Reflexión 197- Caritas in veritate N° 35 (Charla 34)

Diciembre 09 de 2010

¿Cuándo es bueno o malo el lucro?

Continuemos nuestro estudio del capítulo tercero de Caritas in veritate, que trata sobre la fraternidad, el desarrollo económico y la sociedad civil, y se extiende del N° 34 al 43. Dedicamos la reflexión pasada a reflexionar sobre el principio de la gratuidad, que es ignorado en el mundo de los negocios, de la economía y el comercio, donde el principio rector es el  lucro, la ganancia.

No es que el lucro sea malo en sí mismo, sino que cuando, guiados por el egoísmo, – que es fruto del pecado original, – se abusa de él, el lucro se puede convertir en un instrumento destructivo. No podemos considerarnos dueños absolutos de lo que hemos conseguido. Todo en nuestra historia empieza con el regalo de la vida, que nos viene gratuitamente de Dios. De ese primer don viene todo lo demás. Juan Pablo II en su mensaje de la Cuaresma de 2002 nos lo explica. Dice allí:

“Gratis lo recibisteis; dadlo gratis”(Mt 10, 8).   ¡Sí! Gratis hemos recibido. ¿Acaso no está toda nuestra existencia marcada por la benevolencia de Dios? Es un don el florecer de la vida y su prodigioso desarrollo. Precisamente por ser un don, la existencia no puede ser considerada una posesión o una propiedad privada, por más que las posibilidades que hoy tenemos de mejorar la calidad de vida podrían hacernos pensar que el hombre es su “dueño”.

Concluimos en nuestra pasada reflexión que o al desarrollo se le inyecta espíritu cristiano o no se logrará nunca. El desarrollo, más que los valores de la bolsa o de los Bancos, necesita los valores cristianos. A los planes de desarrollo de los países y a cada plan individual nuestro, de vida, lo tenemos que enmarcar en valores cristianos. Eso quiere decir tener en cuenta a Dios; tener en cuenta lo que sus planes sobre el ser humano conocemos a través de su palabra.

¿Dice España NO a sus raíces cristianas?

Decíamos que cuando la sociedad opta por el camino de ignorar a Dios y sigue el camino que le dicta el egoísmo, que promete felicidad inmediata y a corto plazo, obtiene los resultados que Europa está sufriendo ahora. Una sociedad que se supone ha alcanzado niveles altos de desarrollo como la española, tiene un índice de desocupación que casi dobla al de Colombia. ¿Es problema estructural del capitalismo? Para demostrar la bondad del capitalismo, un destacado economista colombiano me decía que el avance económico de China y de la India eran una prueba. Y, ¿a costa de qué lo ha logrado China? ¿Cómo son los salarios y las libertades individuales en ese país? ¿Y no es acaso conocida la pobreza de muchas regiones de la India? Será suficiente la aplicación del capitalismo? Tampoco  lo fue el comunismo ni en China ni en  ningún país dominados por él. En Cuba, despúes de muchos años están dando pequeños pasos hacia el capitalismo, ¿será como en China?

Por eso Benedicto XVI en el mismo N° 21 de Caritas in veritate plantea la necesidad de un desarrollo que produzca un crecimiento real que se extienda a todos y que sea sostenible. Lo que vemos ahora es un desarrollo que llega a los más fuertes pero que al mismo tiempo es tan débil, que el mundo entró en crisis a pesar del frágil crecimiento de los considerados fuertes. El desarrollo económico, social y político, para que sea integral, es decir verdaderamente humano, en sus planteamientos tiene que encontrar lugar a la gratuidad como expresión de la fraternidad. Que el reconocimiento de que todos los seres humanos somos hermanos no sea sólo de palabra.

Lucro y Bien Común

Sobre el lucro o ganancia, recordemos que la DSI no lo condena, sino que nos orienta hacia su uso correcto: que no sea útil sólo al dueño del negocio sino que, tanto en los medios que utiliza para conseguir el lucro como en el modo de utilizarlo sea útil a la sociedad. Repitamos los criterios para que la ganancia o lucro sea aceptable, como lo enseña Benedicto XVI en Caritas in veritate en el N° 21: La ganancia es útil si, como medio, se orienta a un fin que le dé un sentido, tanto en el modo de adquirirla como de utilizarla. El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza. 

Tengamos entonces presente que para que las ganancias se califiquen como útiles, el Papa fija dos criterios: que sean bien obtenidas, no con engaños, no con daño a otros. Los dineros calificados de “mal habidos”, no son aceptables. Y el segundo criterio para una mala calificación del lucro o ganancias es si no tienen como fin último el bien común. Algo que debería hacer pensar a los banqueros y a los agiotistas, cuando en sus negocios sólo piensan en su propio beneficio, sin tener en cuenta el beneficio o el daño a los demás. Como se suele decir en la moderna administración, que el negocio sea GANA-GANA, es decir que ganes tú y gane yo; no que gane yo a costa tuya. Ese es el esquema GANA-PIERDE.    

Como es una época en que llueven las llamadas de los Bancos que ofrecen crédito a través de avances en efectivo, nuevas tarjetas de crédito y además destacan el aliciente de que sólo habrá que empezar a pagar dentro de tres meses,  voy a repetir las ideas de Jim Wallis que mencionamos  al final de la reflexión anterior.

No siempre digas sí

Porque un Banco ofrezca crédito, no quiere decir que siempre esa entidad financiera lo debe conceder, porque si el cliente no tiene cómo responder, se le hace un daño mayor concediéndole un crédito. Eso pasó en los EE.UU. en la crisis de las hipotecas. Los bancos indujeron a sus clientes a embarcarse en préstamos impagables, porque sus ejecutivos ganaban enormes sumas como bonificaciones por los negocios aprobados. Finalmente, los que tomaron los préstamos perdieron no sólo el capital y los intereses que alcanzaron a pagar sino que tuvieron que entregar a los bancos prestamistas la casa que alcanzaron a pensar habían logrado conseguir.

Cuando los consumidores recibamos ofertas de créditos, no  siempre los debemos tomar. No seamos ingenuos, los Bancos nunca pierden. Ahora bien, tengamos presente que aunque tengamos con qué pagar algo no siempre lo debemos comprar. El mercado nos llena de publicidad para que compremos lo que no necesitamos. Aprendamos a distinguir entre el deseo y la necesidad, entre el poder hacer algo, la conveniencia de hacerlo y el deber hacerlo. Para discernir sobre esto debemos fijarnos prioridades. Tratan de meternos por los oídos y por los ojos tantas cosas que no necesitamos, que a veces se quedan para después las cosas necesarias. Porque podamos hacer un viaje o comprar algo eso no quiere decir que debamos hacerlo.

La generosidad es propia del ser humano

Puede ser difíl aceptar la  maravilla de que, nuestra disposición al don, a darnos a nuestros hermanos, sea propia de nuestra naturaleza, creada a imagen de Dios que es Amor, que es don. Cuando somos egoístas, estamos obrando mal inclinados, heridos como estamos por el pecado original o por la debilidad de nuestra naturaleza humana, pero llevamos impreso el espíritu divino que Dios nos infundió al crearnos.   Pidamos al señor que nos enseñe a amar como Él ama.

Continuemos ahora con el N° 35 de Caritas in veritate

35. Si hay confianza recíproca y generalizada, el mercado es la institución económica que permite el encuentro entre las personas, como agentes económicos que utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y servicios de consumo para satisfacer sus necesidades y deseos. El mercado está sujeto a los principios de la llamada justicia conmutativa, que regula precisamente la relación entre dar y recibir entre iguales. Pero la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve. En efecto, si el mercado se rige únicamente por el principio de la equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, no llega a producir la cohesión social que necesita para su buen funcionamiento. Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado, y esta pérdida de confianza es algo realmente grave.

 

Mercado y justicia  social

Comienza el Santo Padre por explicarnos lo que se entiende por el mercado. No se está hablando del lugar a donde se va de compras, sino de la estructura, la organización, que desempeña una función de interés de la sociedad. ¿Cuál esa función? El mercado facilita que las personas se encuentren y se relacionen para intercambiar bienes y servicios. Por eso se habla de diversas clases de mercados: el mercado del café, el mercado bancario, el agropecuario, el de los textiles, de las confecciones, de los repuestos, etc. Allí, unos ofrecen sus productos o servicios y otros los buscan para satisfacer sus necesidades. La compra y venta de bienes y servicios se rige por medio de reglas escritas o verbales. El mercado se rige por la justicia conmutativa que, como dice Caritas in veritate, regula precisamente la relación entre dar y recibir entre iguales.

No basta, sin embargo, aplicar solo la justicia conmutativa; enseguida añade Benedicto XVI que la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve.

Las virtudes sociales solución al problema social

Un valioso folletico titulado Solución al Problema Social, publicado hace años, en 1962, por la Cruzada Social y que un querido radioescucha me hizo llegar hace algún tiempo, dedica algunos números a explicar de manera muy sencilla las Virtudes Sociales que son indispensables para establecer un buen orden social. Nos enseñan allí que las virtudes sociales son las que inclinan a los hombres a cumplir sus obligaciones para con sus semejantes y para con la sociedad en que viven y así resulta el bienestar de todos. Añade que las principales virtudes sociales son la justicia y la caridad.

Justicias: conmutativa, distributiva, social

Se pretende a veces que la justicia social es la misma que una conjunción de las justicias conmutativa y  distributiva. Hace muchos años (década del 50) el P. Jesús María Fernández, S.J. escribió un libro titulado “Justicia Social” en el que defendía que la justicia social era distinta de la conmutativa y la distributiva. En algunas bibliotecas se debe conservar ese libro, entonces novedoso. En el N° 35 de Caritas in veritate el Santo Padre nos explica que en el mercado se entablan relaciones para intercambiar bienes y servicios y que esas relaciones se rigen por la justicia conmutativa, la que regula la relación de dar y recibir entre iguales. Unas líneas después, Benedicto XVI subraya también la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado. Porque en esas relaciones de mercado no basta la justicia conmutativa.

Mediante la justicia conmutativa nos inclinamos a dar a cada cual lo que le corresponde, respetando por ejemplo el derecho a la propiedad, cumpliendo las obligaciones de los contratos, devolviendo lo que se nos ha prestado, etc., pero la economía de mercado se desenvuelve en un contexto social y político más amplio; no sólo afecta la relación entre un comprador y un vendedor, por ejemplo, sino que esas relaciones se entrelazan con muchas otras redes generales. Las costumbres que rigen muchos contratos se van volviendo normas y afectan en alguna forma la organización social general.

Y ¿qué es la justicia distributiva? Es la que obliga a la  autoridad a distribuir equitativamente los bienes y las cargas entre sus subordinados. De nuestros países se comenta con frecuencia que son inequitativos, porque unos pocos poseen mucho y la mayoría muy poco. Por cierto en estos días me enviaron un correo del que voy a leer una parte. El mensaje lleva por título: ¿QUE ES LA INDECENCIA ?

Se podría llamar también ¿en qué no somos justos? No voy a copiar todo el mensaje porque no me consta que los datos que dan allí sean correctos y no quiero ser injusto. Modifico la redacción también, porque algunas afirmaciones son ofensivas y en este ‘blog’ no podemos ser ofensivos.

 

No es equitativo que en Colombia, en 2010, el salario mínimo más el subsidio de transporte de un trabajador sea de $ 515.000 más $ 61.500/mes y el de un Congresista de $33.996.000 (?) pudiendo llegar, con dietas y otras prebendas, a  $38.500.000 /mes (¿?).

No es equitativo  que haya profesores,  maestros, catedráticos de universidad o cirujanos de Salud Pública, que ganen menos que el concejal de un municipio pequeño. 

No es equitativo que un ciudadano tenga que cotizar más de 20 años para percibir una pensión que con frecuencia no alcanza a disfrutar, por la demora inexcusable de la entidad que debe pagársela, mientras, magistrados y congresistas reciben de los dineros de la nación las más altas pensiones sin mayores requisitos.

No es equitativo que en las entidades públicas se contraten trabajadores con contratos de servicios sin cumplir las exigencias de la ley laboral.

No es equitativo que  los congresistas tengan varios meses de vacaciones al año y los demás trabajadores sólo quince días.

No es equitativo que el dinero de las  REGALIAS, que está destinado al desarrollo de las regiones y clases menos favorecidas, se quede en las manos  inescrupulosas de algunos  Gobernadores y Alcaldes.

Podrían enumerarse otros casos.Como vemos, la justicia distributiva no se refiere sólo a la distribución de tierras y bienes. Sería interesante examinar cómo se distribuyen las cargas y los cargos.

 ¿Es la Justicia Social distinta a las Justicias Conmutativa y Distributiva?

Benedicto XVI en el mismo número 35 de Caritas in veritate, además de hablar de la necesidad de cumplir en los mercados con la justicia conmutativa y la distributiva menciona la justicia social como si se tratara de una clase de justicia distinta a la conmutativa y a la distributiva.

¿Qué es realmente la justicia social a la que se refiere el santo Padre? La obrita mencionada antes, publicada por la Cruzada Social, explica que la Justicia Social es la que exige a los individuos todo cuanto es necesario para el bien común, para el bien de la sociedad. De manera que es un concepto más amplio que el de las justicias conmutativa que se refiere a dar a cada cual lo que le corresponde, y tiene que ver sobre todo con las relaciones de contratos y derecho de propiedad y la justicia distributiva, que como su nombre lo indica se refiere a la equitativa distribución de beneficios y cargas. La justicia social incluye obligaciones para con la autoridad y para con los demás miembros del cuerpo social.[1] Me parece que la justicia social incluye a la conmutativa y la distributiva y va más allá.

La Justicia Social en Pío XI

Ya Pío XI, en su encíclica Divini Redemptoris, Del Divino Redentor, entre los medios para salvar la civilización cristiana amenazada por el comunismo, señala la práctica de la justicia social.Menciona como remedio fundamental, la renovación de la vida cristiana privada y pública (39-43), el desprendimiento de los bienes terrenos, tanto para los ricos como para los pobres (44s), y la caridad cristiana, unida a la justicia conmutativa y social (46-51).

Es muy interesante ver la coherencia de la DSI en los Papas. Voy a leer lo que el P. Ildefonso Camacho[2] comenta en su libro Doctrina Social de la Iglesia, una aproximación histórica, sobre este tema de la Justicia social. Después de comentar que Pío XI dedica una extensión muy amplia (desproporcionadamente amplia, dice), al tratamiento de la justicia, añade:

 (…) hay ahora una más neta  distinción entre la justicia conmutativa y la justicia social. Si aquella regula las relaciones entre particulares, “lo propio de la justicia social (es) exigir a los individuos todo lo que es necesario para el bien común (DR 52). Pero el bien común no se entiende como algo genérico, sino como un conjunto de condiciones a las que cada persona debe tener acceso efectivo: supone, por consiguiente, que se dé “a cada parte y a cada miembro, lo que éstos necesitan para ejercer sus funciones propias” (ib).

Pio XI concreta las exigencias más importantes de la clase obrera con palabras en las que se ve que la justicia social trata sobre la necesidad de un orden social en que se reconozcan salarios justos. Eso es parte del bien común. No se refiere el Papa a que se cumpla con el salario pactado en un contrato con tal o cual trabajador, lo cual es propio de la justicia conmutativa, sino a que haya un orden social general que reconozca salarios justos para todos. Estas son las palabras de Pío XI en Divini Redemptoris (53):

(…) no se cumplirán suficientemente las exigencias de la justicia social si los obreros no tienen asegurado su propio sustento y el de sus familias con un salario proporcionado a esta doble condición; si no se les facilita la ocasión de adquirir un modesto patrimonio que evite así la plaga del actual pauperismo universal; si no se toman, finalmente, precauciones acertadas a su favor, por medio de los seguros públicos o privados, para el tiempo de la vejez, de la enfermedad o del paro forzoso.

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Solución al Problema Social, Colección Cruzada Social N° 4, Editorial IRIS, Bogotá, 1962, 56ss

[2] Cf Loc cit., Ildefonso Camacho, Pg 177


 

 

 

La bondad o no del lucro

Continuemos nuestro estudio del capítulo tercero de Caritas in veritate, que trata sobre la fraternidad, el desarrollo económico y la sociedad civil, y se extiende del N° 34 al 43. Dedicamos la reflexión pasada a reflexionar sobre el principio de la gratuidad, que es ignorado en el mundo de los negocios, de la economía y el comercio, donde el principio rector es el  lucro, la ganancia.

No es que el lucro sea malo en sí mismo, sino que cuando, guiados por el egoísmo, – que es fruto del pecado original, – se abusa de él, el lucro se puede convertir en un instrumento destructivo. No podemos considerarnos dueños absolutos de lo que hemos conseguido. Todo en nuestra historia empieza con el regalo de la vida, que nos viene gratuitamente de Dios. De ese primer don viene todo lo demás. Juan Pablo II en su mensaje de la Cuaresma de 2002 nos lo explica. Dice allí:

“Gratis lo recibisteis; dadlo gratis”(Mt 10, 8).   ¡Sí! Gratis hemos recibido. ¿Acaso no está toda nuestra existencia marcada por la benevolencia de Dios? Es un don el florecer de la vida y su prodigioso desarrollo. Precisamente por ser un don, la existencia no puede ser considerada una posesión o una propiedad privada, por más que las posibilidades que hoy tenemos de mejorar la calidad de vida podrían hacernos pensar que el hombre es su “dueño”.

Concluimos en nuestra pasada reflexión que o al desarrollo se le inyecta espíritu cristiano o no se logrará nunca. El desarrollo, más que los valores de la bolsa o de los Bancos, necesita los valores cristianos. A los planes de desarrollo de los países y a cada plan individual nuestro, de vida, lo tenemos que enmarcar en valores cristianos. Eso quiere decir tener en cuenta a Dios; tener en cuenta lo que sus planes sobre el ser humano conocemos a través de su palabra.

¿Dice España NO a sus raíces cristianas?

Decíamos que cuando la sociedad opta por el camino de ignorar a Dios y sigue el camino que le dicta el egoísmo, que promete felicidad inmediata y a corto plazo, obtiene los resultados que Europa está sufriendo ahora. Una sociedad que se supone ha alcanzado niveles altos de desarrollo como la Española, tiene un índice de desocupación que casi dobla al de Colombia.

Por eso Benedicto XVI en el mismo N° 21 de Caritas in veritate plantea la necesidad de un desarrollo que produzca un crecimiento real que se extienda a todos y que sea sostenible. Lo que vemos ahora es un desarrollo que llega a los más fuertes pero que al mismo tiempo es tan débil, que el mundo entró en crisis a pesar del frágil crecimiento de los considerados fuertes. El desarrollo económico, social y político, para que sea integral, es decir verdaderamente humano, en sus planteamientos tiene que encontrar lugar a la gratuidad como expresión de la fraternidad. Que el reconocimiento de que todos los seres humanos somos hermanos no sea sólo de palabra.

Lucro y Bien Común

Sobre el lucro o ganancia, recordemos que la DSI no lo condena, sino que nos orienta hacia su uso correcto: que no sea útil sólo al dueño del negocio sino que, tanto en los medios que utiliza para conseguir el lucro como en el modo de utilizarlo sea útil a la sociedad. Repitamos los criterios para que la ganancia o lucro sea aceptable, como lo enseña Benedicto XVI en Caritas in veritate en el N° 21: La ganancia es útil si, como medio, se orienta a un fin que le dé un sentido, tanto en el modo de adquirirla como de utilizarla. El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza. 

Tengamos entonces presente que para que las ganancias se califiquen como útiles, el Papa fija dos criterios: que sean bien obtenidas, no con engaños, no con daño a otros. Los dineros calificados de “mal habidos”, no son aceptables. Y el segundo criterio para una mala calificación del lucro o ganancias es si no tienen como fin último el bien común. Algo que debería hacer pensar a los banqueros y a los agiotistas, cuando en sus negocios sólo piensan en su propio beneficio, sin tener en cuenta el beneficio o el daño a los demás. Como se suele decir en la moderna administración, que el negocio sea GANA-GANA, es decir que ganes tú y gane yo; no que gane yo a costa tuya. Ese es el esquela GANA-PIERDE.    

Como es una época en que llueven las llamadas de los Bancos que ofrecen crédito a través de avances en efectivo, nuevas tarjetas de crédito y además destacan el aliciente de que sólo habrá que empezar a pagar dentro de tres meses,  voy a repetir las ideas de Jim Wallis que alcanzamos a mencionar  al final del programa pasado.

 

No siempre digas sí

 

Porque un Banco ofrezca crédito, eso no quiere decir que siempre esa entidad financiera lo debe conceder, porque si el cliente no tiene cómo responder, se le hace un daño mayor concediéndole un crédito. Eso pasó en los EE.UU. en la crisis de las hipotecas. Los bancos indujeron a sus clientes a embarcarse en préstamos impagables, porque sus ejecutivos ganaban enormes sumas como bonificaciones por los negocios aprobados. Finalmente, los que tomaron los préstamos perdieron no sólo el capital y los intereses que alcanzaron a pagar sino que tuvieron que entregar a los bancos prestamistas la casa que alcanzaron a pensar habían logrado conseguir.

 

 Porque los consumidores recibamos ofertas de créditos, eso no significa que  siempre los debamos tomar. No seamos ingenuos, los Bancos nunca pierden. Ahora bien, tengamos presente que aunque tengamos con qué pagar algo / no siempre lo debemos comprar. El mercado nos llena de publicidad para que compremos lo que no necesitamos. Aprendamos a distinguir entre el deseo y la necesidad, entre el poder hacer algo, la conveniencia de hacerlo y el deber hacerlo. Para discernir sobre esto debemos fijarnos prioridades. Tratan de meternos por los oídos y por los ojos tantas cosas que no necesitamos, que a veces se quedan para después las cosas necesarias. Porque podamos hacer un viaje o comprar algo eso no quiere decir que debamos hacerlo.

La generosidad es propia del ser humano

Las llamadas de nuestros radioescuchas la semana pasada nos ayudaron a comprender la profundidad y  maravilla de que, nuestra disposición al don, a darnos a nuestros hermanos, es propia de nuestra naturaleza, creada a imagen de Dios que es Amor, que es don. Cuando somos egoístas, estamos obrando mal inclinados, heridos como estamos por el pecado original. Pidamos al señor que nos enseñe a amar como Él ama.

Continuemos ahora con el N° 35 de Caritas in veritate. Empecemos por leer la primera parte:

35. Si hay confianza recíproca y generalizada, el mercado es la institución económica que permite el encuentro entre las personas, como agentes económicos que utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y servicios de consumo para satisfacer sus necesidades y deseos. El mercado está sujeto a los principios de la llamada justicia conmutativa, que regula precisamente la relación entre dar y recibir entre iguales. Pero la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve. En efecto, si el mercado se rige únicamente por el principio de la equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, no llega a producir la cohesión social que necesita para su buen funcionamiento. Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado, y esta pérdida de confianza es algo realmente grave.

Mercado y justicia  social

Comienza el Santo Padre por explicarnos lo que se entiende por el mercado. No se está hablando del lugar a donde se va de compras, sino de la institución, la organización, que desempeña una función de interés de la sociedad. ¿Cuál esa función? El mercado facilita que las personas se encuentren y se relacionen para intercambiar bienes y servicios. Por eso se habla de diversas clases de mercados: el mercado del café, el mercado bancario, el agropecuario, el de los textiles, de las confecciones, de los repuestos, etc. Allí, unos ofrecen sus productos o servicios y otros los buscan para satisfacer sus necesidades. La compra y venta de bienes y servicios se rige por medio de reglas escritas o verbales. El mercado se rige por la justicia conmutativa que, como dice Caritas in veritate, regula precisamente la relación entre dar y recibir entre iguales.

Enseguida nos dice Benedicto XVI que la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve.

Las virtudes sociales solución al problema social

Un valioso folletico titulado Solución al Problema Social, publicado hace años, en 1962, por la Cruzada Social y que un querido radioescucha me hizo llegar hace algún tiempo, dedica algunos números a explicar de manera muy sencilla las Virtudes Sociales que son indispensables para establecer un buen orden social. Nos enseñan allí que las virtudes sociales son las que inclinan a los hombres a cumplir sus obligaciones para con sus semejantes y para con la sociedad en que viven y así resulta el bienestar de todos. Añade que las principales virtudes sociales son la justicia y la caridad.

Justicias: conmutativa, distributiva, social

En el N° 35 de Caritas in veritate el Santo Padre nos explica que en el mercado se entablan relaciones para intercambiar bienes y servicios y que esas relaciones se rigen por la justicia conmutativa, la que regula la relación de dar y recibir entre iguales. Unas líneas después, Benedicto XVI subrayatambién la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado. Porque en esas relaciones de mercado no basta la justicia conmutativa.

Mediante la justicia conmutativa nos inclinamos a dar a cada cual lo que le corresponde, respetando por ejemplo el derecho a la propiedad, cumpliendo las obligaciones de los contratos, devolviendo lo que se nos ha prestado, etc., pero la economía de mercado se desenvuelve en un contexto social y político más amplio; no sólo afecta la relación entre un comprador y un vendedor, por ejemplo, sino que esas relaciones se entrelazan con muchas otras redes generales. Las costumbres que rigen muchos contratos se van volviendo normas y afectan en alguna forma la organización social general.

Y ¿qué es la justicia distributiva? Es la que obliga a la  autoridad a distribuir equitativamente los bienes y las cargas entre sus subordinados. De nuestros países se comenta con frecuencia que son inequitativos, porque unos pocos poseen mucho y la mayoría muy poco. Por cierto en estos días me enviaron un correo del que voy a leer una parte. El mensaje lleva por título: ¿QUE ES LA INDECENCIA ?


Se podría llamar también ¿en qué no somos justos? No voy a copiar todo el mensaje porque no me consta que los datos que dan allí sean correctos y no quiero ser injusto. Modifico la redacción también, porque algunas afirmaciones son ofensivas y en este ‘blog’ no podemos ser ofensivos.  

No es equitativo que en Colombia, en 2010, el salario mínimo más el subsidio de transporte de un trabajador sea de $ 515.000 más $ 61.500/mes y el de un Congresista de $33.996.000 (?) pudiendo llegar, con dietas y otras prebendas, a  $38.500.000 /mes (¿?).


No es equitativo

que haya profesores,  maestros, catedráticos de universidad o cirujanos de Salud Pública, que ganen menos que el concejal de un municipio pequeño. 

 No es equitativo que un ciudadano tenga que cotizar más de 20 años para percibir una pensión que con frecuencia no alcanza a disfrutar, por la demora inexcusable de la entidad que debe pagársela, mientras, magistrados y congresistas reciben de los dineros de la nación  las más altas pensiones sin mayores requisitos.

  No es equitativo que en las entidades públicas se contraten trabajadores con contratos de servicios sin cumplir las exigencias de la ley laboral.

 No es equitativo

que  los congresistas tengan varios meses de vacaciones al año y los demás trabajadores sólo quince días.
 No es equitativo que el dinero de las  REGALIAS, que está destinado al desarrollo de las regiones y clases menos favorecidas, se quede en las manos  inescrupulosas de algunos  Gobernadores y Alcaldes.

 

 Podrían enumerarse otros casos.Como vemos, la justicia distributiva no se refiere sólo a la distribución de tierras y bienes. Sería interesante examinar cómo se distribuyen las cargas y los cargos.

 ¿Es la Justicia Social distinta a las Justicias Conmutativa y Distributiva?

Benedicto XVI en el mismo número 35 de Caritas in veritate, además de hablar de la necesidad de cumplir en los mercados con la justicia conmutativa y la distributiva menciona la justicia social como si se tratara de una clase de justicia distinta a la conmutativa y a la distributiva, porque dice que: la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve.

 ¿A qué justicia se refiere el santo Padre? La obra mencionada antes, publicada por la Cruzada Social, explica que la Justicia Social es la que exige a los individuos todo cuanto es necesario para el bien común, para el bien de la sociedad. De manera que es un concepto más amplio que el de las justicias conmutativa que se refiere a dar a cada cual lo que le corresponde, y tiene que ver sobre todo con las relaciones de contratos y derecho de propiedad y la justicia distributiva, que como su nombre lo indica se refiere a la equitativa distribución de beneficios y cargas. La justicia social incluye obligaciones para con la autoridad y para con los demás miembros del cuerpo social.[1] Me parece que la justicia social incluye a la conmutativa y la distributiva y va más allá.

 

La Justicia Social en Pío XI

 

Ya Pío XI, en su encíclica Divini Redemptoris,Del Divino Redentor, entre los medios para salvar la civilización cristiana amenazada por el comunismo, señala la práctica de la justicia social.Mencionacomo remedio fundamental, la renovación de la vida cristiana privada y pública (39-43), el desprendimiento de los bienes terrenos, tanto para los ricos como para los pobres (44s), y la caridad cristiana, unida a la justicia conmutativa y social (46-51).

Es muy interesante ver la coherencia de la DSI en los Papas. Voy a leer lo que el P. Ildefonso Camacho[2] comenta en su libro Doctrina Social de la Iglesia, una aproximación histórica, sobre este tema de la Justicia social. Después de comentar que Pío XI dedica una extensión muy amplia (desproporcionadamente amplia, dice), al tratamiento de la justicia, añade:

(…) hay ahora una más neta  distinción entre la justicia conmutativa y la justicia social. Si aquella regula las relaciones entre particulares, “lo propio de la justicia social (es) exigir a los individuos todo lo que es necesario para el bien común (DR 52). Pero el bien común no se entiende como algo genérico, sino como un conjunto de condiciones a las que cada persona debe tener acceso efectivo: supone, por consiguiente, que se dé “a cada parte y a cada miembro, lo que éstos necesitan para ejercer sus funciones propias” (ib).

 

Pio XI concreta las exigencias más importantes de la clase obrera con palabras en las que se ve que la justicia social trata sobre la necesidad de un orden social en que se reconozcan salarios justos. Eso es parte del bien común. No se refiere el Papa a que se cumpla con el salario pactado en un contrato con tal o cual trabajador, lo cual es propio de la justicia conmutativa, sino a que haya un orden social general que reconozca salarios justos para todos. Estas son las palabras de Pío XI en Divini Redemptoris (53):

(…) no se cumplirán suficientemente las exigencias de la justicia social si los obreros no tienen asegurado su propio sustento y el de sus familias con un salario proporcionado a esta doble condición; si no se les facilita la ocasión de adquirir un modesto patrimonio que evite así la plaga del actual pauperismo universal; si no se toman, finalmente, precauciones acertadas a su favor, por medio de los seguros públicos o privados, para el tiempo de la vejez, de la enfermedad o del paro forzoso.

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Solución al Problema Social, Colección Cruzada Social N° 4, Editorial IRIS, Bogotá, 1962, 56ss

[2] Cf Loc cit., Ildefonso Camacho, Pg 177