Reflexión 145 Comentarios a Caritas in veritate (III)

 

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¿El Papa en el papel de economista?

 

Vamos a continuar el estudio de la encíclica Caritas in veritate, Caridad en la verdad, de Benedicto VI.

¿Por qué el Papa se dirige al mundo para tratar sobre un tema económico, como es el de la actual crisis mundial? ¿Es posible decir algo desde la fe, sobre la crisis económica y financiera por la que atraviesa el mundo? Algunos pueden pensar que el campo de la economía no tiene nada qué ver con la fe;  que ese es un campo sólo para los sabios de la economía, que la Iglesia no tiene por qué opinar en esas materias, como se les ocurre a algunos, a propósito de la política; pero como la crisis económica afecta a las personas, claro que el pensamiernto cristiano tiene qué decir.

 

No tendría mucho sentido que el Santo Padre se dirigiera al mundo, en su papel de Pastor universal, para dictar una lección de economía. No pretende dar una lección de economía la nueva encíclica de Benedicto XVI. Podríamos decir más bien, que es una lección sobre cómo, en el manejo de la economía, no se pueden ignorar ni la ética ni el bien común. Nos recuerda también el Papa, como nos lo enseñó Pablo VI en su encíclica Populorum progressio,  que quienes están llamados a colaborar en la construcción del verdadero progreso del ser humano, – como es el caso de los economistas, – deben tener en cuenta que la  vocación del hombre es superior a buscar solamente la riqueza material. Veremos que los valores del Evangelio, como el amor y la solidaridad, son una valiosísima contribución al verdadero desarrollo de las personas y de los pueblos.

 

 

¿Cuál es el tema de Caritas in veritate?

 

De acuerdo con el título de la encíclica, el tema que el Santo Padre Benedicto XVI trata es el desarrollo humano integral en la caridad y la verdad. Ya el mismo título nos explica que no se trata del desarrollo económico, en el sentido de sólo crecimiento material, según el enfoque de los que olvidan la vocación trascendente del ser humano, como si su fin último fuera tener más y más. El enfoque del desarrollo, entendido sólo como crecimiento económico, se convierte más bien en un obstáculo para el crecimiento del ser y se opone a la verdadera grandeza, dice Pablo VI, quien añade que la avaricia es la forma más evidente de un subdesarrollo moral (Populorum progressio, 19). Interesante idea: la avaricia es la forma más evidente de un subdesarrollo moral.

 

Cuando la avaricia es el motor del desarrollo

 

Si el objetivo del desarrollo es sólo tener más, crecer en bienes materiales, la avaricia se convierte en su principal o quizás su único motor. La D.S.I. promueve en cambio el desarrollo integral, el de toda la persona, no sólo en lo material. Sobre el tema del desarrollo integral de los pueblos, Pablo VI  presentó al mundo su encíclica Populorum progressio en 1967.

 

El desarrollo integral tiene que ver con la fe. Veamos lo que nos dice el Papa sobre el papel de Jesucristo en el desarrollo. Dice Benedicto XVI en el N° 8 de Caritas in veritate, que Pablo VI 

 

Al publicar en 1967 la Encíclica Populorum progressio (…)  ha iluminado el gran tema del desarrollo de los pueblos con el esplendor de la verdad y la luz suave de la caridad de Cristo. Ha afirmado que el anuncio de Cristo es el primero y principal factor de desarrollo   y nos ha dejado la consigna de caminar por la vía del desarrollo con todo nuestro corazón y con toda nuestra inteligencia,  es decir, con el ardor de la caridad y la sabiduría de la verdad. La verdad originaria del amor de Dios, (es decir la verdad del amor de Dios, que existe desde el principio), (amor)  que se nos ha dado gratuitamente, es lo que abre nuestra vida al don y hace posible esperar en un «desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres», en el tránsito «de condiciones menos humanas a condiciones más humanas», que se obtiene venciendo las dificultades que inevitablemente se encuentran a lo largo del camino.

 

La gente sola, amargada y triste

 

Visto desde la fe cristiana, el desarrolllo integral consiste en el tránsito de todo el hombre y de todos los hombres, de condiciones menos humanas a condiciones más humanas.  La calidad de las condiciones humanas de vida no depende sólo de tener más o menos bienes materiales. No depende sólo de eso. Hay, por ejemplo, gente con abundancia de bienes materiales y una pobre calidad de vida en sus relaciones, personales y con la comunidad. Es gente que se encierra en sí misma, en cuya vida no hay lugar sino para sus propios intereses, y que aunque sea rica en bienes materiales acaba sola, amargada y triste.

 

Aunque seguramente tendremos que volver a él, no resisto la atracción de todo el N° 20 de la Populorum progressio que Benedicto XVI cita allí, en el N° 8. Dice Pablo VI:

 

Si para llevar a cabo el desarrollo se necesitan técnicos, cada vez en mayor número, para este mismo desarrollo se exige más todavía pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación. Así podrá realizar, en toda su plenitud, el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas.

Es muy interesante la frase de Benedicto XVI donde dice que Pablo VI nos dejó la consigna de caminar por la vía del desarrollo con todo nuestro corazón y con toda nuestra inteligencia, es decir, con el ardor de la caridad y la sabiduría de la verdad.

 

En los designios de Dios, cada hombre está llamado a promover su propio progreso

 

Tenemos la consigna de caminar por la vía del desarrollo. Pablo VI en la misma Populorum progressio, en los N° 15 y 16, nos pone de presente que tenemos una vocación al desarrollo, que En los designios de Dios, cada hombre está llamado a promover su propio progreso. Nos aclara, eso sí, que el desarrollo al que estamos llamados no se reduce al simple crecimiento económico. Y Benedicto XVI añade, como acabamos de leer, que tenemos que caminar por la vía del desarrollo con todo nuestro corazón y con toda nuestra inteligencia, es decir, que el esfuerzo por nuestro propio desarrollo lo debemos hacer con el ardor de la caridad y la sabiduría de la verdad.

 

Caridad y sabiduría; es decir que no son suficientes sólo los conocimientos técnicos, para que se produzca el tránsito de la sociedad de condiciones menos humanas a condiciones más humanas. Si no hay corazón, si no hay caridad y verdad, el desarrollo se desviará por los caminos estrechos del egoísmo y la codicia, que se orientan a: primero yo, segundo yo, y que los demás se las arreglen como puedan.

 

Para cumplir  su misión,- que es la salvación,- la Iglesia necesita estar en permanente diálogo con el mundo, para orientarlo, y todos, como individuos, necesitamos su ayuda. Y así como necesitamos la orientación del Magisterio de la Iglesia, también en el camino necesitamos la compañía de la comunidad cristiana; necesitamos su mano para apoyarnos cuando dudamos, para levantarnos cuando caemos.

 

La Iglesia y el cambio de las estructuras

En el marco de la sabiduría de la verdad y el ardor de la caridad está contenida la D.S.I. La doctrina es la luz, es la respuesta desde la fe, a las inquietudes de la vida en sociedad de cada época. La vida en sociedad no es otra cosa que nuestra vida de relaciones con los demás, encuadrada dentro de las estructuras e instituciones  que conforman la sociedad en la cual vivimos. Los cristianos tenemos que iluminar con la luz del Evangelio esas estructuras e instituciones de la sociedad.

 

Las estructuras económicas no determinan del todo la calidad de vida y el crecimiento, pero sí influyen en alto grado. Por eso hay que mirar la sociedad desde la fe y no sólo desde lo técnico, en lo que tiene que ver con lo económico. Lo material, lo económico, pueden ser instrumentos para nuestra salvación o para nuestra perdición. El Reino lo empezamos a construir en este  mundo, transformando las estructuras de la sociedad  para que se acomoden a los planes de Dios.

 

La D.S. es el resultado de la reflexión que, desde la fe, se hace sobre la realidad social que está en permanente cambio, para contribuir al  desarrollo integral de esa realidad. Si los creyentes conservamos la sensibilidad suficiente para percibir lo nuevo de cada situación histórica, si estamos atentos a los signos de los tiempos, evitaremos que la D.S. se vaya anquilosando y no tenga respuestas a los interrogantes que angustian a la humanidad.[1] 

 

Como Jesucristo es la piedra angular de la Doctrina de la Iglesia, y Jesucristo, Hijo de Dios, es la Verdad, es sabiduría eterna siempre actual, si lo fundamental de la doctrina social está de acuerdo con  la Escritura, la Palabra de Dios, la doctrina no tiene que cambiar. Se va actualizando su aplicación a las circunstancias nuevas, sin tocar sus principios. Es papel de la Iglesia estar atenta a los signos de los tiempos y sacar de su tesoro, de sus principios, de sus fundamentos, cosas nuevas y antiguas, según la necesidad.  Los fundamentos, los principios de la Escritura son inamovibles.

 

 

Los laicos católicos y la misión secular de la Iglesia

La D.S.I. no es sólo para algunos que se consagran al apostolado social. La D.S.I. no nos sustrae de nuestras obligaciones como ciudadanos del mundo; al contrario, nos urge que cumplamos con nuestros deberes. La doctrina social implica responsabilidades relativas a la construcción, la organización y el funcionamiento de la sociedad en que vivimos: obligaciones políticas, económicas, administrativas, es decir, de naturaleza secular, que pertenecen a los fieles laicos. Por eso los laicos necesitamos la orientación de la Iglesia para cumplir con nuestra misión.

Como nos lo explicaron el Concilio Vaticano II, especialmente en la Gaudium et spes, y Juan Pablo II en la exhortación apostólica Christifideles laici, sobre la misión y vocación de los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo, las responsabilidades de naturaleza secular competen a los laicos de modo peculiar (es decir propio), en razón de la condición secular de su estado de vida y de la índole secular de su vocación.[2]

El Vaticano II y Juan Pablo II nos dicen que en el cumplimiento de esas  responsabilidades, los laicos ponen en práctica la enseñanza social y cumplen la misión secular de la Iglesia.[3] Tengamos presente ese concepto de la misión secular de la Iglesia. Los laicos no deberíamos olvidar esa obligación nuestra, de cumplir la misión secular de la Iglesia. A veces lo esperamos todo de la Jerarquía  y se nos olvida nuestra misión. Representamos a la Iglesia en la vida secular: en las obligaciones políticas, económicas, administrativas, que son de naturaleza secular. Esas obligaciones son muy importantes en la vida pública, y también en nuestra vida privada.

Cuando intervenimos en la vida secular de nuestro país, de nuestra ciudad, de nuestro barrio, debemos tener en cuenta que nuestra misión como laicos es ordenar lo creado al verdadero bien del hombre. Esta frase, ordenar lo creado al verdadero bien del hombre que es de Juan Pablo II en Christifideles laici, (Los fieles laicos) en el N° 14, está de acuerdo con la doctrina de la Constitución Lumen Gentium,  en el N° 36.

 

Nuestro papel en la ciudad terrena

Que la misión del laico, en lo referente a sus actividades como ciudadano, es ordenar lo creado al verdadero bien del hombre, resume muy bien nuestro papel de ciudadanos de la ciudad terrena; por esa razón, cuando  considera el fin de la economía, el economista católico  no puede ignorar su orientación a ordenar al verdadero bien del hombre. El verdadero bien del hombre no se encuentra sólo en el consumo de bienes materiales.

 Para que seamos consecuentes, debemos ser cuidadosos también en el cumplimiento de nuestros deberes ciudadanos personales, como son el pago de las obligaciones laborales y el de los impuestos. Vale la pena incluir alli, igualmente, el cumplimiento de normas como las de tránsito, que se ordenan al bien común. Es impresionante el número de víctimas mortales en accidentes de tránsito. Frente al timón se olvidan los deberes ciudadanos; el conductor se siente dueño del mundo. En todas nuestras actividades seculares, que permiten la vida ordenada en sociedad, los creyentes debemos dar ejemplo.

 

La incoherencia en la política

 

Ojalá los políticos católicos tuvieran en cuenta sus responsabilidades sociales, especialmente los legisladores. Yo no entiendo, por eso, cómo en el Congreso se aprueban leyes como las laborales en perjuicio de los trabajadores o las del aborto, de la eutanasia y últimamente la de la promoción de la esterilización masculina y femenina, por medio de la ley que eleva a política pública la prestación gratuita de esos procedimientos. Por cierto esta última ley la objetó el gobierno. Yo no sé si el senador Samuel Arrieta, autor del proyecto, sea católico, pero si no lo es, la aprobación de esa ley necesitó, sin duda, los votos de senadores que se declaran católicos.  A eso es a lo que se llama incoherencia.

En la aprobación de esa clase de leyes  sólo se tiene en cuenta el beneficio económico, y en el caso de las leyes laborales, sólo se tuvo en cuenta el beneficio económico de las empresas y patronos y se ignoró el perjuicio de los trabajadores.

 

Otra vez El Tiempo

 

El segundo editorial de El Tiempo, de Bogotá, el pasado martes 28 de julio, fue en defensa de la esterilización masculina y femenina, apoyándose especialmente en argumentos económicos. Como el gobierno se basó en el argumento de los altos costos para objetar la ley, El Tiempo respondió con estas palabras en su editorial:

Las vasectomías y las ligaduras son mecanismos quirúrgicos de control de natalidad que generan  otros ahorros por vía del menor  número de niños en un hogar. El Gobierno parece ignorar la amplia documentación económica que establece fuertes vínculos entre el desarrollo económico y las tendencias demográficas.[4]

Veremos en su momento, lo que el Papa observa sobre las tendencias demográficas y la economía, en la encíclica Caritas in veritate.

Como vemos, hay razones suficientes para que el Papa, en su nueva encíclica, oriente al mundo sobre la crisis económica y se dirija no sólo a los obispos, sacerdotes, religiosos y laicos católicos sino también a todos los hombres de buena voluntad.

Repasemos algunas ideas más sobre la caridad y la verdad, que tocamos en la reflexión pasada:

Dijimos primero que, la nueva encíclica de Benedicto XVI nos demuestra que es posible y es necesario, responder desde el pensamiento cristiano, a la crisis mundial de la economía.

 

Un mundo desarrollado ¿con la mitad de su población en la pobreza?

Decíamos que no es posible conseguir el desarrollo verdadero, integral, del ser humano, sin aceptar y vivir los principios del Evangelio. Como desarrollo integral han entendido los sumos pontífices, de modo particular desde la Populorum progressio, de Pablo VI, el desarrollo que tiene en cuenta a toda la persona humana y a todos los seres humanos; todo el ser humano, con su vocación trascendente; porque el hombre no se desarrolla de verdad si únicamente tiene en cuenta su progreso material. Entendemos también los cristianos que no hay desarrollo, si no cobija a todos los seres humanos. El mundo del siglo XXI no es un mundo desarrrollado, cuando la mitad de su población vive en pobreza.

Las escuelas neoliberales, que han dominado la orientación del mundo actual, se basan en el individualismo y en la técnica. Lo social, el bien común, los pasan a un segundo plano. Como consecuencia, su campo de visión se estrecha al considerar casi exclusivamente los deseos e intereses del individuo y no el bien común. A los expertos y defensores de la economía neoliberal el individualismo les acorta la vista; a pesar de sus habilidades económicas, matemáticas y financieras, parece que para comprender que el mercado es la gente, se les cerrara  el entendimiento.

 

Una economía de mercado basada sólo en modelos teóricos

 

Los economistas que son sólo técnicos, en las soluciones que proponen no piensan en cómo afectan esas soluciones a las personas, y en consecuencia, cómo reaccionan las personas afectadas, sino que prestan atención sólo a verificar si sus soluciones corresponden a sus modelos teóricos y si están de acuerdo con las leyes de las matemáticas y del mercado, como ellos entienden el mercado.

 

Esa visión limitada puede ser consecuencia de su formación académica. Sería más grave, si los teóricos de la economía individualista no tuvieran interés en el desarrollo integral de todos, por una posición ideológica o una actitud personal frente a la vida. Sería triste que tuvieran una orientación egoísta, de desinterés por los demás. Sería doloroso que en su teoría económica y del mercado, sólo les interesara conseguir la masa crítica de consumidores, es decir los suficientes consumidores para que unas minorías dominantes consigan el lucro que desean, así sea a costa de los demás, que pueden ser los menos favorecidos.

 

Para que no desviemos nuestras expectativas de la encíclica,  tengamos presente que no vamos a estudiar un tratado, escrito por un experto en economía, sino por un experto en el mensaje de la Palabra de Dios, como cabeza de la Iglesia, experto en humanidad. Recordemos que el Santo Padre no pretende ofrecer soluciones técnicas en la crisis económica y financiera mundial.

Ya veremos cómo Benedicto XVI puede hablar con autoridad a los economistas desde el Evangelio, sin pretender ofrecer soluciones técnicas. Especialmente los responsables de las políticas públicas y empresariales, pueden encontrar en Caritas in veritate una profunda inspiración para responder adecuadamente a los desafíos éticos, culturales y sociales que encierra su responsabilidad. [5]

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

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[1] Cf  Ildefonso Camacho, S.J. Doctrina Social de la Iglesia, una aproximación histórica, 3ª ed., San Pablo, Pg. 19

 

[2] Cf. Juan Pablo II, Exh. ap. Christifideles laici, 15: AAS 81 (1989) 413; Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, 31: AAS 57 (1965) 37.

[3] Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 43: AAS 58 (1966) 1061-1064; Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 81: AAS 59 (1967) 296-297.

[4] El Tiempo, Bogotá, 28 de julio 2009, 1-14. Ligaduras y vasectomías

[5] Cf Cardenal Tracisio Bertone , en discurso sobre Caritas in veritate en la sala capitular de la biblioteca del senado italiano, 28 de julio, 2009