Reflexión 213-Caritas in veritate N° 41, Mayo 12,2011

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Una marca cristiana de la comunidad

Vamos a continuar con la lectura y reflexión sobre el N° 41 de Caritas in veritate. La primera parte ya la hemos considerado, pero vamos a leer desde comienzo de este número, para que no tengamos dificultad en comprender su sentido. Este N° 41 es parte del capítulo tercero de la encíclica, que trata sobre la Fraternidad, el Desarrollo Económico y la Sociedad Civil. Algunos entienden el término Fraternidad como Comunidad, de modo que podemos decir que este capítulo trata sobre la Comunidad, el desarrollo Económico y la Sociedad Civil. La fraternidad debe ser una marca cristiana de la comunidad como una sociedad de hermanos, que se aman  y buscan en solidaridad, su desarrollo integral.

En esta comunidad de hermanos en desarrollo, juegan un papel muy importante la empresa, que agrupa a los seres humanos para buscar con su actividad, la satisfacción de sus necesidades, y la autoridad política que orienta la construcción de un orden económicamente productivo y a la vez socialmente responsable, es decir, que tenga en cuenta las necesidades de toda la comunidad que conforma esa sociedad de la cual es responsable.

La encíclica Caridad en la verdad comienza por definir el ámbito en el cual la empresa se debe mover, con objetivos que no se pueden reducir a uno solo, como sería dedicarse exclusivamente a obtener ganancias, pues la empresa, tiene una responsabilidad social, es decir, con toda la comunidad en la cual desarrolla sus actividades y no debe existir exclusivamente para  conseguir utilidades para sus dueños.

El Papa va al fundamento de la empresa, que es el ser humano trabajador, que aporta su esfuerzo personal, humano, creativo, y con su trabajo hace la empresa, que se beneficia de su actividad intelectual y física. Los que hacen las empresas no son robots; cuando éstos se utilizan, son apenas instrumentos para el ser humano. Es la persona humana, son los ejecutivos, los administradores, todos los que trabajan en ella, los que hacen posible la empresa, cualquiera ella sea, chiquita o grande, industrial o de servicios.

No importa el tipo de organización en que la persona humana trabaje, sea una con fines de lucro o sin ánimo de lucro, esa organización debe buscar el bien común nacional y global. La autoridad política, por su parte, además de orientar la construcción de la comunidad fraterna de la cual es responsable, debe colaborar con los demás estados y ser solidario en la solución de problemas que los afecten. Un enfoque así, comprende la globalización como algo positivo, que articula los procesos de construcción de una comunidad fraterna mundial, que debe tender a ser una, a pesar de sus diferencias.

Leamos el N° 41 

41. (…) es útil observar que la iniciativa empresarial tiene, y debe asumir cada vez más, un significado polivalente (recordemos que el término polivalente se refiere aquí, a que la empresa no puede tener como una única razón de ser, el obtener ganancias). El predominio persistente del binomio mercado-Estado nos ha acostumbrado a pensar exclusivamente en el empresario privado de tipo capitalista por un lado y en el directivo estatal por otro. En realidad, la iniciativa empresarial se ha de entender de modo articulado. Así lo revelan diversas motivaciones metaeconómicas (recordemos también que motivaciones metaeconómicas son razones que mueven a actuar, que van más allá de lo puramente económico). 

Continúa el Papa:  Y El ser empresario, antes de tener un significado profesional, tiene un significado humano[1]. Es propio de todo trabajo visto como «actus personae»[2] y por eso es bueno que todo trabajador tenga la posibilidad de dar la propia aportación a su labor, de modo que él mismo «sea consciente de que está trabajando en algo propio»[3]. Por eso, Pablo VI enseñaba que «todo trabajador es un creador»[4]. Precisamente para responder a las exigencias y a la dignidad de quien trabaja, y a las necesidades de la sociedad, existen varios tipos de empresas, más allá de la pura distinción entre «privado» y «público». Cada una requiere y manifiesta una capacidad de iniciativa empresarial específica. Para realizar una economía que en el futuro próximo sepa ponerse al servicio del bien común nacional y mundial, es oportuno tener en cuenta este significado amplio de iniciativa empresarial. Esta concepción más amplia favorece el intercambio y la mutua configuración entre los diversos tipos de iniciativa empresarial, con transvase de competencias del mundo non profit al profit y viceversa, del público al propio de la sociedad civil, del de las economías avanzadas al de países en vía de desarrollo.

Significado humano del trabajo

Dice el Papa que, El ser empresario, antes de tener un significado profesional, tiene un significado humano. Dijimos que es una idea aplicable a toda profesión: el trabajo del empresario, también el del médico, del ingeniero, del artesano, del vendedor, del panadero, lo mismo que el trabajo del ama de casa, del obrero, inclusive el del sacerdote, – siendo una altísima vocación, – todas las profesiones, tienen ante todo un significado humano. Todos trabajamos para los demás, para otros seres humanos, sin importar la clase de trabajo que hagamos; trabajamos, en beneficio de otros, ponemos al servicio de los demás nuestros conocimientos, nuestras habilidades, nuestras destrezas. Y todos necesitamos los conocimientos, habilidades y destrezas de los demás. Nadie puede ser completamente independiente y conseguir su desarrollo solo.

Trabajo en cuerpo y espíritu

Cuando añade Benedicto XVI que es de todo trabajo visto como «actus personae», es decir como una acción personal, cita al Beato Juan Pablo II en su encíclica sobre el trabajo humano en el N° 24, donde afirma que puesto que el trabajo es siempre una acción personal, actus personae, se sigue necesariamente que en él participa el hombre completo, su cuerpo y su espíritu, independientemente del hecho de que sea un trabajo manual o intelectual.

No es fácil tener presente siempre, de modo consciente, mientras trabajamos, el hondo sentido de nuestra actividad. Sin duda si pudiéramos hacerlo, sentiríamos más entusiasmo y satisfacción, haciendo lo que hacemos. Recuerdo que, cuando presentamos el programa al que llamamos, “La Alegría de Trabajar”, fue muy motivador escuchar la llamada de una oyente que trabajaba en una casa de familia y nos dijo al aire, que ella había aprendido a amar su trabajo, porque le había encontrado un nuevo sentido. Eso sucede cuando en el trabajo comprometemos nuestro ser completo, cuerpo y espíritu, sin importar si se trata de labores manuales o intelectuales. En algunos casos la actividad que nos ocupa puede necesitar en alguna medida, tanto de habilidades manuales como intelectuales, como en la mayoría de los casos y muy claramente en la labor de un cirujano o de un odontólogo.

El trabajo en los planes de Dios

Las siguientes líneas de Laborem exercens, la encíclica del Beato Juan Pablo II sobre el trabajo humano, nos aclaran la dignidad del trabajo y cómo le podemos encontrar su profundo significado en los planes de Dios. Dice en el mismo número 24: 

Al hombre entero se dirige también la Palabra del Dios vivo, el mensaje evangélico de la salvación, en el que encontramos muchos contenidos —como luces particulares— dedicados al trabajo humano. Ahora bien, es necesaria una adecuada asimilación de estos contenidos; hace falta el esfuerzo interior del espíritu humano, guiado por la fe, la esperanza y la caridad, con el fin de dar al trabajo del hombre concreto, con la ayuda de estos contenidos, aquel significado que el trabajo tiene ante los ojos de Dios, y mediante el cual entra en la obra de la salvación al igual que sus tramas y componentes ordinarios, que son al mismo tiempo particularmente importantes.

Luego nos explica Juan Pablo cómo el trabajo, si se comprende su espiritualidad, nos puede acercar a Dios Creador y Redentor y a ayudar a participar en los planes de salvación para el ser humano y para el mundo. Es muy interesante pensar que nuestro trabajo puede ayudar a los planes salvíficos de Dios. Dios quiere un ser humano y un mundo que progresen, que se desarrollen, se perfeccionen. Cuando trabajamos, ayudamos a realizar los planes de Dios. Para esto nos participa Dios, de manera limitada pero real, su inteligencia, su poder creador: nos hizo a su imagen y semejanza.

Cuando Benedicto XVI afirma que es propio de todo trabajo que sea visto como actus personae y por eso es bueno que todo trabajador tenga la posibilidad de dar la propia aportación a su labor, de modo que él mismo «sea consciente de que está trabajando en algo propio», el Santo Padre recuerda al mismo Beato Juan Pablo II que nos enseña en el N° 15 de Laborem exercens lo que el trabajo significa para el trabajador: él no busca con su trabajo únicamente un salario que le permita vivir y sostener a su familia, sino que el trabajador vive el trabajo que realiza como un aporte suyo a la empresa, al proyecto para el cual desarrolla sus actividades. Dice Juan Pablo II en el N° 15 de Laborem exercens:

Cuando el hombre trabaja, sirviéndose del conjunto de los medios de producción, desea a la vez que los frutos de este trabajo estén a su servicio y al de los demás y que en el proceso mismo del trabajo tenga la posibilidad de aparecer como corresponsable y coartífice en el puesto de trabajo, al cual está dedicado.

Estas ideas nos hacen reflexionar sobre la actitudes muy comunes y no adecuadas, de  ejecutivos de organizaciones que se sienten únicos autores de los éxitos de sus organizaciones y a veces, solo de labios para afuera, reconocen que ellos no podrían conseguir los objetivos que se proponen, sin la eficaz colaboración de todos los miembros de la comunidad empresarial. No puede haber motivación para los trabajadores que no se sientan corresponsables y artífices en sus puestos de trabajo.

Juan Pablo II completa así esta idea en el mismo N° 15 de Laborem exercens, que estábamos citando:

(…) hay que subrayar ya aquí, en general, que el hombre que trabaja desea no sólo la debida remuneración por su trabajo, sino también que sea tomada en consideración, en el proceso mismo de producción, la posibilidad de que él, a la vez que trabaja incluso en una propiedad común, sea consciente de que está trabajando «en algo propio». Esta conciencia se extingue en él dentro del sistema de una excesiva centralización burocrática, donde el trabajador se siente engranaje de un mecanismo movido desde arriba; se siente por una u otra razón un simple instrumento de producción, más que un verdadero sujeto de trabajo dotado de iniciativa propia. Las enseñanzas de la Iglesia han expresado siempre la convicción firme y profunda de que el trabajo humano no mira únicamente a la economía, sino que implica además y sobre todo, los valores personales. El mismo sistema económico y el proceso de producción redundan en provecho propio, cuando estos valores personales son plenamente respetados.

 

Todo trabajador es un creador

También Pablo VI, en Populorum progressio, en el N° 27 enseñaba que todo trabajador es un creador. Podemos leer allí:

27. De igual modo, si algunas veces puede reinar una mística exagerada del trabajo, no será menos cierto que el trabajo ha sido querido y bendecido por Dios. Creado a imagen suya «el hombre debe cooperar con el Creador en la perfección de la creación y marcar a su vez la tierra con el carácter espiritual, que él mismo ha recibido»[5]. Dios, que ha dotado al hombre de inteligencia, le ha dado también el modo de acabar de alguna manera su obra, ya sea el artista o artesano, patrono, obrero o campesino, todo trabajador es un creador. Aplicándose a una materia, que se le resiste, el trabajador le imprime un sello, mientras que él adquiere tenacidad, ingenio y espíritu de invención. Más aún, viviendo en común, participando de una misma esperanza, de un sufrimiento, de una ambición y de una alegría, el trabajo une las voluntades, aproxima los espíritus y funde los corazones; al realizarlo, los hombres descubren que son hermanos.

En verdad, la obra que realicemos en el mundo, debe ser la obra de Dios en la cual Él quiere que colaboremos y así deberíamos sentirlo.[6]

La autoridad política tiene la responsabilidad de orientar la construcción de la comunidad local, nacional, global

Volvamos a Caridad en la verdad. Veíamos que la autoridad política tiene la responsabilidad de orientar la construcción de la comunidad, local, nacional, global, es decir de orientar a su comunidad hacia el desarrollo integral y solidario, en una concepción de la globalización que tenga en cuenta las necesidades de la comunidad general. Así continúa el N° 41 de Caridad en la verdad:

También la autoridad política tiene un significado polivalente, que no se puede olvidar mientras se camina hacia la consecución de un nuevo orden económico-productivo, socialmente responsable y a medida del hombre. Al igual que se pretende cultivar una iniciativa empresarial diferenciada en el ámbito mundial, también se debe promover una autoridad política repartida y que ha de actuar en diversos planos. El mercado único de nuestros días no elimina el papel de los estados, más bien obliga a los gobiernos a una colaboración recíproca más estrecha. La sabiduría y la prudencia aconsejan no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado. En relación con la solución de la crisis actual, su papel parece destinado a crecer, recuperando muchas competencias. Hay naciones donde la construcción o reconstrucción del Estado sigue siendo un elemento clave para su desarrollo.

 Al tratar el tema de las empresas, Benedicto XVI nos había señalado que  

para responder a las exigencias y a la dignidad de quien trabaja, y a las necesidades de la sociedad, existen varios tipos de empresas, más allá de la pura distinción entre «privado» y «público». Cada una requiere y manifiesta una capacidad de iniciativa empresarial específica. Para realizar una economía que en el futuro próximo sepa ponerse al servicio del bien común nacional y mundial, es oportuno tener en cuenta este significado amplio de iniciativa empresarial. Esta concepción más amplia favorece el intercambio y la mutua configuración entre los diversos tipos de iniciativa empresarial, con transvase de competencias del mundo non profit al profit (e.d con el aprovechamiento de las competencias, de las cosas buenas de uno y otro mundo empresariales: del mundo enfocado a conseguir utilidades, ganancias, al mundo de las organizaciones sin ánimo de lucro) y viceversa, del público al propio de la sociedad civil, del de las economías avanzadas al de países en vía de desarrollo.

No se debe despreciar a ninguno de los dos enfoques de la actividad empresarial, las que persiguen el lucro pueden aprender de las competencias de las que no tienen como objeto el lucro y al revés, las organizaciones sin ánimo de lucro pueden aprovechar competencias de las que sí tienen ánimo de lucro. A veces en las organizaciones católicas se considera impropio utilizar métodos que se utilizan en las empresas que tienen ánimo de lucro. Aquí el Papa les quita la mancha que algunos les ven por ser empresas que buscan el lucro. Así como se utiliza la contabilidad, por ejemplo, en las organizaciones sin ánimo de lucro, no es malo utilizar otras maneras avanzadas de administración y de publicidad o de mercadeo, siempre y cuando se respete la ética y al ser humano en todas sus dimensiones. La empresa, sea estatal o privada, con o sin ánimo de lucro, si está bien orientada, busca el bien común y el desarrollo integral. Debe ser, si cumple con su fin en los planes de Dios, la obra de Dios a cargo nuestro. Es legítimo utilizar herramientas creadas por una u otra empresa.


[1] Cf Juan Pablo II, Centesimus annus, 32, Pablo VI, Populorum progressio, 25

[2] Cf Juan Pablo II, Laborem exercens, 24

[3]  Ibid., 15

[4] Cf Pablo VI, Populorum progressio, 27

[5] Carta a la Semana Social de Lyon, en Le travail et les travailleurs dans la societé contemporaine (Lyon, Crónica Social,  1965) p. 6

[6] Cf discurso de posesión de John F. Kennedy: With a good conscience our only sure reward, with history the final judge of our deeds, let us go forth to lead the land we love, asking His blessing and His help, but knowing that here on earth God’s work must truly be our own.