Reflexión 212- Caritas in veritate N° 41, Mayo 5, 2011

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El reto de repensar la economía y el papel de la sociedad civil

Estamos estudiando el N° 41 del capítulo tercero de Caridad en la verdad, el cual lleva por título Fraternidad, Desarrollo Económico y Sociedad Civil. Como por diversas razones han pasado ya 3 semanas desde la reflexión anterior dedicada a esta encíclica, es muy conveniente que repasemos un poco.

Reflexionamos ya, ampliamente, sobre el planteamiento de Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate, sobre la necesidad de repensar el mundo de la economía, de los mercados, de las empresas, porque con los esquemas actuales no se está consiguiendo el bien común, el desarrollo integral de todos. Y nos habla también el Santo Padre del papel de la sociedad civil, es decir de todos los ciudadanos que no somos parte de los organismos del Estado, porque todos tenemos tareas que cumplir.

Recordemos algunos de los temas que examinamos ya:

–      Con Benedicto XVI nos preguntamos si se está consiguiendo el bien común con la organización económica actual, porque a juzgar por los resultados, – la mitad de los habitantes de la tierra siguen en la pobreza, – el manejo de la economía mundial parece un fracaso, no un motivo de satisfacción.

La propuesta de Benedicto XVI, de repensar el mundo de la economía, de los mercados, de las empresas, es un reto a la inteligencia de los líderes mundiales.

A ese propósito nos hemos preguntado, ¿para qué porción de la humanidad ha sido provechoso el actual manejo de la economía? Porque muchísimos hermanos nuestros,  – la mitad de la población mundial, – vive en pobreza y muchísimos pasan hambre. Se puede dar una buena calificación al manejo de la economía, que ha producido tan malos resultados?

Volver a los valores humanos que son los valores cristianos

No podemos ser completamente pesimistas, porque hay un camino de esperanza: la DSI nos advierte que para sanar a este mundo débil, el camino es volver a los valores humanos, que son valores cristianos, no valores monetarios. Este no es un camino pesimista, al contrario, es un camino de esperanza, porque conduce a satisfacer los anhelos del ser humano de realizarse plenamente, no sólo en lo material, sino en el desarrollo integral, completo, de su ser, incluyendo lo material, lo espiritual y lo intelectual. Sólo la satisfacción de las necesidades materiales no hace feliz al ser humano.

¿Qué tan difícil es este camino? Es difícil, requiere cambiar de modo de pensar y de vivir. Se requiere la conversión. Pero, si en el mundo se practicaran la caridad y la verdad, si viviéramos de acuerdo con el Evangelio ¿los resultados no serían maravillosos? ¿el mundo no cambiaría radicalmente?

Los creyentes tenemos un gran reto, en el que deberíamos pensar seriamente. Un cambio que necesitamos, y al cual nos invita el Santo Padre, es el de aprender a vivir según un estilo de vida más sencillo y sobrio. Aprender a vivir dignamente, sin pretensiones de ricos.

Ese cambio necesario implica aprender a no comprar impulsivamente, para gozar de la última innovación, para estar a la moda. Claro, eso estaría contra una de las estrategias de la economía capitalista, que es precisamente estimular a la gente a gastar más. Si el comercio se mueve, crece la industria, hay más dinero en el mercado, aumenta el número de puestos de trabajo, crece la economía. Por eso a los particulares nos estimulan a gastar más, mientras que, por el contrario, las empresas se esfuerzan por gastar  menos. ¿Por qué ese fenómeno y en qué forma economizan las empresas? ¿cuáles son sus estrategias?

Agunas medidas son útiles para todos; nos vendría bien tomarlas; por ejemplo, procuran ahorros en energía, buscan materias primas menos costosas. Pero otras medidas son inquietantes: ¿por qué los puestos de trabajo que crean no son de trabajo formal,  bien remunerado? ¿Por qué los programas que benefician al personal encabezan generalmente la lista de los recortes? Los profesionales hoy tampoco son bien tratados. Pensemos en los médicos que tienen que trabajar con las empresas que manejan la salud como un negocio. El fin de esas empresas no parece ser dar una buena atención a los enfermos, sino ganar más dinero a costa de su salud. Ahorran y ganan, a costa de los enfermos que han confiado a ellas su salud.

Se beneficia medio mundo. ¿Qué pasa con la otra mitad?

Es verdad que si se mueve la economía, si crecen las ventas y el consumo, las gráficas de las ganancias son ascendentes y se beneficia medio mundo, pero, ¿qué pasa con la otra mitad? Por eso es necesario repensar el modelo de manejo de la economía: para que el crecimiento llegue a todos y no sólo a medio mundo.

–      No solo los de la clase media tenemos que aprender a vivir sobriamente; con mayor razón también los empresarios tendrían que aprender a vivir más sobriamente. Si lo aprendieran, aceptarían disminuir el nivel de ganancias de sus negocios. La conversión la necesitamos todos… Y hay personas que así lo entienden y aceptan y practican; de seguro que viven más felices.

Aprender a no callar

Otro punto de reflexión, sobre el papel de la sociedad civil, – de los particulares que no pertenecemos a ninguna organización del Estado, – es que tenemos que aprender a no callar, cuando somos testigos de despilfarro, de corrupción, de desgreño administrativo o de abuso de autoridad, lo mismo que  cuando somos testigos de ganancias exorbitantes en los negocios, como pasa con el sector financiero. Dios nos dio voz. Tenemos voz. Se hace uno partícipe del daño causado, cuando prefiere callar y, como dicen por ahí: Dejar así. A veces se hace silencio por temor y también por una lealtad política mal entendida.

Sobre la Iglesia  pesa la responsabilidad innegable de llevar el Evangelio a todos, también a las altas esferas

Nos preguntamos también ¿cómo conseguir que surja una generación de empresarios, de políticos, de gobernantes, de profesionales, que no piensen sólo en ellos como si fueran el centro del mundo o sólo en tener más? Porque. Así lo reconoció la Conferencia Episcopal de América Latina y el Caribe, que ante el  planteamiento de que la gente de hoy rechaza la doctrina del Evangelio, aclaró que en su concepto, no hay un rechazo a la doctrina, sino al modo de presentarla y se propuso que se ponga un especial esfuerzo  y creatividad  en la pastoral con los líderes de opinión. Yo me atrevo a pensar  que en Colombia hace falta un esfuerzo mayor por llegar con el Evangelio a los políticos, a los empresarios, a los comunicadores, en fin, a los líderes de opinión.

Un examen de conciencia para hacernos todos los que trabajamos en evangelización como discípulos y misioneros. ¿Cómo mejoramos en nuestro apostolado, para llegar con el Evangelio a todos, teniendo en cuenta las diferencias y necesidades de las distintas comunidades? Los laicos nos tenemos que preparar. La nueva Evangelización necesita modos nuevos para llevar la Palabra. También la Conferencia Episcopal de Aparecida lo reconoció. Dijo que hay que favorecer la preparación de un laicado capaz y competente interlocutor entre la Iglesia y la sociedad, y la sociedad y la Iglesia (Aparecida, 497).

Papel de la política y de la empresa en el desarrollo integral

Para continuar el estudio de Caritas in veritate, Caridad en la verdad, volvamos al N° 41 de la Encíclica.

Después de plantear la necesidad de repensar la economía,  Benedicto XVI se refiere directamente al papel de la política y de la empresa, en el desarrollo integral.

A comienzos del N° 41, la encíclica nos sigue hablado de la empresa, a lo cual dedica el N° 40. Leamos la primera parte del N° 41 y tratemos de comprenderlo por partes. Es una síntesis apretada de un pensamiento muy profundo sobre el papel del ser humano junto al capital, en las actividades empresariales. Dice  así:

41. A este respecto, es útil observar que la iniciativa empresarial tiene, y debe asumir cada vez más, un significado polivalente (es decir que la empresa no debe dedicarse a  un único objetivo, no debe ser únicamente para producir ganancias). El predominio persistente del binomio mercado-Estado nos ha acostumbrado a pensar exclusivamente en el empresario privado de tipo capitalista por un lado y en el directivo estatal por otro. En realidad, la iniciativa empresarial se ha de entender de modo articulado. Así lo revelan diversas motivaciones metaeconómicas (motivaciones metaeconómicas son las razones que mueven a actuar y que van más allá de lo puramente económico). El ser empresario, antes de tener un significado profesional, tiene un significado humano[1].

Es una frase que nos debe poner a pensar a todos: El ser empresario, antes de tener un significado profesional, tiene un significado humano. Podemos aplicarlo a todas las profesiones: al médico, al ingeniero, al abogado, inclusive al sacerdote: sus vocaciones, sus profesiones tienen ante todo un significado humano, son para el bien del ser humano.

De manera que la actividad del empresario no debe tener lo económico como única razón de ser; no sólo el desarrollo material. Sí, está bien que los empresarios trabajen por el desarrollo económico, pero no sólo por él, sino por el desarrollo económico para el ser humano y no a costa del ser humano. No se puede crecer a costa del ser humano. Eso sucede cuando en la moderna economía de mercado se consigue el crecimiento económico utilizando instrumentos como la explotación de las personas que lo hacen posible.

No son puros pensamientos teóricos. Tratemos de comprender mejor esta idea viendo un ejemplo concreto. Un beneficio de la globalización es la posibilidad de compartir los avances tecnológicos que han alcanzado países desarrollados. Ha sido beneficioso, que la industria francesa, la japonesa y la estadounidense del automóvil, hayan instalado plantas para ensamblar vehículos en nuestro país, porque además de crear puestos de trabajo han impulsado el desarrollo de industrias como la de autopartes. Claro que no es una transferencia completa de tecnología, porque solamente armamos carros, pero es una experiencia positiva. Sin embargo, otros experimentos dejan dudas. Por ejemplo, ¿qué tanto ayuda que  industrias colombianas desplacen la fabricación de algunos de sus productos a China? ¿Por qué no los siguen fabricando aquí, donde sufrimos un elevado nivel de desempleo?

Alguna oyente comentaba a este respecto que se ven obligados por la competencia, a tomar esas medidas. Sí, para algunas industrias la competencia es muy dura y es un consejo demasiado fácil decirles que entonces cambien de negocio…No es así de sencilla la vida.

Un conocido industrial de la marroquinería comentaba que iba a aumentar la capacidad de su planta de Bogotá y que para unos productos específicos había resuelto encargar su fabricación a China porque ellos tienen el material y la tecnología para hacer ese trabajo y acá, no. Parece aceptable la explicación. Sin embargo, en estos días publicaron en la prensa los nombres de varias empresas colombianas que han desplazado a China la fabricación de algunos de sus productos porque allá es más económico. Esa motivación deja dudas serias, porque se sabe que una de las razones de los bajos precios de los productos chinos es que allá pagan salarios bajos. Esa es una mala consecuencia de la globalización: dejar de crear puestos de trabajo en Colombia, país de origen de esas empresas, de su capital y de sus creadores, y contribuir a aumentar el número de trabajadores mal pagados al otro lado del mundo.

Para comprender en profundidad el número 41 de Caritas in veritate, nos conviene volver al pensamiento del Beato Juan Pablo II en sus encíclicas Centesimus annus y Laborem Exercens, sobre el trabajo humano, y de Pablo VI en Populorum progressio.  De modo magistral Juan Pablo II en el N° 32 de Centesimus annus aclara su pensamiento sobre el capitalismo y  el papel del ser humano en el desarrollo. No se puede aceptar que en el proceso productivo de las empresas, sea el capital el factor considerado el predominante, relegando a un papel secundario, no muy importante, fácil de reemplazar, a la persona humana. Dice allí Juan Pablo II:

A lo largo de la historia, en los comienzos de toda sociedad humana, encontramos siempre estos dos factores, el trabajo y la tierra; en cambio, no siempre hay entre ellos la misma relación. En otros tiempos la natural fecundidad de la tierra aparecía, y era de hecho, como el factor principal de riqueza, mientras que el trabajo servía de ayuda y favorecía tal fecundidad. En nuestro tiempo / es cada vez más importante el papel del trabajo humano en cuanto factor productivo de las riquezas inmateriales y materiales; por otra parte, es evidente que el trabajo de un hombre se conecta naturalmente con el de otros hombres. Hoy más que nunca, trabajar es trabajar con otros y trabajar para otros: es hacer algo para alguien. El trabajo es tanto más fecundo y productivo, cuanto el hombre se hace más capaz de conocer las potencialidades productivas de la tierra y ver en profundidad las necesidades de los otros hombres, para quienes se trabaja.

Existe otra forma de propiedad, (además de la propiedad de la tierra) concretamente en nuestro tiempo, que tiene una importancia no inferior a la de la tierra: es la propiedad del conocimiento, de la técnica y del saber. En este tipo de propiedad, mucho más que en los recursos naturales, se funda la riqueza de las naciones industrializadas.


[1] Cf Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 32; Pablo VI; Populorum progressio, 25