Reflexión 111 Desarrollo nuevo nombre de la paz (IV)

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El Desarrollo es el Nuevo Nombre de la Paz (IV)

En las reflexiones anteriores hemos estado comentando la interesante conferencia sobre la dimensión humana del desarrollo, es decir sobre los aspectos éticos que se deben tener en cuenta en el desarrollo económico, que el P. Sergio Bernal, S.J., presentó en el IV Congreso Nacional de Reconciliación, organizado por el Secretariado de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal. Como hemos ido viendo, el desarrollo económico no se puede considerar bueno o malo sólo por sus aspectos técnicos; es necesario tener en cuenta su incidencia en las personas. Esa es la dimensión humana del desarrollo: la forma en que afecta negativamente o favorece a las personas.

Recordemos que esa idea sobre el Desarrollo como nuevo nombre de la paz, está tomada de Pablo VI en la encíclica Populorum progressio[1]. Juan Pablo II la consagró al utilizarla en sus mensajes.[2]

Como la ponencia del P. Sergio Bernal contribuye en gran manera a nuestro conocimiento de la D.S.I. vamos a continuar su presentación.

No confundamos el crecimiento económico con el desarrollo

Hemos aprendido que no se debe confundir el desarrollo con el crecimiento económico; se puede producir un crecimiento económico que se manifieste en el aumento de la producción de bienes y servicios, pero que beneficie sólo a algunos, como está pasando actualmente, cuando, a pesar de los progresos materiales, según los últimos datos de la FAO, La población que sufre desnutrición en el mundo aumentó el año pasado (2007), a 923 millones de personas como consecuencia del alza de precios de los alimentos.[3] El verdadero desarrollo debe ser armónico, equitativo. En una palabra, el manejo de la economía debe conducir a un desarrollo al servicio de la humanidad y no utilizar al hombre en servicio de la economía, como cuando del crecimiento de los bienes y servicios se aprovechan solo unos pocos.

Sobre el desarrollo económico al servicio del hombre, como nos lo enseñó el Concilio Vaticano II en la Gaudium et spes, comentó en su conferencia el P. Sergio Bernal:

El hombre es el autor, el centro y el fin de toda actividad social

El Concilio proclama que la ley fundamental del desarrollo es el servicio del hombre que es el autor, el centro y el fin de toda actividad social. Es necesario estimular la producción de bienes y servicios y el progreso de la ciencia y la tecnología, pero teniendo en cuenta que, [l]a finalidad fundamental de esta producción no es el mero incremento de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el servicio del hombre, del hombre integral, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus exigencias intelectuales, morales, espirituales[4] y religiosas; de todo hombre, decimos, de todo grupo de hombres, sin distinción de raza o continente. De esta forma, la actividad económica debe ejercerse siguiendo sus métodos y leyes propias, dentro del ámbito del orden moral, para que se cumplan así los designios de Dios sobre el hombre (GS 64).

El desarrollo visto con ojos cristianos

En la reflexión anterior vimos en qué consiste el desarrollo visto con ojos cristianos, el desarrollo integral y solidario, que proponen el Concilio en la Gaudium et spes y Pablo VI en su encíclica Populorum progressio (El Desarrollo de los pueblos), un desarrollo diferente al que propone la teoría liberal capitalista. Volvamos a leer las palabras del P. Sergio Bernal, quien nos explicó que en la década dedicada por las Naciones Unidas al desarrollo, por allá por 1967:

(…) se imponía la teoría llamada por algunos “desarrollista”, dominada por la ideología liberal capitalista con su concepción errada de la persona humana reducida (a) la dimensión económica. Como respuesta y siguiendo las líneas trazadas por el Concilio, Pablo VI lanza la propuesta de un desarrollo integral y solidario. Nos recordaba en su conferencia el P. Bernal, que de acuerdo con la Sagrada Escritura, Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad.

Dios sometió al hombre la tierra y cuanto en ella se contiene, y al mismo tiempo le dio el mandato de orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo.

En cuanto tiene que ver con la ecología, el hombre no haría admirable el nombre de Dios destruyendo la naturaleza, – su obra, – y por otra el Concilio Vaticano II, también en la Gaudium et spes, nos explica nuestra responsabilidad en el desarrollo del mundo, cuando dice que […] el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo. (GS 34).

Evidentemente la voluntad de Dios al crear a un ser a su imagen y semejanza era la de un ser multidimensional cuyo crecimiento debería corresponder a todas las dimensiones del ser. Pero no se trataba de un crecimiento egoísta, sino que tenía que ser compartido con la humanidad en continuo crecimiento. De ahí, que no podía el Papa no proponer estas características del desarrollo en coherencia con la voluntad de Dios.

Una respuesta multidimensional para un ser multidimensional

Las características del desarrollo que Pablo VI propuso, para que se consiga un desarrollo de acuerdo con la voluntad de Dios, son que se busque un desarrollo integral, es decir que contemple al hombre íntegro, no sólo con necesidades materiales sino también con necesidades intelectuales, morales, espirituales. El ser multidimensional, creado a imagen y semejanza de Dios, es el ser humano que no tiene sólo una dimensión material, sino que es también espiritual, inteligente, libre, capaz de amar y de crecer en todas esas dimensiones, con la gracia de Dios.

Pablo VI (… ) – comenta el P. Bernal, – nos ofrece una encíclica dedicada al desarrollo en la cual invita a los responsables de la economía a humanizar el proceso. El llamado del Papa está en perfecta coherencia con aquello que la Iglesia tiene para ofrecer al mundo: su visión del hombre y de la humanidad (PP 13).

El desarrollo económico no es completamente humano si se enfoca a satisfacer sólo sus necesidades materiales. Como tiene especial importancia comprender el desarrollo desde la visión cristiana, como lo plantea Pablo VI, vamos a repetir la descripción que el Papa Pablo VI hace en su encíclica Populorum progressio, del desarrollo que llevaría a la humanidad a pasar, de manera ascendente, de condiciones menos humanas a condiciones más humanas.

No aceptamos la separación de la economía de lo humano

Como introducción leamos antes algunas líneas del N° 14 de la Populorum progressio, que nos ayudan a comprender mejor el planteamiento de la D.S.I. sobre el desarrollo:

El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. Con gran exactitud ha subrayado un eminente experto (cita el Papa al dominico P. Lebret): «Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano, el desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera»

Veamos ahora la descripción del proceso de desarrollo, como se ve con visión cristiana. El desarrollo auténtico es el paso de condiciones menos humanas a otras condiciones más humanas, como aparecen en el N° 21 de la encíclica Populorum progressio:

(Son condiciones) Menos humanas: Las carencias materiales de los que están privados del mínimo vital / y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo.

Esta primera afirmación nos dice, que el auténtico desarrollo debe ayudar a dos grupos humanos a salir de las condiciones menos humanas en que se encuentran: Los que pasan hambre tienen salir de esas condiciones que no son humanas. Los que sufren de desnutrición, que son 923 millones, en este año 2008.[5] ¿El mundo que se llama desarrollado puede estar tranquilo mientras presenten esas cifras? ¿Puede seguir indiferente, satisfecho con su propio desarrollo, gastando sus riquezas sin tener en cuenta que 923 millones de personas sufren de desnutrición? ¿Y qué pasa en Colombia? Según información publicada ayer (septiembre 24, 2008) en El Tiempo, la taza de pobreza en nuestro país, según datos de 2006, – no hay datos actualizados, – está en 45.1%. ¿Podemos seguir indiferentes, cuando casi la mitad de nuestra gente padece de pobreza?

Los mutilados por el egoísmo

Bien anota Pablo VI, que el auténtico desarrollo debe conducir a que los que carecen del mínimo vital, -de lo que necesitan para vivir, – salgan de esas condiciones, que no responden a la dignidad de los seres humanos. También hay otros que se encuentran en condiciones poco humanas; son los que sufren de carencias morales, mutilados por el egoísmo, y tienen que salir de esa condición a una condición más humana. Nos horrorizamos, y con razón, de nuestros mutilados por las minas antipersona. Hay otros que tienen intactos sus brazos y sus piernas materiales, pero que son mutilados morales; mutilados por el egoísmo… Hay que ayudarles a salir de esa postración moral, de la que quizás no son conscientes. El egoísta es bastante corto de vista; no ve más allá de sus propios intereses. Como él nunca siente hambre, ni siquiera se le ocurre que puede hacer algo por los que son sus hermanos hambrientos.

Repitamos entonces el primer grupo de personas que tiene que salir de las condiciones menos humanas en que se encuentran: Los que padecen Las carencias materiales, los que están privados del mínimo necesario para vivir y el grupo de los que sufren las carencias morales, mutilados por el egoísmo.

Y continuemos con las palabras de Pablo VI en la Populorum progressio:

Menos humanas: (son) las estructuras opresoras que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones.

El abuso del tener y del poder

Nos dice Pablo VI que para que se produzca el desarrollo auténtico, hay que salir de las estructuras opresoras que tienen su origen en el abuso del tener o del poder. Las dictaduras abusan del poder, quitan la libertad, deciden sin tener en cuenta el bien común, sin escuchar lo que los demás tienen que decir. Es su ideología, su capricho lo que manda. También se oprime a los demás basándose en el tener. Las injusticias con los trabajadores se suelen originar en la soberbia del tener. Hay que obedecer a quien tiene la sartén por el mango… Lo mismo hacen las entidades financieras con sus usuarios o clientes cuando abusan de ellos. Ellas tienen el dinero y el poder que les dan las reglas que los favorecen. Igual pasa en otros frentes: el más débil es siempre el perjudicado; se gana a costa del otro.

Y Pablo VI describe luego condiciones más humanas a las que se debería llegar con el auténtico desarrollo. Dice:

(Son condiciones) Más humanas: el remontarse de la miseria / a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura.

Lo mínimo necesario para vivir con dignidad

No parece exagerado lo que se reclama: remontarse de la miseria a lo posesión de lo necesario; que todos tengamos por lo menos el mínimo necesario para vivir con dignidad. Y hay que avanzar más; hay que vencer a las calamidades sociales. Podemos pensar en muchas calamidades: en enfermedades como el Sida, el paludismo, la tuberculosis, que no se ha logrado erradicar. Calamidades como el desplazamiento forzado, las víctimas de las guerras, de los desastres naturales… Y añade Pablo VI otros pasos que elevan más el espíritu: la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura. Y el pensamiento de Pablo VI se sigue elevando, cuado se expresa sobre el desarrollo integral, que debe asumir al hombre completo. Por eso continúa su descripción del desarrollo integral y dice:

(Condiciones) Más humanas también: el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza (cf. Mt 5, 3), la cooperación en el bien común, la voluntad de paz.

El espíritu evangélico de pobreza

Es exigente el pensamiento cristiano. No se puede lograr el auténtico desarrollo, a no ser que se tenga en cuenta la dignidad de los demás. Y los que mucho tienen, deben pensar en dejar el egoísmo y considerar en su vida, como algo posible y deseable, el espíritu de pobreza y la cooperación con el bien común. Tenemos que estar dispuestos a ceder algo de lo nuestro, en beneficio de los que no tienen ni siquiera el mínimo vital. Y los violentos tienen que aceptar la necesidad de cambiar y tener voluntad de paz. Y se sigue elevando la visión cristiana que presenta Pablo VI, cuando añade que el desarrollo integral supone condiciones

Más humanas todavía: el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin.

Más humanas, por fin y especialmente: la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida de Dios vivo, Padre de todos los hombres (PP 21).

El Reino de Dios no llegará a quien no trabaje para que llegue

De lo que habla Pablo VI no es otra realidad que el Reino de Dios, que tenemos que ayudar a construir. Es verdad que el Reino de Dios solo llegará a la perfección al finan de los tiempos, pero no llegará para quien no trabaje porque llegue…

Decíamos la semana pasada, que después de leer la lista de las condiciones menos humanas que se deben cambiar, por condiciones más humanas, se comprende la clase de personas que el mundo necesita, para que se produzca el auténtico desarrollo, como lo debemos entender, iluminados por la fe. A este respecto leímos las palabras de Pablo VI en el N° 20 de la Populorum progressio, donde dice:

Si para llevar a cabo el desarrollo se necesitan técnicos, cada vez en mayor número, para este mismo desarrollo se exige más todavía pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación.[6] Así se podrá realizar, en toda su plenitud, el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas.

Después de reflexionar sobre el proceso de cambio, de condiciones menos humanas a condiciones más humanas, para que se produzca un auténtico desarrollo, recordemos la reflexión que hacíamos la semana pasada: según Pablo VI, para conseguir un desarrollo integral, los que manejen el desarrollo de los pueblos, deberían ser personas de reflexión profunda, que asuman los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación.

Es necesaria la conversión de los políticos

Definitivamente se necesita la conversión de los políticos y economistas, del egoísmo a la solidaridad, del odio al amor, para que nuestro país, para que el mundo, lleguen al verdadero desarrollo con el que se logre vivir en condiciones humanas. Tienen que cambiar los que piensan sólo en el dinero como su último fin. Pero no sólo los políticos y los economistas tienen que cambiar. Todos tenemos algo que ver, poco o mucho, pero algo tenemos que ver en nuestra propia vida con el desarrollo, porque en alguna forma estamos involucrados en la vida de los demás. No pensemos sólo en lo que los demás deben hacer. Empecemos por nuestro propio examen de conciencia. Sobre ese párrafo maravilloso de la Populorum progressio (El desarrollo de los pueblos), dice el P. Sergio Bernal en su conferencia:

En este párrafo admirable, encontramos un pequeño tratado sobre el concepto de desarrollo aceptable desde la óptica cristiana. Se abre con la mención a dos tipos de subdesarrollo. El económico de aquellos que carecen del mínimo vital y el cultural de los que están mutilados por el egoísmo. Estos son dos grandes desafíos a los que tenemos que hacer frente. Empeñarnos en lograr esos objetivos del milenio superando la marginación y la pobreza de millones de seres humanos y liberar, tarea casi imposible, a otros tantos millones de los que ni siquiera escapan los marginados económicos, del egoísmo consagrado como valor por la ideología neoliberal (…)

El mundo no va a mejorar si se sigue alejando de Jesucristo

Es importante repetir, para que lo volvamos a meditar, la necesidad del encuentro con Jesucristo, para que el mundo cambie. Nuestro país no va a cambiar, el mundo no va a cambiar, si se sigue alejando de Jesucristo. Cada vez se ven y oyen más muestras de inconsistencia entre la fe que se dice profesar y la vida pública o la vida privada.

Una elección equivocada

Me pareció increíble escuchar en la TV a algunos de los senadores que aprobaron la reglamentación de la eutanasia, en la Comisión Primera del Senado. Algunos repitieron más de una vez, que son católicos, pero se sentían más obligados con la decisión inmoral de su partido, de apoyar la reglamentación de la eutanasia, que con la orientación de su religión. El senador Héctor Helí Rojas, utilizando un lenguaje pasado de moda, contra los defensores de la posición de la Iglesia, – lenguaje más propio de los políticos antirreligiosos del siglo XIX, – se preguntó irónicamente en su defensa del proyecto, si por hundir el proyecto irían al cielo y añadió que él prefería “seguir peleando en la tierra así le toque el infierno”. Supongo que no pensó lo que decía, porque es tan grande el disparate… Le pido al Señor que no le tenga en cuenta semejante elección, porque de seguro no sabía lo que decía.

La Iglesia católica tiene sus opiniones…

El senador Alfonso Valdivieso Sarmiento, defendió su voto aprobatorio de la reglamentación de la eutanasia, argumentando que se trataba de un asunto político. Según su pensamiento, reglamentar la autorización a los médicos para practicar la eutanasia, – para producir directamente la muerte a un paciente, – no tiene que ver con la moral sino con la política. Y añadió estas palabras textuales: “La Iglesia católica tiene sus opiniones. Nosotros debemos tener nuestras opiniones. Tengo una responsabilidad política, – dijo, – que no puede ser condicionada por la postura religiosa de quienes ejercen la vocería de la religión católica en este momento.”

Acerca de nuestros políticos, que se confiesan católicos de palabra, pero hablan y actúan en contra de lo que dicen creer, voy a volver enseguida, brevemente.

Una pastoral que no se quede en lo conceptual

Refiriéndose a la enumeración que hace Pablo VI, de las condiciones menos humanas de las que hay pasar, a condiciones más humanas, para que se produzca el auténtico desarrollo, dijo el P. Sergio Bernal en su conferencia:

En esta enumeración encontramos una cierta gradualidad que debería servir de inspiración para los programas de pastoral, pues responde a la concepción adecuada de la persona humana aceptada integralmente. Existe una división operativa de las dimensiones de la acción pastoral que es válida conceptualmente, pero que corre el riesgo de pasar del plano epistemológico al práctico con detrimento de los resultados pretendidos.

Revisar los planes de pastoral

Entendamos esas palabras, como una crítica a una pastoral puramente conceptual, que al quedarse en lo teórico no llega a la vida real, a la práctica. Se divide la acción pastoral, el trabajo con los fieles, como si no necesitáramos todos, de la evangelización. Continuó así el P. Sergio Bernal:

Pablo VI nos invita a pensar que la acción es una y que los destinatarios de la misma lo son también: personas con necesidades materiales y espirituales que tienen que ser atendidas y resueltas integralmente. Cada día se hace más evidente la necesidad de revisar los planes de pastoral integrando todas las dimensiones del crecimiento humano / y que van de la satisfacción de las necesidades materiales / hasta la apertura a la fe que, como enseña Benedicto XVI, debe expresarse en el encuentro personal, vivencial, con Jesucristo. De otra manera la llamada pastoral social / continuará ocupando el último grado en la escala de prioridades. Peor aún, seguiremos dividiendo a las personas de manera inaceptable.

Nuestros políticos católicos también necesitan catequesis

La religión y la formación de las conciencias

Nuestros gobernantes, legisladores y jueces que se dicen católicos, necesitan profundizar en el conocimiento de su fe, para que comprendan y acepten el papel que la Iglesia debe ocupar en la formación de su conciencia, y no se escuden en la laicidad del Estado para defender su incoherencia. Voy a terminar con unas líneas de Benedicto XVI al presidente Sarkozy, en su reciente viaje a Francia. Dijo el Santo Padre:

“En este momento histórico en que las culturas se entrecruzan cada vez más, estoy profundamente convencido de que es cada vez más necesaria una nueva reflexión sobre el significado auténtico y sobre la importancia de la laicidad. Es fundamental, por una parte, insistir en la distinción entre el ámbito político y religioso para tutelar tanto la libertad religiosa de los ciudadanos como la responsabilidad del Estado hacia ellos, y por otra parte, adquirir una conciencia más clara de las funciones insustituibles de la religión para la formación de las conciencias y de la contribución que puede aportar, junto a otras instancias, para la creación de un consenso ético fundamental en la sociedad”.

Algunos de nuestros políticos, legisladores, gobernantes y no pocos comunicadores sociales, no parecen tener claridad sobre las funciones insustituibles de la religión para la formación de las conciencias y de la contribución que puede aportar, (…), para la creación de un consenso ético fundamental en la sociedad. Hace falta una acción pastoral bien pensada, creativa, en profundidad, para llegar a los que deciden y desempeñan un papel importante como formadores de opinión en la vida del país. A algunos seguramente no les interesan estos temas, pero para otros Dios es importante de verdad, y no sólo cuando se encuentran en dificultades.

Tomo el siguiente párrafo de la Reflexión anterior:

No puede la pastoral dedicarse sólo a una clase social, así lo haga, con muy buena intención, por una opción preferencial por los pobres, a lo cual nos insta Aparecida, como puede verse en particular en los números 391 y siguientes. Todos somos destinatarios del Evangelio. Aparecida tuvo cuidado de exhortar a nuestros pastores no sólo a trabajar por los pobres, en cuyo caso debemos cuidarnos de no quedarnos sólo en lo teórico o meramente emotivo (397), sino que sin abandonar la opción preferencial por los pobres (491), debemos considerar que Una tarea de gran importancia es la formación de pensadores y personas que estén en los niveles de decisión. Por eso, debemos emplear esfuerzo y creatividad en la evangelización de empresarios, políticos y formadores de opinión, el mundo del trabajo, dirigentes sindicales, cooperativos y comunitarios (492)

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[1] Cf Pablo VI, Populorum progressio 76-77

[2] Véase por ejemplo: Juan Pablo II: “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, Mensaje a la XXXI Conferencia de la FAO, celebrado en Roma del 2 al 13 de noviembre 2001.

[3] Dato tomado el 18 de septiembre, 2008, de la página oficial de la ONU en internet.

[4] Según esto, se debe respetar la necesidad del ser humano de practicar una vida piadosa, disciplinada, reflexiva, de acuerdo con su religión, que en eso consiste la espiritualidad.

[5] Dato de la FAO, tomado de la página oficial de la ONU en Internet.

[6]Cf., p. e., J. Maritain, Les conditions spirituelles du progrès et de la paix, en Rencontre de cultures à l’UNESCO sous le signe du Concile oecuménique Vatican II, París, Mame, 1966, 66