Reflexión 296 San Juan XXIII Doctrina Social (Oct.16 2014)

Repasemos

Continuamos hoy el estudio de la encíclica Mater et magistra, Madre y maestra, de San Juan XXIII. En la reflexión anterior terminamos de comentar las enseñanzas de M et M sobre las empresas artesanales y cooperativas, la pequeña y mediana propiedad en la agricultura, el comercio y la industria, en las cuales los trabajadores son al mismo tiempo sus dueños.

Siguiendo las enseñanzas de Pío XII, San Juan XXIII pide al estado que proteja ese tipo de empresas. Señala M et M que son indispensables unas políticas económicas de estado, adecuadas, que beneficien a estas empresas en cuanto a la capacitación y el crédito y que les otorgue beneficios tributarios.

 

Juan XXIII y la utilización del mercadeo

La encíclica no solo se refiere al papel del estado en el fomento y protección de las pequeñas empresas, sino que a esas mismas empresas, la artesanal y las cooperativas, les aconseja que para tener éxito, utilicen los avances de la ciencia y de la técnica tanto en su organización como en su funcionamiento y métodos de trabajo. Algo más, les ofrece orientación sobre la utilización del mercadeo, pues les aconseja que tengan en cuenta las necesidades y preferencias de los consumidores. Es decir que las empresas pequeñas para tener éxito se deben manejar como lo hacen las empresas grandes exitosas, con la utilización de los adelantos científicos y técnicos y del mercadeo bien entendido.

Me refiero al mercadeo bien entendido y no a la publicidad engañosa que a veces se utiliza. El mercadeo es una buena herramienta tanto técnica como ética, si estudia las necesidades del consumidor al que pretende llegar, y da a conocer verazmente, por medio de la publicidad, los productos que ofrece para satisfacer las necesidades y preferencias de sus consumidores.

 

Las empresas, comunidades humanas

 

San Juan XXIII no duda en afirmar que a los trabajadores se les debe dar una participación activa en los asuntos de la empresa donde trabajan, sean públicas o privadas, grandes o pequeñas. Destaca así mismo M et M, que las empresas deben llegar a ser auténticas comunidades humanas. Un rasgo que debe distinguir a la empresa que se precie de ser una auténtica comunidad humana, es el de las buenas relaciones entre todos sus miembros. Unas relaciones respetuosas y justas entre todos.

A más de un empresario le debe parecer extraño que la DSI señale a las compañías el camino de ser auténticas comunidades humanas. Muchos dueños y administradores de negocios, hasta me atrevo a pensar que la mayoría, creen que las empresas se fundan únicamente para producir beneficios económicos a sus dueños. Pareciera un pensamiento muy atrevido, que no tiene que ver nada con los negocios, esperar de ellas que se distingan por el trato verdaderamente humano entre sus integrantes: jefes y demás trabajadores. Los negocios que se manejan con ese ideal, que las hay, se dan cuenta de que funcionan mucho mejor, producen más beneficios económicos, si todos sus integrantes se sienten bien trabajando allí, si tienen lo que se suele llamar sentido de pertenencia, si sienten que son miembros de una auténtica comunidad humana.

 

¿Qué opina la DSI sobre los sindicatos?

 

Pasamos ahora al tema de los sindicatos, que reciben un fuerte impulso en la encíclica Mater et magistra, en los números 97 y siguientes. Esta encíclica considera a los sindicatos, muy importantes en la orientación económica de un país, porque por medio de ellos tienen los trabajadores un canal de comunicación para hacerse escuchar de los que toman las grandes decisiones de la economía. El papa trata sobre la presencia activa de los trabajadores en todos los niveles.

Leamos las palabras de la encíclica en los números 97 y 98:

Es una realidad evidente que, en nuestra época, las asociaciones de trabajadores han adquirido un amplio desarrollo, y, generalmente han sido reconocidas como instituciones jurídicas en los diversos países e incluso en el plano internacional. Su finalidad no es ya la de movilizar al trabajador para la lucha de clases, sino la de estimular más bien la colaboración, lo cual se verifica principalmente por medio de acuerdos establecidos entre las asociaciones de trabajadores y de empresarios.

Hay que advertir, además, que es necesario, o al menos muy conveniente, que a los trabajadores se les dé la posibilidad de expresar su parecer e interponer su influencia fuera del ámbito de su empresa, y concretamente en todos los órdenes de la comunidad política.La razón de esta presencia obedece a que las empresas particulares, aunque sobresalgan en el país por sus dimensiones, eficiencia e importancia, están, sin embargo, estrechamente vinculadas a la situación general económica y social de cada nación, ya que de esta situación depende su propia prosperidad.

Como vemos, la clase de sindicatos que promueve la encíclica M et M no es la de sindicatos politizados, que entienden como su fin el movilizar a los trabajadores para una lucha de clases, sino como unos organismos que sean estímulo a la colaboración. Si los trabajadores son miembros de una comunidad humana, como deben ser las empresas, se organizan en sindicatos para funcionar mejor y comunicarse con los empresarios. Un sindicato que funcione bien no tiene por qué ser una piedra en el zapato, sino una pieza en el engranaje de esa organización de personas a la cual pertenece. Claro que las dos piezas, la de los empresarios y la de los trabajadores, deben estar bien aceitadas y no hay mejor aceite que el buen trato. Nosotros los creyentes diríamos que no hay mejor aceite que el amor cristiano.

Los sindicatos bien manejados tienden a esa relación de entendimiento y colaboración. No a crear conflictos sino a servir de puentes, a ser plenipotenciarios de sus compañeros trabajadores en las negociaciones y demás pactos que se convienen para satisfacer las inquietudes y necesidades de los trabajadores. Los trabajadores serán más fácilmente escuchados si están organizados. Claro que, yo pienso que un sindicato así, debería servir también de canal para que los patronos presenten sus reclamaciones, si las tienen. La comunicación es efectiva cuando es en doble vía, cuando hay diálogo.

El P. Camacho en su libro Doctrina social de la iglesia, una aproximación histórica, dice en la Pg. 239:

Así concebido, el sindicalismo recibe un fuerte apoyo de Juan XXIII, al margen de su inspiración ideológica. En la Mater et magistra se alaban tanto los sindicatos de inspiración cristiana como los de carácter neutro… Esto supone un paso adelante, que supera las reservas tradicionales de los papas frente a la incorporación de trabajadores cristianos en sindicatos no confesionales.

 

Los sindicatos de inspiración cristiana en Colombia

 

Como en alguna ocasión mencionamos en este programa, la iglesia intentó fomentar la creación de sindicatos fundados en la doctrina cristiana. Aquí en Colombia la conferencia episcopal encargó a la Compañía de Jesús ese difícil trabajo. A esa labor se dedicaron, entre otros, los PP. Vicente Andrade Valderrama y Francisco Javier Mejía en la formación cristiana de los dirigentes de la UTC y el P. Adán Londoño quien se dedicó especialmente a la formación de los jóvenes que más adelante ingresarían a los sindicatos, preparándose en la JTC. A ese tipo de organizaciones se refiere Juan XXIII sin duda, en los números 100 a 102. Léamoslos:

Es natural, por tanto, que nuestro pensamiento y nuestro paterno afecto se dirijan de modo principal a las asociaciones que abarcan profesiones diversas y a los movimientos sindicales que, de acuerdo con los principios de la doctrina cristiana, están trabajando en casi todos los continentes del mundo.

Conocemos las muchas y graves dificultades en medio de las cuales estos queridos hijos nuestros han procurado con eficacia y siguen procurando con energía la reivindicación de los derechos del trabajador, así como su elevación material y moral, tanto en el ámbito nacional como en el plano mundial.

Pero, además, queremos tributar a la labor de estos hijos nuestros la alabanza que merece, porque no se limita a los resultados inmediatos y visibles que obtiene, sino que repercute también en todo el inmenso mundo del trabajo humano, con la propagación general de un recto modo de obrar y de pensar y con el aliento vivificador de la religión cristiana.

Idéntica alabanza paternal queremos rendir asimismo a aquellos de nuestros amados hijos que, imbuidos en las enseñanzas cristianas, prestan un admirable concurso en otras asociaciones profesionales y movimientos sindicales que respetan la ley natural y la libertad personal en materia de religión y moral.

Ese último párrafo se refiere a los sindicalistas que militaban en sindicatos que no tenían la orientación de la Iglesia, pero los trabajadores afiliados obraban de acuerdo con sus enseñanzas.

 

Los sindicatos políticos

 

El esfuerzo de la Iglesia por la formación cristiana de los trabajadores era indispensable cuando el comunismo por una parte y el fascismo por otra, habían hecho de los sindicatos un arma política en la lucha de clases, el comunismo, y un arma política de apoyo al gobierno en los gobiernos fascistas. En esos sindicatos se desvirtuaba su naturaleza que debía ser para favorecer a los trabajadores y no para promover partidos o movimientos políticos.

Los trabajadores católicos tenían que estar muy bien formados en su fe y en particular en la DSI. Como dice Juan XXIII, de esos trabajadores se esperaba que propagaran con su ejemplo, un recto modo de obrar y de pensar con el aliento vivificador de la religión cristiana. No en todos los países permitían la formación de sindicatos orientados por la Iglesia, por eso Juan XXIII alaba a los que imbuidos en las enseñanzas cristianas prestan su concurso en otros movimientos sindicales respetuosos de la ley natural y de la libertad personal en materia de religión y de moral.

Mater et magistra y la doctrina sobre la propiedad

 

El fin de la segunda parte de la encíclica M et M se dedica a la doctrina sobre la propiedad. Ya Pío XII había enseñado que no se puede pretender que seamos propietarios absolutos de los bienes que poseamos, pues de lo que tenemos somos solo administradores, como lo vimos antes. Juan XXIII hace nuevos aportes al desarrollo de esta doctrina. La DSI está en permanente avance, de acuerdo con las necesidades de la sociedad.

Juan XXIII expone en la M et M que hay cambios en la sociedad que invitan a profundizar en la doctrina sobre la propiedad. El texto de M et M destaca tres aspectos nuevos en la comprensión y uso de la propiedad. Uno de ellos aparecen en la creciente separación de funciones entre el propietario de los medios de producción y los dirigentes de la empresa; el segundo aspecto nuevo es el desarrollo de los sistemas de seguridad social, lo cual disminuye el valor del patrimonio como fuente de seguridad frente al futuro y el tercer aspecto es la mayor importancia que se da al desempeño de una profesión, por encima de la importancia que se adjudica a la posesión de un capital. Estos asuntos se encuentran del N° 112 al 120 de M et M.

Expliquemos de qué se trata. Juan XXIII encontró cambios en la conducción de la sociedad: en las empresas privadas, los que las administraban, ya no eran necesariamente sus propietarios; por otra parte, los ciudadanos empezaban a tener una mejor atención en salud, en educación y en las posibilidades de gozar de una pensión cuando por la edad se retiraran del trabajo y en tercer lugar, ya no se confiaba en que para garantizar el propio futuro fuera indispensable ser propietario, sino que se daba más importancia a estar capacitado y desempeñar un oficio o una profesión.

Juan XXIII descubre algo muy positivo en la forma como se iba desarrollando la sociedad, que ha ido descubriendo el valor inmenso del trabajo, superior a la posesión de bienes. Los bienes son algo externo a la persona humana, son instrumentos, mientras que el valor del trabajo es superior. Quizás por eso, también hoy el papa Francisco se refiere con tanta frecuencia al trabajo, como algo que da dignidad a la persona.

 

El papa Francisco y la dignidad del trabajo

 

La importancia del trabajo la aprendió el papa Francisco cuando era joven, hijo de inmigrantes. Entre los varios libros que publicaron cuando Mario Bergoglio, arzobismo de Buenos Aires fue elegido papa, hay uno que se titula “El Jesuita”. Cuenta allí en las páginas 34 y 35, que cuando el joven Bergoglio empezó los estudios de secundaria, su papá le dijo que convenía que trabajara en vacaciones. Y observa el entonces cardenal Bergoglio: Le agradezco tanto a mi padre que me haya mandado a trabajar. El trabajo fue una de las cosas que mejor me hizo en la vida… Hoy como papa con frecuencia habla del trabajo en la misma forma como lo hacía de arzobispo de Buenos Aires. A la pregunta de cuál era su experiencia pastoral, al ver tanta gente desocupada, respondió:

Son gente que no se siente persona. Y que, por más que sus familias y sus amigos les ayuden, quieren trabajar, quieren ganarse el pan con el sudor de su frente. Es que, en última instancia, el trabajo unge de dignidad a una persona. La unción de la dignidad no la otorga ni el abolengo, ni la formación familiar, ni la educación. La dignidad como tal solo viene del trabajo… Podemos tener una fortuna, pero si no trabajamos, la dignidad se viene abajo.

Menciono al papa Francisco, cuando estudiamos la doctrina social en Juan XXIII, porque es importante que seamos conscientes de que la Iglesia siempre predica la doctrina del evangelio en que se funda su doctrina social. Podríamos ir muy atrás en la historia de la Iglesia y siempre encontraríamos coherencia en sus enseñanzas sociales.

Los cambios que encontró Juan XXIII en la sociedad

 

Volvamos a Juan XXIII. Se pregunta en M et M, si los cambios en lo referente a la propiedad, que eran más notorios en su época, y se manifestaban en la separación de las funciones entre el propietario y los dirigentes de la empresa, el desarrollo de los sistemas de seguridad social y el desempeño de una profesión, como superior a la posesión de bienes, si esos cambios en la sociedad, daban lugar a replantear la doctrina sobre la propiedad privada.

Veamos a qué se refiera M et M cuando trata de esos tres aspectos: primero sobre la separación de las funciones del propietario y de los dirigentes de la empresa. Apareció claro entonces, como lo es ahora, que ya, los dueños del capital no son necesariamente quienes lo administran. Prefieren nombrar una junta directiva que les ayude en la orientación de la empresa y confían a administradores preparados y confiables: presidente, gerentes, que no son de la familia de los dueños, el manejo de las distintas áreas de la empresa. En el segundo aspecto, el de la seguridad social, después de la segunda guerra mundial, empezó un fuerte desarrollo de los estados bienestar. Detengámonos un momento en recordar que es eso de los estados bienestar.

 

La política de bienestar social en los siglos XIX y XX

En la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, en los países de Europa occidental, quizás movidos por el temor de que se extendiera la revolución, los movimientos sociales y los reclamos de los ciudadanos, impulsaron a los gobiernos a poner más atención a la condición de los trabajadores, en la organización de lo que hoy llamamos la seguridad social; es decir, vieron la necesidad de tener en cuenta los derechos de los trabajadores a la salud, a la pensión, al empleo, a la educación, a la cultura. Estos derechos aplicados a todos los ciudadanos, definieron la política del bienestar social como característica de las democracias más avanzadas de la Europa de la posguerra.

Luego de la crisis económica que atacó al mundo como consecuencia de la segunda guerra mundial, hubo movimientos sociales y fuerzas políticas que favorecieron esquemas de seguridad social, leyes de protección al trabajo, establecimiento de un salario mínimo, reconocimiento de los sindicatos como legítimos representantes de los trabajadores. Entre esas fuerzas políticas que favorecieron el desarrollo de la seguridad social en Europa, no podemos dejar de mencionar a la democracia cristiana en Alemania, con su máximo dirigente Konrad Adenauer. Todavía hoy existe la Fundación Konrad Adenauer, que promueve la acción social.

 

¿El mayor gasto en seguridad social perjudicó a las empresas?

Quizás alguien se pregunte si el mayor gasto público y las cargas tributarias, consecuencia de las nuevas políticas socioeconómicas a favor de todos los ciudadanos, fueron en deterioro del capitalismo. Porque, como vimos la semana pasada, en nuestro país, al solo intento de volver a considerar el pago de horas nocturnas desde las 6 de la tarde, como era antes, y no solo desde las 10 de la noche, los empresarios manifestaron que no tenían el dinero para esa carga. Temen ganar menos, pero seguramente por eso no dejarían de ser rentables sus empresas.

No fue mala experiencia de las empresas por el impulso a la seguridad social en la primera mitad del siglo XX, en Europa; antes por el contrario, fue benéfico, como lo demuestra el análisis del crecimiento económico publicado por el Fondo Monetario Internacional en mayo del año 2000. En la Pg. 154 del capítulo quinto, publica una gráfica sobre el crecimiento económico en el siglo XX. La conclusión de ese estudio fue que el período de 1950 a 1973, fue el mayor crecimiento, más del doble de los otros períodos. Con razón el historiador marxista Eric Hobsbawm, llama a esa época “La edad de oro del capitalismo” (Cf Historia del siglo XX, Cap. IX, Los años dorados).

En la Pg 264 dice Hobsbawm sobre la que él llama la edad de oro: La economía mundial crecía, pues, a un ritmo explosivo. Al llegar los años sesenta, era evidente que nunca había existido algo semejante. La producción mundial de manufacturas se cuadruplicó entre principios de los cincuenta y principios de los setenta, y, algo todavía más impresionante, el comercio mundial der productos elaborados se multiplicó por diez.

Recordemos que San Juan XXIII sucedió a Pío XII en octubre de 1958 y murió en junio de 1963. Pío XII gobernó a la Iglesia durante la segunda guerra mundial. Juan XXIII a su llegada encontró situaciones nuevas, producto de una guerra devastadora y fue testigo de cómo los países se empeñaban en su reconstrucción. El mundo trabajaba con entusiasmo, estaba optimista y llegó él, un papa también optimista. El mundo occidental había optado por la democracia y las antiguas colonias empezaban su proceso de desligarse de sus naciones dominantes.

Claro que no todos los países gozaron del mismo nivel de prosperidad desde 1950. Dependió de la situación en que quedaron después de la destrucción que dejó a su paso la guerra. Recordemos que la guerra terminó en 1945, pero en los años sesenta ya Europa se encontraba en medio de la prosperidad. Tampoco se puede afirmar que la prosperidad económica llegó a Europa occidental gracias a las medidas sociales de los estados bienestar, que se preocuparon por la seguridad social; pero el haber dedicado recursos grandes a la atención de la salud, a las pensiones, a la educación de sus ciudadanos no los hizo más pobres. Al contrario, la producción de alimentos creció más que la población, sus industrias crecieron y con ellas el empleo y el progreso de Europa era indudable.

Ahora bien, si estas nuevas condiciones reclamaban replantear la doctrina sobre la propiedad, como se pregunta Juan XXIII en el número 108, la respuesta es tajante: la doctrina tradicional no ha perdido nada de su validez. Leamos el número 108:

Tales nuevos aspectos de la economía moderna han contribuido a divulgar, la duda sobre si, en la actualidad, ha dejado de ser válido, o ha perdido, al menos, importancia, un principio de orden económico y social enseñado y propugnado firmemente por nuestros predecesores; esto es, el principio que establece que los hombres tienen un derecho natural a la propiedad privada de bienes, incluidos los de producción.