Reflexión 294 San Juan XXIII Doctrina Social Oct.2 2014

Repasemos los criterios para fijar el salario

Dignidad de los ancianos

 

En nuestro estudio de la encíclica Madre y Maestra, Mater et magistra, del papa San Juan XXIII, – en el programa del 24 de julio (2014) pasado, – comentamos los criterios que se deben tener en cuenta en la fijación del salario de los trabajadores. Recordemos ante todo, que la encíclica Mater et magistra habla de un salario que permita al trabajador mantener un nivel de vida verdaderamente humano y hacer frente con dignidad a sus obligaciones familiares. No se pide solamente que el salario les permita subsistir, sino que les permita vivir una vida digna Es además clara la mención del salario familiar, cuando menciona Mater et magistra que el salario debe atender las necesidades de la familia y no solo del trabajador y cuando añade que el trabajador debe hacer frente con dignidad a sus obligaciones familiares.

El primer criterio que debe tenerse en cuenta para fijar el salario, que sea un salario que permita al trabajador mantener un nivel de vida verdaderamente humano, me parece que es perfectamente aplicable a las pensiones. Igualmente las pensiones deben permitir que quien ha gastado sus años en el trabajo, en la vejez tenga medios para llevar una vida digna. Recuerdo que el cardenal Rubiano rechazó en una oportunidad la idea de un gobierno, de entregar a los ancianos que no tenían pensión, una suma irrisoria, que parecía más bien una limosna. El cardenal comentó que ofrecerles esa suma sería como ofrecerles una chocolatina… una suma inaceptable. Se debe tratar a los ancianos con dignidad.

El papa San Juan XXIII en su encíclica Mater et magistra se presenta justo y a la vez realista. Tiene en cuenta para la determinación del salario, primero, que el trabajador pueda llevar una vida digna y los aportes que debe hacer para el sostenimiento de su familia, y además enseña que para determinar el salario se deben tener en cuenta otros puntos, como cuál es el aporte que cada trabajador hace con su trabajo a la producción económica de la empresa; de manera que sin perjuicio de que el salario permita vivir una vida digna, está bien que para determinar el salario se tenga en cuenta el aporte del trabajador a la empresa. Es decir que un trabajo que aporte más a la compañía es correcto que se remunere mejor que uno que aporte menos, pero siempre el salario debe permitir llevar una vida digna.

Se deben tener en cuenta también, la situación financiera de la empresa, lo mismo que las dificultades por las que puede estar pasando el patrono, y las exigencias del bien común que se orienta a obtener el máximo empleo de la mano de obra en toda la nación. En resumen, se podría decir que San Juan XXIII habla del salario universal, no del de una empresa particular; presenta un criterio general, porque fijar los salarios es algo tan importante en el conjunto de la vida económica de un país, que, además del trabajador individual, es necesario examinar factores como la empresa misma, la economía nacional e incluso se debe tener en cuenta la economía global. Ojalá se tuvieran en cuenta todos esos criterios cuando se reúnen el gobierno, los trabajadores y los empresarios, año tras año, para concertar el salario mínimo.

 

Moral del desarrollo: crecimiento económico y progreso social

 

Después de tratar sobre el salario, Mater et magistra pasa a dar una importante orientación sobre la moral del desarrollo. Con frecuencia se tiene en cuenta solamente el crecimiento económico, separándolo del progreso de las personas de menos recursos. Nos advierte San Juan XXIII que el desarrollo económico y el progreso social deben ir juntos y acomodarse mutuamente de forma que todas las categorías sociales tengan participación adecuada en el aumento de la riqueza de la nación.

Pablo VI, el sucesor de Juan XXIII enriquecerá la DSI en su momento con su maravillosa encíclica Populorum progressio, que precisamente está toda ella dirigida al desarrollo y precisará de qué trata el precepto gravísimo del que habló Juan XIII, que condiciona el desarrollo. El precepto gravísimo de la justicia social del que habló Juan XIII lo enuncia con la frase: el desarrollo económico y el progreso social deben ir juntos y acomodarse mutuamente, como lo leímos en el N° 73 de Mater et magistra. De manera que no es suficiente que haya crecimiento económico, desarrollo económico, si no va junto con el progreso social. Pablo VI hablará por eso de un desarrollo integral. No es suficiente que la economía crezca sino que debe haber un desarrollo social que llegue a las clases más necesitadas. O no habrá desarrollo social.

En pocas palabras, lo que nos enseña Juan XXIII sobre el desarrollo, en Mater et magistra, es que ese desarrollo debe llegar a todos, no a unos pocos. Leamos el 74 de Mater et magistra:

  1. «La economía nacional —como justamente enseña nuestro predecesor, de feliz memoria Pío XII—, de la misma manera que es fruto de la actividad de los hombres que trabajan unidos en la comunidad del Estado, así también no tiene otro fin que el de asegurar, sin interrupción, las condiciones externas que permitan a cada ciudadano desarrollar plenamente su vida individual. Donde esto se consiga de modo estable, se dirá con verdad que el pueblo es económicamente rico, porque el bienestar general y, por consiguiente, el derecho personal de todos al uso de los bienes terrenos se ajusta por completo a las normas establecidas por Dios Creador».

De aquí se sigue que la prosperidad económica de un pueblo consiste, más que en el número total de los bienes disponibles, en la justa distribución de los mismos, de forma que quede garantizado el perfeccionamiento de los ciudadanos, fin al cual se ordena por su propia naturaleza todo el sistema de la economía nacional.

 

Fin de la economía nacional:asegurar las condiciones externas que permitan a cada ciudadano desarrollar plenamente su vida individual

 

Observemos dos cosas sobre esta doctrina de moral social: la DSI nos enseña que la economía nacional tiene como fin asegurar, sin interrupción, las condiciones externas que permitan a cada ciudadano desarrollar plenamente su vida individual. Luego añade Mater et magistra que debe quedar garantizado el perfeccionamiento de los ciudadanos, y que para garantizar que cada ciudadano pueda desarrollar plenamente su vida individual, todo el sistema de la economía nacional se ordena por su propia naturaleza.

Es decir que la economía, por su propia naturaleza no está ordenada al enriquecimiento de solo algunos. No cumple con estas condiciones el crecimiento económico, porque haya muchos bienes, si esos bienes solo están al alcance de los más pudientes. Si la economía crece debe orientarse para que cumpla su fin y es que todos los ciudadanos se puedan desarrollar plenamente. No es suficiente que la economía crezca si ese crecimiento no se orienta para el bien de todos.

Es verdad que el manejo de toda la economía de un país es muy complicado y más hoy con la globalización, porque el éxito del desarrollo económico de nuestro país no depende de él solo, sino del comportamiento de la economía de los otros países que tienen influencia en la nuestra.

Por poner solo un ejemplo: si por circunstancias del clima, sequías o al contrario, lluvias excesivas, tenemos dificultades en la producción de alimentos, habrá que importarlos o si tenemos producción en exceso, y nos sobran alimentos, tenemos la oportunidad de venderlos al exterior. Tanto si necesitamos comprar como si necesitamos vender, vamos a depender de otros países que nos vendan o nos compren.

Me parece que el punto más importante en este apartado de Mater et magistra es la clarificación de cómo debemos entender la economía, es decir, como un factor de desarrollo de todos. La economía no puede orientarse exclusivamente al crecimiento, al desarrollo de unos pocos.

 

Participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas

 

Hay otro asunto especialmente importante que está en los números 75 a 77 de Mater et magistra y se refiere a la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas, lo cual tiene que ver con la distribución de que hemos hablado. No se trata solo de que haya mucha riqueza, sino de que se distribuya equitativamente. Enfoca este asunto Mater et magistra, desde el punto de vista del aprovechamiento que las empresas hacen de sus ganancias en beneficio de su propio desarrollo, para crecer, por ejemplo, consiguiendo maquinaria nueva. Un año en que una empresa obtenga muy buenas ganancias, tiene la oportunidad de mejorar sus instalaciones, de modernizar sus plantas con equipos más modernos.

El punto clave aquí está en que nos preguntemos si es justo que solo la empresa se beneficie, a través de su propio crecimiento con la mejora de sus instalaciones, o pagando mayores dividendos a sus accionistas o que sus ganancias solo alcancen para bonificaciones a algunos de sus altos ejecutivos, o si también los demás trabajadores se deberían beneficiar, porque ellos contribuyeron a que a la empresa le fuera bien. El éxito no se debió solo al buen desempeño del capital y de los altos ejecutivos, sino en algún grado, al buen trabajo de sus empleados.

En el N° 76, Mater et magistra dice que no es correcto atribuir sólo al capital, o sólo al trabajo, lo que es resultado conjunto de la eficaz cooperación de ambos; y es totalmente injusto que el capital o el trabajo, negando todo derecho a la otra parte, se apropie la totalidad del beneficio económico».

 

¿Cómo hacer partícipes de las ganancias a los trabajadores?

Es una inquietud ética válida la que plantea. El cómo hacer partícipe también al trabajador del éxito de la empresa no es un asunto sencillo. Algunas empresas lo hacen por medio de primas extraordinarias. El papa Juan XXIII, citando a su antecesor Pío XI, propone se tenga en cuenta el método de ir dando a los trabajadores participación en la propiedad de la compañía, por ejemplo, como algunas empresas lo hacen, entregando acciones de la empresa a los trabajadores. Las palabras de la encíclica, en el N° 77, son estas:

Este deber de justicia puede cumplirse de diversas maneras, como la experiencia demuestra. Una de ellas, y de las más deseables en la actualidad, consiste en hacer que los trabajadores, en la forma y el grado que parezcan más oportunos, puedan llegar a participar poco a poco en la propiedad de la empresa donde trabajan, puesto que hoy, más aún, que en los tiempos de nuestro predecesor, «con todo el empeño posible se ha de procurar que, al manos para el futuro, se modere equitativamente la acumulación de las riquezas en manos de los ricos, y se repartan también con la suficiente profusión entre los trabajadores»

Ahora bien, si es más beneficiosa para los trabajadores una participación en la propiedad por medio de acciones o si conviene más al trabajador el pago de una suma en efectivo, en caso de un año de buenas ganancias de la compañía, me parece que no se puede resolver de manera general. Habría que considerar los casos particulares. Recibir acciones de una empresa exitosa y con buen futuro puede parecer una buena medida, beneficiosa para los trabajadores; sin embargo, siendo la parte de los trabajadores la más débil, ¿estarían ellos dispuestos a asumir también las pérdidas en que pueda incurrir la empresa en un año determinado? Porque los dueños del capital tienen medios para asumir un mal año, bien sea con reservas de que se hayan aprovisionado o con créditos bancarios, pero los trabajadores no tienen siempre esos recursos.

Como vemos, el asunto de la participación de los trabajadores en las ganancias o en las pérdidas de las empresas tiene que ver con la economía de la nación en general. Y en el conjunto de la economía hay que tener en cuenta que puede haber grandes empresas, medianas, pequeñas y también cooperativas y el papel de los trabajadores y su responsabilidad varía, según la empresa de que se trate.

 

¿Por qué la Iglesia habla de asuntos económicos?

 

¿Por qué la DSI trata sobre temas que parecieran pertenecer exclusivamente a la administración de las empresas y a los expertos en economía? Es muy importante tener claridad sobre esto, que se parece a la intervención de la DSI en asuntos que aparentemente son únicamente políticos. Cuando el manejo de la sociedad toca asuntos que tienen que ver con la ética, con la moral, la DSI debe hablar. En el caso de la participación de los trabajadores, el P. Ildefonso Camacho, en el libro que cito con frecuencia, Doctrina social de la iglesia, una aproximación histórica, dice en la Pg 238, que lo que está allí en juego es la subordinación de la economía al ser humano, ante el peligro de que las exigencias de la producción eliminen lo que de más humano hay en el trabajador.

En el N° 83 de M et M dice San Juan XXIII:

si el funcionamiento y las estructuras económicas de un sistema productivo ponen en peligro la dignidad humana del trabajador, o debilitan su sentido de responsabilidad, o le impiden la libre expresión de su iniciativa propia, hay que afirmar que este orden económico es injusto, aun en el caso de que, por hipótesis, la riqueza producida en él alcance un alto nivel y se distribuya según criterios de justicia y equidad.

Estas consideraciones dan oportunidad para examinar también el tema de los sindicatos. En el N° 84, Mater et magistra trata esto y se refiere a la doctrina de Pío XII, el antecesor de Juan XXIII; en particular cita su radiomensaje del 1 de septiembre de 1944. Leamos este N° 84:

  1. No es posible definir de manera genérica en materia económica las estructuras más acordes con la dignidad del hombre y más idóneas para estimular en el trabajador el sentido de su responsabilidad. Esto no obstante, nuestro predecesor, de feliz memoria, Pío XII trazó con acierto tales normas prácticas: «La pequeña y la mediana propiedad en la agricultura, en el artesanado, en el comercio y en la industria deben protegerse y fomentarse; las uniones cooperativas han de asegurar a estas formas de propiedad las ventajas de la gran empresa; y por lo que a las grandes empresas se refiere, ha de lograrse que el contrato de trabajo se suavice con algunos elementos del contrato de sociedad»

Las empresas en que los trabajadores son sus propietarios

 

Mater et magistra dedica del N° 85 al 90 a las empresas artesanal y cooperativa, en las cuales no hay división entre el capital y los trabajadores, pues los mismos trabajadores son sus dueños; el papa las anima para que progresen utilizando el progreso técnico, dando a sus participantes una formación idónea. Sobre la promoción, que corresponde al estado, dice en el N° 88:

Es asimismo indispensable que por parte del Estado se lleve a cabo una adecuada política económica en los capítulos referentes a la enseñanza, la imposición fiscal, el crédito, la seguridad y los seguros sociales.

De manera que hay que defender a estas empresas, la artesanal y las cooperativas, con beneficios tributarios. Antes, en el N° 87, Juan XXIII se refiere al papel de las empresas mismas (las artesanales, y cooperativas)

. 87. Ante todo, hay que advertir que ambas empresas, si quieren alcanzar una situación económica próspera, han de ajustarse incesantemente, en su estructura, funcionamiento y métodos de producción, a las nuevas situaciones que el progreso de las ciencias y de la técnica y las mudables necesidades y preferencias de los consumidores plantean conjuntamente: acción de ajuste que principalmente han de realizar los propios artesanos y los miembros de las cooperativas.

San Juan XXIII aconseja a las cooperativas y a las empresas de artesanos, que si quieren tener éxito, aprovechen los avances de la ciencia y de la técnica tanto en su estructura, es decir en el modo en que están organizadas como en su funcionamiento y en sus métodos de trabajo. Me llama la atención que el papa les sugiere que para tener éxito funcionen técnicamente, diría yo, como lo hace la empresa moderna, y también, que así mismo deben tener en cuenta las necesidades y preferencias de los consumidores.