Reflexión 233 Caritas in veritate Cap. V (2)

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En las relaciones con los demás crecemos como personas

En el programa pasado empezamos el estudio del capítulo quinto de la encíclica Caritas in veritate, Caridad en la verdad, de Benedicto XVI. Este capítulo quinto lleva por título La Colaboración de la Familia Humana. Como esta encíclica actualiza la DSI sobre el desarrollo integral de los pueblos, podemos pensar que se refiere a la colaboración de la familia humana en el desarrollo. Por el momento que estamos viviendo, en el que de manera antes inconcebible, se enfilan las baterías contra la familia, es un asunto de la mayor importancia que no podemos pasar por alto.

En el programa anterior comenzamos a presentar un resumen del capítulo quinto y alcanzamos a leer algo de las palabras del Santo Padre. Nos dice que una de las pobrezas humanas más profundas es la soledad; como ser espiritual, la criatura humana se define por sus relaciones interpersonales. Es decir, que ser capaz de relacionarse con las demás personas es una característica propia del ser humano, que no poseen los demás seres vivos en la tierra. Su identidad va madurando en la relación con los demás, si esa es relación es auténtica, sin mentiras, sin manipulaciones, sin segundas intenciones. En las relaciones interpersonales  transparentes, para utilizar una expresión muy común ahora, es decir, en las relaciones interpersonales vividas con verdad,  las personas crecen, desarrollan su potencial humano.

Añade la encíclica que la comunidad familiar, cuando es verdadera comunidad, no esconde, no camufla a las personas, sino que más bien, respetando su diversidad, facilita las relaciones de sus integrantes de forma más sincera, más transparente.

Podemos decir que los individuos se desarrollan gracias a la inclusión de todos en esa red de relaciones de las personas y de los pueblos, que constituyen así una única familia humana. Esa familia humana hay que construirla en la solidaridad y basados en la justicia y la paz. Los mejores modelos de esa comunidad son, ante todo, la vida perfecta de la Trinidad y a imitación suya, la vida de los esposos, vivida en el amor sacramental.

El cristianismo enseña entonces, que la capacidad de relacionarse con los demás es un elemento esencial del ser humano. Esa capacidad de relacionarse los individuos y los pueblos es muy importante en el desarrollo humano integral.

Es indispensable que Dios tenga un lugar en la esfera pública

Nos repite también Benedicto XVI que para contribuir al desarrollo de los pueblos es indispensable que Dios tenga un lugar en la esfera pública. Los políticos que se prestan para sacar a Dios de la vida de su pueblo no trabajan por su desarrollo, se oponen al encuentro entre las personas y al progreso de la humanidad. Si sacamos a Dios de nuestras relaciones humanas, y lo sacamos cuando sacamos de ellas la caridad y con ella la solidaridad, la verdad, la justicia, ¿es posible el desarrollo?

En palabras del Papa en la encíclica Caritas in veritate, Caridad en la verdad, en el número 53, las pobrezas materiales y la pobreza de la soledad, con frecuencia son provocadas por el rechazo del amor de Dios, por una tragedia original de cerrazón del hombre en sí mismo, pensando ser autosuficiente, o bien un mero hecho insignificante y pasajero, un «extranjero» en un universo que se ha formado por casualidad. El hombre está alienado cuando vive solo o se aleja de la realidad, cuando renuncia a pensar y creer en un Fundamento[1]. Toda la humanidad está alienada cuando se entrega a proyectos exclusivamente humanos, a ideologías y utopías falsas.

¿Qué significa alienarse?

Recordábamos que alienarse quiere decir perder la propia identidad, de manera que el ser humano se aliena cuando se aísla  de sus semejantes, porque renuncia a su capacidad de relacionarse con los demás y su capacidad de relación con los otros es esencial en su identidad de ser humano. Lo mismo sucede cuando la persona humana se encierra en sí mismo y rechaza la realidad de su Fundamento, que es Dios que lo creó, y obra como si fuera autosuficiente. Nos dice Benedicto XVI que El hombre se valoriza no aislándose  sino poniéndose en relación con los otros y con Dios. Por tanto, la importancia de dichas relaciones es fundamental.

El modelo de la relación perfecta

No es raro que cuando los sociólogos, los antropólogos y los políticos no creyentes presentan a la humanidad como independiente de un ser superior, completamente autónoma y autosuficiente, piensen que están engrandeciendo a la persona  humana; pero aunque se presenten como profundos pensadores, su pensamiento se queda sólo en la superficie del ser humano, que es hasta donde alcanzan los sentidos.  Se requiere el aporte de la filosofía y de la teología para abarcar al ser humano en su ser completo. Los que aíslan de Dios a la persona humana, no pueden comprender el modelo perfecto de la relación, es decir, cómo relacionarse de manera perfecta según el modelo que es la Trinidad, a cuya imagen estamos creados los seres humanos. Según ese modelo perfecto, debemos esforzarnos para que nuestras relaciones sean en amor y en verdad.

La alegría de ser imagen más viva y más hermosa del Creador

No temamos defender la dignidad de la persona humana, frente a las campañas de moda, que pretenden dignificarla, negando precisamente el origen de su dignidad. Tengamos presentes las palabras de Juan Pablo II, cuando dijo a las Academias Pontificias, el 8 de noviembre de 2001: Es preciso vencer todo temor y afrontar estos desafíos históricos, confiando en la luz y en la fuerza del Espíritu que el Señor resucitado sigue dando a su Iglesia. “Duc in altum, remad mar adentro”, repetí muchas veces en la carta apostólica Novo millennio ineunte. Hoy os confío también a vosotros esta invitación de Cristo, para que afrontéis con valentía y competencia los múltiples y complejos problemas de nuestro tiempo, a fin de sostener un humanismo en el que el hombre pueda reencontrar la alegría de ser imagen más viva y más hermosa del Creador. 

Sigamos ahora con el N° 55 de Caritas in veritate.

Formas de «religión» que alejan a las personas unas de otras, en vez de hacer que se encuentren, y las apartan de la realidad

 

La revelación cristiana sobre la unidad del género humano presupone una interpretación metafísica del humanum (de lo que significa ser humano), en la que la relacionalidad es elemento esencial. También otras culturas y otras religiones enseñan la fraternidad y la paz y, por tanto, son de gran importancia para el desarrollo humano integral. Sin embargo, no faltan actitudes religiosas y culturales en las que no se asume plenamente el principio del amor y de la verdad, terminando así por frenar el verdadero desarrollo humano e incluso por impedirlo. El mundo de hoy está siendo atravesado por algunas culturas de trasfondo religioso, que no llevan al hombre a la comunión, sino que lo aíslan en la búsqueda del bienestar individual, limitándose a gratificar las expectativas psicológicas. También una cierta proliferación de itinerarios religiosos de pequeños grupos, e incluso de personas individuales, así como el sincretismo religioso, pueden ser factores de dispersión y de falta de compromiso. Un posible efecto negativo del proceso de globalización es la tendencia a favorecer dicho sincretismo[2], alimentando formas de «religión» que alejan a las personas unas de otras, en vez de hacer que se encuentren, y las apartan de la realidad. Al mismo tiempo, persisten a veces parcelas culturales y religiosas que encasillan la sociedad en castas sociales estáticas, en creencias mágicas que no respetan la dignidad de la persona, en actitudes de sumisión a fuerzas ocultas. En esos contextos, el amor y la verdad encuentran dificultad para afianzarse, perjudicando el auténtico desarrollo.

Es muy importante que estemos atentos a lo que ahora se oye por los medios de comunicación y se defiende tranquilamente en reuniones sociales por personas ingenuas que se dejan contagiar por la aparente espiritualidad de movimientos a los que se refiere el Papa cuando menciona que

El mundo de hoy está siendo atravesado por algunas culturas de trasfondo religioso, que no llevan al hombre a la comunión, sino que lo aíslan en la búsqueda del bienestar individual, limitándose a gratificar las expectativas psicológicas.

No confundamos la meditación católica que es oración

Con frecuencia se da el nombre de meditación a unos ejercicios mentales que no tienen nada que ver con la oración, que es entrar en relación con lo espiritual, con Dios, especialmente a través de la consideración de su Palabra. La meditación católica no es simplemente un ejercicio mental que algunos definen como un estado de concentración en el momento presente, una focalización de la mente en un objeto, como puede ser en la respiración o la recitación constante y repetitiva de una palabra.[3]

Puede ser que algunos de esos ejercicios mentales y físicos sean una ayuda psicológica para ordenar la mente, para calmar la ansiedad, para aprender técnicas de relajación del cuerpo y de la mente, de manera que no se pueden condenar, y aun pueden servir de ejercicio previo a la meditación; pero no los confundamos con la meditación católica que nos enseñan los maestros espirituales y que se refieren siempre a Dios.  

Siguiendo con el N° 55 de Caritas in veritate, luego de mencionar que Un posible efecto negativo del proceso de globalización es la tendencia a favorecer el (…) sincretismo, alimentando formas de «religión» que alejan a las personas unas de otras, en vez de hacer que se encuentren, y las apartan de la realidad  el Papa dice:

También una cierta proliferación de itinerarios religiosos de pequeños grupos, e incluso de personas individuales, así como el sincretismo religioso, pueden ser factores de dispersión y de falta de compromiso. Un posible efecto negativo del proceso de globalización es la tendencia a favorecer dicho sincretismo[4], alimentando formas de «religión» que alejan a las personas unas de otras, en vez de hacer que se encuentren, y las apartan de la realidad.

¿Qué es el sincretismo religioso?

¿Qué es el sincretismo religioso? Por sincretismo religioso se entiende la pretensión de conciliar doctrinas o religiones diferentes, por ejemplo entre judíos, musulmanes, cristianos, religiones de oriente como el budismo y otros movimientos, en particular algunos originarios de la India. Algunas personas, buenas e ingenuas, conservan su amor a Jesucristo, pero aceptan los cuentos de que después de su crucifixión, Jesús apareció en la India y allá siguió su predicación. A otros les parece que todas las religiones son iguales; sólo les parece importante creer en Dios. Lo demás les parece que son inventos de los hombres. Los católicos creemos que la Iglesia la fundó Jesucristo, Dios y Hombre y que su Espíritu la guía y la acompaña. Para nosotros, Jesucristo es Hijo de Dios, Dios como el Padre y el Espíritu Santo. Jesucristo es Dios hecho hombre, que nos permite tener con Él,  el conocimiento de Dios.

¿Cómo es Dios?

El Cardenal Ratzinger, ahora Benedicto XVI, a la observación de un periodista, quien le dijo que su hijo pequeño, a veces le preguntaba cómo es Dios, el Cardenal respondió: Yo le contestaría diciendo que uno se puede imaginar a Dios tal como lo conocemos a través de Jesucristo . Cristo dijo una vez: «Quien me ve a mí, ve al Padre.»

La libertad religiosa no significa indiferentismo religioso y no comporta que todas las religiones sean iguales

Leamos la última parte del N° 55 de Caritas in veritate:

Por este motivo, aunque es verdad que, por un lado, el desarrollo necesita de las religiones y de las culturas de los diversos pueblos, por otro lado, sigue siendo verdad también que es necesario un adecuado discernimiento. La libertad religiosa no significa indiferentismo religioso y no comporta que todas las religiones sean iguales[5]. El discernimiento sobre la contribución de las culturas y de las religiones es necesario para la construcción de la comunidad social en el respeto del bien común, sobre todo para quien ejerce el poder político. Dicho discernimiento deberá basarse en el criterio de la caridad y de la verdad. Puesto que está en juego el desarrollo de las personas y de los pueblos, tendrá en cuenta la posibilidad de emancipación y de inclusión en la óptica de una comunidad humana verdaderamente universal. El criterio para evaluar las culturas y las religiones es también «todo el hombre y todos los hombres». El cristianismo, religión del «Dios que tiene un rostro humano»[6], lleva en sí mismo un criterio similar.

El corazón del capítulo quinto de Caridad en la verdad, es la colaboración de la familia humana al desarrollo. Pone de relieve el Santo Padre que el desarrollo de los pueblos depende sobre todo del reconocimiento de ser todos una sola familia. Para los cristianos es fácil entender el fundamento de esa afirmación, porque creemos en la Paternidad universal del Creador. La consecuencia es obvia: la religión cristiana puede contribuir al desarrollo solo si Dios encuentra un puesto también en la esfera pública.

Hay varios asuntos que nos invitan a reflexionar sin pasar por encima de ellos, porque podemos perder la comprensión de la encíclica en temas importantes.

El desarrollo necesita de las religiones y de las culturas de los diversos pueblos

Nos dice el Papa claramente que el desarrollo necesita de las religiones y de las culturas de los diversos pueblos. Esta afirmación manifiesta respeto por otras religiones y otras culturas distintas de las nuestras y defensa de la libertad religiosa. Al mismo tiempo el Papa advierte que es necesario un adecuado discernimiento, porque La libertad religiosa no significa indiferentismo religioso y no comporta que todas las religiones sean iguales.

Antes había diferenciado la encíclica Caridad en la verdad entre el cristianismo y otras religiones que ayudan al desarrollo por una parte, y otras que no ayudan al desarrollo, cuando afirma que no faltan actitudes religiosas y culturales en las que no se asume plenamente el principio del amor y de la verdad, terminando así por frenar el verdadero desarrollo humano e incluso por impedirlo. Se refería a los grupos humanos extremistas que defienden un aparente punto de vista segregacionista de las personas que no piensan como ellas y llegan a acudir a la violencia. No pueden promover a la familia humana si utilizan contra ella la violencia.

 

 

Y como la libertad religiosa no es lo mismo que el indiferentismo religioso ni todas las religiones son iguales, el Papa invita al discernimiento, a diferenciar, a tener cuenta la contribución de las culturas y de las religiones en la construcción de la comunidad social en el respeto del bien común. Criterios importantes en ese discernimiento, además del respeto al bien común son además la caridad y  la verdad. El Papa solicita este discernimiento especialmente a los que ejercen el poder público.



[1] Cf. Juan Pablo II, Carta Enc. Centesimus annus, 41

[2] Cf. Juan Pablo II, Discurso a la VI sesión pública de las Academias Pontificias (8 noviembre 2001), 3: L’Osservatore Romano, ed. en lengua española (16 noviembre 2001), p. 7.

[3] Una descripción de las diversas maneras de meditar se puede encontrar en Wikipedia.

[4] Cf. Juan Pablo II, Discurso a la VI sesión pública de las Academias Pontificias (8 noviembre 2001), 3: L’Osservatore Romano, ed. en lengua española (16 noviembre 2001), p. 7.

[5]  Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus, sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia (6 agosto 2000), 22: AAS 92 (2000), 763-764; Id., Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política (24 noviembre 2002), 8: AAS 96 (2004), 369-370.

[6]  Carta Enc. Spe salvi, 31: l.c., 1010; cf. Discurso a los participantes en la IV Asamblea Eclesial Nacional Italiana (19 octubre 2006): l.c., 8-10.