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Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente, que es el contenido del último programa de esta serie, transmitido por Radio María de Colombia y preparado por Fernando Díaz del Castillo Z. En la columna de la derecha están las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro “Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.
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Recordemos el contexto en que se presentó la Quadragesimo anno
En la reflexión anterior continuamos el estudio de la encíclica Quadragesimo anno, Año cuadragésimo, del papa Pío XI. Hemos dedicado ya dos programas a comprender el contexto en que se ofreció a la Iglesia esta encíclica. ¿Por qué es importante tener claro el momento histórico en que se entrega una encíclica a la Iglesia? Si no comprendemos la situación del mundo cuando se publica una encíclica social, no estamos en condiciones de comprender bien su mensaje. Como hemos insistido siempre, con la doctrina social, la Iglesia presenta al mundo las enseñanzas del Señor sobre su plan con la sociedad. Jesucristo en su vida y en su palabra dejó claro cómo quiere Dios que sea la sociedad de los seres humanos por Él creados. Y nadie puede hacer un plan mejor para el mundo. Cuando hay dudas, desvíos, el magisterio debe iluminar el camino.
Por esta razón hemos estudiado en qué andaba la humanidad por el año 1931, cuando Pío XI ofreció su encíclica Quadragesimo anno, en el cuadragésimo aniversario de la encíclica Rerum novarum, de su antecesor León XIII. ¿A qué inquietudes o situaciones del momento, respondían las enseñanzas de la encíclica de Pïo XI?
Como recordamos, en la época en que apareció la Quadragesimo anno, el mundo estaba en ebullición: el comunismo soviético había inundado un tercio del mundo, el capitalismo liberal seguía gobernando sobre todo el mundo occidental, aunque en su avance iba revelando sus fallas especialmente por lo inaplicable de la completa libertad de mercados sin que al mismo tiempo no empezaran a surgir problemas que hacían imposible la competencia perfecta. Todavía hoy nos encontramos con la seria situación del dominio del mercado por grandes empresas monopolísticas, que impiden el desarrollo armónico y equitativo de la economía. Por otra parte, a fines de la década del 20 y comienzos del 30 surgía el fascismo con Hitler en Alemania, y en Italia con Benito Mussolini. Y en 1929 había estallado la llamada Gran Depresión, esa quiebra de la Bolsa de Nueva York que repercutió en el mundo. Esa fue otra consecuencia de lo imperfecto del sistema capitalista liberal. Y como vimos ya, esas crisis financieras se han repetido, como es el mundo testigo en nuestros días.
En esos mismos años se incubaba la segunda guerra mundial, que el papa Pío XI trató inútilmente de evitar con su diplomacia y debió sufrir en todo su rigor, su sucesor Pío XII.
En esa misma época habíamos quedado en la reflexión pasada. Como podemos ver, la Iglesia tuvo que vivir en un mundo convulsionado, confundido, que necesitaba de las enseñanzas del Evangelio y de la acción de la Iglesia en defensa de los débiles.
El comunismo parecía triunfante, luego del régimen del terror instaurado por Stalin, al asumir el poder en 1928, y dada su extensión territorial, parecía destinado a sustituir al capitalismo que por su crisis parecía agonizante. Sin embargo el capitalismo tuvo la capacidad de corregir en alguna forma sus errores. Ante los malos efectos de la absoluta libertad de mercados, que no pudo auto controlarse, para impedir los abusos, cambió su política de no intervención a un Estado más intervencionista. Así se acababa uno de los postulados básicos del capitalismo liberal, del de la libertad absoluta de los mercados. El P. Camacho en el libro que he mencionado en programas anteriores, Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, señala que con el presidente Roosevelt, en los Estados Unidos, el estado asumió funciones que antes parecían impensables.
Entre estas funciones señala (Pg 120, nota 4) medidas económicas que incluían ayudas a los arruinados y sin empleo, reformas a las instituciones, especialmente a la banca, limitación a la producción de ciertos sectores agrícolas como el trigo, la leche, el algodón, control salarial y limitación a la jornada laboral. Es que achacaban la crisis financiera entre otros factores, a la superproducción después de la primera guerra mundial. La economía mundial no tenía capacidad económica para una demanda suficiente de la gran producción a que se había llegado, y los salarios se habían estancado.
¿Se parece ese mundo a nuestro mundo?
Cuando uno escucha de esa crisis, se extraña de que de todos modos, el mundo de la economía no ha aprendido a comportarse de manera justa e inteligente… Hoy en Europa en crisis, han resuelto resolverla disminuyendo o quitando la intervención del estado para ayudar a su población en la seguridad social, en la educación y en la salud. Llaman austeridad a la disminución del aporte económico a la población. En los Estados Unidos en estos días luchan los partidos políticos en una discusión sobre la aprobación de una ley que mejore la atención en salud para las clases menos favorecidas. En Colombia se prefiere ayudar a las empresas a ganar más, quitándoles los aportes al SENA, es decir a la educación técnica y al Bienestar Familiar. Esos aportes ya no serán una carga para ellos, saldrán de otra parte y si es necesario, del presupuesto general de la nación; es decir del bolsillo de todos los contribuyentes. Ya antes se les había favorecido a costa de los trabajadores, corriendo los horarios, para pagar menos horas extras y nocturnas y con contratos laborales que desfavorecen a los trabajadores.
Hoy el DANE pretende que ha disminuido el desempleo, sin explicar que ya no llaman desempleado al trabajador informal que vive del llamado “rebusque”. Se bajan los índices de desempleo, no creando fuentes de empleo, sino cambiando los criterios estadísticos, es decir hablando un nuevo idioma: ya desempleado no se llama al que no tiene un empleo formal. Si ha aumentado el empleo que informen en qué áreas de la economía y cómo se ha producido ese milagro.
Comprendidas en cuanto podemos, las circunstancias en que se produjo la encíclica Quadragesimo anno, entremos a su estudio.
Estructura general de la Quadragesimo anno
Demos primero un vistazo a la estructura general de la encíclica para que comprendamos sus grandes lineamientos y su mensaje central. Recordemos que León XIII en la Rerum novarum trató sobre la situación de injusticia de los trabajadores en la industria, especialmente en Inglaterra. El objetivo de Pío XI es más amplio con su encíclica; se pronuncia sobre «la restauración del orden social y su perfeccionamiento de conformidad con la ley evangélica». Como lo habíamos anotado en la reflexión anterior, el momento que vivía entonces el mundo era de una sociedad en desintegración. Por eso la encíclica plantea que el orden social exige una reforma a fondo. Veamos de forma esquemática, la composición de Quadragesimo anno, Año cuadragésimo (Cfr Ildefonso Camacho, opus cit., Pg. 1219). La encíclica está compuesta de una introducción y tres partes:
Introducción: se refiere al cuadragésimo aniversario de la Rerum novarum (1-6), el alcance de la encíclica de León XIII (7-11), reacciones posteriores (12-14), necesidad de una nueva encíclica y finalidad de ella (15).
Parte primera: bienes que se han seguido de la Rerum novarum, la obra de la Iglesia (17-24), la obra del estado (25-28), la obra de las partes interesadas (29-38), Conveniencia de una nueva encíclica.
Parte segunda: ulteriores aclaraciones y desarrollos de la doctrina económica y social de la Iglesia, derecho de la Iglesia a intervenir en estas cuestiones (41-43).
a. Principales puntos que se desarrollarán: la propiedad privada (44-52); relaciones entre capital y trabajo para llegar a una justa distribución de la riqueza (53-58), la superación del proletariado (59.62), el salario justo (63-75).
b. La restauración del orden social (76). Reforma de las instituciones: organización de la sociedad y el estado que supere el individualismo (77-80), las profesiones como alternativa a las clase sociales (81-87), justicia social y caridad social como motor de la vida económica (88-90). La organización corporativa (91-96). Necesidad de la reforma de las costumbres (97-98).
Parte tercera: la raíz del actual desorden y su solución
a. Ni la transformación del sistema reinante, el capitalismo ni el socialismo, (111-126) ofrecen una solución a ese desorden.
b. Puesto que la raíz del problema está en las pasiones del alma (8127-135), el verdadero remedio sólo puede venir de la enmienda de las costumbres y de una racionalización cristiana de la economía basada en dos virtudes: la moderación y la caridad (136-137). Los principales protagonistas, los obreros y patronos cristianos.
Restaurar el orden social
Como podemos ver, Pío XI no solo pretende analizar la situación por la que el mundo entonces pasaba ni tampoco solo criticarla, sino que se refiere en la encíclica Quadragesimo anno a la necesidad de restaurar el orden social y lo que sería necesario para conseguirlo, a saber, reformar las instituciones y enmendar las costumbres. De manera que además de las reformas de instituciones se necesita reformar las costumbres. Como lo hemos visto a lo largo de los programas de la DSI, los cambios en las costumbres políticas y económicas requieren de cambio de actitudes; y hablando en lenguaje del evangelio, se requiere una permanente conversión.
Esa conversión no es fácil y por eso después de siglos de la intervención de la Palabra en el mundo, es necesario seguir hablando de los mismos temas, seguir orando, seguir dando a conocer las enseñanzas de Jesucristo que se siguen ignorando a pesar de los modernos medios de comunicación. Es que es indispensable el cambio de corazón.
Como lo he comentado en otras reflexiones, Benedicto XVI presentó un verdadero reto a los teóricos de la economía, al afirmar una vez más, que no solo el comunismo sino también el sistema capitalista habían fallado al no conseguir desterrar el hambre del mundo y la necesidad de pensar en correcciones a ese sistema. Los teóricos de la economía no proponen algo que realmente responda a ese reto. Yo pienso que eso se debe al poder del dinero. No se atreven ni los economistas ni los gobiernos, a poner el dedo en la llaga: en la idolatría del dinero. Es que eso no es solo cuestión de teorías económicas sino de vivir el evangelio. Es cuestión del corazón, no solo del cerebro. Y ¿cómo conseguir que los economistas a quienes escuchan los empresarios, lleguen también al corazón?
¿Cómo convencer a los poderosos de ganar menos?, porque no se trata de que acepten perder, sino de disminuir las ganancias, para que se distribuya mejor el dinero que ellos no necesitan, entre los que no tienen ni para lo indispensable. El periódico del miércoles 2 de octubre (2013), afirma que la pobreza en el mundo ha disminuido. El gran titular reza: Hay 26 millones menos de hambrientos en el mundo. Creo que vale la pena dedicar un momento a esa cifra (El Tiempo, 2.10.2013, Pg. 9).
Los datos son de la FAO, la Organización de la ONU para la alimentación y la agricultura y el Programa mundial de alimentos. Tengamos en cuenta algunos datos de esa noticia no despreciable: es muy bueno que haya 26 millones de personas menos con hambre en el mundo, pero queda tanto por hacer. Según la misma información de la ONU, la mayor parte de las personas que sufren de hambre crónica, viven en países en vías de desarrollo, pero 15,7 millones viven en países desarrollados. ¿Es eso aceptable? 842 millones de personas sufren de hambre crónica en el mundo. En África es donde más personas sufren de hambre: el 24,8 %, es decir, uno de cada cuatro africanos sufre de hambre crónica ¿Qué nos hace pensar esa cifra? ¿Es exitoso un sistema económico en el mundo, que no es capaz de garantizar una alimentación suficiente para vivir una vida activa, es decir con fuerzas para trabajar, a tantos millones de personas? ¿No hay que hacer algo? El comunismo fracasó, el capitalismo está fallando también.
El evangelio del domingo XXVI del tiempo litúrgico ordinario nos traía la parábola llamada del rico Epulón y el pobre Lázaro. Ya desde el tiempo de Jesucristo, el mundo es injusto y ha sido sordo a las voces de Moisés, de los profetas antiguos y de los modernos. No pensemos en lo que otros deben hacer. Pensemos si nosotros, cada uno, es justo. Si cumplimos con nuestras obligaciones con los demás, y no solo eso. Pensemos en, si somos generosos.
La Iglesia no ha cesado de predicar el sermón del monte, de recordarnos que no debemos acumular riquezas, que acumulemos esas riquezas espirituales que no corroe ni la polilla ni se oxidan, que no podemos llevarnos las riquezas materiales a la otra vida, pero el mundo no parece entender. No deja la Iglesia de traer a nuestra memoria que el juicio definitivo que nos hará el Señor será si dimos de comer al hambriento, de beber al sediento, si cobijamos al desnudo y al sin techo. ¿Cómo nos encontrará el Señor? A cada uno de nosotros, no a las otras personas…Siempre es más fácil predicar a otros que a nosotros mismos.
¿Cómo se preparó la encíclica Quadragesimo anno?
Es interesante conocer algo del proceso de elaboración de la encíclica Quadragesimo anno. Hoy que tenemos un Papa jesuita, que es claramente amante de los pobres, no deja de llamar la atención que Pío XI acudió al Superior General de la Compañía de Jesús para que encargara a algún jesuita que asesorara a la Santa Sede en la preparación de esta encíclica Quadragesimo anno. Se conoce que hizo ese encargo a varios jesuitas alemanes que prepararon hasta ocho redacciones sucesivas. El primer borrador no satisfizo por ser demasiado abstracto y se pidió a un jesuita belga que interviniera y a un francés. Ellos propusieron un texto más concreto que estudiaba el paso del capitalismo de libre competencia a una alternativa inspirada en el espíritu cristiano. Esta presentación es la que se presenta en la tercera parte de la encíclica (Cfr Camacho, obra citada, Pgs 124s).
Este plan de acción lo encontraremos en la encíclica cuando estudiemos la necesidad de reforma de las instituciones y la enmienda de las costumbres. Los asesores de la Santa Sede no fueron solo tres o cuatro. Hubo un buen número de expertos que ayudaron en la preparación y se basaron no solo enteorías económicas sino en los documentos sociales de la Santa Sede y del episcopado publicados en esa época.
Para el texto definitivo de la encíclica se integraron las diversas propuestas.
Escríbanos a:
Fernando Díaz del Castillo Z.
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