Reflexión 75 Octubre 25 2007

Compendio de la D.S.I. N° 62 (II)

 

Cómo el Evangelio fecunda y fermenta la Sociedad

 

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Las Reflexiones que se publican aquí fueron originalmente programas transmitidos por Radio María de Colombia. Usted puede escucharlos los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia, en las siguientes frecuencias en A.M.:

Bogotá: 1220; Barranquilla: 1580; Cali: 1260; Manizales: 1500; Medellín: 1320; Turbo: 1460; Urrao: 1450.Puede también escuchar la radio por internet en www.radiomariacol.org

Estas reflexiones siguen el libro Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que presentan la doctrina social católica oficial y fue preparada por el Pontificio Consejo Justicia y Paz.  En la columna azul, a la derecha, en “Categorías”, encuentra en orden todos los programas. Con un clic usted elige por el número del libro o por el tema.

Encuentra usted también enlaces a documentos muy importantes como la Sagrada Biblia, el Compendio de la Doctrina Social, el Catecismo y su Compendio, algunas encíclicas, la Constitución Gaudium et Spes y también agencias de noticias y publicaciones católicas. Ore todos los días 10 minutos siguiendo la Palabra de Dios paso a paso en “Orar frente al Computador”, método preparado en 20 idiomas por los jesuitas irlandeses.

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Anunciar y actualizar el Evangelio en la compleja red de las relaciones sociales

En la reflexión anterior comenzamos a estudiar la segunda parte del capítulo 2° del Compendio, que se dedica a la Misión de la Iglesia y la Doctrina Social. En la primera parte estudiamos la relación de la Doctrina Social con la Evangelización. Vimos que la Doctrina Social es parte de la Evangelización. Los N° 62 a 66, se dedican a explicar, utilizando las figuras evangélicas de la semilla y de la levadura, cómo el Evangelio fecunda y fermenta la Sociedad. Dejemos firmes estas ideas; dediquemos la reflexión de hoy a recordar los puntos esenciales y a profundizar en ellos. Comienza el N° 62 diciendo que

 

Con su enseñanza social, la Iglesia quiere anunciar y actualizar el Evangelio en la compleja red de las relaciones sociales.

 

Nos dice aquí la Iglesia, que el Evangelio tiene que llegar a las relaciones sociales, que son complejas, es decir múltiples y diversas, por eso, complicadas. Sin el amor de hermanos que nos enseña el Evangelio, el hombre se puede convertir en lobo para el hombre[1]; el amor cristiano, por el contrario, lo transforma en amor, que es darse a los demás.

 

Han dado piedras en vez de pan

 

El marxismo trató de manejar los conflictos sociales, no sólo dejando de lado a Dios, sino presentándolo como el enemigo de su solución; como el opio que adormece, que no deja ver la realidad. Los resultados han sido la violencia, la injusticia, más hambre y muerte. El capitalismo pretende solucionar la inequidad basándose sólo en la técnica, en lo material, alejándose también de Dios e, igual que el marxismo, apartando a los hombres de Dios. Los resultados están a la vista: crecimiento de la economía con desempleo y hambre. Como de manera muy realista, en la reflexión sobre las Tentaciones de Jesús, dice el Papa en su libro Jesús de Nazaret, acerca de la ayuda de las potencias de Occidente a los países del Tercer Mundo: “Creían poder transformar las piedras en pan, pero han dado piedras en vez de pan.”[2]

 

Los creyentes comprendemos que la presencia de Dios, que es Amor, en las relaciones sociales, las transforma en bien. Los conflictos sociales tienen solución en el Evangelio, por eso tienen que actualizarse con el Evangelio, se tienen que poner a tono con Él. Ahora bien, nos advierte la Iglesia a los discípulos y evangelizadores, que para que el Evangelio llegue a la sociedad, hay que actualizar la presentación del Evangelio, hay que llevarlo a la gente de modo adecuado. La frase del Compendio es que hay que anunciar y actualizar el Evangelio en las relaciones sociales.

 

Nos recuerda la Iglesia que, en las dificultades que se presentan en la sociedad, el Evangelio tiene mucho qué decir, hoy y siempre, por eso hay que anunciarlo, hay que hacerlo conocer. La sociedad desconoce las soluciones completas, integrales de sus problemas, si desconoce lo que tiene que decir sobre ellos el Evangelio. Cuando a los problemas humanos se aplican soluciones que desconocen el Evangelio, y peor, si van contra él, se cometen injusticias, como cuando se usa la violencia con la disculpa de buscar la justicia o cuando se aprueban leyes inmorales como la del aborto y la eutanasia, desconociendo el valor inalienable de la vida, y con la disculpa de la muerte digna, en el caso de la eutanasia.

 

Hacer frente a la muerte con dignidad

 

Como observaba una médica, no se debería hablar de morir con dignidad, para justificar la eutanasia, sino más bien, de hacer frente a la muerte con dignidad.[3] La persona humana no pierde su dignidad por el deterioro de su cuerpo. Su dignidad es interior, es de su mismo ser. El ser humano es digno, por ser imagen de Dios, igual en perfectas condiciones físicas o con las huellas de la enfermedad y el sufrimiento. Es que el ser humano trasciende los límites de lo humano por su semejanza con Dios.[4] Jesús no perdió su dignidad cuando el látigo de la inmisericorde flagelación lo hizo parecer Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias…despreciable, como lo describió proféticamente Isaías  (53, 3ss.) y lo vemos en la cruz.

 

Nos dice, entonces, la Iglesia, que el Evangelio tiene que llegar a las relaciones sociales, que hay que anunciar y actualizar el Evangelio en las relaciones sociales.

 

Nos cabe responsabilidad en la manera adecuada de llevar el Evangelio a nuestra sociedad, si queremos ser de verdad discípulos misioneros. A veces fallamos en el cómo dar aconocer la Palabra del Señor. Es una falla humana común, pero que tiene consecuencias. Por eso Aparecida examinó la pastoral, el modo de llevar el Evangelio a la sociedad, y encontró que nos hace falta una conversión de la pastoral, que nos hace falta prepararnos mejor y ser más creativos. Hay por cierto personas muy creativas, que nos pueden ayudar a mejorar nuestro trabajo de evangelización; grupos que realizan actividades muy interesantes para llevar al Señor, por ejemplo a los jóvenes, por medio del arte, en particular por la música y el teatro. Quizás nos hace falta más comunicación, conocer lo que hacen otros, más colaboración, que no nos encerremos en nuestro propio territorio.

 

Formación de los discípulos misioneros

 

 

Aparecida dedica el capítulo 6°, del N° 240 al 346, – más de 100 números – a la formación de los discípulos misioneros. Habla allí del itinerario formativo, es decir del camino de formación que debemos recorrer. Camino que empieza, nos dice también Aparecida, con el encuentro del discípulo con Jesucristo, por medio de una espiritualidad fundada en la Trinidad.

Un encuentro de verdad con Jesucristo nos tiene que cambiar, nos tiene que transformar como transformó a los Apóstoles, a los Discípulos de Emaús. Ese cambio, esa conversión nos debería llevar a una nueva forma de pensar y de actuar.

 

¿Dónde encontramos a Jesucristo?

 

 

Dediquemos un tiempo a leer en el capítulo 6° del documento de Aparecida, cómo y dónde encontrarnos con Jesucristo, en una sólida espiritualidad; sin detenernos mucho ahora en ello, por lo menos enumeremos los lugares de encuentro con Jesucristo, que señala el documento de Aparecida: en primer lugar, nuestro encuentro con el Señor se realiza en la fe recibida y vivida en la Iglesia. A Jesucristo lo encontramos en la Iglesia.

 

Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo

 

Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, que, dice el documento de Aparecida, es con la Tradición, fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora. De manera que la fuente de vida y el alma de la Evangelización es la Sagrada Escritura. Y esta frase es muy importante; dice que Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo.[5]

 

Para que los fieles encuentren al Señor en la Escritura, es necesario proponerles de modo adecuado la Palabra de Dios. Y hay en nuestro tiempo un terreno abonado; hay hambre de la Palabra. Por cierto, Radio María tiene por lo menos dos excelentes programas sobre la Sagrada Escritura, como son el de la doctora María Lucía Jiménez de Zitzman, y el del P. Clotario Hemer, que se transmitía desde Barranquilla. En 2012 la doctora María Lucía y el P. Hemer no figuran ya entre los programadores, pero han sido reemplazados por otras personas.  La Iglesia ofrece cursos y talleres en las parroquias y en instituciones como el CELAM, en su centro de pastoral bíblica.

 

El documento de Aparecida dice en el mismo N° 248, que los discípulos de Jesús anhelan nutrirse con el Pan de la Palabra.[6] Y añade que, esto exige, por parte de los obispos, presbíteros, diáconos y ministros laicos de la palabra, un acercamiento a la Sagrada Escritura que no sea sólo intelectual e instrumental, sino con un corazón “hambriento de oír la Palabra del Señor” (Am 8,11).[7]

 

De manera que no es suficiente estudiar la Sagrada Escritura con una actitud puramente intelectual, académica, como quien estudia historia o literatura; es que no se estudia un texto literario simplemente, como se puede estudiar a los autores griegos o latinos o a García Márquez; se estudia la Palabra inspirada por Dios, con el fin de darnos a conocer sus designios, sus planes con nosotros y de enseñarnos el camino de salvación.  Es decir que nos acercamos a la Palabra para conocer lo que a nosotros, hoy, dice el Señor. Los autores sagrados nos muestran el rostro de Dios y, con ello, el camino que debemos tomar”, como dice bellamente el Cardenal Ratzinger, Benedicto XVI, en su libro “Jesús de Nazaret”, sobre el papel de los profetas, de los autores inspirados.[8]

“ Una Vida de Jesús” debiera escribirse de rodillas”

Francois Mauriac, con la humildad de quien se consideraba pecador, escribió en el prólogo de su “Vida de Jesús”, que, “Sin duda una “Vida de Jesús” debiera escribirse de rodillas”… Nosotros podríamos decir que la Sagrada Escritura se debería leer de rodillas, es decir en actitud de oración, porque cuando la leemos, estamos en comunicación con el Señor que nos habló y nos habla.

 

Tampoco el estudio de la Sagrada Escritura puede ser puramente instrumental, dice Aparecida, es decir, como quien utiliza una herramienta para probar un dato, un hecho histórico. O como cuando se cita la Sagrada Escritura como una retahíla, con el alarde de conocerla de memoria, sin haberse adentrado en su mensaje.

 

De manera que el primer paso que debemos dar los bautizados en nuestra preparación para ser dignos discípulos y misioneros, es el encuentro con Jesucristo, y según el documento de Aparecida, un lugar privilegiado de encuentro con Jesucristo es la Sagrada Escritura, a la cual nos debemos acercar en una actitud de oración, porque allí se nos comunica Dios. La Sagrada Escritura, lo decimos todo el tiempo, es Palabra de Dios.

 

El documento de Aparecida señala que una forma privilegiada de acercarse a la Palabra, es el ejercicio de lectura orante de la Sagrada Escritura, (la Lectio divina). De ella, dice: Esta lectura orante, bien practicada, conduce al encuentro con Jesús-Maestro, (…) favorece el encuentro personal con Jesucristo…[9]

 

Una pequeña cuña espiritual para los que tienen acceso a internet: en este ‘blog’, entre los enlaces que aparecen en la columna de la derecha, hay uno que se llama “Orar frente al computador”. Al hacer clic allí, entra uno a una página que nos enseña a orar con el Evangelio del día, de manera muy práctica, muy sencilla. Son 10 minutos de oración con la Palabra, que nos vienen muy bien: es encontrarnos con Jesucristo al empezar el día. Si empezamos nuestras actividades con el Señor, se nos facilita seguir luego con Él. Los que trabajamos con el computador podemos adquirir el hábito de arrancar con la oración. Esta ayuda en internet es preparada por los jesuitas irlandeses, y se encuentra allí en 21 idiomas. Uno elige el que le convenga.

 

La Liturgia es un lugar de encuentro con Jesucristo

 

 

Otros lugares de encuentro con Jesucristo, que señala Aparecida, son: la Sagrada Liturgia, naturalmente la Eucaristía, de la que dice este documento que es fuente inagotable de la vocación cristiana… fuente inextinguible del impulso misionero.

 

 

El sacramento de la reconciliación nos devuelve la alegría…

Otro lugar de encuentro con Jesucristo es el sacramento de la reconciliación, que nos devuelve la alegría y el entusiasmo de anunciarlo a los demás con corazón abierto y generoso. Son también palabras de Aparecida, que señala además la oración personal y comunitaria, como lugares donde se cultiva una relación de profunda amistad con Jesucristo.

 

Si alguna vez sentimos lejos al Señor; si nos parece que se nos ha escondido, nos deberíamos preguntar si hemos ido a buscarlo donde está. Ya hemos visto varios lugares privilegiados que son respuesta, a aquel “Maestro, ¿dónde vives?[10]

 

Jesús está presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno

Hay además otros lugares de encuentro con Jesucristo, nos dice Aparecida: Jesús está presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno…Una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno. Si en una comunidad no hay amor fraterno, no será un lugar muy apropiado para sentir la presencia del Señor.

 

Una versión del Ubi caritas et amor, Deus ibi est, Donde hay caridad y amor allí está Dios, dice: Donde hay verdadero amor, allí está Dios. Verdadero amor: es decir un amor que no es de sólo palabras, que es de entrega; no de entrega de regalos, sino de entrega personal por los demás. De entrega de nuestro tiempo, de entrega de lo que somos, tenemos y podemos, sin esperar nada a cambio.

 

Está en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz…

 

Añade Aparecida en el N° 256, que Jesucristo Está en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz, y por el bien común, algunas veces llegando a entregar la propia vida, en todos los acontecimientos de la vida de nuestros pueblos, que nos invitan a buscar un mundo más justo y más fraterno, en toda realidad humana, cuyos límites a veces nos duelen y nos agobian.

 

Muchos mártires murieron el siglo pasado y muchos siguen muriendo en el siglo XXI, dando testimonio de su lucha por la justicia y por la paz. Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos que entregaron su vida en la lucha por la justicia y la paz. En ellos, en su amor hasta el sacrificio de la propia vida, encontramos también a Jesucristo.

 

También lo encontramos de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos

 

Leamos estas otras líneas maravillosas de Aparecida en el N° 257, sobre lugares donde encontramos a Jesucristo:

También lo encontramos de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos (cf Mt 25,37-40), que reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe, paciencia en el sufrimiento y constante lucha para seguir viviendo. ¡Cuántas veces los pobres y los que sufren realmente nos evangelizan!

 

Si de verdad queremos ser auténticos discípulos y evangelizadores, de la Doctrina Social, tenemos que empezar por encontrarnos con Jesucristo; Aparecida nos ha dado muy buenas pistas sobre los caminos para encontrarlo.

 

No sólo la persona humana, individualmente considerada, sino la sociedad

 

 

En el N° 62, el Compendio nos aclara que la Iglesia tiene a su cuidado no sólo a la persona humana, individualmente considerada, sino a la sociedad. Recordemos este pensamiento de la Iglesia. Volvamos a leer este N° 62 del Compendio:

 

No se trata simplemente de alcanzar al hombre en la sociedad —el hombre como destinatario del anuncio evangélico—, sino de fecundar y fermentar la sociedad misma con el Evangelio.[11]

 

El Compendio de la D.S.I. se refiere a la Gaudium et spes en su capítulo IV sobre la Misión de la Iglesia en el Mundo Contemporáneo, lo mismo que a la encíclica Redemptor hominis, de Juan Pablo II, quien nos explica por qué para la Iglesia, cuidar del hombre, significa también velar por la sociedad. Hay que cuidar del hombre y de la sociedad, porque la vida en sociedad, a menudo determina la calidad de vida del hombre.Y dice la Iglesia que la calidad de vida determina con frecuencia las condiciones en las que cada hombre y cada mujer se comprenden a sí mismos y deciden acerca de sí mismos y de su propia vocación. La calidad de vida entonces, puede decidir el destino del hombre.

 

La vida en sociedad, a menudo determina la calidad de vida del hombre y la calidad de vida puede definir el destino del hombre. Ahora que en nuestra sociedad se habla tanto de libertad, de autonomía, de autoestima y hay al mismo tiempo hay tanto desencanto, frustración, dolor, violencia, ¿qué pensamientos rondarán en la cabeza de los desarraigados, de los secuestrados, de los que han sufrido el asesinato de sus seres queridos? ¿Qué se puede esperar que decidan sobre ellos mismos y su vida, las personas que viven en la miseria?

 

No es sólo la suerte terrena, sino también la suerte eterna

 

Es éste un pensamiento que nos tiene que impactar; es fuerte, duro, y debería remover la conciencia de los autores de la miseria de tantos hermanos nuestros. Y a todos, nos tiene que hacer pensar sobre la responsabilidad que nos pueda caber, y que no es sólo con la suerte terrena, sino también con la suerte eterna, de nuestros hermanos que sufren, sobre todo de los que padecen hambre…

 

Voy a repetir un pensamiento que creo merece que meditemos. Es propio de la naturaleza humana caída, que busquemos la vida fácil, la comodidad a toda costa y también el modo de eludir nuestras responsabilidades cuando nos son incómodas. Pensamos que los graves problemas sociales no son nuestra responsabilidad; que eso es algo que tiene que resolver el Estado, el gobierno de turno. Pero es bueno que nos interroguemos ¿en qué estamos dispuestos a ceder de nuestra comodidad, para que nuestros hermanos desfavorecidos tengan por lo menos lo necesario? Porque hablamos de la pobreza que padecen nuestros hermanos; nos compadecemos de ellos de palabra o hacemos algunas obras de caridad; pero, eso sí, esperamos que la solución de tan grave problema no toque nuestra personal comodidad; que no nos vayan a subir los impuestos…, por ejemplo.

 

Los empresarios, con excepciones, – que las hay, – no piensan tanto en ganar un poco menos para pagar con más justicia a sus trabajadores, sino, por ejemplo, en cómo aprovechar las ventajas de la ley de flexibilización laboral para pagar menos por las horas extras y las nocturnas y ganar más a costa de los trabajadores que menos ganan.

 

Digo que hay excepciones porque las hay. Hay empresarios con sentido social. Por cierto me llamó la atención en el noticiero de Radio María el martes 23 de octubre 2007, la noticia de que un empresario, creo que fue en Italia, hizo el ensayo de vivir un mes con el salario que pagaba a sus trabajadores y sólo lo logró 20 días. Le faltó para los 10 días restantes. Entonces resolvió subir el sueldo a sus trabajadores para que les alcanzara para el mes completo. Ojalá hubiera muchos empresario así.

 

Nada que toque al hombre es meramente secular y mundano

 

El N° 62 del Compendio nos enseña que la Iglesia no puede ser indiferente, no se puede callar ante la calidad infrahumana de la vida de muchos, ante las decisiones injustas, ante la baja calidad moral de la vida social.Y señala campos a los que no es ajeno el Evangelio, así equivocadamente se defiendan como terrenos que conciernen sólo a la vida terrena. Señala éstos la Iglesia:

 

La sociedad y con ella la política, la economía, el trabajo, el derecho, la cultura no constituyen un ámbito meramente secular y mundano, y por ello marginal y extraño al mensaje y a la economía de la salvación. La sociedad, en efecto, con todo lo que en ella se realiza, atañe al hombre. Es esa la sociedad de los hombres, que son « el camino primero y fundamental de la Iglesia ».

 

Es importante recordar estas enseñanzas. Si alguien nos pregunta por qué la Iglesia se entromete, como dicen, en temas de economía, de política, de derecho, de la cultura o de cualquier campo en que interviene el hombre, debemos conocer la respuesta: porque todo lo que se realiza en la sociedad atañe al hombre, nada que toque al hombre es meramente secular y mundano, nada de eso es extraño al mensaje del Evangelio, que es para todo el hombre, terrenal y con vocación de eternidad.

 

Hemos visto que nada que sea humano puede ser ajeno a la Iglesia. Volvamos a leer con cuidado algunas líneas de la encíclica Redemptor hominis, de Juan Pablo II, que nos explican con gran claridad el papel de la Iglesia en la sociedad. Lo encontramos en el N° 14 de esa encíclica. Dice así:

 

Jesucristo es el camino principal de la Iglesia. Él mismo es nuestro camino «hacia la casa del Padre»[12] y es también el camino hacia cada hombre.

 

Jesucristo no es sólo el camino hacia el Padre, sino también el camino para llegar a nuestros hermanos, para llegar a cada hombre. Sigue así el Santo Padre:

 

En este camino que conduce de Cristo al hombre, en este camino por el que Cristo se une a todo hombre, la Iglesia no puede ser detenida por nadie. Esta es la exigencia del bien temporal y del bien eterno del hombre. La Iglesia, en consideración de Cristo y en razón del misterio, que constituye la vida de la Iglesia misma, no puede permanecer insensible a todo lo que sirve al verdadero bien del hombre, como tampoco puede permanecer indiferente a lo que lo amenaza.[13]

 

Cuidar del hombre como ser terrenal y como ser trascendente

 

Terminemos con la consideración de la reflexión anterior: la Iglesia vela por el hombre para que viva una vida cada vez más humana y – al mismo tiempo, – más sobrenatural. Cuida del hombre como ser terrenal y como ser trascendente.

 

La Iglesia nos orienta, nos señala cuál es el camino según el Evangelio, pero las leyes humanas las presentan ante el Congreso y las aprueban los políticos. Por eso, el documento de Aparecida,en el capítulo 10, sobre nuestros pueblos y la cultura, señala la importancia de preparar líderes católicos que puedan influir en los Centros de Decisión.

 

La labor de transformación de la sociedad según los planes de Dios, necesita cristianos bien formados y decididos, que estén dispuestos a poner la cara cuando hay que ponerla. Que no escurran el bulto en el Congreso, ni en el Ejecutivo, ni en los sindicatos ni en las Juntas Directivas de empresas, ni detrás de los micrófonos o las cámaras de TV, cuando hay que defender los principios y los criterios del Evangelio. Tenemos personas así, pero a veces, si se consideran las decisiones en los altos niveles, si escuchamos la radio comercial y vemos la TV, nos damos cuenta de que no tenemos mayoría…, porque no hay suficientes católicos donde se toman las decisiones más importantes para el país o donde se forma la opinión; o hay algunos católicos cuyas decisiones no son coherentes con su fe. Es una de las razones por las que no es el Evangelio el que guía la conducta de nuestra sociedad.

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1]Cfr blog ASIMOV, lo que a mí me gusta, martes 24 de abril de 2007. La expresión en lengua latina “homo homini lupus” significa “el hombre es un lobo para el hombre”. Corresponde a una cita del texto “Asinaria” del escritor Plauto que vivió haciael año 200 a.C. Fue popularizada, sin embargo, por un filósofo del siglo XVIII llamado Thomas Hobbes el cual consideraba que una de las notas características de la esencia humana es el egoísmo, por intermedio del cual el hombre mismo termina siendo su propio verdugo, es decir, un lobo para el hombre. La distribución de la riqueza del mundo actual parecen dar la razón a esta idea.

[2] Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta,Pg 56ss

[3] Citada por Margarita Suárez en el Noticiero de Radio María el 24 de octubre 2007

[4] Cf Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta, Pg. 30

[5] Aparecida 247

[6]Ibidem 248

[7]Am, 811: He aquí que vienen días –oráculo del Señor Yahvéh, en que yo mandaré hambre a la tierra, mas no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Yahvéh.

[8] Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta, Pg 26

[9] Aparecida 249

[10] Jn 1,38

[11] Cf Concilio Vaticano II, Const. Pas. Gaudium et spes, 40

[12] CfJn 14,1ss

[13] Juan Pablo II, Redemptor hominis, 76