Reflexión 163 -Caritas in veritate, 2010 (1)

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Pongámonos en contexto

 

El año pasado hicimos una introducción a la encíclica social Caritas in veritate, de Benedicto XVI, publicada en conmemoración de los 40 años de la carta Populorum progressio, sobre el Desarrollo de los Pueblos, de Pablo VI. Para una mejor comprensión de la encíclica Caritas in veritate  repasamos tabién la encíclica Sollicitudo rei socialis (la Preocupación social de la Iglesia), la que Juan Pablo II publicó para conmemorar el vigésimo aniversario, también de Populorum progressio.Nos corresponde ahora dedicarnos a la de Benedicto XVI.

 

Benedicto XVI había anunciado que estaba preparando su primera encíclica social, después de Deus caritas est (Dios es Amor), y de Spe salvi (En la esperanza fuimos salvados).Las circunstancias de la crisis, económica y financiera mundial, lo hicieron demorar la terminación de su encíclica social. Esa crisis extendía y profundizaba la situación ya grave de los países pobres y la Iglesia debía hacer oír su voz por ellos.

Un Evangelio siempre fresco

No es extraño que el Papa enseñe al mundo la doctrina social, que es una parte esencial de la evangelización. La práctica de la fe no se refiere únicamente a nuestra relación personal con Dios, sino también a nuestra relación con nuestro prójimo. Jesús identificó con Él a los seres humanos, especialmente a los que sufren. Si no, recordemos que en nuestro encuentro con Él como Juez, no nos va a preguntar cuánto rezamos, -aunque claro que eso es muy importante, – sino que el énfasis en el Juicio será en cómo nos comportamos con los que encontramos en nuestro camino, padeciendo la pobreza: con hambre, con sed, sin vestido, sin techo…

Es claro que la Iglesia tiene que hacerse presente en los gozos y esperanzas, como también en las tristezas y angustias de la familia humana.

El mensaje del Evangelio luce siempre fresco, actual, y como la realidad social cambia,  – en vez de mejorar las injusticias se acrecientan, – la Iglesia tiene que dejar oír su voz por los pobres y comprometerse por ellos en estos permanentes desafíos.

 

Lo que el Evangelio exige a la Iglesia: servicio a la humanidad

 

Dediquemos unos minutos a reflexionar sobre este momento de crisis económica mundial en el cual Benedicto XVI habla sobre la necesidad de la Caridad en la verdad a un mundo de codicia, de odios y guerras, de desfiguración de la verdad y desdeño de Dios. Tengamos también presentes las palabras sobre el desarrollo de los pueblos ya proclamadas por Pablo VI y Juan Pablo II.

 

Pablo VI empezó su encíclica Populorum progressio recordando que, como lo manifestó la Iglesia en el Concilio Vaticano II, ella sigue con inmenso interés los esfuerzos de los pueblos para superar el hambre y la miseria, la enfermedad y la ignorancia, es decir, por conseguir su pleno desarrollo.

Pablo VI participaba activamente en hacer realidad el sueño del Concilio Vaticano II como lo manifestó en la constitución pastoral Gaudium et spes (Gozo y esperanza), sobre lo que el Evangelio exige a la Iglesia: el Santo Padre exhortó a la Iglesia a estar siempre al servicio de los seres humanos y a acompañarlos en la construcción del Reino, que hay que empezar en esta vida. Si nos dedicamos con esfuerzo a construir el Reino, seremos protagonistas activos y no simples observadores de una nueva historia de la humanidad que otros escriben. La Iglesia, a través de la evangelización y con sus obras, nos ayuda y anima a comprender nuestro papel, que debe ser actuante,  -no sólo de espectadores, – en forjar una historia de justicia y de paz.

 

Desarrollo, el nombre de la paz. Solidaridad, virtud cristiana

 

Pablo VI destacó en el desarrollo la característica de ser el nuevo nombre de la paz. Juan Pablo II, por su parte, centró su encíclica Sollicitudo rei socialis en la solidaridad, a la que presentó no sólo como una actitud civil, ética, sino como virtud cristiana, pues el cristiano entiende la solidaridad como una actitud permanente hacia los demás seres humanos como a miembros de su propia familia, hijos del mismo Padre celestial y redimidos por su Hijo unigénito, Jesucristo. 

 

Volvamos pues nuestra mirada all momento en que Pablo VI, Juan Pablo II y ahora Benedicto XVI asumen el tema del desarrollo económico desde la ética y desde la fe, como temas de sus encíclicas.

 

¿Por qué la Iglesia opina en temas que parecieran ser sólo terrenales, como la economía?[1]

 

En su encíclica Sollicitudo rei socialis, escrita en 1987, Juan Pablo II quiso mostrar la novedad, al mismo tiempo que la continuidadde la DSI, en particular como se presenta en las enseñanzas de Populorum progressio de su antecesor Pablo VI.

 

¿En que consiste la novedad de la DSI?

 

La novedad de la DSI, que es permanente desde León XIII con su encíclica Rerum novarum, consiste, primero, en que la Iglesia habla oficialmente sobre materias económicas y sociales.  La Iglesia está obligada a pronunciarse en la problemática económica, porque ésta tiene un carácter moral. A la Iglesia no le es ajeno nada que sea humano, que toque al ser humano,[2] y la economía y demás ciencias sociales se refieren al ser humano considerado individual y socialmente. Tienen que tratarse por eso desde el punto de vista de cómo las acciones humanas en lo económico, por ejemplo, benefician o perjudican a los demás seres humanos, y de eso tratan la ética y la moral.

 

La Palabra de la Iglesia en temas sociales

 

Una segunda novedad de Populorum progressio, que se suele mencionar y que anota Juan Pablo II, es que esta encíclica, abrió de manera especial  los horizontes de la Iglesia a todo el mundo y la D.S.I. llegó a adquirir una dimensión mundial; la Iglesia hizo comprender al mundo que su palabra en materias económicas y sociales no es extraña a su misión global de la evangelización.

Para la Iglesia, el hecho histórico, palpable, de la distancia creciente entre el desarrollo de los países ricos y los considerados pobres, no es sólo un hecho económico, que se deba estudiar únicamente desde el punto de vista técnico, sino que se trata de un hecho moral, en el que no podemos eludir nuestras responsabilidades personales y sobre todo no pueden hacerlo los que dominan la economía y los mercados.

 

La Iglesia, conciencia universal

 

La Iglesia, que asume el papel de conciencia universal, apela a las conciencias de los individuos, de los gobernantes, de los líderes empresariales, para que cuando tomen decisiones  consideren la relación de causalidad que existe entre esas decisiones, la riqueza concentrada en pocos y la pobreza de una multitud. Para que tomen decisiones justas deben considerar su incidencia en las personas, especialmente en los pobres. Deben comprender que no es moralmente correcto conseguir el desarrollo de unos pocos a costa del subdesarrollo de los demás.

 

Desarrollo es el nuevo nombre de la paz

 

Otra novedad de Populorum progressio es el concepto de desarrollo que presentó en Pablo VI al unir el desarrollo con la paz. La frase que hemos mencionado, el desarrollo es el nuevo nombre de la paz, resume su pensamiento. Lo encontramos en el N° 76 de Populorum progressio. Dice allí:

Las diferencias económicas, sociales y culturales demasiado grandes entre los pueblos, provocan tensiones y discordias, y ponen la paz en peligro (…) Combatir la miseria y luchar contra la injusticia, es promover, a la par que el mayor bienestar, el progreso humano y espiritual de todos, y por consiguiente el bien común de la humanidad. La paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres. (Pacem in terris, 11 de abril 1963, AAS,55,301)

El tema de la paz lo aborda también Juan Pablo II, y en Sollicitudo rei socialis, en el N° 10, cuando toma la idea de Pablo VI, de que el desarrollo es el nuevo nombre de la paz, asegura que por lo tanto la guerra y los preparativos militares para ella son el mayor enemigo del desarrollo integral de los pueblos.

Propongámonos un ejercicio práctico, que podemos poner sobre la mesa como tema de discusión: identifiquemos un problema social concreto, económico o político que nos afecte en nuestro país o en nuestra comunidad local y preguntémonos en qué forma las decisiones políticas o económicas de nuestro propio país, de nuestra región o en general de los países del mundo globalizado están afectando la situación nuestra, en particular de los trabajadores.

 

Tener más para ser más

Hemos visto que antes de Benedicto XVI,  Pablo VI con su encíclica Populorum progressio y Juan Pablo II con Sollicitudo rei socialis, introdujeron en la D.S.I. el tema concreto del desarrollo integral de los pueblos. Pablo VI, de modo sencillo nos dijo que todos los seres humanos quieren tener más para ser más, pero que ese deseo para la mayoría se queda en sólo una ilusión. Esa esperanza de desarrollo, que observó Juan Pablo II era más lejana que en la época de Pablo VI, se corrobora igual en los últimos 40 años: para una minoría se han incrementado las riquezas, mientras que para la mayor parte de la humanidad es la pobreza la que ha aumentado.

Es verdad que no todo lo sucedido en esta época ha sido negativo; Juan Pablo II destacó algunos aspectos positivos: el  aumento de la conciencia acerca de los derechos humanos, el creciente sentido de la interdependencia, de la solidaridad y del destino común de todos, de manera que la humanidad está llegando a comprender que la paz tiene que ser de todos, no puede ser sólo de algunos. Finalmente otro signo positivo es la preocupación ecológica.

 

 

¿Es mejor la situación de desarrollo después de Pablo VI y Juan Pablo II?

 

 

¿Cómo ha sido la situación del desarrollo de los pueblos después de Juan Pablo II y su encíclica Sollicitudo rei socialis, al llegar la nueva encíclica de Benedicto XVI en plena crisis económica mundial? Ya no hay guerra fría entre los bloques oriente occidente, comunismo capitalismo, pero ¿han disminuido las distancias entre los países ricos y los pobres? ¿Cómo es la situación de pobreza y de hambre en el mundo, en nuestro país?

 

Recordemos sólo un dato global: entre 2008 y 2009, el número de personas afectadas por el hambre en el mundo aumentó de 850 millones a 1020 millones.

 

 

¿Cómo entiende la Iglesia el desarrollo a partir de Populorum progressio y Sollicitudo rei socialis?

 

El desarrollo tiene que ser integral, no sólo económico. La persona es más que materia y toda persona está llamada a su propio desarrollo. Todas las personas están llamadas a ejecutar el designio, el diseño, el plan de Dios para ellas y ese plan es para el ser humano completo. Además, desarrollo integral quiere decir para todos los seres humanos. El plan de Dios no es para algunos, es para todos.

 

Ejecutar el plan de Dios

 

 

El plan de Dios para sus creaturas tiene que empezar ejecutarse en este mundo y requiere bienes temporales que son instrumentos, son medios y no fines. El que dedica toda su vida sólo a lo material no puede conseguir su pleno desarrollo.  De ahí que necesite una escala de valores, un orden de importancia para lo que hace en su vida.

 

La meta de las personas y de los pueblos no se puede reducir a “tener” más; su esfuerzo se debe dedicar a “ser” más. Los que dedican todo su esfuerzo sólo o prioritariamente a tener, pueden conseguir inmensas riquezas materiales que algún día se desmoronan, que no se pueden llevar en el último viaje de su vida y a pesar de su riqueza material se puede considerar a una persona o a un pueblo moral y espiritualmente subdesarrollado.

 

Pablo VI definió el desarrollo como el paso de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas (Populorum progressio, 20). ¿Son más humanas las condiciones de las personas materialmente ricas pero que carecen de sentido de humanidad y justicia? ¿No es preferible ser humanamente rico a serlo por los bienes materiales?

 

Juan Pablo II y desarrollo integral

 

 

Terminemos hoy con el desarrollo integral según el pensamiento de Juan Pablo II. En el N° 33 de Sollicitudo rei socialis nos explica que No sería verdaderamente digno del ser humano un tipo de desarrollo que no promoviera los derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos,  incluidos los derechos de las Naciones y de los pueblos.

 

Un desarrollo puramente económico sería una contradicción: la conexión entre el desarrollo auténtico y el respeto por los derechos de la persona demuestra una vez más el carácter moral del desarrollo.

 

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

 

 

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reflexionesdsi@gmail.com

 

 


[1] Para una somera síntesis de las encíclicas sobre el desarrollo, de Pablo VI y Juan Pablo II me voy a valer de la: Versión popular a los 40 años de la encíclica de Pablo VI Populorum progressio sobre el desarrollo humano y a los 20 años de la encíclica del Papa Juan Pablo II Sollicitudo rei socialis sobre la preocupación social de la Iglesia. –“El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, Comisión Episcopal de Acción Social, CEAS, Avenida Salaverry 1945 (Lince) Lima 14. Se encuentra en la WEB

[2] La frase latina Homo sum et nihil a me alienum puto, “Soy hombre y nada humano me es ajeno” se atribuye a Terencio.