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Usted encuentra en este blog los programas sobre la Doctrina social de la Iglesia que se transmiten por Radio María de Colombia los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.: Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.
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Al abrir este “blog” encuentra la reflexión más reciente, que es el contenido del último programa de esta serie, transmitido por Radio María de Colombia y preparado por Fernando Díaz del Castillo Z. En la columna de la derecha están las Reflexiones anteriores que siguen la numeración del libro “Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.
Utilice los Enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, documentos del Magisterio de la Iglesia tales como la Constitución Gaudium et Spes, algunas encíclicas como: Populorum progressio, Deus caritas est, Spe salvi, Caritas in veritate, agencias de noticias y publicaciones católicas. Vea la lista en Enlaces.
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Recordemos el recorrido ya hecho en la historia de la DSI
En nuestro estudio de la DSI, objetivo de estas reflexiones, seguimos de guía el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, el libro que preparó un equipo formado por el papa Juan Pablo II. Es una obra excelente que reúne de manera organizada, estructurada, las enseñanzas de la Iglesia en materia social; es decir toma el pensamiento social católico, basado en primer lugar en la Sagrada Escritura y en la Tradición desde la Iglesia primitiva, y en las enseñanzas del Magisterio, que ha ido aplicando esas enseñanzas a las necesidades de cada época. Siguiendo ese derrotero habíamos llegado al N° 87, donde trata sobre la Misión de la Iglesia y la Doctrina Social y comienza con un recuento histórico del camino que ha seguido el Magisterio en materias de importancia social.
Tengamos presente que, como su nombre lo indica, el libro que seguimos contiene la doctrina social oficial de la Iglesia, pero es solo un compendio, es decir un sumario, una exposición breve de lo más importante de la DSI. Los temas que expone son muy amplios, de manera que en nuestro estudio procuramos ampliarlos acudiendo a las fuentes, y procuro explicarlos en profundidad, en la medida de mis conocimientos.
El N° 89, el Compendio comienza su recorrido histórico con la encíclica Rerum novarum, de León XIII. A este documento le dedicamos varios programas, lo mismo que a otros del mismo papa León XIII; encíclicas que se refieren al papel de la Iglesia y de los ciudadanos católicos en la conducción del estado; porque, como hemos visto, los católicos, como ciudadanos tenemos la misión de colaborar en la construcción, no solo de la ciudad terrena, sino también del reino de Dios que se va haciendo desde esta vida. Uno de nuestros deberes es armonizar las relaciones entre la ciudad terrena y el reino de Dios.
En este recorrido estudiamos de León XIII, además de la encíclica Rerum novarum, la Immortale Dei, sobre la constitución cristiana del estado, Libertas prestantissimum sobre la libertad y la ideología del liberalismo filosófico y finalmente Sapientiae christianae, sobre los deberes del ciudadano cristiano.
¿Amar a la Iglesia es deber ciudadano?
En la reflexión anterior terminamos el estudio de las enseñanzas del papa León XIII sobre los deberes del ciudadano cristiano, en su encíclica Sapientiae christianae, de la Sabiduría cristiana.
Es conveniente tener presente que los deberes del ciudadano cristiano (en conjunto forman la que podríamos llamar la cívica cristiana), hacen parte de la DSI, porque la DSI se ocupa de las enseñanzas del evangelio sobre la forma como se debe conducir a la sociedad, de acuerdo con los planes de Dios; es decir, de las enseñanzas de la Iglesia sobre los caminos que debe llevar la ciudad terrena, que es la ciudad de Dios en construcción, porque la ciudad futura, a la que estamos llamados en la eternidad, – donde viviremos la vida de Dios, – la vamos haciendo realidad en nuestra vida en la ciudad terrena. Aquí construimos la vida futura del pueblo de Dios; si vivimos nuestra vida en sociedad con amor, con justicia, en paz, empezamos a vivir como será la vida futura, en la ciudad de Dios.
Después de estudiar algunos de los documentos sociales del papa León XIII, hoy avanzaremos un paso más en nuestro recorrido, con el estudio de la encíclica Quadragesimo anno, Año cuadragésimo, del papa Pío XI, que, como lo indica su nombre, se presentó a los cuarenta años de la Rerum novarum, de León XIII.
Contexto histórico
Para que comprendamos la encíclica es importante que nos pongamos en contexto. Veamos qué sucedía en el mundo después de los denuncias de León XIII, en defensa de los trabajadores, maltratados en la era industrial, maltrato tolerado y de esa manera alentado por el capitalismo liberal. ¿Cuál fue el panorama que encontró el Papa Pío XI, elegido el 6 de febrero de 1922, a los pocos años de haber concluido la primera guerra mundial y quien murió poco antes de estallar la segunda guerra mundial? Hacia la mitad de su pontificado publicó su más importante documento en materia social, la encíclica que ahora nos ocupa, la Quadragesimo anno.
El pontificado de Pío XI ocupó prácticamente todo el tiempo transcurrido entre las dos guerras mundiales. La primera guerra mundial, que se suele llamar La Gran Guerra, se desarrolló entre los años 1914 y 1918 y la segunda, la más cruenta que se haya conocido, entre 1939 y 1945.
En el siguiente comentario sobre el momento en que apareció la encíclica de Pío XI, me apoyaré en la introducción a la Quadragesimo anno del libro 11 Grandes Mensajes, publicado por la Biblioteca de Autores cristianos (16 ed., 2 BAC minor).
Las circunstancias sociales y económicas habían cambiado en el mundo si se comparan con las que dominaban cuando se publicó la encíclica Rerum novarum. Recordemos que esa encíclica de León XIII se publicó el 15 de mayo de 1891 y la Quadragesimo anno de Pío XI, cuarenta años después, el 15 de mayo de 1931. Las circunstancias sociales y económicas no eran las mismas.
Veamos en qué forma habían cambiado las circunstancias sociales y económicas en 1931. En 1891, la sociedad padecía el mal de la lucha de clases, entendida no solo como una diferencia de intereses entre las diversas clases sociales sino como una verdadera lucha, vital, es decir, a muerte. En 1931 esa lucha había disminuido en intensidad, aunque no había desparecido del todo, pero la sociedad sufría además algo peor: su desintegración, como veremos que lo expone el Papa en la encíclica.
En segundo término, en el inicio de la llamada era industrial, el capitalismo liberal estaba formado por pequeñas unidades económicas, y en cambio para 1931, ya los capitalistas no eran dueños de pequeñas empresas sino que éstas se habían transformado en grandes monopolios, muy poderosos. Estas nuevas condiciones significaban también una organización nueva de la sociedad: el poder económico se concentraba en pocas y poderosas manos y a los demás ciudadanos, se les relegaban funciones de servir a esos poderes. Antes, los conflictos que se presentaban eran entre personas o grupos pequeños y eso era menos difícil de resolver, pero cuando una de las partes en conflicto lo formaban los grandes monopolios, era mucho más complicado, porque ellos tenían el poder para dominar el campo.
Los otros socialismos . La encíclica, una nueva luz
Por otro lado, también sucedían cambios en el socialismo; el socialismo de 1891 era una cosa y en 1931 aparecían otras formas de pensamiento social y político que se llamaban también socialistas. El socialismo anterior era un socialismo clara y fundamentalmente materialista y antirreligioso. Si antes de 1931 asomaba alguna otra forma de socialismo era ahogado por el socialismo dominante. En 1931, seguía existiendo el socialismo materialista y antirreligioso, pero aparecían ya movimientos que se atribuían el nombre de socialistas, porque defendían medidas económicas que favorecían a los más débiles, medidas contra las que ni entonces ni ahora se ha opuesto la Iglesia, y esos movimientos que se llamaban y llaman a sí mismos socialistas, no eran más materialistas ni antirreligiosas de lo que era y es también ahora el capitalismo.
La encíclica Quadragesimo anno no podía dejar de tratar los temas que suscitaba esta nueva situación. El libro de la BAC que compila los 11 mensajes sociales de la Iglesia que considera más importantes, anota también para diferenciar a estas dos encíclicas sociales, que mientras la Rerum novarum se refiere específicamente al problema obrero, de los trabajadores maltratados en sus relaciones obrero-patronales, que era algo que apareció con mayor intensidad con la llegada de la era industrial, la Quadragesimo anno abarca el problema social en general. Y se puede señalar una tercera diferencia y es que la Quadragesimo anno trata sobre la evolución del socialismo.
Como hemos visto en ocasiones anteriores, la doctrina social de la Iglesia tiene que ir respondiendo en las nuevas circunstancias a los nuevos interrogantes que la humanidad se va planteando a medida que avanza en la construcción de su camino.
La Rerum novarum había sido el faro al que los católicos acudían en la oscuridad, pero ahora aparecían nuevos escollos a los que esa luz no alcanzaba o no era suficiente. El evangelio, la Palabra, tiene sin embargo, las respuestas, es la luz verdadera, poderosa, que ilumina a todo hombre (Jn 1, 9) y la Iglesia tiene el encargo de, como dice el mismo el Evangelio (Mt 13,52), administrar la riqueza doctrinal y sacar de lo que tiene, de lo nuevo y de lo antiguo.
Continuemos con el contexto histórico en el que vio la luz la encíclica Quadragesimo anno, Año cuadragésimo (Cfr Ildefonso Camacho, S.J., Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica). Dos acontecimientos de importancia mundial forman el marco de la historia del mundo en lo social y en lo económico en el principio del siglo XX: la evolución del capitalismo y la instauración del comunismo en Rusia.
Dice el P. Camacho en el libro sobre Doctrina social, una aproximación histórica, el libro varias veces mencionado, que el capitalismo sorprendió por su capacidad de promover un crecimiento económico ininterrumpido, pero al mismo tiempo por ir con el tiempo demostrando sus contradicciones. El capitalismo introdujo otra manera de entender el “progreso”, el desarrollo; se limita a la comprensión del desarrollo solo como crecimiento económico, lo que Pablo VI vendría a corregir definitivamente desde el punto de vista de la DSI, en Populorum progressio, al explicar que el desarrollo tiene que ser integral y no basta el solo un crecimiento material. El ser humano no es más desarrollado por la posesión de más o mejores bienes, porque la persona humana es más que eso, como lo entiende la antropología cristiana, es decir como la fe entiende al ser humano, un ser afectivo, un ser intelectual y espiritual además de un compuesto de materia.
La libertad aplicada al manejo de la economía
Una característica del capitalismo en el manejo de la economía, con fundamento en la ideología liberal, es la estrategia de dar a los dueños del capital, plena libertad en el manejo de la industria y del comercio. Según esa manera de pensar, a quienes manejan las relaciones comerciales no se les deben poner trabas legales ni limitaciones en ese manejo. Los efectos negativos de esa manera de entender la libertad, los seguimos padeciendo hoy, cuando los gobiernos se niegan o se resisten a la aprobación de normas que controlen los precios y las ganancias exageradas, como vemos claramente que sucede con las entidades financieras a quienes se permiten exagerados cobros de intereses y altos costos en los servicios para sus usuarios. Quizás podríamos ver otras huellas de esa filosofía en el manejo inequitativo de los tratados de libre comercio. Se antepone el derecho al lucro, se favorece a la codicia, antes que a las naciones menos fuertes económicamente.
Así en la práctica comprobamos, que la libertad que pregona el capitalismo liberal se aplica de manera preferencial a los poderosos, sea a los países fuertes en sus negociaciones internacionales o a los particulares en su trato a los trabajadores.
Quizás llame la atención que diga esto, pero pensemos ¿qué ha sucedido con los costos que los agricultores tienen que pagar por los fertilizantes importados, para producir los alimentos y por el transporte de sus productos? y a su vez los transportadores por los altos costos de los combustibles y los peajes, para someter sus vehículos a las pésimas condiciones de las carreteras nacionales.
Y ¿qué sucede todos los días con los contratos de trabajo en nuestro país? Los miembros más débiles de la sociedad tienen que doblegarse ante las ofertas insuficientes de salario y de condiciones de trabajo, por la situación económica insostenible de su familia. ¿No es acaso diaria la frase de: si no le sirve lo que le ofrecemos, en la fila esperan muchos dispuestos a aceptarla? ¿No es ahora excepcional el conseguir un contrato laboral decente, un trabajo de calidad? También a los trabajadores se les aplica la ley de la oferta y la demanda. Si hay pocos puestos de trabajo disponibles y muchas personas buscando trabajo, se abusa de su necesidad y se les ofrece una baja remuneración. No se tiene en cuenta que los seres humanos no son objetos, se rebaja su dignidad.
Ante la inequidad reinante en el mundo, la experiencia debería pedir a los teóricos de la economía que piensen en la necesidad de replantear el sistema económico capitalista; el Papa Benedicto XVI se lo dijo claramente en su encíclica Caridad en la verdad, pero los poderosos siguen dominando el mundo y pareciera que se les cerrara el horizonte intelectual a los grandes teóricos de la economía , que no se permiten ver sino ese estrecho panorama del mundo dominado por el capitalismo liberal y no están dispuestos a pensar en otras alternativas.
Sobre la situación dominante en la economía y el mercado, incluyendo el “mercado laboral” en 1931, el P. Camacho expone en su libro por qué se fortalecieron los sindicatos:
La conciencia creciente de que el mercado de trabajo los explotaba cuando acudían a él como individuos aislados llevó a la casa obrera a organizarse cada vez más y a agruparse para defender sus intereses. Unidos eran más fuertes para negociar: podían imponer sus condiciones, contrarrestando las imposiciones de que habían sido víctimas en otros tiempos. Pero esta estrategia vulnera, en el fondo, los principios del mercado en la medida en que limita la libertad en el juego de la oferta y la demanda. En otras palabras, cuando la libertad se reduce – y no es que falten razones en este caso – es todo el modelo del capitalismo liberal el que se resiente. Cuando se niega el que es su resorte principal, el sistema deja de funcionar: el modelo teórico va alejándose cada vez más de lo que ocurre en la vida real.
Esto es lo que sucede en el capitalismo, y precisamente en una época en que los economistas teóricos están llegando a las más acabadas formulaciones de lo que es el modelo de mercado y de sus mecanismos de funcionamiento (Pgs 116s).
El trabajo una mercancia sujeta a la oferta y la demanda
Observemos que el trabajo humano, con el nacimiento del enfoque capitalista liberal, se convirtió en una mercancía, regido por las leyes del mercado, de la oferta y la demanda, lo mismo que son las mercancías. Pero el trabajo no se debe considerar una mercancía. Tratar el tema del trabajo nos llevaría muchos programas. Ya, antes de empezar la serie de programas sobre la DSI ofrecimos por Radio María una serie de más de 40 programas dedicados a esta importante materia. La DSI la trata desde hace mucho tiempo; León XIII le dio énfasis y lo mismo han hecho los papas siguientes; como recordamos, Juan Pablo II dedicó una encíclica (Laborem exercens) al trabajo humano y el Papa Francisco ha defendido el derecho al trabajo en varias de sus intervenciones.
La dignidad del ser humano en juego
Precisamente voy a terminar hoy con una cita del entonces Cardenal Bergoglio, en una entrevista en Buenos Aires, sobre la dignidad del trabajo. El periodista lo interrogó sobre su experiencia pastoral con desocupados. Bergoglio respondió:
Son gente que no se siente persona. Y que por más que sus familias y sus amigos los ayuden, quieren trabajar, quieren ganarse el pan con el sudor de su frente. Es que, en última instancia, el trabajo unge de dignidad a una persona. La dignidad no la otorga ni el abolengo, ni la formación familiar, ni la educación. La dignidad como tal solo viene por trabajo. Comemos lo que ganamos, mantenemos a nuestra familia con lo que ganamos. No interesa si es mucho o poco. Si es más, mejor. Podemos tener una fortuna, pero si no trabajamos, la dignidad se viene abajo… (El Jesuita, La historia de Francisco el Papa argentino, VERGARA, Pg 34s).
Habla enseguida de la tragedia de quienes quieren trabajar y no pueden y trata también el problema del exceso de trabajo. En la próxima entrega empezaremos a estudiar el contenido de Quadragesimo anno.
Fernando Díaz del Castillo Z.
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