Reflexión 201- Caritas in veritate Cap. III, 37-38

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Caritas in veritate retoma Populorum Progressio para actualizar sus enseñanzas

Continuemos ahora el estudio del capítulo tercero de la encíclica Caritas in veritate, Caridad en la verdad, de Benedicto XVI. Este capítulo tercero tiene como título Fraternidad, Desarrollo Económico y Sociedad Civil. Tengamos presente que esta encíclica fue escrita para conmemorar los 40 años de la encíclica Populorum progressio, sobre el desarrollo de los pueblos, de Pablo VI. Como escribió Benedicto XVI en la introducción de Caritas in veritate, quiso con esta encíclica Caritas in veritaterendir homenaje y honrar la memoria del gran Pontífice Pablo VI, retomando sus enseñanzas sobre el desarrollo humano integral y siguiendo la ruta que (esas enseñanzas) han trazado, para actualizarlas en nuestros días.”

Papel del estado y de la sociedad civil en los nuevos escenarios de la economía globalizada

Leamos N° 37. Recordemos que en los números anteriores se trató sobre la justicia social, diferenciándola de las justicias conmutativa y distributiva. Como vimos, la justicia social está directamente relacionada con el bien común, mientras que la justicia conmutativa regula las relaciones entre particulares y la distributiva se refiere específicamente a la obligación de la autoridad, de distribuir equitativamente los bienes y las cargas entre sus subordinados. La encíclica Caridad en la verdad se enfoca en este capítulo al papel del estado y de la sociedad civil en los nuevos escenarios de la economía globalizada. Ya nos había dejado claro en el N° 36,  el papel central que debe ocupar el bien común en las decisiones de orden económico, decisiones que según eso, no pueden ser exclusivamente técnicas, sino que deben estar orientadas por la conciencia, por la moral. Este punto es, por ejemplo, muy aplicable a la decisión del salario mínimo, en el caso colombiano. No se puede decidir sólo por razones técnicas.

Especial importancia tiene en la encíclica, que la consecución del desarrollo integral no depende sólo de la  aplicación técnica de la economía y de la justicia, sino que es necesario aplicar el amor. Es un concepto que los materialistas no pueden entender: que Benedicto XVI proclame en Caritas in veritate que es necesario aplicar la lógica del amor, que encierra la actitud de estar dispuestos al don, a dar algo gratuitamente. Los materialistas no pueden entender que, como lo dijo el matemático, físico y filósofo francés Blas Pascal, el corazón tiene razones que la razón desconoce.

Tengamos muy presente esas ideas de Benedicto XVI que nos recuerdan que la caridad, la ética en los negocios y la generosidad que se manifiesta en la capacidad de darse, es el camino del verdadero desarrollo. Volvamos a leer las palabras del Papa en el N° 36 de Caritas in veritate:

El gran desafío que tenemos, planteado por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-financiera actual, es mostrar, tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos, que no sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo.

La justicia se debe aplicar en toda actividad  económica

Avancemos ahora al N° 37,[1] en el cual  enseña la encíclica Caridad en la verdad que la justicia se debe aplicar en toda la actividad económica, de manera que:

-Es un error afirmar que la actividad económica se debe orientar primero a crear riqueza y que más adelante, cuando la riqueza haya crecido, se podrá distribuir. Es éste un punto interesante, porque es común escuchar que hay que hacer crecer la torta primero para luego repartirla. Cuando se trata de pobreza extrema, de gente que no tiene ni siquiera qué comer, hay que hacer algo con los bienes que ya están disponibles, porque la situación de hambre no da espera hasta que esos bienes aumenten más para repartir. No es justo pedir a los que pasan hambre, que esperen a que los demás, que ya tenemos medios de sustento, mejoremos nuestra situación para solucionar su pobreza. Claro que hay que trabajar por el crecimiento de la economía, – es decir el crecimiento de la torta,- para que haya más bienes qué compartir, pero mientras haya necesidades urgentes hay que atenderlas. Conviene hacer lo uno sin desatender lo otro.

-Nos dice también Caritas in veritate, que en el mercado se debe crear espacio para actividades que no se destinen principalmente al lucro. Algunos empresarios con mentalidad de justicia social lo hacen en sus organizaciones y no miden todo lo que hacen sólo por el beneficio económico que les reportan, de manera que el lucro no es el único criterio para medir su utilidad. Otros en cambio, persiguen en todo sólo el beneficio económico, y si alguna actividad no reporta ganancias, antes de eliminarla ni siquiera estudian si esa actividad produce un significativo beneficio social. Esto lo comprendemos con un ejemplo real, como el de la eliminación de las emisoras culturales que pertenecieron a cadenas comerciales: se cerraron y en su lugar funcionan ahora emisoras de música puramente popular, porque  producen más dinero que las de la llamada música culta. El criterio para mantener las emisoras culturales para las cadenas comerciales es sólo si producen por lo menos iguales ganancias que las emisoras populares.

El ejemplo de Radio María

El ejemplo de Radio María en el mundo es distinto. La Familia Mundial de Radio María es una muestra viva de que es posible ejercitar la labor evangelizadora sin ningún interés económico, sostenida por la Divina Providencia a través de la generosidad de sus fieles radioyentes. Las emisoras culturales de algunas universidades demuestran también que pueden existir sin que el beneficio económico sea su principal o único objetivo.

– Otra idea que nos expone el N° 37 de Caritas in veritate, es que en la era de la globalización en que nos movemos hoy, hay distintos modelos competitivos, según las diversas culturas; en los intercambios comerciales entre esas diversas modalidades debe regir la justicia conmutativa, la de los contratos, la que dirige las relaciones entre particulares. En eso ha fallado, por ejemplo, el intercambio comercial con nuestros vecinos de Venezuela, en que los exportadores colombianos se han visto perjudicados por las dificultades de tipo político, para que les paguen oportunamente.

Siempre debe haber lugar para la lógica del amor

En todo momento la economía tiene que ver con el hombre y sus derechos

-Naturalmente que en el desarrollo de las relaciones comerciales entre diversas culturas y naciones es necesario, además de aplicar la justicia conmutativa, también el espíritu de justicia distributiva y el del don. El amor cristiano debe estar presente siempre. Esto no se suele entender. Estas son las palabras de Caritas in veritate, en el N° 37:

La doctrina social de la Iglesia ha sostenido siempre que la justicia afecta a todas las fases de la actividad económica, porque en todo momento tiene que ver con el hombre y con sus derechos. La obtención de recursos, la financiación, la producción, el consumo y todas las fases del proceso económico tienen ineludiblemente implicaciones morales. Así, toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral. Lo confirman las ciencias sociales y las tendencias de la economía contemporánea. Hace algún tiempo, tal vez se podía confiar primero a la economía la producción de riqueza y asignar después a la política la tarea de su distribución. Hoy resulta más difícil, dado que las actividades económicas no se limitan a territorios definidos, mientras que las autoridades gubernativas siguen siendo sobre todo locales. Además, las normas de justicia deben ser respetadas desde el principio y durante el proceso económico, y no sólo después o colateralmente. Para eso es necesario que en el mercado se dé cabida a actividades económicas de sujetos que optan libremente por ejercer su gestión movidos por principios distintos al del mero beneficio, sin renunciar por ello a producir valor económico. Muchos planteamientos económicos provenientes de iniciativas religiosas y laicas demuestran que esto es realmente posible.

La economía globalizada necesita también la lógica de la política y la lógica del don sin contrapartida

En la época de la globalización, la economía refleja modelos competitivos vinculados a culturas muy diversas entre sí. El comportamiento económico y empresarial que se desprende / tiene en común principalmente el respeto de la justicia conmutativa. Indudablemente, la vida económica tiene necesidad del contrato para regular las relaciones de intercambio entre valores equivalentes. Pero necesita igualmente leyes justas y formas de redistribución guiadas por la política, además de obras caracterizadas por el espíritu del don. La economía globalizada parece privilegiar la primera lógica, la del intercambio contractual, pero directa o indirectamente demuestra que necesita a las otras dos, la lógica de la política y la lógica del don sin contrapartida.

Sin duda, uno de los obstáculos para la aplicación de una política económica de orientación cristiana, es que ningún país se puede manejar aislado de las corrientes económicas de los demás países. El mercado es global, mundial, lo cual quiere decir que no hay normas para mercados sólo locales, sin que se sienta la influencia de mercados que geográficamente pueden estar alejados, como China, en nuestro caso, pero que fácilmente influyen en nuestro mercado local. Las políticas de las economías más fuertes arrastran a las de los países que comercian con ellos.

La evangelización se requiere para que la economía se maneje, no sólo con criterios técnicos sino con la lógica del Evangelio. No es fácil llegar con la luz del Evangelio a todo el mundo. La mies es mucha y los obreros pocos. De ahí la importancia de la correcta utilización de los medios de comunicación masivos en la evangelización.

El desarrollo integral no es únicamente una función de la economía

Hay que abrir campo también al pensamiento cristiano

En el N° 38, Caritas in veritate amplía estas ideas sobre el desarrollo integral, que no es únicamente una función de la economía, que se encarga de crear riqueza para que luego el sistema político se encargue de distribuirla con justicia. Hay que abrir campo también al pensamiento cristiano, el de la actitud abierta a dar gratuitamente, que va más allá de lo que ordenen la técnica y las leyes justas que buscan regular la redistribución de las riquezas. La dignidad de la persona humana orienta el pensamiento social de la iglesia.

El Papa Juan Pablo II en su encíclica Centesimus annus, escrita para conmemorar los cien años de Rerum novarum, de León XIII, vio a la sociedad civil como un escenario adecuado para desarrollar una economía de la gratuidad y de la fraternidad, pero eso no quiere decir que el mercado mismo y el Estado no dejen lugar para esa economía de enfoque humano.

Caritas in veritate nos enseña que en la era de la globalización, la actividad económica no puede prescindir de la gratuidad que fomenta y extiende la solidaridad y la responsabilidad por la justicia y el bien común en sus diversas instancias y agentes económicos.

Cuando se habla de ser solidarios debemos entender que eso significa que nos debemos sentir, de verdad, todos responsables de todos, y no debemos descargar en el Estado toda la responsabilidad. Este criterio lo podemos entender muy bien en la emergencia que el país sufre por las inundaciones. Se necesita el apoyo de cada uno de nosotros, según nuestras posibilidades, además de la acción decidida y ordenada del Estado.

Cómo NO ayudar

Sea esta la oportunidad para llamar la atención sobre el modo de ayudar en estos casos. Entidades como la Cruz Roja han visto entorpecida su labor por la entrega que algunas personas le hacen de objetos inservibles: ropa usada en mal estado, prendas inútiles, como corbatas y pelucas. Como si algunas personas hubieran aprovechado la oportunidad para deshacerse de objetos que les estorbaban en la casa. Eso no está bien. En vez de un bien han hecho un daño.

Volviendo al tema de la gratuidad, la encíclica afirma que sin hacer efectiva la actitud de estar dispuestos a dar sin recibir el pago que se consideraría adecuado según las reglas del mercado, sin esa actitud fraterna de dar, no sólo de vender, no se alcanza ni siquiera la verdadera justicia. Y añade que es necesario que existan empresas con un pensamiento social, que no sólo persigan el lucro. De ahí la necesidad de dar forma, de organizar iniciativas económicas que, sin renunciar a las justas ganancias, estén dispuestas a ir más allá del lucro como fin en sí mismo. Muchos piensan sin duda que esos son sueños imposibles, pero de hecho sí existen personas, dueñas de empresas, que las administran con pensamiento social, sin renunciar a las ganancias justas.

Con esas observaciones, leamos el texto mismo del N° 38 de Caridad en la verdad. Recordemos las últimas líneas del N°37, para que entendamos lo que sigue. Así termina el N° 37: La economía globalizada parece privilegiar la primera lógica, la del intercambio contractual, pero directa o indirectamente demuestra que necesita a las otras dos, la lógica de la política y la lógica del don sin contrapartida. Ahora el N° 38:

En la Centesimus annus, mi predecesor Juan Pablo II señaló esta problemática al advertir la necesidad de un sistema basado en tres instancias: el mercado, el Estado y la sociedad civil[2]. Consideró que la sociedad civil era el ámbito más apropiado para una economía de la gratuidad y de la fraternidad, sin negarla en los otros dos ámbitos. Hoy podemos decir que la vida económica debe ser comprendida como una realidad de múltiples dimensiones: en todas ellas, aunque en medida diferente y con modalidades específicas, debe haber respeto a la reciprocidad fraterna. En la época de la globalización, la actividad económica no puede prescindir de la gratuidad, que fomenta y extiende la solidaridad y la responsabilidad por la justicia y el bien común en sus diversas instancias y agentes. Se trata, en definitiva, de una forma concreta y profunda de democracia económica. La solidaridad es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos[3]; por tanto no se la puede dejar solamente en manos del Estado. Mientras antes se podía pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después como un complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia.

Se requiere, por tanto, un mercado en el cual puedan operar libremente, con igualdad de oportunidades, empresas que persiguen fines institucionales diversos. Junto a la empresa privada, orientada al beneficio, y los diferentes tipos de empresa pública, deben poderse establecer y desenvolver aquellas organizaciones productivas que persiguen fines mutualistas y sociales. De su recíproca interacción en el mercado se puede esperar una especie de combinación entre los comportamientos de empresa y, con ella, una atención más sensible a una civilización de la economía. En este caso, caridad en la verdad significa la necesidad de dar forma y organización a las iniciativas económicas que, sin renunciar al beneficio, quieren ir más allá de la lógica del intercambio de cosas equivalentes y del lucro como fin en sí mismo.

¿Son caducos el capitalismo y el socialismo marxista?

Las reflexiones que inspira la encíclica Caridad en la verdad pueden ser una fuente muy profunda de ideas renovadoras, para los economistas cristianos que tienen responsabilidad en la orientación del mundo en estos momentos cruciales. Cuando la crisis económica y financiera estalló en los países más desarrollados, surgieron inquietudes sobre si era el momento de buscar un sustituto del  capitalismo que parecía haber llegado al punto de incompetencia. Antes el socialismo marxista había demostrado su fracaso, después de muchos años de ejercicio, utilizando incluso la violencia para imponerse. Parece que ahora los dos sistemas se unen para pedir mayor creatividad a los expertos que deben buscar un nuevo camino.[4]

El capitalismo tiene la búsqueda del lucro, de la ganancia, como uno de sus elementos esenciales. Ahora, Benedicto XVI en Caridad en la verdad insta al mundo a inyectar a las teorías económicas un nuevo ingrediente, una motivación que no sea sólo el lucro, sino la actitud del don. Para que esto sea posible se necesita  un nuevo tipo de empresarios, una empresa distinta, una sociedad nueva, en la que la gente esté motivada por razones superiores a las ganancias. No es tarea fácil, a la mayoría de la gente le parecerá una idea utópica, si no descabellada. El pensamiento general es el de la ganancia, el de no perder ninguna oportunidad de ganar dinero.

La economía de mercado tiene elementos positivos, pero…

Las graves crisis por las que está atravesando el mundo, crisis que tocan lo mismo al medio ambiente que a las finanzas y a la situación de desocupación, a la que no se encuentra solución efectiva; crisis que está también contagiada de la violencia terrorista, nos debería poner a pensar seriamente, no por motivos políticos, ideológicos, que ya no es adecuado el actual modelo económico que dirige al mundo desde algo así como dos siglos. La economía de mercado, que es como se llama al capitalismo, tiene elementos positivos como el respeto a la libertad y a la democracia, pero requiere evolucionar hacia formas en que no sólo algunos, sino todos los seres que habitamos este planeta tengamos la oportunidad de disfrutar de los bienes que el Creador entregó para todos.


[1] En estas reflexiones sobre Caritas in veritate véase el resumen de la encíclica del “Center of Concern”, publicado en español por www.instituto-social-leonxiii.org

[2] Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 35

[3] Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 38

[4] Cf “Más allá del Capitalismo”, en Ciudad Nueva, http://www.ciudadnueva.org.ar/areas-tematicas/economia