Reflexión 70 Septiembre 20 2007

Compendio de la D.S.I. Repaso Cap. I

Repaso del capítulo primero

 

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Las Reflexiones que se publican aquí son originalmente programas transmitidos por Radio María. Usted puede escucharlos los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia. Puede sintonizar la radio por internet en www.radiomariacol.org

Este estudio de la doctrina social sigue el libro Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que publicó el Pontificio Consejo Justicia y Paz. Recoge la doctrina oficial de la Iglesia de manera orgánica, estrcuturada, comenzando por sus fundamentos bíblicos y teológicos.  En la columna azul, a la derecha, en “Categorías”, encuentra en orden todos los programas, según la numeración del libro “Compendio de la D.S.I.” Con un clic usted elige.

Encuentra usted también enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, algunas encíclicas, la Constitución Gaudium et Spes y también agencias de noticias y publicaciones católicas.


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COMENCEMOS POR LOS CIMIENTOS

En la reflexión anterior terminamos el capítulo primero del Compendio de la D.S.I. Antes de comenzar el capítulo segundo hagamos una rápida síntesis de los temas que vimos ya en ese capítulo; así podremos avanzar con más seguridad.


Recordemos que la doctrina social de la Iglesia se basa ante todo en la Sagrada Escritura, que nos enseña cómo se relaciona Dios con nosotros y cómo debemos relacionarnos entre nosotros, los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios. La Tradición y el Magisterio nos llevan de la mano en la interpretación de la Sagrada Escritura.

ASÍ COMENZÓ LA HISTORIA, HASTA CUANDO…


Vimos en el primer capítulo del Compendio, que Dios se fue revelando progresivamente al hombre. El ser humano ha sentido siempre la necesidad de Dios y lo ha buscado, también, siempre. Y Dios se le presentó y se fue dando a conocer; inspiró a los escritores sagrados que consignaron su palabra en la Biblia; pero llegó el día en que Dios se metió del todo en nuestra historia: se hizo hombre, naciendo de una mujer, la Virgen María. La Encarnación es el encuentro más maravilloso de Dios con el hombre.

 

UN DISEÑO HECHO CON AMOR

 

Como hemos comentado, los primeros capítulos del Compendio ponen los cimientos de la D.S.I. El título de esta primera parte es EL DESIGNIO DE AMOR DE DIOS PARA LA HUMANIDAD. Designio es lo mismo que diseño o plan. De manera que la primera parte trata sobre el plan de Dios para la humanidad, que se caracteriza porque fue preparado por el amor de Dios.

Comienza el capítulo primero explicándonos la historia de las relaciones de Dios con el hombre, – la Historia de Salvación, – después de la caída, en los orígenes, porque Dios nos tendió la mano; no dejó hundida a la humanidad, cuando el hombre, en su orgullo, quiso independizarse de su Creador. El título de esta parte dice: LA ACCIÓN LIBERADORA DE DIOS EN LA HISTORIA DE ISRAEL (20-27) y trata sobre a) La cercanía gratuita de Dios (20-25) (Reflexiones 6 a 11) y b) el Principio de la creación y acción gratuita de Dios (26-27) (Reflexiones 11-12)

 

NO SERVIR A LOS ASTROS SINO A QUIEN LOS HIZO

 

En esta parte comprendimos cómo Dios se acercó por su iniciativa y se fue revelando progresivamente al pueblo de Israel, en respuesta a la búsqueda de lo divino, que Dios sembró en su corazón. Cuando estudiamos este acercarse de Dios a la humanidad, comentamos que, según algunos estudiosos, Abraham descubrió a Dios mirando el cielo estrellado. Así consiguió comprender claramente –como en una intuición [1]que no son los astros los que deben ser servidos, sino el Dueño de los astros, el que los hizo. [2] Claro que el camino de Abraham para encontrar a Dios no fue fácil, porque vivía en un medio pagano…El Cardenal Martini, en su libro Vivir con la Biblia, dice que La vida de Abraham fue una peregrinación de fe… Estuvo abierto, buscando, y un día, en respuesta, Dios irrumpió en su vida, lo llamó, más adelante lo probó y de qué manera; recordemos cuando le pidió el sacrificio de su hijo Isaac.

 

LOS MANDAMIENTOS: EL TRAZADO CORRECTO

En nuestra reflexión sobre la acción liberadora de Dios en la historia de Israel, encontramos que Dios propuso una Alianza a ése que hizo su Pueblo; y este Pueblo aceptó y asumió el compromiso que la Alianza suponía. Y comprendimos también el significado del Decálogo, que no es una lista de prohibiciones sino el trazado, la dirección correcta, para vivir una vida humana según el diseño del Creador y por lo tanto una vida humana auténtica.

 

Vimos entonces allí, que el hombre busca a Dios desde lo más hondo de su ser y que Dios no se le esconde; al contrario, toma la iniciativa de presentársele, de hacer una Alianza de amor con él, escogiendo a un Pueblo, al que hace la promesa de una tierra que hará suya, y le enseña el Decálogo, que es la ruta acertada, para vivir una vida verdaderamente humana, de acuerdo con los planes divinos…

 

Ese fue el camino que Dios escogió para meterse en la historia de la humanidad, y esa estrecha relación con nosotros la culminó tomando nuestra carne y naciendo de una mujer, en la persona de Jesucristo (Cfr Reflexión 9).

UNA HISTORIA LIGADA INDISOLUBLEMENTE A DIOS, QUE SIN EMBARGO SE ROMPIÓ…

 

De manera que en esta búsqueda de los fundamentos de la D.S.I. empezamos por comprender que la historia de la humanidad está indisolublemente ligada a Dios, su Creador, que se fue dando a conocer progresivamente al hombre, a través de Israel, el Pueblo que escogió para entrar en nuestra historia, haciendo de ella la historia de salvación. La relación de Dios con el hombre se fue haciendo tan cercana, que no se contentó con hablarle, con mostrarle el camino para hacer realidad sus designios por medio del Decálogo y de sus mensajes a través de sus enviados, sino que en una acción que sólo se le podía ocurrir a la mente creadora de Dios, se hizo hombre, igual a nosotros en todo menos en el pecado, y vivió entre nosotros, haciendo así visible la imagen de Dios invisible.

 

Reflexionamos así, sobre la cercanía gratuita de Dios, y sobre su acción generosa en la creación. Reflexionamos también sobre lo que sucede a la humanidad, como consecuencia de su ruptura con Dios, por el pecado original: se provocó, entonces no sólo una ruptura con el Creador, sino también la ruptura interior de la persona humana, en sí misma. Estamos internamente rotos: por eso nuestra intención de hacer el bien va por un lado y nuestra acción, que hace el mal, va por otro. Vivimos una contradicción interior. Ese es el origen de nuestras incoherencias. Y la ruptura con Dios provocó también, como consecuencia de nuestra ruptura interior, la ruptura de la relación armónica entre los hombres y entre el hombre y las demás criaturas.

 

Es tan trágica esta ruptura de las relaciones armónicas entre los hombres, que, refiriéndonos sólo a nuestro tiempo, en el siglo XX hubo 2 guerras mundiales, además de innumerables guerras entre pueblos vecinos y guerras internas. El comienzo del siglo XXI no se caracteriza tampoco como una época de paz.

 

Eso en cuanto a las relaciones entre los seres humanos; si examinamos nuestra relación con la naturaleza, encontramos que el ser humano debería ser guardián de la creación, que recibió para su servicio, pero el hombre la destruye, así conozca el desastre que le espera con la tala de los bosques, con la contaminación del agua y del medio ambiente.

Desde Dios, se pudo ver la imagen del auténtico hombre

 

Sin embargo, la misericordia de Dios no permitió que la humanidad se hundiera definitivamente. De esto nos habló el segundo punto del capítulo primero del Compendio, que se titula: JESUCRISTO CUMPLIMIENTO DEL DESIGNIO DE AMOR DEL PADRE, (28-33). Vimos allí que

 

a) En Jesucristo se cumple el acontecimiento decisivo de la historia de Dios con los hombres (28-29) y


b)
La revelación del Amor trinitario (30-33)

 

En Jesucristo se cumplió lo que el Creador quería cuando creó al hombre. El auténtico diseño del hombre, obra de Dios, lo entendemos cuando nos acercamos a la humanidad de Jesucristo. En palabras de Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazaret, Dios se hizo visible a través del hombre Jesús y, desde Dios, se pudo ver la imagen del auténtico hombre.[3]

 

Es difícil hacer una mejor síntesis de esta presentación del hombre, como lo quiso Dios, que la que ofrecen estas palabras de la Gaudium et spes:

 

El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado. (Hb 4,15)

 

Por la Encarnación del Hijo de Dios, Dios invisible se hizo visible. Los efectos en nosotros, de este aparecer de Dios en la tierra, los podemos compartir con el escritor Francois Mauriac, que escribió: Si no hubiera conocido a Cristo, “Dios” hubiera sido para mí una palabra desprovista de sentido. Excepto por una gracia muy particular, el Ser infinito me hubiera resultado inimaginable e impensable.” [4] Sin duda todos podríamos decir lo mismo.

 

Vivir según los planes, según el diseño

 

El Decálogo es una ayuda para vivir de acuerdo con el diseño del hombre que Dios se propuso. Vivir de acuerdo con el Decálogo, es vivir una vida verdaderamente humana,  según el diseño del Creador. Es muy importante tener presente que en el diseño del hombre que Dios Creador concibió, tuvo como modelo su propio ser, pues nos hizo a su imagen y semejanza. Este punto es fundamental para comprender la naturaleza humana. No es suficiente tener en cuenta sólo la naturaleza material, orgánica, biológica, del hombre, para comprenderlo completamente. Es indispensable considerar, además de sus dimensiones material, psicológica y social, también su dimensión teológica, trascendente, es decir, su relación con Dios, que es la que lo hace verdaderamente grande, distinto de los demás seres creados en nuestro universo. Somos de la familia de Dios…[5]

 

Cuando apenas se vislumbraba el misterio trinitario

 

 

La maravilla del hombre creado por Dios la pudimos comprender mejor cuando estudiamos en este mismo capítulo primero, que Jesucristo reveló a la humanidad el amor trinitario. Vimos que antes de la Encarnación del Hijo de Dios, – antes de Jesucristo, – apenas se vislumbraba, en el Antiguo Testamento, el misterio de la Santísima Trinidad. Fue Jesucristo, el Hijo de Dios, quien nos permitió dar una mirada a la vida íntima de Dios, y conocer, como nos explicó bellamente Benedicto XVI, algo inesperado: que Dios no es soledad, que Dios es un acontecimiento de Amor.[6]

La tercera parte del capítulo primero del Compendio, lleva por título precisamente LA PERSONA HUMANA EN EL DESIGNIO DE AMOR DE DIOS (34-48) Allí se tratan 4 asuntos trascendentales:

 

a) El Amor trinitario, origen y meta de la persona humana (34-37) (Reflexiones 18-20)

b) La salvación cristiana: para todos los hombres y de todo el hombre (38-40) (Reflexiones 24-30)

c) El discípulo de Cristo como nueva criatura (41-44)


d)
Trascendencia de la salvación y autonomía de las realidades terrenas (45-48)

 

Como hemos visto a lo largo de nuestras reflexiones, el último fundamento de la Doctrina Social de la Iglesia, es que el ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios y que, como Dios es Amor, el hombre, por ser imagen de Dios, sin importar su procedencia geográfica, ni su raza ni su nacionalidad, debería vivir una vida de diálogo de amor con los demás, como es la vida íntima de Dios: un diálogo amoroso del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que son Tres Personas, pero Un solo Dios, en el Amor.

 

El Amor: nuestro origen y nuestro destino

 

Entonces, el origen y la meta final de la persona humana es el Amor. Que el Amor sea nuestro origen y nuestro destino, nos lo reveló Jesucristo, Dios hecho hombre, quien, al darnos a conocer el misterio de la Trinidad, según la bella explicación de Benedicto XVI, nos concedió dar una mirada a la vida íntima de Dios y encontramos algo inesperado: que en Dios existe un “Yo” y un “Tú”, que Dios no es soledad, que Dios es un acontecimiento de Amor.

Nuestra salvación es obra de la Trinidad

 

También nos enseña la Iglesia, en esta parte del Compendio,que el Padre nos ofrece la salvación por iniciativa libérrima suya, sin ningún mérito de nuestra parte. Y aprendimos que la salvación se nos ofrece en el Hijo, que aceptó libremente la voluntad del Padre, de encarnarse para redimirnos, y por eso se hizo hombre en Jesucristo, que padeció, murió y resucitó por amor nuestro; y comprendimos también, que el Espíritu Santo actualiza y difunde la salvación todos los días, con su presencia permanente en la Iglesia. Aprendimos, entonces, que nuestra salvación es obra de la Trinidad: del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y nos enseña también la Iglesia, que Dios quiere la salvación de todos los hombres, sin distingo de raza ni de nacionalidad; y que la salvación que Dios nos da es de todo el hombre, es decir nos da una salvación integral. Considera al hombre completo, como nos enseña la Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II en el N° 22. [7]

 

En esta parte del Compendio, introdujo también la Iglesia en nuestra relación con el universo; no sólo con nuestros hermanos los hombres, sino con todo el universo. (Reflexión 41)

 

Podemos decir que la construcción del Reino de Dios, que se consumará al final, también incluye la restauración de todo el universo creado, y nuestras actividades humanas tienen que ser purificadas, ordenadas, de manera que se restablezca el equilibrio roto por el pecado.

 

Por eso hay que llevar la Buena Nueva a todos los rincones: hay que purificar y perfeccionar la política, la economía, la administración de la justicia, el manejo de los mercados, de los medios de comunicación, hay que santificar a la familia, nuestras relaciones laborales, nuestras relaciones con la Iglesia, nuestras relaciones internas en los grupos apostólicos; hay que administrar como Dios quiere la naturaleza,  de ahí la importancia de la ecología.


DESIGNIO DE DIOS Y MISIÓN DE LA IGLESIA

 

La última parte del capítulo primero del Compendio todavía la tenemos fresca. Recordemos por eso sólo sus títulos:

El título de toda esta cuarta parte es DESIGNIO DE DIOS Y MISIÓN DE LA IGLESIA, y comprende 4 temas:

 

a)La Iglesia, signo y salvaguardia de la trascendencia de la persona humana (49-51)

b) Iglesia, Reino de Dios y renovación de las relaciones sociales (52-55)

c) Cielos nuevos y tierra nueva (56-58)

d) María y su « fiat » al designio de amor de Dios (59)

 

Creo que ahora estamos mejor preparados para acometer el capítulo segundo. Después de reflexionar sobre los planes de Dios para la humanidad, vamos a continuar, a partir del próximo programa, si Dios quiere, con la MISIÓN DE LA IGLESIA Y DOCTRINA SOCIAL. Voy sólo a enumerar los temas generales, que son los siguientes:

 

I. EVANGELIZACIÓN Y DOCTRINA SOCIAL

II. LA NATURALEZA DE LA DOCTRINA SOCIAL

III. LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO: APUNTES HISTÓRICOS

 

En el primer tema: EVANGELIZACIÓN Y DOCTRINA SOCIAL, encontraremos sin duda una oportunidad para acercarnos al documento de Aparecida. Este es ya un documento del magisterio que no se puede ignorar en nuestro trabajo de evangelización.

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Recordemos que la intuición es, (véase el DRAE) la facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento. Es una percepción íntima e instantánea de una idea o de una verdad que aparece como evidente a quien la tiene.

[2] Cfr Cardenal Carlo María Martini, Vivir con la Biblia, Planeta Testimonio, I Abraham, nuestro padre en la fe, Pgs 9ss

[3]Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, “Jesús de Nazaret”, Planeta, Prólogo, Pg 7

[4] Francois Mauriac, Obras Copletas, José Janés, Editor, Barcelona, 1954, III, Vida de Jesús, Pg. 19. Véase también allí cómo el autor francés expresa la importancia de la revelación del misterio de la Trinidad, gracias a la cual comprendimos mejor que Dios es nuestro Padre: “Si Cristo no hubiese dicho: ¨Nuestro Padre…´yo nunca hubiera alcanzado el sentimiento de esta filiación: esta invocación nunca hubiera asomado desde mi corazón a mis labios.”

[5] Cfr Reflexión 16, jueves 25 de mayo 2006 y allí nota 3: Cfr. Cuestiones actuales de Cristología y Eclesiología, en la Pg. 273 y Pg. 275. Cita allí Dominum et vivificanten a este respecto: Imagen y semejanza (…) significa no sólo racionalidad y libertad como propiedades constitutivas de la naturaleza humana, sino además, desde el principio, capacidad de una relación personal con Dios ‘yo’ y ‘tú’ y, consiguiente capacidad de alianza que tendrá lugar con la comunicación salvífica de Dios al hombre…

[6] Benedicto XVI, Vigilia de Pentecostés y luego del rezo del Ángelus en la festividad de la Santísima Trinidad, 2006

[7] Es importante leer todo el N° 22, que es maravilloso y nos explica la universalidad de la salvación , “de forma sólo de Dios conocida” y cómo Jesucristo es el hombre perfecto.