Reflexión 292 San Juan XXIII Doctrina Social Julio 10 2014

 

¿Qúe entendemos por “socialización”?

 

En el programa anterior alcanzamos a tratar brevemente sobre el término “socialización” y el verbo “socializar”, que hoy se utilizan mucho cuando se emplean para decir que una política o una decisión se están dando a conocer de la gente. No faltaron los que interpretaron peyorativamente la orientación de San Juan XXIII en su encíclica Madre y maestra, Mater et magistra, cuando en los números 59 y 60 afirmó que una de las características de nuestra época es el incremento de las relaciones sociales, de la progresiva multiplicación de convivencia, con la formación consiguiente de muchas formas de vida y de actividad asociada, que han sido recogidas, la mayoría de las veces, por el derecho público o por el derecho privado.

El santo padre Juan XXIII no estaba alabando el colectivismo comunista, una política del estado marxista, sino que se refería a la tendencia natural de los seres humanos a asociarse espontáneamente para la consecución de los objetivos que cada cual se propone y superan la capacidad y los medios de que puede disponer el individuo aislado. No se refiere el papa a las situaciones en que obliga el estado a sus ciudadanos a una asociación obligatoria sino a la asociación espontánea, libre, de las personas, para lograr un objetivo común.

Es una lástima que cuando la Iglesia habla a favor de los pobres, y de los derechos de la comunidad frente a los de los individuos particulares, por ejemplo en defensa del bien común, con frecuencia se tacha a la Iglesia de tener una actitud marxista. Ahora pasa algo parecido con el Papa Francisco, quien no disfraza su opción preferencial por los pobres.

Como alcanzamos a ver en el programa anterior, también San Juan XXIII menciona en Mater et magistra, que esa situación del incremento de las relaciones sociales, ha llevado al estado a intervenir en materias que son de la esfera más íntima de la persona, como la salud, la educación, la orientación profesional, la reeducación y readaptación de las personas con incapacidad física o mental. No afirma el papa allí, que al estado le estén vedados esos campos, ni tampoco que la intervención del estado esté por encima y sustituyendo a la intervención de los particulares en esos campos; en cambio sí advierte la encíclica Mater et magistra que esa intervención estatal no carece de peligro. Veamos hoy cómo continúa Mater et magistra tratando este tema de la socialización.

 

Diferentes maneras de entender el fenómeno sociológico de asociarse

 

El P. Ildefonso Camacho, en el libro citado antes, Doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, explica que en el texto original de la encíclica, que se escribió en latín, no se utiliza la palabra socialización. Trató la encíclica de la tendencia social a asociarse, como un fenómeno sociológico, es decir del comportamiento de la sociedad. No se trata de un fenómeno económico, como sí estaría implicada la economía en la socialización entendida por el socialismo, en el sentido de “socializar”, “volver socialista”. El texto de la encíclica en italiano sí utiliza el vocablo socializzazione.

Un experto en lengua italiana nos puede explicar que el verbo ’socializzare’, puede significar varias cosas, según el contexto; puede significar “colectivizar”, que es lo que hace el socialismo marxista cuando estatiza una propiedad privada, es decir cuando la confisca. Socializzare, socializar, también puede significar insertarse uno en una colectividad, dejar de ser un ser aislado y comunicarse con los demás, comportarse como miembro de la comunidad. A una persona que en una reunión se observa aislada, se la puede invitar a socializar, a compartir con los demás. Se organizan reuniones para que la gente se conozca, para que socialice.

El P. Camacho por su parte concluye, que en el contexto de la encíclica Mater et magistra, socializar se puede definir con el autor Sorge (en artículo en la Civilta Cattolica), como la toma de conciencia universal de la mutua interdependencia entre personas y colectividad, que está en la base de la actual multiplicación de los vínculos asociativos en todos los ámbitos de la vida humana. En este sentido una invitación a socializar sería invitar a tomar conciencia de ser un miembro de la comunidad, a darse cuenta de que uno tiene intereses comunes con los demás, y a participar con ellos. A no obrar aislado, en solitario.

Quizás alguien piense que no valía la pena dedicar tanto tiempo a una palabrita, pero es bueno dejar las cosas claras, porque ha sido común que se acuse a la Iglesia de marxista cuando asume posiciones que molestan a los defensores del capitalismo. Recuerdo que eso sucedió a Pablo VI cuando publicó su encíclica Populorum progressio. La Iglesia no defiende el individualismo, y cuando dice que el desarrollo es el nombre de la paz, se refiere a un desarrollo integral, no al simple crecimiento económico que favorezca a unos pocos, como algunos lo interpretan.

En el caso de San Juan XXIII en Mater et magistra, su intención fue valorar desde el punto de vista ético, el fenómeno de la socialización, por eso en los números 61 y 62 distingue las ventajas y también los peligros de la socialización. Luego explica que esa tendencia a asociarse es obra del ser humano y no un producto ciego de la naturaleza, de manera que se debe orientar la socialización de acuerdo con determinados criterios, que explica en el N° 63.

No dejarnos robar del comunismo la defensa de los pobres

 

Antes de leer los números 61 y siguientes de Mater et magistra quisiera volver un momento atrás. En el programa pasado les comenté que en una entrevista que publicó Il Messagero, El Mensajero, en IItalia, el papa Francisco había dicho que los comunistas habían robado al cristianismo la bandera de su preferencia por los pobres. Les voy a leer lo que textualmente publicó la agencia Zenit.

ROMA, 04 de julio de 2014 (Zenit.org) – En una entrevista publicada el 29 de junio pasado en las páginas del periódico romano Il Messagerola vaticanista Franca Giansoldati ha preguntado al papa Francisco: “Usted es presentado como un papa comunista, pauperista, populista. The Economist le ha dedicado una portada afirmando que habla como Lenín. ¿Se ve reflejado en esto?”.

A la interrogación el Papa responde: “Yo digo que los comunistas nos han robado la bandera. La bandera de los pobres es cristiana. La pobreza está en el centro del Evangelio. Los pobres están en el centro del Evangelio. Tomemos Mateo 25, el protocolo sobre el cual seremos juzgados: he tenido hambre, he tenido sed, he estado en la cárcel, he estado enfermo, desnudo. O miremos las bienaventuranzas, otra bandera. Lo comunistas dicen que todo esto es comunista. Sí, como no, veinte siglos después. Entonces, cuando hablan se podría decirles: ¿ustedes son cristianos?”

“La pobreza está en el centro del evangelio, ha precisado el Papa. No se puede entender el Evangelio sin entender la pobreza real, tomando en cuenta que existe una pobreza bellísima que es la del espíritu: ser pobre ante Dios porque Dios te llena”.

“El Evangelio –agrega– se dirige indistintamente a pobres y ricos. Y habla sea de pobreza que de riqueza. No condena, de hecho a los ricos. En todo caso a las riquezas cuando se hacen objetos de idolatría: el dios dinero, el becerro de oro”.

El obispo de Roma explicó que existe pobreza moral y material y ha dicho: “A un hambriento, por ejemplo, puedo ayudarlo para que no tenga más hambre, pero si ha perdido el trabajo y no lo encuentra, hay una relación con otro tipo de pobreza. Pierde dignidad. Tal vez puede ir a Cáritas y llevarse a su casa un paquete de víveres, pero experimenta una pobreza gravísima que le arruina el corazón. Un obispo auxiliar de Roma me contó que muchas personas van a los comedores de la iglesia llenos de vergüenza, y se llevan comida para su casa. Su dignidad ha progresivamente venido a menos, viven en un estado de postración.

Así piensa el papa Francisco, a quien acusan de comunista, pauperista, populista. En esas oportunidades siempre ha habido una equivocada comprensión de la palabra de los papas. Y no es rara la confusión de los marxistas, cuando se consideran los primeros en defender a los pobres. Si estudiaran algo del pensamiento de la Biblia, se encontrarían con que llegaron más de 20 siglos tarde. Llama la atención que el historiador marxista Hobsbawm,  en su libro Años interesantes, una vida en el siglo XX, en la Pg 104, cuenta que cuando estudiaba en Inglaterra, el deán de la capilla de King´s College le hizo leer fragmentos del libro del profeta Amós y Hobsbawm escribe asombrado que encontró ese fragmento lo más parecido a un discurso de militancia bolchevique en el Antiguo Testamento.

Es oportuno recordar que al profeta Amós lo destacan escrituristas como el P. Luis Alfonso Schökel como defensor del pueblo humilde. Dice en la introducción al profeta Amós: El mensaje del profeta es de indignación y denuncia ante la explotación del pueblo humilde a manos de una minoría coaligada de políticos y aristócratas. Añade el P. Schökel: Amós ataca el lujo de los ricos por lo que tiene de inconsciencia y falta de solidaridad (6,4-6); además porque muchas riquezas han sido adquiridas explotando a los pobres (4,1:5,11). El profeta Amós predicó 700 años antes de Cristo. El Papa Francisco tiene toda la razón cuando dice que si los comunistas defienden que ellos son los defensores de los pobres, llegaron muchos siglos tarde… Si el historiador Hobsbawm hubiera conocido antes nuestra fe, en vez de decir que el discurso de Amós era parecido al de los bolcheviques, habría tenido que afirmar, quizás, que el discurso de los bolcheviques se parecía al del profeta Amós.

 

La toma de conciencia de la mutua interdependencia entre personas y colectividad

Volvamos ahora con Mater et magistra en el N° 61, en la explicación de San Juan XXIII sobre el fenómeno de la socialización, es decir, sobre la toma de conciencia de la mutua interdependencia entre personas y colectividad.

  1. Es indudable que este progreso de las relaciones sociales acarrea numerosas ventajas y beneficios. En efecto, permite que se satisfagan mejor muchos derechos de la persona humana, sobre todo los llamados económico-sociales, los cuales atienden fundamentalmente a las exigencias de la vida humana: el cuidado de la salud, una instrucción básica más profunda y extensa, una formación profesional más completa, la vivienda, el trabajo, el descanso conveniente y una honesta recreación.

Además, gracias a los incesantes avances de los modernos medios de comunicación —prensa, cine, radio, televisión—, el hombre de hoy puede en todas partes, a pesar de las distancias, estar casi presente en cualquier acontecimiento.

  1. Pero, simultáneamente con la multiplicación y el desarrollo casi diario de estas nuevas formas de asociación, sucede que, en muchos sectores de la actividad humana, se detallan cada vez más la regulación y la definición jurídicas de las diversas relaciones sociales.

Consiguientemente, queda reducido el radio de acción de la libertad individual. Se utilizan, en efecto, técnicas, se siguen métodos y se crean situaciones que hacen extremadamente difícil pensar por sí mismo, con independencia de los influjos externos, obrar por iniciativa propia, asumir convenientemente las responsabilidades personales y afirmar y consolidar con plenitud la riqueza espiritual humana.

¿Habrá que deducir de esto que el continuo aumento de las relaciones sociales hará necesariamente de los hombres meros autómatas sin libertad propia? He aquí una pregunta a la que hay que dar respuesta negativa.

  1. El actual incremento de la vida social no es, en realidad, producto de un impulso ciego de la naturaleza, sino, como ya hemos dicho, obra del hombre, ser libre, dinámico y naturalmente responsable de su acción, que está obligado, sin embargo, a reconocer y respetar las leyes del progreso de la civilización y del desarrollo económico, y no puede eludir del todo la presión del ambiente.

  2. Por lo cual, el progreso de las relaciones sociales puede y, por lo mismo, debe verificarse de forma que proporcione a los ciudadanos el mayor número de ventajas y evite, o a lo menos aminore, los inconvenientes.

Consecuencias de la excesiva intervención estatal

 

De manera que una de las principales ventajas de la socialización, es que aprendamos a vivir en sociedad, no con la actitud egoísta de seres absolutamente independientes, sino con la consciencia de ser parte de la comunidad. Por eso al estado se le reconoce una actuación positiva en cuanto a intervenir para ayudar a satisfacer necesidades comunes, como la atención de la salud, la educación básica, la vivienda, la creación de puestos de trabajo. Los peligros de la socialización se pueden resumir en que los seres humanos pueden perder su libertad individual y su iniciativa personal, con la excesiva intervención del estado.

Tengamos presente que debemos entender la doctrina de Mater et magistra en conexión con la DSI expuesta en documentos anteriores. Así, debemos tener una sana comprensión de lo que es el bien común, aplicar el principio de subsidiaridad expuesto por Pío XI en Quadragesimo anno, sobre la libertad y autonomía de las organizaciones intermedias, capaces de sus propias decisiones, como sería la familia, en la educación de los hijos, sin que se interponga el estado. La DSI defiende el debido respeto a las personas, a su autonomía y su participación libre y responsable en diversa clase de asociaciones y aceptando la parte de intervención del estado en defensa del bien común.

 

El Bien Común

 

En el N° 65, Mater et magistra define el concepto de bien común con estas palabras:

  1. Para dar cima a esta tarea con mayor facilidad, se requiere, sin embargo, que los gobernantes profesen un sano concepto del bien común. Este concepto abarca todo un conjunto de condiciones sociales que permitan a los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia perfección.

Juzgamos además necesario que los organismos o cuerpos y las múltiples asociaciones privadas, que integran principalmente este incremento de las relaciones sociales, sean en realidad autónomos y tiendan a sus fines específicos con relaciones de leal colaboración mutua y de subordinación a las exigencias del bien común.

Es igualmente necesario que dichos organismos tengan la forma externa y la sustancia interna de auténticas comunidades, lo cual sólo podrá lograrse cuando sus respectivos miembros sean considerados en ellos como personas y llamados a participar activamente en las tareas comunes.

 

¿Quién determina cuál es el bien común?

 

El concepto del bien común se cita mucho, sobre todo cuando se trata de decisiones del estado que lo oponen al bien particular. La definición que nos ofrece Mater et magistra no es sencilla, dice que Este concepto abarca todo un conjunto de condiciones sociales que permitan a los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia perfección.

Generalmente se aplica hoy el concepto de bien común a la implementación de decisiones en materia de obras públicas: la apertura de una carretera que atraviesa un predio privado, una calle nueva que exige la demolición de construcciones, por ejemplo. Igual sucede con los nuevos planes de organización territorial, los llamados POT que cambian la organización de un barrio considerado netamente residencial a un barrio que admite la mezcla de usos y se puede uno encontrar con que junto a su residencia permiten un restaurante, una venta de licores, un taller. ¿Quién define allí cuál es el bien común? Es menos complicado si se trata de una norma que permite un número limitado de pisos y se la cambia por otra que acepta edificios más altos y así se multiplica el número de apartamentos… ¿Qué hay que considerar en estos casos como el bien común que se debe preferir? Son casos particulares difíciles y en los cuales intervienen muchos y diversos intereses.

La encíclica toca entonces temas muy importantes: la socialización y el bien común, por nombrar solo dos. La encíclica defiende al ser humano libre y autónomo, poseedor de una dignidad superior y cuya iniciativa no se puede anular por decisiones del estado que lo quitan de por medio para asumir el papel que es propio de los individuos y las familias.