Reflexión 173 – Caritas in veritate (11)

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¿Qué quiere decir pasar de objetos a sujetos del amor de Dios?

 

 

Vamos a leer y comentar la última parte del N° 5 de la encíclica Caritas in veritate. Dice la encíclica:

Los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad.

De manera que, somos los seres humanos primero, objetos del amor de Dios; Él nos amó primero; de Él recibimos la llama del amor y una vez recibido, nos debemos convertir, de objetos de su amor, en sujetos de su amor, es decir de ser receptores, debemos pasar a ser transmisores de ese fuego que es la caridad, por lo tanto ser instrumentos de la gracia. Una bella imagen de esa dinámica del amor cristiano puede ser la que nos transmite la ceremonia de la Vigilia Pascual: el cirio Pascual, figura de Cristo, va comunicando su llama y su luz a los cirios de los fieles y se va formando una red de luces a medida que los fieles encienden los cirios de sus vecinos y el templo, que estaba a oscuras, se va iluminando con el paso de la luz de Cristo.

Es una bellísima imagen de la vocación a que estamos llamados los cristianos: Cristo es amor y es verdad, es fuego y es luz. Nuestro amor debe estar iluminado por la verdad y se debe difundir en redes que calienten e iluminen al mundo. Nuestra presencia, donde estemos, debe transmitir luz y fuego, es decir verdad y amor.

 

En una red viva ser enlaces con Dios, con los seres humanos y con la naturaleza

Somos enlaces vivos en una red de relaciones que nos unen a Dios nuestro Creador, a Jesucristo en el Espíritu Santo, a nuestros hermanos los seres humanos y a la naturaleza, regalo del Creador. Si seguimos las trazas de esta red, podemos descubrir que por ellas circula vida, si las alimenta el amor, y que las uniones de esa red se deterioran y pueden llegar a rompers si falta el amor.   

La DSI no es invento de eruditos; se origina en la dinámica de la caridad recibida de Dios y de los demás y transmitida por nosotros, como expresa la encíclica al decir que la DSI Es «caritas in veritate in re sociali», anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad; en otras palabras, la DSI es la proclamación, en la sociedad, de la verdad del amor de Cristo.[1]   

Añade enseguida la encíclica que la DSI es servicio de la caridad, pero en la verdad. La verdad preserva y expresa la fuerza liberadora de la caridad en los acontecimientos siempre nuevos de la historia. Ya hemos estudiado en otro momento, que la DSI es siempre antigua y siempre nueva; en palabras del Compendio de la DSI, en el N° 85

Orientada por la luz perenne del Evangelio y constantemente atenta a la evolución de la sociedad, la doctrina social de la Iglesia se caracteriza por la continuidad y por la renovación. [2] 

(…) en su constante atención a la historia, dejándose interpelar por los eventos que en ella se producen, la doctrina social de la Iglesia manifiesta una capacidad de renovación continua. La firmeza en los principios no la convierte en un sistema rígido de enseñanzas, es, más bien, un Magisterio en condiciones de abrirse a las cosas nuevas, sin diluirse en ellas: una enseñanza / « sometida a las necesarias y oportunas adaptaciones sugeridas por la variación de las condiciones históricas así como por el constante flujo de los acontecimientos en que se mueve la vida de los hombres y de las sociedades »[3]

 

Sinergia de la fe y la razón

 

Avancemos un paso más en nuestra comprensión de la encíclica Caritas in veritate. Afirma Benedicto XVI, que la verdad de la DSI Es al mismo tiempo verdad de la fe y de la razón, en la distinción y la sinergia a la vez  de los dos ámbitos cognitivos. Más adelante vamos a comentar qué se entiende por sinergia. También hemos estudiado ya en el Compendio de la DSI, en los N°72ss, donde trata sobre la naturaleza de la DSI, que la conocemos gracias a la fe y a la razón. Dice allí que

La fe y la razón constituyen las dos vías cognoscitivas de la doctrina social, siendo dos las fuentes de las que se nutre: la Revelación y la naturaleza humana. El conocimiento de fe comprende y dirige la vida del hombre a la luz del misterio histórico-salvífico, del revelarse y donarse de Dios en Cristo por nosotros los hombres. La inteligencia de la fe incluye la razón, mediante la cual ésta, dentro de sus límites, explica y comprende la verdad revelada y la integra con la verdad de la naturaleza humana, según el proyecto divino expresado por la creación, es decir, la verdad integral de la persona en cuanto ser espiritual y corpóreo, en relación con Dios, con los demás seres humanos y con las demás criaturas.

Aclaremos qué se entiende por sinergia. Se da sinergia entre dos elementos o dos fuerzas, en este caso entre la fe y la razón, cuando sumadas generan un producto mayor o mejor del que puede producir cada elemento por separado. La DSI la conocemos por la fe y por la razón; por medio de lo que nos enseña la revelación y por lo que nuestra razón lee en el libro abierto que es la naturaleza. Los dos caminos del conocimiento, el de la fe y el de la razón, se complementan y su producto, el conocimiento de la DSI, es superior al que se puede adquirir sólo por la fe o sólo por la razón. El conocimiento que tenemos por la fe comprende y dirige nuestra vida a la luz del misterio de la historia de la salvación; la razón, dentro de sus límites, comprende y explica la verdad revelada y la integra con la verdad que la creación misma (la naturaleza) nos enseña sobre el proyecto divino.

 

 

Continuemos con la última parte del N° 5 de la encíclica Caritas in veritate. Con las reflexiones que acabamos de hacer, vamos a comprender mejor el mensaje de Benedicto XVI sobre lo que es la DSI,  según su encíclica Caritas in veritate, el Amor en la verdad. Ya en el N° 2  el Papa dice que la caridad es la vía maestra; podemos decir que es el camino real, la autopista, de la DSI. Hagamos el esfuerzo de leer una vez más el final del N° 5.

La doctrina social de la Iglesia responde a esta dinámica de caridad recibida y ofrecida. Es «caritas in veritate in re sociali», anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad. Dicha doctrina es servicio de la caridad, pero en la verdad. La verdad preserva y expresa la fuerza liberadora de la caridad / en los acontecimientos siempre nuevos de la historia. Es al mismo tiempo verdad de la fe y de la razón, en la distinción y la sinergia a la vez / de los dos ámbitos cognitivos. El desarrollo, el bienestar social, una solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que afligen a la humanidad, necesitan esta verdad. Y necesitan aún más que se estime y dé testimonio de esta verdad. Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales.

 

La justicia es parte inseparable de la caridad. No digas que amas si no eres justo

 

 

Comencemos el número 6. Vamos a ver aquí, cómo nos enseña Benedicto XVI que la caridad en la verdad es el principio sobre el que gira la DSI y que no es para que se quede en la teoría, sino que debe tomar una forma operativa, práctica, en  los criterios que orientan la acción moral. Por ejemplo, la práctica de la Justicia, es “inseparable de la caridad” es “intrínseca a ella”, es parte de ella. La Justicia es el “principal camino de la caridad”, la “mínima medida de ella”, pero la caridad va más allá de la justicia y la complementa con la lógica del dar y el perdonar”.[4] Vemos aquí cómo la lógica humana no es siempre la misma de Dios quien sabe ser Justo y al mismo tiempo Misericordioso. Además de la Justicia, que debe ser un principio siempre unido a la Caridad, nos habla también el Papa del bien común, que es un criterio, junto con el servicio, que debe ser guía permanente de los que gozan de influencia en la política, no sólo nacional sino en el manejo de las relaciones internacionales, en un mundo cada vez más globalizado.

En síntesis nos dice Benedicto XVI que  “El desarrollo (…) necesita esta verdad”, y analiza “dos  criterios orientadores de la acción moral: la justicia y el bien común. (…) Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la polis (en el gobierno de la ciudad terrena). Ésta es la vía institucional del vivir social”.

Leamos completo el N° 6 de Caritas in veritate. Quizás no necesite explicación, porque este número es muy claro. Sí espero comentar sobre un criterio que aparece novedoso al hablar del desarrollo y el manejo de la economía. Son las palabras: La «ciudad del hombre» no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión. Son criterios éstos que no consideran los que manejan la economía, con el único objetivo de ganar más. Dice el N° 6 de Caritas in veritate:

«Caritas in veritate» (la caridad en la verdad), es el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia, un principio que adquiere forma operativa en criterios orientadores de la acción moral. Deseo volver a recordar particularmente dos de ellos, requeridos de manera especial por el compromiso para el desarrollo / en una sociedad en vías de globalización: la justicia y el bien común.

Ante todo, la justicia. Ubi societas, ibi ius (si hay una sociedad se necesita el derecho): toda sociedad elabora un sistema propio de justicia. La caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo «mío» al otro; pero nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es «suyo», lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar. No puedo «dar» al otro de lo mío / sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama con caridad a los demás, es ante todo justo con ellos. No basta decir que la justicia no es extraña a la caridad, que no es una vía alternativa o paralela a la caridad: la justicia es «inseparable de la caridad»[5], intrínseca a ella. La justicia es la primera vía de la caridad o, como dijo Pablo VI, su «medida mínima»[6], parte integrante de ese amor «con obras y según la verdad» al que nos exhorta el apóstol Juan (1 Jn 3,18). Por un lado, la caridad exige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de las personas y los pueblos. Se ocupa de la construcción de la «ciudad del hombre» según el derecho y la justicia. Por otro, la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lógica de la entrega y el perdón[7]. La «ciudad del hombre» no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión. La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo.  

 

Justicia, bien común y desarrollo

 

El primer párrafo del N° 6 se refiere a dos principios de la doctrina social católica, que en forma de criterios se requieren de manera especial por el compromiso para el desarrollo en una sociedad en vías de globalización: esos dos principios son la justicia y el bien común. Del segundo párrafo, repitamos las ideas centrales, que por lo demás son muy claras y las debemos tener muy presentes en nuestra vida y en la comprensión de la DSI, en este mundo globalizado y en crisis de valores:

-Sobre la justicia dice el Papa: Ante todo, la justicia, de la cual nos dice que lleva a dar al otro lo que es «suyo», lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar. No puedo «dar» al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde.

 

Mis derechos por lo que soy y lo que hago

 

A una persona le corresponden unos derechos por lo que es y por su obrar, es decir por ejemplo, por el trabajo que realiza. Veamos algo de los derechos por lo que es. Una persona por ser infante, niño, adolecente, adulto, padre, hijo, anciano, enfermo, con discapacidad, tiene derechos que se le deben respetar. Un ejemplo práctico: en algunos buses se han destinado sillas exclusivas para ancianos, mujeres embarazadas, personas con discapacidad. ¿Qué tanto se respetan esos derechos? Creo que, por lo menos en Bogotá se respetan poco y no es un asunto sólo de caridad, es de justicia.

Y algo sobre los derechos por el obrar. Tenemos derechos que en justicia nos deben respetar por el trabajo que realizamos, si se ha convenido que ese trabajo será remunerado.

 

Dar a los demás lo que en justicia les corresponde

 

Hay una advertencia muy importante de Benedicto XVI: no nos sintamos caritativos si al mismo tiempo y primero no somos justos. No puedo «dar» al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Son palabras de Benedicto XVI en Caritas in veritate. Los ejemplos de ser y obrar que he citado no cubren todos los derechos. Son sólo algunos ejemplos. El criterio es que debo dar a los demás lo que en justicia les corresponde.

¿Cuál es la diferencia entre la práctica de la caridad y de la justicia? El Santo Padre es muy claro: amar es dar, ofrecer de lo «mío» al otro; pero el amar nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es «suyo», lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar. No puedo «dar» al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama con caridad a los demás, es ante todo justo con ellos.

No sintamos que amamos de verdad como  buenos cristianos, si no somos justos: la justicia es «inseparable de la caridad», intrínseca a ella. La justicia es la primera vía de la caridad o, como dijo Pablo VI, su «medida mínima», parte integrante de ese amor «con obras y según la verdad», al que nos exhorta el apóstol Juan (1 Jn 3,18) .

 

La medida mínima de la caridad es la justicia

 

Las palabras de Pablo VI que cita aquí Benedicto XVI ojalá despierten a algunos: la medida mínima de la caridad es la justicia. Si no somos justos no llenamos la medida mínima de la caridad.

En un país donde la justicia es lenta, politizada, selectiva, debemos tener claro como cristianos, que la caridad exige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de las personas y los pueblos. La caridad se ocupa de la construcción de la «ciudad del hombre» según el derecho y la justicia. El Papa no sólo da en su mensaje buenos consejos para la vida privada de los católicos; está hablando a los que gobiernan, a los que tienen el deber de impartir la justicia local, nacional y también a los que manejan las políticas  internacionales, sean o no católicos. A todos los que administran la ciudad del hombre. Eso sí, se dirige a las personas de buena voluntad. No tienen buena voluntad los que asumen una conducta basada en la manipulación de la verdad a favor de sus intereses.

Digamos algo sobre ese concepto de la gratuidad y del perdón, que sin duda es nuevo para los que manejan la política y la economía. Leamos de nuevo las palabras de Papa. Dice primero que la caridad Se ocupa de la construcción de la «ciudad del hombre» según el derecho y la justicia. Más adelante continúa:

 La «ciudad del hombre» no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión. La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo.

Esas palabras nos ponen a meditar sobre muchas cosas. Es verdad que nuestra justicia es lenta y en muchos casos desacertada. No sé si por eso somos muy dados a pedir justicia; hay quienes se la toman por su propia mano. Frases como: eso no tiene perdón de Dios,  el que la hace la paga, si lo hizo que lo castiguen, si se portó mal, que lo echen del trabajo o del colegio, no parecen siempre de acuerdo con esta doctrina de Benedicto XVI sobre la gratuidad y el perdón. No pretendo que no se juzgue y se imponga la pena que corresponda por los delitos; pido que reflexionemos cuando tomamos decisiones que tocan a la justicia, cuál es allí el lugar del amor cristiano, de la misericordia que para nosotros pedimos al Señor. Pidamos la luz del Espíritu Santo para no decidir sin justicia o sin amor.

Al comentar las palabras del Papa sobre la justicia que lleva a dar al otro lo que es «suyo», lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar, quiero insistir en la necesidad de examinar nuestro comportamiento sobre la justicia con los trabajadores. Trabajador es todo aquel que realiza una labor manual o intelectual. Igual son trabajadores el obrero o el profesional; el albañil y el arquitecto o el ingeniero, el profesor y el empleado administrativo, etc.

 

Dominados por la economía de la codicia

 

Como vivimos en un mundo dominado por la economía de la codicia, la que busca ante todo el lucro, el ganar más, así sea pasando por encima de los derechos de los otros, invade ahora una actitud general egoísta, que piensa primero, – y con frecuencia solamente, – en el propio beneficio, ignorando los derechos de los demás. Sucede así, que algunas personas o entidades no pagan completos los salarios de ley o los honorarios justos, para beneficiarse con ese ahorro personalmente o para favorecer a la entidad que representan.

Esa actitud es común y no da buen ejemplo el Estado, que ha modificado las leyes laborales o reglamenta la seguridad social para favorecer primero a las empresas en perjuicio del bien común. Me atrevo a pedir también a las entidades de la Iglesia, que hagan un examen de conciencia sobre el trato justo a las personas que les prestan servicios de distinta clase, porque los católicos tenemos la obligación de dar ejemplo en vivir la fe y no sólo en predicarla para que los demás sean caritativos y justos. Esta invitación es también para los sacerdotes que administran bienes de la Iglesia, hay a veces descuidos en lo laboral y contractual que enfrían a los fieles cuando no se han sentido bien tratados por quienes hablan de justicia social y amor al prójimo. No olvidemos estas enseñanzas de la DSI:

No puedo «dar» al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama con caridad a los demás, es ante todo justo con ellos.

Hasta aquí por hoy. En el próximo programa, si Dios quiere, veremos a qué se refiere el Papa con esa novedosa idea de la gratuidad, en este mundo que no da nada gratis.

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf Faith and Justice, Caritas in Veritate, Discussion Guide, WEB, www.faithdoingjustice.com.au

[2] Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 3: AAS 80 (1988) 515; Pío XII, Discurso a los participantes en el Convenio de la Acción Católica (29 de abril de 1945): Discorsi e Radiomessaggi di Pío XII, VII, 37-38; Juan Pablo II, Discurso al Simposio internacional “De la Rerum novarum a la Laborem exercens: hacia el año 2000” (3 de abril de 1982): L’Osservatore Romano, edición española, 2 de mayo de 1982, pp. 17-18.

[3] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 72: AAS 79 (1987) 585-586.

[4] Cf  WEB Précis of the Encyclical Letter Caritas in veritate, Center of Concern, www.coc.org

[5] Cf. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 22: AAS 59 (1967), 268; Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 69.

[6] Homilía para la «Jornada del desarrollo» ( 23 agosto 1968): AAS 60 (1968), 626-627

[7] Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2002: AAS 94 (2002), 132-140.