Reflexión 219 Caritas in veritate Nº44-45 Junio 30 2011

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La Fundación Konrad Adenauer en acción

En la entrega anterior reflexionamos sobre la incidencia que en el desarrollo de los pueblos tiene el crecimiento demográfico, tema que trata la encíclica Caridad en la verdad en el Nº 44 del capítulo 4º,  titulado Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente. Hicimos también una corta presentación del foro organizado por la Fundación alemana Konrad Adenauer, sobre la encíclica Caritas in veritate, con la participación de cualificados panelistas, economistas y politicos, a quienes impactó positivamente esta encíclica, que es un nuevo aporte de la Iglesia Católica al desarrollo de los pueblos. La Fundación Konrad Adenauer está  desarrollando esa clase de actividades, para que no pase con la encíclica Caridad en la verdad, lo que desafortunadamente sucede con muchos documentos importantes de la Iglesia: cuando se publican se habla de ellos, se alaban, pero en poco tiempo se convierten en un libro más de la biblioteca que de vez en cuando se cita, a veces sin mayor desarrollo. La de esa fundación es una labor apostolica de  laicos, digna de encomio.

La Iglesia y su doctrina de paternidad y maternidad resposables

En la reflexión anterior, que trató sobre el crecimiento demográfico y su incidencia en el desarrollo, comentamos la crisis de nacimientos en Europa; nos referimos a la doctrina de la Iglesia sobre la paternidad y maternidad responsables, de lo cual trataron en profundidad Pablo VI y Juan Pablo II; vimos cómo la Iglesia no pasa por alto la consideración de las condiciones económicas y sociales en la decisión que toman los padres, sobre el número de hijos. Para la doctrina católica, se trata de una decisión tan seria, que la Constitución Gaudium et spes, del Concilio Vaticano II advierte: Este juicio, en último término, deben formarlo ante Dios los esposos personalmente. Y como vimos, Pablo VI añade en la encíclica sobre la Vida Humana, Humanae vitae, que la paternidad responsable se pone en práctica, tanto cuando se decide tener una familia numerosa, como cuando la decisión es evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido.

Leamos la segunda y última parte del Nº 44 de Caridad en la verdad, que trata sobre el crecimiento demográfico. Dice así:

La apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica. Grandes naciones han podido salir de la miseria gracias también al gran número y a la capacidad de sus habitantes. Al contrario, naciones en un tiempo florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre, y en algún caso de decadencia, precisamente a causa del bajo índice de natalidad, un problema crucial para las sociedades de mayor bienestar. La disminución de los nacimientos, a veces por debajo del llamado «índice de reemplazo generacional», pone en crisis incluso a los sistemas de asistencia social, aumenta los costes, merma la reserva del ahorro y, consiguientemente, los recursos financieros necesarios para las inversiones, reduce la disponibilidad de trabajadores cualificados y disminuye la reserva de «cerebros» a los que recurrir para las necesidades de la nación. Además, las familias pequeñas, o muy pequeñas a veces, corren el riesgo de empobrecer las relaciones sociales y de no asegurar formas eficaces de solidaridad. Son situaciones que presentan síntomas de escasa confianza en el futuro y de fatiga moral. Por eso, se convierte en una necesidad social, e incluso económica, seguir proponiendo a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio, su sintonía con las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona. En esta perspectiva, los estados están llamados a establecer políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, célula primordial y vital de la sociedad[1], haciéndose cargo también de sus problemas económicos y fiscales, en el respeto de su naturaleza relacional.

Unos breves comentarios. Nos dice a encíclica que La disminución de los nacimientos, a veces por debajo del llamado «índice de reemplazo generacional», pone en crisis incluso a los sistemas de asistencia social, aumenta los costes, merma la reserva del ahorro y, consiguientemente, los recursos financieros necesarios para las inversiones, reduce la disponibilidad de trabajadores cualificados y disminuye la reserva de «cerebros» a los que recurrir para las necesidades de la nación.

Cuando los nacimientos disminuyen tanto, que los nuevos nacimientos no son suficientes para reemplazar a los que mueren, sucede lo obvio: la población empieza a disminuir. En España por ejemplo, hay pueblos enteros desocupados, por dos razones, por la emigración a las grandes ciudades, y por la disminución de los nacimientos. España necesita importar mano de obra.

En España, crecimiento negativo desde 2030

La siguiente información  nos pone en perspectiva. Desde 1976, con la disminución de los nacimientos disminuyó el crecimiento de la población española, de manera que prevén un crecimiento negativo desde el 2030. Como España ha permitido la llegada de inmigrantes desde finales de los noventa, se ha producido, a pesar de la disminución de los nacimientos, el aumento del número de habitantes de ese país, de forma que no había sucedido anteriormente en la historia de España. Ese crecimiento, que todavía es bajo, se debe a los hogares de los inmigrantes, sus nuevos residentes, que tienen más hijos. Ese problema no es propio sólo de España.

La siguiente información que tomé del diario argentino La Nación nos ayuda a comprender la importancia de esa situación. Corroborando la realidad del problema que de la disminución de la población surge a las naciones de ingresos más altos, esas naciones en un tiempo florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre crucial para las sociedades de mayor bienestar. Dice el diario que

De prolongarse esta situación, a mediados del siglo actual se llegaría a un punto crítico. Si bien la reducción de nacimientos se observa de modo generalizado en el mundo -aun en los países en vías de desarrollo-, en la Unión Europea y, particularmente, en Alemania, ese proceso se torna muy agudo.

Es citado, al respecto, el caso extremo de Cottbus, ciudad ahora de 105.000 habitantes y ubicada al sur de Berlín, cuya población ha ido decreciendo por el éxodo de los jóvenes y la declinación de los nacimientos. Durante una década en dicha ciudad no hubo alumbramientos. Como consecuencia, ciertas actividades esenciales y el mantenimiento de ciertos servicios han tenido que ser limitados. Eso ha ocurrido, por ejemplo, con la construcción de viviendas, los servicios educativos y la provisión de agua corriente. De ahí que, para mantener la infraestructura de dichos servicios, se haya convertido en ciudad subsidiada.

Ese cuadro se está extendiendo a regiones de Europa antes muy prolíficas, como lo fueron el sur de Italia o el norte de España. Según los datos del Centro Estadístico de la Unión Europea, el año último hubo más defunciones que nacimientos en el 43% de las 211 regiones en que se subdivide el territorio de los países que la componen. Se comprende así la inquietud de quienes miran al futuro y comprueban la disminución demográfica y el envejecimiento de la sociedad.

¿Qué sucede en Colombia?

Nos hemos detenido en las consideraciones del Santo Padre sobre el crecimiento demográfico y el desarrollo integral de los pueblos. Ante la situación de los países de Europa que sufren una constante disminución de su población, podemos preguntarnos: ¿Es importante esta información en nuestro país? En Europa se preveía esta situación desde la segunda mitad del siglo pasado. En Colombia ya no se encuentran familias numerosas, pero no parece preocupante la disminución.

Que en los países de Europa disminuyan los nacimientos puede favorecer la inmigración desde países con problemas económicos, como sucede con la menor dificultad para los suramericanos de emigrar a España, para los turcos que han emigrado en números considerables a Alemania, los africanos a Francia. Claro que los emigrantes tienen que sufrir la adaptación a nuevas costumbres, el cambio de idioma, con frecuencia tolerar un trato discriminatorio, además del sufrimiento por dejar a su países con todo lo que quieren. No olvidemos que por la crisis económica en España, ya no se consiguen fácilmente puestos de trabajo y  no pocos compatriotas han emprendido el regreso. El diario La Nación añade la siguiente consideración:

En este sentido, Europa ha recurrido a la aceptación de cuotas de inmigrantes turcos y africanos para poder cubrir los puestos de trabajo, por lo común no calificados, que iban quedando vacantes. Inversamente, ha crecido la franja de población de 60 o más años, con el consecuente acrecentamiento de las cargas de asistencia y seguridad social. Sin embargo, tanto en cuanto concierne a la interrupción del crecimiento demográfico como al descenso del (índice de fertilidad) IF, no se han podido establecer causas precisas. Lo cierto es que en medio siglo se ha producido una verdadera transición demográfica, que significa el paso de un estado de elevada mortalidad y natalidad a un estado en que una y otra se encuentran en baja.

¿Y qué sucede en Francia?

Es interesante el dato que La Nación ofrece sobre lo que, al contrario de España, sucede en Francia, donde desde hace varios años, los gobiernos resolvieron, animar con subsidios, a las familias a tener más de un hijo, y eso como política de Estado.

Una de las excepciones a esa regla casi invariable se está dando en Francia. Tal como fue informado en LA NACION de ayer (27 de junio), ese país tiene un IF de 1,90 -sólo es superado por el de Irlanda, que llega a 1,97- y el año último su tasa de natalidad registró un aumento del 5%. Derivación previsible del hecho de que sucesivos gobiernos coincidieron en considerar que alentar la natalidad era -es- una política de Estado.

¿Por qué disminuye la natalidad?

Habría que analizar las causas de la general disminución de la natalidad  en el mudo, que son varias y diversas. Habría que considerar entre otras causas, la nueva situación de la mujer, quien ya no se dedica exclusivamente al cuidado de los hijos y a los trabajos domésticos, el que las parejas contraen ahora matrimonio más tarde, los mayores costos en  la educación y en la vivienda. Creo que además han cambiado las actitudes frente a la vida: nuestros padres estaban más dispuestos al sacrificio, a las privaciones, daban especial importancia a los valores de la familia, al calor familiar, a la solidaridad, en una palabra, al amor familiar que es incondicional y desinteresado. Una de las situaciones que tendrán que sufrir los ancianos en el futuro, cada vez más, es la soledad. El diario argentino La Nación señala la importancia de un valor que está de acuerdo con los valores cristianos:

En su fondo están comprometidas ciertas formas de vida fundamentales para la supervivencia de la sociedad: la valoración de la maternidad y la paternidad como modos prioritarios de realización humana en el seno de la familia.

El ser padre o madre no siempre se considera ahora una manera de realización humana. Y añade  el diario algo que sucede con ciertas campañas que también promueven en nuestro país:

Mientras Europa se preocupa por la disminución de la natalidad, nuestro gobierno anuncia un plan de reparto gratuito de anticonceptivos para impedir los embarazos no deseados y favorecer la planificación familiar. Toda una paradoja.

Ante esta situación ¿qué propone la DSI?

Volvamos a leer unas líneas del Nº 44 ya:

Son situaciones que presentan síntomas de escasa confianza en el futuro y de fatiga moral. Por eso, se convierte en una necesidad social, e incluso económica, seguir proponiendo a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio, su sintonía con las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona. En esta perspectiva, los estados están llamados a establecer políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, célula primordial y vital de la sociedad[2], haciéndose cargo también de sus problemas económicos y fiscales, en el respeto de su naturaleza relacional.

En este párrafo, la encíclica resume en alguna forma, la doctrina católica sobre la familia, que los padres y esposos católicos deberíamos conocer; de seguro una vez conocida en su maravillosa profundidad, amaríamos más nuestra vocación y estaríamos mejor preparados para defenderla.

Valores de la familia

El Concilio Vaticano II, en su decreto sobre el apostolado de los seglares, llamado Apostolicam actuositatem[3],  dedica el Nº 11 a la familia. No me resisto a leer algo de él:

11. Habiendo establecido el Creador del mundo la sociedad conyugal como principio y fundamento de la sociedad humana, convirtiéndola por su gracia en sacramento grande… en Cristo y en la Iglesia (Cf. Ef., 5,32), el apostolado de los cónyuges y de las familias tiene una importancia trascendental tanto para la Iglesia como para la sociedad civil.

Los cónyuges cristianos son mutuamente para sí, para sus hijos y demás familiares, cooperadores de la gracia y testigos de la fe. Ellos son para sus hijos los primeros predicadores de la fe y los primeros educadores; los forman con su palabra y con su ejemplo para la vida cristiana y apostólica, los ayudan con mucha prudencia en la elección de su vocación y cultivan con todo esmero la vocación sagrada cuando la descubren en los hijos.

Frente a las permanentes incursiones para debilitar a la familia, desde muchos frentes, utilizando los medios de comunicación, tenemos que estar bien fundamentados en nuestros argumentos de defensa de un valor tan preciado como lo es la familia.

El Papa en Caritas in veritate deja claro que las familias deben ser defendidas y promovidas por el estado. Leamos esas líneas de nuevo; dice que por ser la familia célula primordial y vital de la sociedad, el Estado se debe hacer cargo también de sus problemas económicos y fiscales, en el respeto de su naturaleza relacional. No se trata de quitar a los padres sus obligaciones, sino de hacerles llevaderas las cargas, por su naturaleza relacional, es decir, porque por su misma naturaleza, de las familias depende en gran medida la salud moral, del que llaman el tejido social, – de las familias depende que las relaciones entre la gente, – sean sanas y conduzcan al verdadero desarrollo integral.

La semana entrante, Dios mediante, continuaremos con el Nº 45 de Caritas in veritate, donde el Papa nos enseña que

Responder a las exigencias morales más profundas de la persona tiene también importantes efectos beneficiosos en el plano económico. En efecto, la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona.


[1] Cf Conv. Ecum. Vati. II, Decret.Apostolican actuositatem, sobre el apostolado de los laicos, 11.

[2] Cf Conv. Ecum. Vati. II, Decret. Apostolican actuositatem, sobre el apostolado de los laicos, 11.

[3] Cf Vaticano II Documentos, BAC Minor, Madrid 1967, dice allí el Concilio en la introducción que el propósito del Concilio con ese decreto es “intensificar el diamismo apostólico del Pueblo de Dios, es específica y absolutamente necesaria en la misión de la Iglesia.