Reflexión 13 Jueves 4 de mayo, 2006

Compendio de la D.S.I. (Repaso y Nº 30)

El plan para nuestra reflexión de hoy

Terminamos el estudio de los números 26 y 27 de nuestro libro de texto, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Tratan sobre nuestra relación con Dios Creador, y comenzamos a reflexionar sobre Jesucristo, en quien se cumple el acontecimiento decisivo de la historia de Dios con los hombres. Alcanzamos a estudiar losNº 28 y 29. Continuaremos ahora con el tema de Dios: haremos nuestro acostumbrado repaso, y continuando la misma metodología, en el repaso incluiremos ampliación o profundización del tema tratado.

Hoy reflexionaremos sobre algunas circunstancias actuales, en las que se observa claramente una corriente empeñada en promover, especialmente a través de los medios de comunicación, el agnosticismo, que en la práctica se confunde con el ateismo. Estamos tratando temas fundamentales, pues estamos descubriendo los cimientos sobre los que descansa la Doctrina Social de la Iglesia. Nos tienen que quedar muy firmes estos cimientos, porque sobre ellos descansa el edificio; por eso es bueno revisarlos, antes de seguir adelante.

Empecemos por repasar los Nos 26 y 27: Principios de la creación y acción gratuita de Dios

De acuerdo con nuestra fe, los problemas que surgen de las relaciones entre las personas, no se pueden resolver teniendo en cuenta sólo las ciencias humanas; es decir, con sólo la ayuda de ciencias como la economía, la sociología, la psicología. Todas esas ciencias contemplan al hombre desde su dimensión puramente material. Es indispensable tener en cuenta además, la dimensión trascendental del hombre, es decir su conexión con Dios. ¿Por qué? Porque el hombre no es sólo materia, pues participa del modo de ser de Dios. Recordemos que, como leemos en el Génesis, [1] Dios infunde su aliento, su espíritu, en el hombre. Por eso tenemos una conexión especial con Él. No podemos construir un mundo de relaciones, prescindiendo de la relación más importante, con el Creador, que a su vez debe ser modelo de nuestras relaciones entre los seres humanos, hechura de sus manos.

Si en las relaciones entre las personas no se tiene en cuenta que somos hijos del mismo Padre, Dios, y que nuestra relación entre nosotros los seres humanos se debe basar en el amor, como es la relación de Dios con nosotros, entonces, las relaciones entre los hombres se regirán sólo por factores de interés individual, egoísta, por criterios según los cuales es uno y la propia conveniencia lo que importa, prescindiendo de las necesidades de los demás. Si a los otros no los consideramos hermanos, se convierten en extraños y en competidores frente a nuestros intereses; y entonces, la ley que rige en esas relaciones entre personas y entre pueblos es la del más fuerte.

¿No es eso precisamente lo que pasa en nuestro mundo? los demás no cuentan, por eso las injusticias y la indiferencia ante el sufrimiento de los demás, por eso la pobreza se extiende ante la despreocupación de los individuos y de los gobiernos. Eso es lo que pasa, porque no se tiene en cuenta a Dios, Creador, Padre, con todo lo que eso implica. No se vive la fe con sus consecuencias.

Debería ser distinta la actitud y el comportamiento del hombre con los demás y con la naturaleza, si reconociera que fue creado por Dios y que Dios le entregó la vida y la creación, la naturaleza, – las plantas, los animales, – para que cuidara de ella como un administrador, y se sirviera de ella, pero no de manera exclusiva, sino compartiéndola con los demás y conservándola para todos. El mundo sin Dios renuncia al argumento más fuerte de la solidaridad humana, como es el de la fraternidad. Tenemos el mismo Padre, Dios. Debería ser diferente el comportamiento del creyente, del comportamiento que caracteriza aquien se siente dueño absoluto de sí mismo, y que por lo tanto puede diseñar su vida y su mundo con autonomía absoluta, según sus deseos y sus propios planes, sin tener en cuenta,que los mejores planes para él y para la creación, son los diseñados por su Hacedor, por el Autor de la creación.

El libre desarrollo de la personalidad

Vayamos a un punto concreto del que se habla mucho hoy; uno de los derechos fundamentales de la Constitución de Colombia es el libre desarrollo de la personalidad. [2] Como a ese derecho sólo le ponen como límite, el que no se perjudique a otros y el orden jurídico, se está presuponiendo, que tenemos una libertad ilimitada para hacer con nosotros, con nuestro cuerpo, con nuestra mente, inclusive con nuestra vida, lo que deseemos. Por eso, en esa misma línea de pensamiento, se defienden el consumo de la dosis personal de estupefacientes, la eutanasia, y sin tener que hilar muy delgado, se llega a aceptar la licitud del suicidio.

A eso llega la sociedad sin Dios. Lo que es grave y peligroso, es que algunos de los que defienden esas posiciones son muy hábiles en el uso de la palabra, se presentan como muy humanos, muy respetuosos, muy simpáticos, si se quiere; son astutos y van llevando a la gente a pensar como ellos, como si la autodestrucción fuera muy humana, y el pensamiento de avanzada, y cuentan con el respaldo de poderosos medios de comunicación, que se encargan de difundir ese pensamiento como el que hay que respaldar, y se las ingenian para inflar a los personajes que lo representan.

El libre desarrollo de la personalidad… Sobre este concepto, – el desarrollo,- puede haber discusiones desde el punto de vista psicológico, pero es de sentido común, que desarrollo significa, por lo menos, crecimiento armónico. No cualquier crecimiento, porque un tumor, por ejemplo, no se puede tomar como desarrollo. Una manera aceptable de ver el desarrollo de la personalidad, es por ejemplo, la de considerar el desarrollo como un proceso, en el cual, libremente, la persona va escogiendo cómo vivir una vida plena, poniendo a funcionar sus potencialidades, viviendo en armonía consigo mismo y con los demás. [3] Yo no entiendo cómo la dosis personal de la marihuana o la cocaína, que se defiende en algunos círculos políticos, -basados en su concepción del libre desarrollo de la personalidad, – puede aportar al libre desarrollo de la persona, cuando los mismos adictos que logran con un gran esfuerzo dejar la adicción a las drogas, dicen que la sola prueba, por ensayar algo nuevo, puede ser el camino para la adicción. Y ser adicto no es ser más libre, más autónomo, más dueño de sí mismo; no es mejorar la capacidad de asociarse y comunicarse; ser adicto no favorece vivir en armonía con el medio, no es contribuir al crecimiento, al desarrollo de las propias potencialidades. Pero claro, esto lo entendemos los que tenemos una idea del hombre como criatura de Dios, con un diseño del ser humano a semejanza de Dios, con una libertad de hijos de Dios. Los no creyentes pretenden tener libertad también para no desarrollarse y aun para autodestruirse.

Nos detenemos en estas consideraciones, porque estamos poniendo las bases de nuestro conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia y nos tiene que quedar muy claro que esta doctrina se basa en Dios, en nuestra relación con Él como criaturas y con los demás, como hermanos. Como vimos en la reflexión anterior, la fe en Dios es lo fundamental, por eso la confesamos de primera, en el primer artículo del Credo: Creo en Dios, empieza nuestra profesión de fe. Y nuestra fe no se puede limitar a la vida privada, a nuestra oración particular, a nuestra relación individual con Dios. Dios tiene que ser el eje de nuestras decisiones, de nuestra vida privada y pública. Y por nuestra misión como laicos tenemos el encargo ineludible de ordenar lo temporal según los planes de Dios. No puede haber un divorcio entre nuestra fe y nuestra vida.

 El mayor desafíos de nuestro tiempo consiste en, frente al secularismo,  hacer que Dios esté nuevamente presente en nuestras sociedades

Volver vida nuestra fe no es fácil, en el mundo que vivimos. Nos ayuda leer las palabras de Benedicto XVI, en diálogo con jóvenes de Roma, el 6 de abril de 2006, en un encuentro de preparación de la XXI Jornada Mundial de la Juventud, que se celebraría en Australia. El Santo Padre respondió interrogantes de los jóvenes. Una joven de 17 años, hizo al Santo Padre una pregunta que nos hacemos nosotros también y que tiene que ver mucho con la situación que estamos comentando. La respuesta del Papa nos va a ayudar mucho.

Esta fue la pregunta de la joven a Benedicto XVI:

En su Mensaje para la XXI Jornada mundial de la juventud, usted nos dijo que “es urgente que surja una nueva generación de apóstoles arraigados en la palabra de Cristo”. Son palabras tan fuertes y comprometedoras que casi dan miedo. Ciertamente, también nosotros quisiéramos ser nuevos apóstoles, pero ¿quiere explicarnos con más detalle cuáles son, según usted, los mayores desafíos de nuestro tiempo, y cómo sueña usted que deben ser estos nuevos apóstoles? En otras palabras, ¿qué espera de nosotros, Santidad?

Benedicto XVI respondió:

Todos nos preguntamos qué espera el Señor de nosotros. Me parece que el gran desafío de nuestro tiempo (…) es el secularismo, es decir, un modo de vivir y presentar el mundo como “si Deus non daretur”, es decir, un modo de vivir y presentar el mundo comosi Dios no existiera”. Se quiere relegar a Dios a la esfera privada, a un sentimiento, como si Él no fuera una realidad objetiva; y así cada uno se forja su propio proyecto de vida. Pero esta visión, que se presenta como si fuera científica, sólo acepta como válido lo que se puede verificar con experimentos. Con un Dios que no se presta al experimento de lo inmediato, esta visión acaba por perjudicar también a la sociedad, pues de ahí se sigue que cada uno se forja su propio proyecto y al final cada uno se sitúa contra el otro. Como se ve, una situación en la que realmente no se puede vivir.

Debemos hacer que Dios esté nuevamente presente en nuestras sociedades. Esta me parece la primera necesidad: que Dios esté de nuevo presente en nuestra vida, que no vivamos como si fuéramos autónomos, autorizados a inventar lo que son la libertad y la vida. Debemos tomar conciencia de que somos criaturas, constatar que Dios nos ha creado y que seguir su voluntad no es dependencia sino un don de amor que nos da vida.

Por tanto, el primer punto es conocer a Dios, conocerlo cada vez más, reconocer en mi vida que Dios existe y que Dios cuenta para mí. El segundo punto es el siguiente: si reconocemos que Dios existe, que nuestra libertad es una libertad compartida con los demás y que por tanto debe haber un parámetro común para construir una realidad común, surge la pregunta: ¿qué Dios? (Es decir, ¿Cuál Dios?) En efecto, hay muchas imágenes falsas de Dios: un Dios violento, etc. La siguiente cuestión, por consiguiente, es reconocer al Dios que nos mostró su rostro en Jesús, que sufrió por nosotros, que nos amó hasta la muerte y así venció la violencia.

Y sigue la respuesta del Santo Padre:

Hay que hacer presente, ante todo en nuestra “propia” vida, al Dios vivo, al Dios que no es un desconocido, un Dios inventado, un Dios sólo pensado, sino un Dios que se ha manifestado, que se reveló a sí mismo y su rostro. Sólo así nuestra vida llega a ser verdadera, auténticamente humana; y sólo así tambiénlos criterios del verdadero humanismo se hacen presentes en la sociedad. También aquí, (…) es verdad que no podemos construir solos esta vida justa y recta, sino que debemos caminar en compañía de amigos justos y rectos, de compañeros con los que podamos hacer la experiencia de que Dios existe y que es hermoso caminar con Dios. Y caminar en la gran compañía de la Iglesia, que nos presenta a lo largo de los siglos la presencia del Dios que habla, que actúa, que nos acompaña. Por tanto, podría decir: encontrar a Dios, encontrar al Dios que se reveló en Jesucristo, caminar en compañía de su gran familia, con nuestros hermanos y hermanas que forman la familia de Dios, esto me parece el contenido social de este apostolado (…) Hasta allí las palabras del Santo Padre.

Volvamos a leer algunas frases de Benedicto XVI: “Debemos hacer que Dios esté nuevamente presente en nuestras sociedades. Esta me parece la primera necesidad: que Dios esté de nuevo presente en nuestra vida, que no vivamos como si fuéramos autónomos, autorizados a inventar lo que son la libertad y la vida. Debemos tomar conciencia de que somos criaturas, constatar que Dios nos ha creado y que seguir su voluntad no es dependencia sino un don de amor que nos da vida.

Y estas otras palabras: Hay que hacer presente, ante todo en nuestra “propia” vida, al Dios vivo, al Dios que no es un desconocido, un Dios inventado, un Dios sólo pensado, sino un Dios que se ha manifestado, que se reveló a sí mismo y su rostro. Sólo así nuestra vida llega a ser verdadera, auténticamente humana; y sólo así también los criterios del verdadero humanismo se hacen presentes en la sociedad.

Y este último pensamiento: …caminar en la gran compañía de la Iglesia, que nos presenta a lo largo de los siglos  la presencia del Dios que habla, que actúa, que nos acompaña. Por tanto, podría decir: encontrar a Dios, encontrar al Dios que se reveló en Jesucristo, caminar en compañía de su gran familia, con nuestros hermanos y hermanas que forman la familia de Dios, esto me parece el contenido social de este apostolado

Debemos hacer a Dios presente en nuestra sociedad, un Dios vivo, que se nos dio a conocer a través de su Palabra y del rostro de Jesús. Vivimos en una sociedad creyente, pero acosada por todas partes, con todas las armas, con toda la tecnología posible, para confundirla, para crearle dudas sobre la mayor certeza que tenemos gracias a la fe: quieren quitar a nuestra sociedad su fe en Dios, nuestro Padre, en la divinidad de Jesucristo, el mayor don que Dios podía hacer a la humanidad: hacerse como uno de nosotros, en todo, menos en el pecado. Jesucristo, Dios y Hombre, nuestro Dios y nuestro Hermano, nuestro Redentor, que murió y resucitó, de quien escribió San Pablo a los Colosenses [4] que:

Él es imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo, y todo en él tiene su consistencia. Él es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia: Él es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud y reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos.

El Dios que quisieran ver desaparecer

Esa Persona, a quien amamos y adoramos los cristianos, es la que atacan, la que les estorba, la que quisieran ver desaparecer. Es Cristo, a quien siguen vendiendo, no ya por 30 monedas, sino por ejemplo, por los millones que entran a las arcas del autor y los cómplices, -editores, productores y actores,- del novelón y la película del Código Da Vinci[5]. Y claro, atacan también a su Iglesia, de la que Él es Cabeza.

En medio de su soberbia, son tan ingenuos algunos medios de comunicación, que El Tiempo [6] anunció el domingo 30 de abril, que, en sus palabras textuales: la Iglesia y el Opus Dei se enfrentan en pocos días a un nuevo huracán, quizás más demoledor, cuando llegue a conocerse (en la pantalla grande) masivamente esa historia (se refiere a las imaginaciones, que no son historia- de la novela El Código Da Vinci). Ataque demoledor…, escriben. La Iglesia recibe ataques demoledores desde su fundación por Cristo, quien le anunció que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. ¿Dónde quedaron los ataques demoledores de perseguidores de la Iglesia como Nerón, Hitler, Stalin… y tantos más?…Y Cristo Resucitado, Vivo, nos acompaña hasta el fin del mundo.

Pero es clara la lucha. La revista Semana en su edición 1.252, en una sección que llama Filosofía, dedica tres páginas a quien la misma revista da los títulos de ateo, anarquista y hedonista, el francés Michel Onfray, y anuncia que dos de sus libros “más importantes”, ya están en Colombia. Los títulos de los dos libros lo dicen todo. Uno se llama Antimanual de Filosofía y el otro Tratado de Ateo/logía. A este autor, según la misma revista, lo califican de provocador. Ha publicado 30 libros en los que plantea una ética atea y cínica. A este autor, la revista Semana le hace publicidad

No es extraño que haya en nuestra época enemigos de Dios. Lo triste es que tengan seguidores y les hagan publicidad. Las librerías, si pertenecen a católicos, se deberían avergonzar de exhibir libros como ése. Según Semana, este “filósofo” fundó una universidad en la cual filosofa en pantuflas y todos los martes les habla a unas 600 personas. Una emisora pública transmite sus clases y una casa disquera se puso en la tarea de editar 144 horas de discursos filosóficos. De los dos libros, ha vendido 200.000 ejemplares del Tratado de Ateo/ logía y 500.000 copias del Antimanual de filosofía. ¿Y saben a quién está dirigido el Antimanual de Filosofía? En principio estaba escrito para estudiantes del bachillerato francés, dice SEMANA. ¿Para qué todo el esfuerzo de este ateo? Copio de la revista lo que viene al caso: Para Onfray el ateismo tiene un fin práctico (…) sabe que Dios no ha muerto. De hecho, la historia de los últimos años demuestra que sigue más vivo que nunca (…) Las intenciones de Onfray, son destructivas. Dice que es urgente una deconstrucción de los tres monoteísmos: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo… Y en particular, del cristianismo.

Anota la revista Semana, que para el filósofo de marras, también es urgente una deconstrucción del cristianismo, la religión más extendida en Occidente. “Deconstrucción”. ¿Qué cosa es deconstruir? Según el diccionario, “deconstruir” es deshacer analíticamente los elementos que constituyen una estructura conceptual. [7] Es que para este ateo “deconstructor”, el cristianismo está construido sobre una ficción y hay que desmantelar esa ficción. Según esa persona, a la teología hay que anteponer el sentido del humor, el materialismo y la sensualidad. Lo que hay que fundar, es una nueva moral sin Dios. Parece que está de acuerdo con esa propuesta, de anteponer el sentido del humor a la teología, el caricaturista de El Tiempo que utiliza a veces la figura de Jesucristo, en un claro e intolerable irrespeto.

Nos ha tocado una época difícil, pero no nueva para la Iglesia. Por eso tenemos una constelación de mártires y santos. Y nosotros no podemos ser inferiores a ellos, nuestros antecesores en la fe. No nos dé miedo hablar de lo que creemos y sobre todo, lo más importante, no temamos expresar con nuestro modo de vivir lo que creemos. La fe no se expresa sólo en las oraciones comunitarias, que son una gran ayuda, sino en la vida, practicando lo que creemos.

Y entonces, ¿dónde vamos? Hagamos una síntesis

Ahora, para encarrilarnos, recordemos una vez más el camino recorrido: hemos visto que la doctrina social de la Iglesia se basa en la Escritura, que nos enseña cómo se relaciona Dios con nosotros y cómo debemos relacionarnos entre nosotros, los seres humanos. Vimos que Dios se fue revelando progresivamente al hombre. El hombre ha buscado siempre, a Dios. Y Dios se le presentó y se fue dando a conocer; nos dejó su palabra en la Biblia, – hasta que un día, se metió del todo en nuestra historia: se hizo hombre, naciendo de una mujer, María. La Encarnación es el encuentro más maravilloso de Dios con el hombre.

Y vimos también que para revelarse a la humanidad, Dios escogió, por puro amor, al pueblo de Israel. A este pueblo le ofreció su Alianza y le dio los 10 Mandamientos. El cumplimiento del Decálogo sería la expresión de aceptación de la Alianza, del compromiso de pertenecer a Dios, de ser su Pueblo, en un compromiso, semejante a la entrega amorosa en la alianza matrimonial, que implica compartir los esposos la vida en fidelidad, hasta que la muerte los separe.

Comprendimos que los 10 Mandamientos son un maravilloso código, una ética básica universal, que nos indica el camino para vivir una vida de acuerdo con los planes de Dios. Porque el diseño del hombre es de Dios; Él nos creó a su imagen y semejanza. De manera que practicar los 10 Mandamientos, es hacer realidad esos planes divinos, es defender nuestra imagen original y nuestra libertad. Al cumplir los 10 Mandamientos, defendemos nuestra libertad y la imagen humana original, como Dios la hizo. La defendemos tanto del daño que nosotros mismos podemos hacerle, si nos volvemos esclavos de nuestras pasiones, como también la defendemos del daño que pueden hacernos los malvados.

En el Nº 27 del Compendio estudiamos, que la imagen del hombre está distorsionada por la experiencia del pecado original. El hombre se quiso independizar de Dios y vivir de acuerdo con sus propios planes. Nos dice el Compendio que en esta ruptura originaria (en el pecado original) se debe buscar la raíz más profunda de todos los males  que acechan a las relaciones sociales entre las personas humanas, de todas las situaciones que en la vida económica y política atentan contra la dignidad de la persona, contra la justicia y contra la solidaridad. Dice que La ruptura de la relación de comunión con Dios provoca la ruptura de la unidad interior de la persona humana, de la relación de comunión entre el hombre y la mujer y de la relación armoniosa entre los hombres y las demás criaturas.

Hemos visto  que esa ruptura del hombre con Dios, explica el desorden en el mundo, en las relaciones entre los seres humanos y con la naturaleza, y que sin una conversión interior es muy difícil, es imposible, contribuir a que encontremos la armonía que debería regir el mundo.

En los Nº 28 y 29 vimos cómo en Jesucristo se cumple el acontecimiento decisivo de la historia de Dios con los hombres. Jesucristo, Hijo de Dios, vino a comunicarnos su propia experiencia de vida con el Padre, y esa experiencia es de amor. Lo que comunica Jesucristo es por eso amor, porque Dios es Amor. Y eso es lo que nos comunica con su Palabra, que es vida, y con la Eucaristía y los demás sacramentos. Nos enseña Jesús en el Evangelio, que el Hijo ha recibido todo, y gratuitamente, del Padre: “Todo lo que tiene el Padre es mío” (Jn 16, 15); y que Él, a su vez,- (Jesús)- tiene la misión de hacen partícipes de este don y de esta relación filial a todos los hombres: “No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.” (Jn 15,15).

Terminamos la reflexión anterior con la comprometedora afirmación de la Iglesia, en el Compendio de la D.S.I., según la cual nosotros estamos llamados, igual que los discípulos de Jesús, a vivir como Él, con la ayuda del Espíritu Santo, que interioriza en los corazones el estilo de vida de Cristo mismo. Los números siguientes, nos aclararán el estilo de vida a que estamos llamados. Los números que siguen tratan sobre la revelación del Amor Trinitario. Y podemos suponer que el estilo de vida de Cristo es el de la Trinidad.


[1] Gn, 2,7

[2] Constitución de Colombia, Artículo 16: “Todas las personas tienen derecho al libre desarrollo de su personalidad sin más limitaciones que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico.”

[3]Véanse por ejemplo las obras de Carl R. Rogers, en particular El Proceso de Convertirse en Persona, Paidós,

[4] Col 1, 15-20

[5] Según El Tiempo, el P. Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, dijo: Cristo todavía es vendido, pero ya no por 30 monedas. Los editores (lo comercializan) por miles de millones.

[6] El Tiempo, domingo 30 de abril,  2006,C3-1

[7] DRAE