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Usted encuentra en este blog los programas sobre la Doctrina social de la Iglesia que se transmiten por Radio María de Colombia los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.: Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.
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Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente, que es el contenido del último programa de esta serie, transmitido por Radio María de Colombia y preparado por Fernando Díaz del Castillo Z. En la columna de la derecha están las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro “Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.
Utilice los enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, documentos del Magisterio de la Iglesia tales como la Constitución Gaudium et Spes, algunas encíclicas como: Populorum progressio, Deus caritas est, Spe salvi, Caritas in veritate, agencias de noticias y publicaciones católicas. Vea la lista en Enlaces.
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La DSI siempre vigente, siempre actual
Vamos a continuar hoy el estudio de la encíclica Quadragesimo anno, de Pío XI. En nuestro estudio nos hemos ido dando cuenta de que las enseñanzas de los Papas en la doctrina social siguen vigentes en sus principios, en nuestros días, aunque se hayan promulgado en otras épocas.
Vamos a dedicar hoy algo más de tiempo a repasar los puntos más importantes vistos en la reflexión pasada, porque es muy importante que tengamos fundamentos firmes en nuestra posición frente a la autoridad y la política, aspectos que a veces se creen fuera del alcance de la doctrina católica.
En la segunda parte de Quadragesimo anno, a la que nos dedicamos la semana pasada, vimos que Pío XI trata asuntos tan importantes como la propiedad, el salario, el capital y el trabajo; trata sobre la actividad económica, es decir el desarrollo de la sociedad, que es claramente influenciado por el manejo que se dé a los temas económicos. Comprendimos que la Iglesia tiene todo el derecho a manifestar su pensamiento sobre la economía y la política, precisamente por esa influencia de la economía en el desarrollo humano, porque la Iglesia debe velar porque los planes de Dios sobre la sociedad se cumplan. Dios quiere que su reino se vaya construyendo en esta vida y se perfeccione definitivamente en el cielo. De la perfección del reino en el cielo se encarga Dios; su construcción en la vida terrenal nos la encargó a los seres humanos, siempre con su ayuda.
Decíamos que, como lo ha manifestado la Iglesia en documentos tan importantes como Gaudium et spes, del Vaticano II, a ella le interesa el ser humano en todos sus aspectos y su progreso, pues el estancamiento o el retraso material influye de manera innegable en el perfeccionamiento intelectual, en el de su salud e inclusive en el perfeccionamiento moral y espiritual de las personas. Recordamos en el programa pasado la cita de Juan XXIII en Mater et Magistra, 71, donde afirma que una persona que vive en la miseria está expuesto a muchos peligros morales y dificultades en el orden espiritual, pues su situación no le permite mantener un nivel de vida verdaderamente humano y hacer frente a sus obligaciones familiares (Cf Mater et magistra 71). Las familias que por su miseria económica no pueden tener una calidad de vida verdaderamente humana, están expuestas a muchas tentaciones de caer en el delito.
Los términos política y economía
Estudiamos también lo que significan los términos política y economía, para que tengamos claro qué queremos decir al afirmar que la Iglesia tiene derecho y el deber de orientarnos sobre esas actividades, de la política y de la vida económica.
Nos quedó claro que cuando se habla de política se puede referir a dos aspectos del manejo de la sociedad: uno es al ejercicio del poder, y que la forma como se ejerce el poder, se respalda en una ideología. Así por ejemplo, vemos que de acuerdo con el pensamiento político de quien llegue a ejercer la autoridad, ejercerá el poder de una manera o de otra diferente. Por eso hay gobernantes demócratas o gobernantes que tienden o de hecho ejercen su autoridad de modo absoluto, hasta el extremo de la dictadura. Depende de su ideología.
El segundo aspecto de la política es el que tiene que ver con forma de ejercer el poder. Esto es algo que tenemos que tener muy claro: quien ejerce la autoridad, quien tiene el poder, tratará de moldear la sociedad según el ideal de sociedad propio de su ideología, pues como ya vimos, su ideología marcará el carácter, el modo mismo de ejercer el poder. Por ej., el gobernante marxista querrá convertir a la sociedad que gobierna en una sociedad según sus ideas políticas marxistas. El gobernante capitalista gobernará su sociedad según las ideas capitalistas y el resultado exitoso según él, será una sociedad capitalista.
Quiero insistir en dejar esto claro, porque los ciudadanos con nuestro voto libre, en unas elecciones sin manipulaciones y con conocimiento de los votantes del modelo de sociedad que pretenden los candidatos, decidirán el porvenir suyo, el de su familia, el de toda la sociedad. No podemos votar a la ligera. Con nuestros votos podemos decidir la marcha de nuestra sociedad hoy y el modelo que se seguirá desarrollando para nuestros descendientes.
El modo de vender la idea de una sociedad sin Dios
De algo más hay que tener claridad: el modelo de sociedad sin Dios que pretenden instalar los no creyentes, no lo presentan descarnadamente. Van dando pasos, que pueden parecer inocuos; no tienen tanta prisa, pero no dan puntada sin dedal al hacer aprobar ciertas leyes y normas que luego les servirán de peldaños, con el argumento de que se apoyan en la Constitución, en la ley, para dar un paso mayor que afianza su modelo lejos del plan de Dios.
Límites de la autoridad
También la semana pasada nos referimos a los límites a que se debe someter la autoridad política. Recordamos que en el N° 74 de Gaudium et spes, el Concilio Vaticano II nos orienta al respecto, lo mismo que el Papa León XIII, en su encíclica Immortale Dei, que estudiamos antes.
El Conclio Vaticano II en Gaudium et spes, nos recuerda primero que es propio de la naturaleza humana que nos reunamos en una comunidad política y que esa comunidad política necesita una autoridad que la organice y dirija; y añade que en cuanto al modo de hacerlo, la comunidad de los seres humanos es libre de escoger ese modo. Luego nos aclara sobre lo que se espera de la autoridad en cuanto al respeto a la ley moral. De manera que la Iglesia no pretende apoyar una forma particular de gobernar. Deja claro, eso sí, que
…la comunidad política y la autoridad pública se fundan en la naturaleza humana, y, por lo mismo, pertenecen al orden previsto por Dios…Y continúa que el ejercicio de la autoridad política, así en la comunidad en cuanto tal como en las instituciones representativas, debe realizarse siempre dentro de los límites del orden moral para procurar el bien común -concebido dinámicamente- según el orden jurídico legítimamente establecido o por establecer. Es entonces cuando los ciudadanos están obligados en conciencia a obedecer. De todo lo cual se deducen la responsabilidad, la dignidad y la importancia de los gobernantes.
¿Es obligatorio obedecer a los gobernantes?
Y como es de suponer que nos preguntemos que dice la Iglesia sobre la obligación de obedecer a mandatarios que se salgan del orden moral en su gobierno, el Concilio completa el pensamiento así:
Pero cuando la autoridad pública, rebasando su competencia, oprime a los ciudadanos, éstos no deben rehuir las exigencias objetivas del bien común; les es lícito, sin embargo, defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de tal autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y evangélica.
De manera que aunque sea una autoridad arbitraria la que ordene algo, si eso es por el bien común, no podemos dejar de cumplirlo. Pero tenemos el derecho de defender nuestros derechos y lod de nuestros conciudadanos.
La legitimidad de la autoridad
También la Iglesia nos ilustra sobre la legitimidad que debe rodear a los gobernantes. Sobre la legitimidad de la autoridad nos añade la Iglesia que una sociedad bien ordenada y que produzca resultados de beneficio para su comunidad necesita gobernantes investidos de autoridad legítima, es decir conforme a las leyes; y debe ser una autoridad que defienda las instituciones y dedique su esfuerzo, su actividad, no a lograr sus intereses particulares ni grupales, sino el bien común de la comunidad o nación. Como ya vimos en oportunidad anterior, toda la autoridad de que están investidos los gobernantes legítimos viene de Dios. San Pablo, en Rm 13,1, dice “Porque no hay autoridad que no venga de Dios”.
¿Es la Iglesia partidaria de la democracia?
También nos preguntamos la semana pasada cuál es la posición de la Iglesia frente a la democracia. ¿Defiende la Iglesia el sistema democrático de gobierno, frente a los gobiernos dictatoriales, totalitarios? Recordamos que el Papa Beato Juan Pablo II nos responde a esa inquietud en la encíclica Centesimus annus, en el N° 46 y leímos lo que nos dice. Volvamos a leerlo:
La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos dirigentes restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado.
Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la «subjetividad» de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad.
Hoy se tiende a afirmar que el agnosticismo y el relativismo escéptico son la filosofía y la actitud fundamental correspondientes a las formas políticas democráticas, y que cuantos están convencidos de conocer la verdad y se adhieren a ella con firmeza no son fiables desde el punto de vista democrático, al no aceptar que la verdad sea determinada por la mayoría o que sea variable según los diversos equilibrios políticos. A este propósito, hay que observar que, si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia.
Como algunos políticos inescrupulosos se pueden hacer propaganda, amparados en lo que afirman son sus creencias, Juan Pablo II advierte en ese mismo documento:
La Iglesia tampoco cierra los ojos ante el peligro del fanatismo o fundamentalismo de quienes, en nombre de una ideología con pretensiones de científica o religiosa, creen que pueden imponer a los demás hombres su concepción de la verdad y del bien. No es de esta índole la verdad cristiana. Al no ser ideológica, la fe cristiana no pretende encuadrar en un rígido esquema la cambiante realidad sociopolítica y reconoce que la vida del hombre se desarrolla en la historia en condiciones diversas y no perfectas. La Iglesia, por tanto, al ratificar constantemente la trascendente dignidad de la persona, utiliza como método propio el respeto de la libertad.
La libertad, no obstante, es valorizada en pleno solamente por la aceptación de la verdad. En un mundo sin verdad la libertad pierde su consistencia y el hombre queda expuesto a la violencia de las pasiones y a condicionamientos patentes o encubiertos. El cristiano vive la libertad y la sirve (cf. Jn 8, 31-32), proponiendo continuamente, en conformidad con la naturaleza misionera de su vocación, la verdad que ha conocido. En el diálogo con los demás hombres y estando atento a la parte de verdad que encuentra en la experiencia de vida y en la cultura las personas y de las naciones, el cristiano no renuncia a afirmar todo lo que le han dado a conocer su fe y el correcto ejercicio de su razón(Cf Redemptoris missio, II
Después de este repaso, vamos a continuar ahora con el tema de la justa distribución de la riqueza, de lo cual trata la encíclica Quadragesimo anno.
Doctrina sobre la propiedad
Quizás un aporte de los más significativos de la Quadragesimo anno sobre la propiedad, es la doctrina social católica que sostiene que debe haber un mejor equilibrio entre el sentido individual y el social de la propiedad. La Rerum novarum había tenido que enfrentar la doctrina del socialismo que pretendía abolir la propiedad privada. León XIII defendió la legitimidad de la propiedad privada y demostró la inconveniencia de abolirla.
Recordemos que Rerum novarum presentó cuatro inconvenientes que produciría acabar con la propiedad privada y trasladar su manejo al Estado. Esos inconvenientes, en resumen los podemos enumerar así: sería injusto con los trabajadores abolir la propiedad privada con la que aspiran a asegurar su porvenir y el de su familia, consiguiendo la posesión de una propiedad conseguida con el fruto mismo de su trabajo; en segundo lugar sería una injusticia abolir el derecho a la propiedad privada porque ese derecho procede de la naturaleza; en tercer lugar pretender que sea el Estado el que asuma las funciones de manejo de las propiedades es anular los derechos de las familias, y en cuarto lugar la abolición de la propiedad suscita conflictos, quita estímulos, motivación a la gente y genera miseria. Como vemos esta doctrina iba dirigida específicamente contra la doctrina socialista que se implantó en los países que dominó el comunismo. En Cuba, que ha seguido la línea del comunismo estatalista, y por eso convirtió todas las propiedadees en empresas del estado, solo ahora empiezan a corregir ese error, permitiendo un mínimo de posesión de algunas propiedades.
En la situación que encontró Pío XI, cuando promulgó la encíclica Quadragesimoanno, en la evolución que había acompañado al capitalismo, la acumulación de riquezas en pocas manos era escandalosa y y con ellas, el consiguiente aumento de poder en esas mismas manos. El Papa Pío XI en Quadragesimo anno fijó la posición de la Iglesia frente a este tema de la propiedad privada; así en los N° 44 y siguientes dice:
44. .. Bien sabéis, venerables hermanos y amados hijos, que nuestro predecesor, de feliz recordación, defendió con toda firmeza el derecho de propiedad contra los errores de los socialistas de su tiempo, demostrando que la supresión de la propiedad privada, lejos de redundar en beneficio de la clase trabajadora, constituiría su más completa ruina contra los proletarios, lo que constituye la más atroz de las injusticias, y, además, los católicos no se hallan de acuerdo en torno al auténtico pensamiento de León XIII, hemos estimado necesario no sólo refutar las calumnias contra su doctrina, que es la de la Iglesia en esta materia, sino también defenderla de falsas interpretaciones. 45. Ante todo, pues, debe tenerse por cierto y probado que ni León XIII ni los teólogos que han enseñado bajo la dirección y magisterio de la Iglesia han negado jamás ni puesto en duda ese doble carácter del derecho de propiedad llamado social e individual, según se refiera a los individuos o mire al bien común, sino que siempre han afirmado unánimemente que por la naturaleza o por el Creador mismo se ha conferido al hombre el derecho de dominio privado, tanto para que los individuos puedan atender a sus necesidades propias y a las de su familia, cuanto para que, por medio de esta institución, los medios que el Creador destinó a toda la familia humana sirvan efectivamente para tal fin, todo lo cual no puede obtenerse, en modo alguno, a no ser observando un orden firme y determinado. 46. Hay, por consiguiente, que evitar con todo cuidado dos escollos contra los cuales se puede chocar. Pues, igual que negando o suprimiendo el carácter social y publico del derecho de propiedad se cae o se incurre en peligro de caer en el “individualismo”, rechazando o disminuyendo el carácter privado e individual de tal derecho, se va necesariamente a dar en el “colectivismo” o, por lo menos, a rozar con sus errores. La semana entrante, Dios mediante, analizaremos cómo Pío XI con esta declaración sobre la propiedad privada evita los dos extremos: el individualismo, propio del capitalismo liberal, que niega la dimensión social de la propiedad y el colectivismo que practica el comunismo y elimina el aspecto individual de la propiedad al transferir su dominio al estado. |