Reflexión 59 24 de mayo 2007

V Conferencia Episcopado de América Latina y del Caribe

Aparecida, Brasil

Las Reflexiones que se publican aquí son originalmente programas transmitidos por Radio María de Colombia. Usted puede escucharlos los jueves a las 9:00 a.m., hora de Colombia. También puede sintonizar la radio por internet en www.radiomariacol.org

Estas reflexiones comentan la Doctrina Social de la Iglesia, como se presenta en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, preparado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz.  En la columna azul, a la derecha, en “Categorías”, encuentra en orden todos los programas, según la numeración de ese libro. Con un clic usted elige.

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La vida cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y políticas

En nuestra reflexión de hoy nos vamos a referir a la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe en Aparecida, Brasil. Nos viene muy bien leer las palabras del Santo Padre Benedicto XVI, sobre la necesidad de la catequesis social. El Papa en su discurso inaugural de la V Conferencia, en el N° 3, que tiene como título Discípulos y misioneros, dijo:

“En este esfuerzo por conocer el mensaje de Cristo y hacerlo guía de la propia vida, hay que recordar que la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana. “Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios“ (Deus caritas est, 15). Por lo mismo, será también necesaria una catequesis social y una adecuada formación en la doctrina social de la Iglesia, siendo muy útil para ello el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”. La vida cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y políticas.”

No pasemos por alto esta última frase de Benedicto XVI. Repitámosla, a ver si nos mueve a meditar sobre nuestra actitud y nuestro comportamiento. Dijo el Papa: La vida cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y políticas. De modo que la vida cristiana no se manifiesta sólo, por ejemplo en la piedad personal, en la fe, en la esperanza, en la fortaleza, en la templanza… Se manifiesta también en las virtudes sociales y políticas. Una virtud política es sin duda el amor a la patria. La primera virtud social, el fundamento de todas, es el amor al prójimo. Si amamos seremos pacientes, seremos generosos con los demás, cumpliremos con el mandamiento nuevo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12,31),” como Yo os he amado”(Jn 15, 12). ¿Qué otra virtud puede expresar mejor la vida cristiana, que la caridad, que el amor; si el Señor dijo que por el amor al prójimo se conocerán sus discípulos? (Jn 13,35)

 

 

Todas las formas positivas del amor humano se asemejan a cuanto nosotros expresamos con el término «caridad»

 

 

El Cardenal Carlo María Martini en su libro Las Virtudes del Cristiano que Vigila, tiene esta bella reflexión, que nos puede ayudar a comprender el papel del amor al prójimo en nuestra vida cristiana. Al preguntarse cuál es la relación entre el amor cristiano y el amor en general, especialmente ese amor contradictorio que nos venden los medios masivos de comunicación, dice el Cardenal:

 

“En parte, podemos decir que todas las formas positivas del amor humano se asemejan a cuanto nosotros expresamos con el término «caridad», en el sentido de amor para con el prójimo; por lo tanto, la caridad como don de Dios, como virtud, como planteamiento teológico, entra de hecho, para vivificarlas, en las diversas formas del amor humano auténtico. [1]

 

De manera que cuando se habla de amor, si se trata de un amor auténtico, ese amor es por lo menos semejante a la caridad. Y la virtud de la caridad, que es un don de Dios, entra en ese amor humano auténtico, para vivificarlo, para elevarlo, para purificarlo. Después de esa reflexión sobre el amor humano auténtico, sigue así el Cardenal Martini:

 

“Al contrario, el amor que nace de Dios en Jesucristo, que nace de la contemplación del Crucifijo y está puesto en nuestro corazón por el Espíritu Santo, llena de sí todos los comportamientos positivos del hombre: la fe, la esperanza, la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza, la honestidad, la solicitud hacia los demás, la paciencia, el equilibrio de los afectos, la diligencia. Esto es, la Caridad tiene algo que hacer con todas las experiencias de amor humano; pero también, con cada expresión positiva y auténtica del ser del hombre y de la mujer.”

 

Así de maravillosa es la virtud de la caridad, – llena de sí, es decir de amor, todos los comportamientos positivos del hombre. Y cita el Cardenal esas virtudes maravillosas, empezando por la fe y la esperanza. La Caridad, que es gracia, que es un don de Dios, transforma al hombre, la caridad que supera al afecto natural humano, sobre todo cuando se trata de amar al enemigo. Cuando se piensa en perdonar, en amar al enemigo, a los que nos persiguen y calumnian, es necesaria la gracia, ese amor nace de la cruz de Cristo. En ese caso el sólo amor humano no es suficiente.

 

En estos días escuché a una persona en una radio comercial, que manifestaba con dolor, que ella, aunque lo intentaba, no había podido perdonar a alguien que le había hecho un daño grave. Sí, el perdón al enemigo, el amor al enemigo, requiere la ayuda de Dios. Solos no podemos; si nos encontramos en esa situación, es necesario que pidamos al Señor que venga en nuestra ayuda.

 

La caridad cristiana se ejercita en las cosas más sencillas

 

 

A veces, cuando pensamos en la santidad a que estamos todos llamados, se nos ocurre que hay que ejercitar virtudes heroicas de penitencia, y quizás lo que Dios nos pide sea la práctica de la caridad en la vida diaria, en nuestra casa, con nuestros seres queridos o en el trabajo, con las personas de trato difícil. El Cardenal Martini en el mismo libro Las Virtudes del Cristiano que Vigila, nos transmite estos pensamientos:

 

“La caridad cristiana se ejercita en las cosas más sencillas. No debemos esperar ni las grandes ocasiones ni los grandes sentimientos, como si la caridad fuese una especie de aparición divina en el alma. Está en nosotros invisible y cada pequeña circunstancia es buena para ejercerla. Concretamente, podemos hacer pequeños actos de amor de Dios, de amor hacia Jesús: «Oh Jesús, quiero amarte siempre más»; «Padre te ofrezco mi corazón, mi amor», «Espiritu Santo, ven a mí y acrecienta mi amor». De este modo, nos ejercitamos en la caridad sobrenatural, divina”

 

 

Esa es la sugerencia del Cardenal Martini sobre cómo manifestar nuestro amor a Dios en las cosas sencillas, cómo practicar el amor a Dios, por ejemplo con jaculatorias, que son una especie de alabanza, son piropos, declaraciones de amor, que decimos al Señor, como las decimos a quien queremos. Pero, y ¿cómo expresar nuestro amor al prójimo? Porque no siempre es adecuada la alabanza, ni la lisonja; a veces hasta puede ser inconveniente. El Cardenal Martini observa a este respecto:

 

(…)” existen actos de amor al prójimo: una sonrisa gratuita, un gesto de comprensión, de paciencia, de benevolencia; la caridad es excelsa por sí misma y hace sublimes las cosas más pequeñas, más sencillas.”

Hasta allí el Cardenal Martini. Más que una lisonja, se reconoce como sincera la actitud de respeto, la ayuda en un momento en que el prójimo la necesita; el hacer sentir a la otra persona, en una situación difícil, de enfermedad, de pérdida del trabajo, del fallecimiento de un ser querido, que uno está allí, que pueden contar con uno. Recordemos que, por ejemplo, visitar a los enfermos es una obra de misericordia; pero hay que hacerlo con discreción, sin volverse incómodo.

 

La virtud social por excelencia

 

 

Terminemos esta reflexión sobre la caridad, la virtud social por excelencia, con estas palabras del mismo Cardenal Martini:

 

“La caridad, (…) nace de Dios y, ante todo, se le solicita a Dios como un don: «Dios mío, te amo con todo mi corazón sobre todas las cosas, porque eres el Bien infinito y nuestra eterna felicidad; y por amor tuyo amo al prójimo como a mí mismo, y perdono las ofensas recibidas. Señor: que yo te ame siempre más».”

 

Y continúa más adelante el Cardenal Martini:

“La caridad en nosotros se dilata en la medida en que comprendemos cómo Jesús nos ha amado y nos ama, cómo Jesús ha amado y trata a los pequeños, a los pobres, a los leprosos, los enfermos, las personas molestas, lejanas, los enemigos.”

¿Cómo amar al que no nos hace favores, al que no nos apoya, al que no es incondicional con nosotros?

 

El amor cristiano no ama porque el otro le cae bien, porque le hizo un favor, porque lo apoya, porque puede contar con él de modo incondicional. Esos son motivos humanos, que están bien, pero si esa fuera la motivación cristiana, entonces ¿cómo amar al que no nos hace favores, al que no nos apoya, al que no es incondicional con nosotros? Y el amor cristiano llega hasta el amor al enemigo.

El amor cristiano exige ese MÁS, del que hablamos en la reflexión anterior, el que nos plantea San Ignacio, si nos queremos acercar más a Cristo, si nos queremos distinguir como cristianos de verdad. Pensemos que si no nos decidimos por la opción cristiana radical, – claro, con la ayuda de Dios, – nos podemos quedar en la mediocridad del que dice amar a Dios y le dice bellas palabras, pero olvida que ese amor se expresa en el amor al prójimo.

 

 

El amor a Dios se manifiesta en el amor al prójimo

A

   A veces se nos pasa por alto lo más importante; tratamos de ser perfectos con la práctica de virtudes personales, sin tener en cuenta, que el amor a Dios se manifiesta en el amor al prójimo. San Juan es muy claro. Las palabras de su Primera Carta, que más se suelen citar son: Hijos míos, no amemos de palabras ni de boca, sino con obras y según la verdad. Y quizás se citan más todavía, estas otras: Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.[2]


Nos hemos estado refiriendo a la V Conferencia del Episcopado en Aparecida. Sigamos pidiendo insistentemente al Señor, que ilumine a nuestros Obispos.
Esta reunión tiene una enorme importancia para el futuro de la Iglesia en el Continente que reúne el mayor número de católicos. Recordemos algunas palabras del Cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, Honduras, sobre la trascendencia de esta conferencia de nuestros obispos, en entrevista que publicó la agencia Zenit el 10 de mayo. En la reflexión anterior las citamos. Hoy vamos a repetir solo una pequeña parte.

Dijo el Cardenal que frente a los desafíos del mundo actual a la Iglesia,

 

«el modelo pastoral que estamos aplicando está agotado y por consiguiente estamos un poco desorientados. Necesitamos un nuevo fuego, un nuevo impulso, y creo que la Conferencia de Aparecida lo puede dar. Al menos la preparación ha sido muy intensiva». «Ahora, esperamos no defraudarlos»


«Cuando se pierde el ímpetu misionero empezamos a envejecer y a morir, porque la Iglesia es misionera por constitución: ser misionera es un elemento indispensable de su identidad». «De hecho, la palabra del Señor es clara: “Id”. Cuando se nos olvida que somos enviados nos instalamos y entonces es ya muy poco lo que tenemos que decir a un mundo que necesita siempre el fermento evangélico»

 

Según el cardenal, la Iglesia ha perdido impulso en América Latina «por acostumbrarnos a un modelo pastoral y querer hacer más de lo mismo».

«Pero el Espíritu Santo ni está de vacaciones ni duerme. Nos falta apertura al discernimiento de los signos de los tiempos cuando los tenemos muy provocadores hoy día: uno de ellos es la opción por los pobres, pero ya requiere respuesta».


«Para mí la opción por los pobres está tomando un cariz muy evidente y se llama reducir la desigualdad, porque América Latina es el continente más desigual del mundo y reducir estas desigualdades es lo que tenemos que hacer; cómo hacerlo es otro desafío enorme»


Por su parte, Monseñor Castro Quiroga, arzobispo de Tunja, refiriéndose al cambio de época en que estamos, usó un símil muy interesante. Dijo que en estas circunstancias en que estamos viviendo, las medidas que hay que tomar no son como cuando en la casa se mejoran las cosas pintando las paredes o cambiando los tapetes; lo que ahora sucede es que estamos cambiando de casa. Es que estamos en un cambio de época y los retos son enormes. Estamos viviendo en un mundo distinto. Ya no es el mismo. Nos hicieron cambiar de casa.

Preparados para asumir nuestra parte

 

La respuesta de la Iglesia tiene que ser ir al fondo de los problemas y tenemos que estar preparados para asumir nuestra parte. Como ya no necesariamente funcionan las recetas a que estamos acostumbrados, tenemos que tener una mentalidad abierta, desinstalarnos, no aferrarnos a nuestro modo de hacer las cosas, salir de la zona de seguridad en la que nos refugiamos; y pedir y aceptar, que el Espíritu Santo inspire, indique nuevos caminos.

 

Creo que los movimientos apostólicos, todos, incluyendo los medios de comunicación católicos, tenemos que aceptar con humildad nuestra responsabilidad en la evangelización, hacer un examen de conciencia humilde, sin poner condiciones a lo que el Señor indique. Si debemos cambiar, tenemos que estar dispuestos al cambio. Los obispos han hablado de la necesidad de una conversión pastoral. Estamos llamados a la conversión, a hacer lo que el Señor nos diga.

 

No será suficiente que los señores obispos hagan un excelente trabajo en el estudio y presentación de la situación de la Iglesia, que analicen esa situación a la luz del Evangelio, y decidan las líneas de acción que se deberán seguir en el futuro: VER, JUZGAR, ACTUAR. Hay muchos documentos de la Iglesia, análisis exhaustivos, decisiones sobre tareas que se deben realizar, pero ¿cuánto de eso se ejecuta? Y los laicos tendremos nuestra parte en esa tarea. Los medios de comunicación tenemos una exigente tarea por delante. Esa tarea no se puede quedar esperando a que otros la realicen.

 

Parece una tarea demasiado grande la que espera a la Iglesia; pero Juan Pablo II nos recordó que, siguiendo las palabras del Señor, “No debemos tener miedo”. En la Eucaristía del 22 de mayo, en Aparecida, Monseñor Leopoldo Brenes Solórzano, Arzobispo de Managua, Nicaragua, tuvo unas iluminadoras palabras a este propósito. Voy a leer sólo algunas.[3] Dijo:

Todos nosotros miembros de esta Iglesia Católica que peregrina por el mundo  gozamos de algo especial de parte de Dios: Somos llamados. Y el mismo Señor se encarga de decírnoslo: No son ustedes los que me han escogido soy yo quien los he escogido”.

 

(…) no hay duda el Señor nos llama, para estar con él y enviarnos a compartir con los otros su mensaje y su persona. La celebración de su Ascensión a los cielos es muy clara, tal como nos la narra San Marcos: Id pues… a todas las gentes enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado.

El estar con él nos compromete a no quedarnos callados, sino a ir por el mundo y compartir las maravillas que él esta haciendo y quiere hacer con nosotros, con nuestras vidas y con el mundo.

Más adelante continuó:

 

Pero también mis buenos hermanos, en esta obra no estamos solos, su compañía nos ha sido prometida: Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo. Si, él y el Espíritu Santo son nuestra permanente compañía, no estamos solos, no caminamos solos. Quizá nos puede suceder en algunos momentos como a los discípulos de Emaús, que se sintieron abandonados, pero allí iba él a su lado caminando en silencio.

 

Y la preocupación del Señor: Yo ruego por ellos… Padre Santo, cuida en tu nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros.

El papa Paulo VI, en una ocasión dijo: “Después de Pentecostés, la Iglesia está en manos del Espíritu Santo”. No dudo que si somos dóciles instrumentos del Espíritu Santo, esta Iglesia que peregrina en nuestro continente de la esperanza y del amor, llegará feliz a la meta trazada por su fundador.

 

La gente busca a Dios y necesita respuestas

La Iglesia tiene que ofrecer respuestas, porque las tiene en el Evangelio

Nuestros países, que se distinguieron antes por su fe católica, están ahora acosados por campañas antirreligiosas que promueven una vida materialista, sin Dios, dirigida por el relativismo moral. Pero la gente busca a Dios y necesita respuestas a sus inquietudes, a sus angustias. La Iglesia tiene que ofrecer respuestas, porque las tiene en el Evangelio. Su misión es llevarlas a todo el mundo, y necesita encontrar el medio adecuado para hacerlo. Unámonos todos en oración al Espíritu Santo, para que acompañe a nuestra Iglesia.


Sobre este asunto, la página del CELAM in internet trajo esta información el miércoles 23 de mayo:

 

En América Latina la Iglesia se enfrenta ante la realidad de que “muchos de los creyentes ya no participan en la vida dominical; (…) bautizados sin verdadera conversión”. Ante esta situación, el Arzobispo de Antequera-Oaxaca hace evidente el reto que tienen los Obispos y la Iglesia Católica en Latinoamérica: “o educamos en la fe  poniendo realmente en contacto y en el seguimiento de Jesucristo o nuestros pueblos dejarán de ser católicos”.



Mons. Chávez Botello, también responsable de la Sección de catequesis del CELAM, propone diseñar un proceso guía de Iniciación cristiana, la manera básica y fundamental para educar en la fe, cuyo cimiento sea el encuentro con Jesucristo vivo en el Kerygma.

 

Para diseñar este proceso es necesario definir el perfil del católico de hoy, los criterios, contenidos, espiritualidad y crear centros de formación y una instancia que promueva, anime y acompañe este proceso, esa será una tarea para esta V Conferencia General, aseguró el Arzobispo mexicano.

 

Bien, mis amables lectores. Hoy hicimos un alto en el estudio del Compendio de la Doctrina Social, pero sin salirnos del tema. Es muy importante estar a tono con la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y del Caribe. Es un suceso trascendental para la fe de nuestros pueblos. Sirvamos de eco a lo que va pasando en Aparecida. Los no oyentes de Radio María o que no siguen la EWTN en la televisión, o quizás en otros medios católicos, como internet, apenas se enteran de que los obispos están en una reunión y el Papa estuvo allí. Comentémosles, eso también es Evangelizar. Que todos los católicos estén enterados de la importancia de este suceso, que nos llena de esperanza.

 

Si algunos de ustedes quieren conocer lo que sucedió en Aparecida los invito a entrar en internet a la página del CELAM. Allí encontramos los documentos más importantes: entre ellos el discurso de inauguración del Santo Padre, las homilías y muchos otros documentos. La dirección e internet es muy sencilla: www.celam.info/

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Carlo María Martini, S.J., Las Virtudes del Cristiano que Vigila, EDICEP, Pg 115ss

[2] 1 Jn3,18 y 4, 20

[3]Los documentos de la V Conferencia del Episcopado en Aparecida, que se citan este programa están tomados de la página del CELAM en internet.