Reflexión 95

Abril 24 2008

Compendio Doctrina Social de la Iglesia N° 72

Naturaleza de la Doctrina Social Católica (III)

En la reflexión anterior continuamos el estudio del N° 72 del libro Compendio de la D.S.I. que trata sobre la naturaleza de la doctrina social católica. Antes de avanzar en nuestro estudio recordemos los puntos esenciales que hemos visto ya sobre esta materia, para que no nos queden lagunas. También es la oportunidad de ampliar algunos puntos.

Conocimiento iluminado por la fe

Lo primero que aprendimos fue que el conocimiento que nos proporciona la D.S.I. es un conocimiento iluminado por la fe. Ya tenemos claro que cuando dedicamos tiempo al estudio de la D.S.I., no lo hacemos para aprender una materia puramente académica, puramente científica, como lo que se puede enseñar en escuelas de economía, de sociología o de ciencia política.

La Doctrina Social católica no es una doctrina política, basada en ideologías de derecha ni de izquierda

Es muy importante que tengamos presente también, que la D.S.I. no es una doctrina política, basada en ideologías de derecha ni de izquierda. La D.S.I. es una doctrina basada en el Evangelio. La D.S.I. pertenece al campo de la Evangelización, como nos enseñan estas palabras de Juan Pablo II en su encíclica Centesimus annus, 5: La «nueva evangelización», de la que el mundo moderno tiene urgente necesidad y sobre la cual he insistido en más de una ocasión, debe incluir entre sus elementos esenciales el anuncio de la doctrina social de la Iglesia, que como en tiempos de León XIII, sigue siendo idónea para indicar el recto camino / a la hora de dar respuesta a los grandes desafíos de la edad contemporánea mientras crece el descrédito de las ideologías. Como entonces, hay que repetir que no existe verdadera solución para la «cuestión social» fuera del evangelio, y, por otra parte, que las «cosas nuevas» pueden hallar en él su propio espacio de verdad y el debido planteamiento moral.

El anuncio de la Doctrina Social elemento esencial de la Nueva Evangelización

De manera que, según Juan Pablo II, la nueva evangelización debe incluir entre sus elementos esenciales el anuncio de la D.S.I. Eso quiere decir que los catequistas se deben preparar también en el conocimiento de la D.S.I. para realizar su trabajo completo.

Observemos también estas otras palabras de Juan Pablo II: las «cosas nuevas» pueden hallar en él su propio espacio de verdad y el debido planteamiento moral. Después de afirmar el Santo Padre, que no existe verdadera solución para la «cuestión social» fuera del evangelio, a la posible inquietud de algunos, que se pueden pregunten qué puede decir el Evangelio sobre problemas sociales de nuestra época, el Papa adelanta la respuesta: las «cosas nuevas» pueden hallar en él (en el Evangelio), su propio espacio de verdad y el debido planteamiento moral.

Ante las cosas nuevas que se presentan a través del tiempo, la Iglesia ha ido mostrándonos qué tiene que decir sobre ellas el Evangelio. Recordemos que la D.S.I. no se escribió de una sola vez, sino que se ha ido formando a lo largo del tiempo, como respuesta a los interrogantes que han ido surgiendo sobre los problemas de la vida en sociedad. En las cambiantes situaciones que la humanidad enfrenta, en diversas épocas, la Iglesia se pregunta: frente a esta o a aquella situación particular ¿qué orientación nos dan los principios, valores y criterios basados en el Evangelio? Según esos principios, valores y criterios ¿cuál debe ser mi comportamiento? Puede haber sido en la época de la revolución industrial o en la revolución marxista, o en nuestra época del neoliberalismo y la globalización, la pregunta es igual: por ejemplo, frente a las injusticias con los trabajadores, frente al manejo de la economía, del desplazamiento de familias que huyen de la violencia o emigran en busca de trabajo, frente a la corrupción, frente a la guerra, frente a la actual, sistemática campaña contra el matrimonio y la familia, frente a la cultura de la muerte, frente a esas y otras situaciones, ¿cuál debe ser el comportamiento del cristiano, según las enseñanzas de la Sagrada Escritura y la Tradición? ¿Qué posición debo asumir, para ser coherente con mi fe?

Con la Rerum novarum, León XIII estableció un paradigma

De modo que hemos aprendido ya que la D.S.I. se ha formado en el curso del tiempo, a través de las numerosas intervenciones del Magisterio sobre temas sociales.[1] Como explicaba Juan Pablo II en la encíclica Centesimus annus, León XIII, con su encíclica Rerum novarum, en 1891, siguiendo las huellas de sus predecesores, estableció un paradigma permanente para la Iglesia, que también ahora se sigue fielmente: se nos ofrece una doctrina, iluminada por el Evangelio, que permite analizar las realidades sociales, pronunciarse sobre ellas y dar orientaciones para la justa solución de los problemas derivados de las mismas.

La doctrina social, que ahora encontramos toda organizada, de modo resumido, pero completa, en ese excelente libro, el Compendio de la D.S.I., no apareció como resultado de una junta de sabios que se reunió a pensar acerca de cuál debe ser la doctrina católica sobre las cuestiones sociales. La D.S.I. se ha ido formando a lo largo de la historia, porque el Magisterio ha ido respondiendo con los principios y valores del Evangelio, a las nuevas situaciones, a medida que se han ido presentando. Tengamos en cuenta que la D.S.I. no está cerrada; el Compendio nos presenta su desarrollo hasta Juan Pablo II.

Ahora encontramos la D.S.I. organizada, como un cuerpo. Así la presenta el Compendio de modo estructurado, ordenado, con base en la Sagrada Escritura y la tradición en que el Magisterio se ha basado para sus enseñanzas. El libro Compendio de la D.S.I. nos hace el favor de tomar la doctrina que se ha ido desarrollando en el tiempo, y entregárnosla organizada.

Recordemos el contenido y cómo está organizado el Compendio de la D.S.I.

Como se trata de presentar doctrina católica, no filosofía ni política, empieza el libro por echar los fundamentos teológicos de la D.S., es decir empieza por enseñarnos la relación que esta doctrina tiene con Dios.

Después de explicar la relación que la D.S. tiene con la misión de la Iglesia, – con la evangelización, – se extiende en explicar los derechos de la persona humana, creada a imagen de Dios.

Presenta luego los principios de la Doctrina Social, su significado y su unidad y sigue, en una segunda parte, con los temas fundamentales en la vida en sociedad: la familia, – célula vital de la sociedad, el trabajo humano, con el cual el hombre participa del arte y de la sabiduría divina, como dice bellamente la D.S.I.; se extiende en el tema de la vida económica; allí, entre otros asuntos, nos explica que Los bienes, aun cuando son poseídos legítimamente, conservan siempre un destino universal. Toda forma de acumulación indebida es inmoral, porque se halla en abierta contradicción con el destino universal que Dios creador asignó a todos los bienes.

Trata el Compendio a continuación sobre la comunidad política, cuyo fundamento es la persona humana. Allí naturalmente se trata sobre los derechos humanos, y el espacio debido la comunidad internacional, el medio ambiente, la promoción de la paz y concluye mostrándonos cómo A las preguntas de fondo sobre el sentido y el fin de la aventura humana, la Iglesia responde con el anuncio del Evangelio de Cristo, que rescata la dignidad de la persona humana del vaivén de las opiniones, asegurando la libertad del hombre como ninguna ley humana puede hacerlo (N° 576).

Llamados a «Construir la civilización del amor», a construir una sociedad digna del hombre

En sus últimas páginas, termina el Compendio mostrándonos que estamos llamados a «Construir la civilización del amor». En palabras textuales del Compendio, dice que La finalidad inmediata de la doctrina social es la de proponer los principios y valores que pueden afianzar una sociedad digna del hombre. Entre estos principios, el de la solidaridad en cierta medida comprende todos los demás: éste constituye «uno de los principios básicos de la concepción cristiana de la organización social y política».[2] Nos deja claro el Compendio que el principio de solidaridad está iluminado por el primado de la caridad «que es signo distintivo de los discípulos de Cristo (cf. Jn 13,35) ».[3]

La Aventura Humana

Toma pues el libro la vida del hombre en la sociedad, – la aventura humana, como vimos que la llama, – y nos enseña la doctrina del Evangelio para la justa solución de los problemas que se presentan en ella. En la última parte el Compendio se refiere a la acción de la Iglesia. Porque la D.S.I. no es para que la conozcamos como un ejercicio intelectual; no estudiamos la D.S. sólo para enriquecer nuestros conocimientos. El objetivo de conocerla debe ser también vivir de acuerdo con ella; por eso el Compendio nos instruye sobre la acción pastoral de la Iglesia en el ámbito social y sobre el compromiso de los fieles laicos con la D.S.I.

La enseñanza social de la Iglesia nos enseña cuál debe ser la conducta del cristiano, ante los problemas que se presentan en la vida en sociedad; nos ofrece los criterios que deben formar nuestra conciencia, para que actuemos de acuerdo con el mensaje evangélico y sus exigencias. La enseñanza social de la Iglesia no es sólo para que sepamos lo que los demás deben hacer: lo que debe hacer el Estado, qué deben hacer los patronos y los sindicatos, cómo se deben comportar los demás padres de familia, cuál debe ser la conducta de nuestros pastores. La D.S.I. es para que cada uno de nosotros forme su conciencia y actúe de acuerdo con el Evangelio y sus exigencias en lo referente a las relaciones con los demás. Tenemos que empezar por preguntarnos cada uno de nosotros, en la intimidad de nuestra conciencia, si actuamos con los demás como el Evangelio nos pide.

En síntesis, aprendimos que la D.S.I. es un conocimiento iluminado por la fe, basado en la Palabra de Dios, sobre cómo debemos actuar en nuestra relación con los demás, especialmente en asuntos que tocan al amor y la justicia social.

El último punto que estudiamos en la reflexión anterior se refiere a que, como nos enseñó también Juan Pablo II en la «Laborem exercens», en el N° 3, la doctrina social, perteneció desde el principio (…) a la concepción que del hombre tiene la Iglesia y especialmente a la moral social (…). Insistimos en que, según la enseñanza de Juan Pablo II en su encíclica Sollicitudo rei socialis, la doctrina social de la Iglesia «no pertenece al ámbito de la ideología, sino al de la teología y especialmente de la teología moral». La D.S.I. No se puede definir según parámetros socioeconómicos. No es un sistema ideológico o pragmático, que tiende a definir y componer las relaciones económicas, políticas y sociales…Son palabras de Juan Pablo II.

¿Qué es eso de “ideología”?

En la reflexión pasada nos detuvimos a estudiar también sobre una palabra que se usa mucho y no siempre se sabe qué significa: la palabra ideología. Y debemos saber qué es eso, para comprender lo que es y lo que no es la D.S. católica.

Las ideologías tienen que ver esencialmente con la interpretación de la realidad social. Comentábamos que cuando la Iglesia nos dice que la D.S.I. no es un sistema ideológico, quiere decir que el conocimiento que adquirimos de la realidad social y la interpretación que los católicos hacemos de ella, – siguiendo los lineamientos de la D.S.I.,- son un conocimiento y una interpretación de la realidad social, iluminados por la fe, por el Evangelio. La D.S.I. no interpreta la realidad social de acuerdo con el pensamiento político de derecha ni de izquierda, ni del socialismo ni del capitalismo. Los creyentes conocemos e interpretamos la realidad social iluminados por la fe.

La fe nos permite conocer e interpretar la realidad social de modo integral; abordamos la realidad íntegra del hombre, que es materia y espíritu, que tiene que cumplir un fin terreno y que además trasciende el mundo actual. Frente a esa realidad asumimos una actitud y debemos actuar sobre ella de acuerdo con los criterios de fe que nos enseña el Evangelio. Los no creyentes interpretan la realidad del hombre como si sólo existiera para la vida terrena, que es transitoria. El ser humano para ellos no tiene nada que ver con el Creador ni con su proyecto. Según los no creyentes, el ser humano es producto de una evolución, que no explican cómo empezó, pero en la que un ser superior no tuvo nada que ver. Para los creyentes la sociedad se tiene que organizar y debe funcionar de acuerdo con el proyecto de Dios para el hombre. Las ideologías pretenden organizar la sociedad de acuerdo con su pensamiento político. Si Dios no entra en ese pensamiento, la sociedad que buscan organizar será sin Dios.

Es importante que nos quede claro, que ideología es la imagen que alguien se forma de la realidad social y la interpretación que hace de ella. La imagen que se hace de la realidad puede ser verdadera o falsa; depende de los lentes con que se mire la realidad. El no creyente se forma una imagen de una realidad sólo material, sin Dios; por lo tanto tiene una imagen incompleta de la realidad. Por eso algunos grupos políticos de no creyentes proponen, por ejemplo, soluciones a los problemas sociales en que se acepta y se practica la violencia y en los cuales no se respeta ni la libertad ni la vida. Los creyentes no podemos seguir esos criterios de violencia y de muerte, porque la concepción que el creyente tiene del hombre es la de un ser creado a imagen de Dios, que es amor, y que está llamado a construir un Reino de justicia, de libertad, de amor y de paz. El mensaje cristiano no es de sombra, sino de luz.

No se puede orientar el mensaje cristiano hacia una salvación puramente ultraterrena

Es importante tener presente que tampoco el mensaje cristiano se orienta sólo al más allá, sino a iluminar el mundo terrenal, a construir un Reino de justicia y amor que llegará a su plenitud en el más allá, pero que empieza acá. Como vimos en el N° 71 del Compendio, citando palabras de Juan Pablo II: no se puede orientar el mensaje cristiano hacia una salvación puramente ultraterrena, incapaz de iluminar su presencia en la tierra[4].

Sigamos adelante en nuestro estudio. Al terminar la reflexión pasada vimos que se puede tener una imagen equivocada, a veces formada inconscientemente, de la realidad social y en ese caso la imagen que se tiene de la realidad social se llama una ilusión; se trataría de una ilusión formada de modo inconsciente, sin que haya segundas intenciones conscientes. También se puede construir y promover, conscientemente, una imagen falsificada de la realidad social, para favorecer los intereses de un grupo contra los intereses de otro, ocultando las propias contradicciones y sin tener en cuenta el bien de toda la sociedad. Eso es ideologizar la realidad, y quien utiliza esa estrategia entra en el terreno de la ética, porque utiliza el fraude. Leímos, en la reflexión anterior una explicación de cómo actúa la ideología. Recordémosla:

La ideología actúa mediante un proceso de simulación y engaño, en el que esconde mostrando. En la ideología las cosas son enmascaradas a través de sus contrarios: la falsedad, bajo apariencia de verdad, la contradicción bajo apariencia de armonía, lo cultural es presentado como natural, lo voluntario como fatal, lo histórico como eterno, lo relativo como absoluto.[5]

Esa estratagema de falsificar la realidad social se utiliza mucho en la política, no sólo partidista, sino en la orientación y planes, cada vez más generalizados a nivel mundial, de defender el relativismo. Quisiera llamar la atención sólo en la forma como ahora enmascaran lo cultural o lo inducido en las costumbres utilizando la propaganda, como si eso fuera lo natural. Un ejemplo puede ser la defensa del matrimonio entre parejas del mismo sexo, que defienden como algo natural y promueven por todos los medios de comunicación. También son muy hábiles en presentar lo relativo como si fuera lo absoluto. El valor absoluto para los relativistas es que todo es relativo, depende del momento, de las circunstancias, de lo que uno quiera…

Relación Ideología / Fe

Vimos que Juan Pablo II nos aclaró que la D.S.I. no es una ideología, sino que pertenece a la teología, especialmente a la teología moral. [6]Veamos cómo se relaciona la ideología con la fe. Voy a seguir el libro Fe cristiana y Compromiso Social, editado por el CELAM ya hace varios años.[7] No es un tema fácil, pero hagamos el esfuerzo para comprenderlo .

Empecemos por decir que ideología, fe y teología son realidades muy distintas y no es sencillo relacionarlos. Recordemos que la ideología es una ilusión, cuando es una falsificación inconsciente de la realidad social, o es una falsificación consciente de la realidad social con fines políticos. La fe no es una ideología, porque no es una falsificación inconsciente ni una falsificación consciente de la realidad. La fe es una experiencia radical[8], en el sentido de experiencia fundamental, que va hasta la raíz de la persona. Radical viene de raíz. Experiencia radical, en el sentido de una experiencia que invade todo nuestro ser, mediante la cual adherimos a Dios. La experiencia de la fe es el encuentro con una persona, como nos lo enseña Benedicto XVI [9], y ¡con qué persona!

Los contactos directos con Dios son excepcionales

El encuentro con una persona, con Dios, no lo entendamos como que la fe nos tiene que llegar necesariamente por un contacto directo con lo divino. A ninguno de nosotros le llegó la fe de modo parecido a como le llegó a San Pablo. Recordemos el viaje a Damasco: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (Hch, 9, 4)[10] Esos contactos directos con Dios se dan, pero son excepcionales.

Si quieren ahondar en este tema les sugiero leer al Papa Benedicto XVI, cuando era sólo el Cardenal Ratzinger, en su libro Introducción al Cristianismo, en el Capítulo 2, La Forma Eclesial de la Fe. De allí tomo estas palabras: A muy pocos se les manifiesta lo divino en una forma evidente; otros muchos son sólo receptores, no tienen experiencia inmediata de lo santo y, sin embargo, no están tan entumecidos como para no poder llegar a la experiencia de ese encuentro, a través de los hombres a los que se les concede esa experiencia.

La Fe nos puede venir por medio de los demás. Otros nos pueden transmitir la experiencia de su encuentro. San Pablo en el capítulo 10 de su carta a los romanos nos dice que la fe viene de la audición. De oír hablar de Dios, a aquellos que lo predican. Oigamos del v 14 al 17:

14 Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique?
15 Y ¿cómo predicarán si no son enviados? Como dice la Escritura: ¡Cuán hermosos los pies de los que anuncian el bien!
16 Pero no todos obedecieron a la Buena Nueva. Porque Isaías dice: ¡Señor!, ¿quién ha creído a nuestra predicación?
17 Por tanto, la fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo.

El encuentro con Dios tiene que producir un resultado

Los autores de Fe cristiana y compromiso social dicen que La fe tiene la estructura de un encuentro con lo absoluto que se expresa por la conversión, la celebración y el comportamiento (…). (Pg 167s). Y continúan: La fe tiene siempre una referencia a lo absoluto, a lo último, (es decir a Dios), a lo definitivamente importante, en cuya comparación todo lo demás es relativo: los intereses, las visiones del mundo y las ideologías. La fe juzga todas las ideologías y desenmascara sus pretensiones totalitarias.

Como veíamos antes, las ideologías falsifican la realidad social y la interpretan según sus intereses políticos. Quien mira la realidad con la luz de la fe, la interpreta teniendo como guía la Palabra de Dios, y con esa guía ve la realidad integral, según el proyecto de Dios creador del hombre y del universo.

La fe no es fruto de mis pensamientos, sino que viene de fuera

La fe no es fruto de mis pensamientos, sino que viene de fuera, dice el Cardenal Ratzinger en su obra Introducción al cristianismo. [11] Sí, la fe no es fruto de nuestra reflexión, sino que nos la da el Señor, nos llega generalmente, a través de los demás: a través de nuestra familia, a través de quienes comunican la Palabra. Son diversos e innumerables los caminos como Dios se comunica por intermediarios. La fe no es producto de nuestras reflexiones, de nuestras cavilaciones. En eso se diferencia de la filosofía, como nos explica el mismo Ratzinger, pues La filosofía es esencialmente producto del individuo que, en cuanto tal, reflexiona sobre la verdad.

No alcanzamos hoy a seguir con la reflexión sobre la relación de la teología con la ideología. Dios mediante lo haremos la semana entrante. Para terminar hoy veamos algo muy interesante sobre la fe y la Doctrina Social. No olvidemos que la D.S. se refiere a nuestras relaciones con los demás, según nos enseña el Evangelio.

¿Tiene la fe un sentido social?

Es muy interesante escuchar esta reflexión sobre el carácter social de la fe. ¿Es que la fe tiene un sentido social? Oigamos estas líneas del Cardenal Ratzinger en su libro Introducción al Cristianismo, que mencionamos hace un momento:

En filosofía, lo que prima es la búsqueda de la verdad y sólo luego, como algo secundario, busca y encuentra compañeros de viaje. Sin embargo, la fe es sobre todo una llamada a la comunidad, a la unidad del espíritu mediante la unidad de la palabra; su sentido es fundamentalmente social, es decir, pretende suscitar la unidad del espíritu mediante la unidad de la palabra. Y después, pero sólo después, señala al individuo el camino que le lleva a su aventura personal frente a la verdad.

La estructura dialógica de la fe (es decir la estructura de diálogo, de la fe) apunta a una idea del hombre, pero también a una idea de Dios. El hombre consigue tratar con Dios cuando logra tratar con los demás hombres, sus hermanos. La fe se ordena esencialmente al tú y al nosotros, y sólo por esta doble condición une al hombre con Dios (…) podríamos decir que Dios sólo quiere venir a los hombres a través de los hombres, que Dios busca a los hombres en su co-humanidad.[12]

Cuando la fe llega al ser humano, no sólo cambia la relación del nuevo creyente con Dios, sino con los demás, a quienes empieza a ver como sus hermanos. Estas últimas líneas, que son también de Ratzinger nos van a dejar pensando:

¿qué sucede cuando me hago cristiano, cuando me someto al nombre de Cristo a quien confieso como hombre determinante, como norma de lo humano?, ¿qué cambio del ser tiene lugar ahí, qué actitud tomo respecto al ser humano’, ¿qué profundidad tiene ese acontecimiento?, ¿qué valor adquiere ahí lo real?[13]

Entonces, si soy cristiano, con la luz de la fe que he recibido, ¿cómo interpreto la realidad social de nuestro país, y del mundo?

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf Juan Pablo II, Enc. Centesimus annus, 5. Después de mencionar cómo León XIII en la Rerum novarum respondió a la situación de conflicto entre el capital y el trabajo en virtud de su ministerio apostólico, dice: De esta manera León XIII, siguiendo las huellas de sus predecesores, establecía un paradigma permanente para la Iglesia. Ésta, en efecto, hace oír su voz ante determinadas situaciones humanas, individuales y comunitarias, nacionales e internacionales, para las cuales formula una verdadera doctrina, un corpus, que le permite analizar las realidades sociales, pronunciarse sobre ellas y dar orientaciones para la justa solución de los problemas derivados de las mismas. Un ejemplo del desarrollo de la D.S.I. a lo largo del tiempo lo encontramos en la consideración de la relación entre la propiedad privada y el destino universal de los bienes. Véase Centesimus annus, 6 y 43.

[2] Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 10: AAS 83 (1991) 805-806.

[3] Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 40

[4] Cf Juan Pablo II, Centesimus annus, 5

[5] Fe cristiana y compromiso social, libro preparado por Pierre Bigó, S.J. y Fernando Bastos de Ávila, S.J., editado bajo la dirección y supervisión de los Obispos de la Comisión Episcopal del departamento de Acción Social del CELAM, 2° edición, 2.4, Teología e Ideología, Pgs. 163ss

[6] Cf Juan Pablo II, Enc. Laborem Exercens, 41

[7] Fe cristiana y compromiso social, Cf Nota anterior

[8] Ibidem, Pg. 167

[9] Deus caritas est, 1, Documento conclusivo de Aparecida, 12

[10] Hch 9, 3-6 Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo,
4 cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?”
5 El respondió: “¿Quién eres, Señor?” Y él: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
6 Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.”

[11] Joseph Ratzinger, Introducción al Cristianismo, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2005, Pg. 80

[12] Ratzinger, ibidem, Pg 81s

[13] Ratzinger, ibidem Pg 79