en ir y volver del trabajo, los padres y los hijos casi no tienen tiempo de compartir la vida de familia. Pide también Pío XII que se consiga que entre los padres de familia y las escuelas haya confianza y ayuda mutua y no destruya la escuela lo que siembran los padres en el alma de sus hijos.

En el próximo programa comentaré lo que dijo Pío XII en defensa de la dignidad del trabajo.