Reflexión 178 – Caritas in veritate (15)

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En Populorum progressio, el desarrollo de los pueblos es iluminado por el esplendor de la verdad y la luz suave de la caridad de Cristo

Vamos a continuar el estudio de Caritas in veritate. Comencemos por leer el N° 8. Estamos llegando ya al final de la introducción. El capítulo 1° será sobre el mensaje de la encíclica Populorum progressio, de Pablo V. El N° 8 nos lo anuncia ya. No nos vamos a detener mucho en explicar el contenido de estos dos últimos números de la introducción porque Benedicto XVI lo hace ampliamente más adelante. Las menciones de las ideas de Populorum progressio nos van a recordar temas que antes hemos estudiado en esta nueva encíclica social, Caritas in veritate, que es confirmación de que la renovación de la DSI es permanente; responde a las nuevas inquietudes de la sociedad, dejando intactos los fundamentos esenciales. De manera muy bella, Benedicto XVI relaciona su nueva encíclica Caritas in veritate con Populorum progressio:

Al publicar en 1967 la Encíclica Populorum progressio, mi venerado predecesor Pablo VI ha iluminado el gran tema del desarrollo de los pueblos con el esplendor de la verdad y la luz suave de la caridad de Cristo. Ha afirmado que el anuncio de Cristo es el primero y principal factor de desarrollo[1] y nos ha dejado la consigna de caminar por la vía del desarrollo con todo nuestro corazón y con toda nuestra inteligencia[2], es decir, con el ardor de la caridad y la sabiduría de la verdad. La verdad originaria del amor de Dios, que se nos ha dado gratuitamente, es lo que abre nuestra vida al don y hace posible esperar en un «desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres»[3], en el tránsito «de condiciones menos humanas a condiciones más humanas»[4], que se obtiene venciendo las dificultades que inevitablemente se encuentran a lo largo del camino.

Repitamos solamente algunas palabras de este párrafo de Caritas in veritate, que nos podrían dar bastante materia para meditar. Menciona el Papa el desarrollo de los pueblos iluminado por el esplendor de la verdad y la luz suave de la caridad de Cristo.

Nos anima con la consigna de Caminar por la vía del desarrollo con todo nuestro corazón y con toda nuestra inteligencia, es decir, con el ardor de la caridad y la sabiduría de la verdad.

Lo que abre nuestra vida al don (al verdadero amor, que es darse), y hace posible esperar en un «desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres»[5], en el tránsito «de condiciones menos humanas a condiciones más humanas» (…) es el amor de Dios, que se nos ha dado gratuitamente.

El amor que Dios nos ha comunicado nos enseña cómo y nos ayuda a vencer las dificultades que inevitablemente se encuentran a lo largo del camino del desarrollo.

Populorum progressio la Rerum novarum de la época contemporánea

Leamos ahora el segundo párrafo del N° 8 de Caritas in veritate:

A más de cuarenta años de la publicación de la Encíclica, deseo rendir homenaje y honrar la memoria del gran Pontífice Pablo VI, retomando sus enseñanzas sobre el desarrollo humano integral y siguiendo la ruta que han trazado, para actualizarlas en nuestros días. Este proceso de actualización comenzó con la Encíclica Sollicitudo rei socialis, con la que el Siervo de Dios Juan Pablo II quiso conmemorar la publicación de la Populorum progressio con ocasión de su vigésimo aniversario. Hasta entonces, una conmemoración similar fue dedicada sólo a la Rerum novarum. Pasados otros veinte años más, manifiesto mi convicción de que la Populorum progressio merece ser considerada como «la Rerum novarum de la época contemporánea», que ilumina el camino de la humanidad en vías de unificación.

Nos recuerda Benedicto XVI que la DSI forma un todo, un cuerpo doctrinal, y que cada enseñanza de los Sumos Pontífices en sus diversos mensajes y documentos los debemos entender como un aporte de la Iglesia en los diversos momentos de la historia humana en que se han producido. La doctrina social católica es siempre antigua como lo son sus cimientos, establecidos firmemente en la Sagrada Escritura y la Tradición, pero es a la vez doctrina siempre nueva para responder a las situaciones cambiantes que vive la humanidad. La Luz de la verdad que irradia el Evangelio nos ilumina siempre el camino.

Globalización de hecho, sin desarrollo humano

Leamos ahora el N° 9 de Caritas in veritate:

El amor en la verdad —caritas in veritate— es un gran desafío para la Iglesia en un mundo en progresiva y expansiva globalización. El riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no se corresponda con la interacción ética de la conciencia y el intelecto, de la que pueda resultar un desarrollo realmente humano. Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador. El compartir los bienes y recursos, de lo que proviene el auténtico desarrollo, no se asegura sólo con el progreso técnico y con meras relaciones de conveniencia, sino con la fuerza del amor que vence al mal con el bien (cf. Rm 12,21) y abre la conciencia del ser humano a relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad.

La globalización es un hecho a que nos han llevado los adelantos en las comunicaciones y la creciente interdependencia de todas las regiones del mundo. No es posible ahora, a ningún país, encerrarse del todo en los propios límites. Aunque algunas dictaduras pretenden impedir que la información llegue a los ciudadanos de sus pueblos, no lo logran del todo. Las comunicaciones llegan por el aire y allí no hay barreras completamente infranqueables.

La Doctrina Social de la Iglesia un desafío para los creyentes

La globalización creciente no es un reto sólo para el manejo adecuado de la economía y de los mercados ni para las culturas autóctonas, bombardeadas por infinidad de propuestas foráneas a través de los medios de comunicación. Precisamente en este mundo marcado por la interdependencia de todos, el amor en la verdad, que es el al mismo tiempo el eje y el marco de la DSI, representa un desafío para la acción de los creyentes, especialmente para los que tienen responsabilidades políticas, empresariales y de organización de los trabajadores.

Se ha pretendido independizar el manejo de los bienes creados de los planes de Dios y también de la ética. Los resultados los está padeciendo el mundo hoy. No deja de sorprender que la crisis económica y financiera haya llegado con mayor fuerza a los países considerados desarrollados. ¿Dónde han estado en el origen de esta crisis los gobernantes, empresarios y banqueros creyentes? Parece que su concepción del desarrollo no estuvo orientada por una interacción de la ética y el intelecto, de la razón y del amor. Cuando la actividad económica tiene como única motivación el tener más, su resultado no puede ser el auténtico desarrollo humano. Esa contagiosa fiebre de la codicia parece detener el desarrollo, no impulsarlo, no robustecerlo, sino debilitarlo.

El auténtico desarrollo viene de compartir los bienes y recursos

Parece contradictorio, pero acabamos de leer esta frase de Benedicto XVI: Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador. Y sigue así la frase: El compartir los bienes y recursos, de lo que proviene el auténtico desarrollo(…) La fórmula cristiana para obtener el auténtico desarrollo no es el acumular, el inflar la cuenta en el Banco; es compartir los bienes y recursos. Terminemos esa frase sorprendente: no se asegura (el desarrollo) sólo con el progreso técnico y con meras relaciones de conveniencia, sino con la fuerza del amor que vence al mal con el bien (cf. Rm 12,21) y abre la conciencia del ser humano a relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad.

No nos dice Benedicto XVI que no se necesite el progreso técnico ni que no se necesiten las relaciones de conveniencia (pensemos en los TLC), sino que al progreso técnico en el manejo de la economía y de los mercados es necesario inyectarle dosis altas de amor y de ética. Podemos pensar entonces que, si se quiere apostar al auténtico desarrollo en un clima de libertad y de responsabilidad, no se puede hacer a un lado el Evangelio que es el gran faro que ilumina la razón y la conciencia.

La Iglesia a favor de una sociedad a medida del hombre

Leamos el último párrafo del N° 9 de Caritas in veritate, el último de la introducción:

La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer[6] y no pretende «de ninguna manera mezclarse en la política de los Estados»[7]. No obstante, tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación. Sin verdad se cae en una visión empirista y escéptica de la vida, incapaz de elevarse sobre la praxis, porque no está interesada en tomar en consideración los valores —a veces ni siquiera el significado— con los cuales juzgarla y orientarla. La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad (cf. Jn 8,32) y de la posibilidad de un desarrollo humano integral. Por eso la Iglesia la busca, la anuncia incansablemente y la reconoce allí donde se manifieste. Para la Iglesia, esta misión de verdad es irrenunciable. Su doctrina social es una dimensión singular de este anuncio: está al servicio de la verdad que libera. Abierta a la verdad, de cualquier saber que provenga, la doctrina social de la Iglesia la acoge, recompone en unidad los fragmentos en que a menudo la encuentra, y se hace su portadora en la vida concreta siempre nueva de la sociedad de los hombres y los pueblos.[8]

Como con frecuencia se desconoce la importancia del papel de la Iglesia en el tema social y que el desarrollo integral sea un tema social, Benedicto XVI delimita su marco de acción:

La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer y no pretende «de ninguna manera mezclarse en la política de los Estados».

No obstante, tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación.

La medida del hombre la dibujó la mano creadora de Dios

La Iglesia no pretende ofrecer soluciones técnicas; sin embargo,no puede renunciar a su misión de abogar en favor del ser humano, de una sociedad que sea a la medida del hombre, de su dignidad y de su vocación. ¡Cuánto se dice en esas breves palabras! La Iglesia tiene mucho qué decir y no la pueden callar, cuando defiende a la sociedad de los intentos de deshumanizarla, de ignorar la dignidad del ser humano, que lleva la impronta de la mano creadora de Dios.

¿Cuál es la medida del hombre, sino la que dibujó la mano creadora de Dios? Cuando se defiende el llamado libre desarrollo de la personalidad, para justificar, por ejemplo, el uso de los narcóticos, lo que se defiende es el derecho a poner el instinto por encima de la razón. No se defiende el derecho al desarrollo sino el derecho a limitarlo o peor aún, se defiende un derecho a producir el deterioro de la propia personalidad.

Volvamos a leer las últimas líneas de la introducción:

Abierta a la verdad, de cualquier saber que provenga, la doctrina social de la Iglesia la acoge, recompone en unidad los fragmentos en que a menudo la encuentra, y se hace su portadora en la vida concreta siempre nueva de la sociedad de los hombres y los pueblos.

Sí, a la Iglesia le toca con frecuencia recoger los fragmentos de la verdad y presentarla como es en su concepción original, como se reconstruye una porcelana rota. Todos los saberes: los de las ciencias humanas y los que tienen como fuente la fe, tienen que integrarse en un servicio a la verdad y para hacer posible el auténtico desarrollo humano. Eso pretende la Iglesia. Por eso le toca, por ejemplo, recoger los fragmentos del concepto original de la familia y defenderlo ante la sociedad que pretende desnaturalizarla.

Con el N° 9 termina la introducción de la encíclica Caritas in veritate. No es una introducción que se pueda leer de carrera, porque en ella Benedicto XVI pone los fundamentos teológicos de su carta donde presenta ideas profundas sobre el amor, sobre la justicia, la verdad, el bien común.

Este no es un documento económico, aunque se refiera a temas económicos en una situación mundial de crisis. Benedicto XVI trata sobre el auténtico desarrollo integral y, claro, no puede hacerlo sin tener en cuenta los puntos de vista en lo económico, lo social y lo político, pero va más lejos de lo que abarcan sólo las ciencias sociales, porque utiliza la visión cristiana del ser humano, que no sólo tiene una vocación terrena sino una vocación terrena que se orienta hacia la eternidad.

La realidad de la persona humana hay que analizarla partiendo de Dios, su origen y su destino

La realidad de la persona humana y por lo tanto de la sociedad que forma, no se puede examinar sólo desde el horizonte terrenal. Las respuestas que se busquen sobre el desarrollo integral quedarán incompletas si no se parte del origen y el destino del ser humano. La verdad sobre nosotros mismos como individuos, sobre nuestra relación con los demás y con la naturaleza no se puede encontrar si se ignora que nuestro origen está en Dios e igualmente nuestro destino. Para poder entender lo que es un auténtico desarrollo humano, necesariamente hay que partir de nuestra realidad completa. Sólo desde esa perspectiva se puede realizar un análisis integral de la economía, de los mercados, de los modelos de desarrollo, de las inquietudes de la sociedad, que conduzca a conclusiones valederas, pues todos esos asuntos afectan a la persona humana.

¿Podrán los no creyentes comprender los argumentos de la visión cristiana del hombre?

Como leemos en las primeras líneas de Caritas in veritate, esta carta encíclica está dirigida no sólo a los católicos, sino también a todos los hombres de buena voluntad; si consideramos sus contenidos teológicos, nos puede quedar la inquietud de si los no creyentes estarán en condiciones de comprenderla. Creo que es una inquietud válida, pero se me ocurren dos respuestas: por una parte, los creyentes no podemos cerrar los ojos a lo sobrenatural, que vemos con los ojos de la fe; más bien tenemos la misión de compartir con los demás ese regalo que Dios nos dio. Necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para presentar nuestra visión sobrenatural de modo adecuado y no ahuyentar a los no creyentes. En segundo lugar, en el caso de Caritas in veritate, Benedicto XVI plantea la relación de la fe y la razón, en puntos como los N° 56,59,68,74-76. Igualmente utiliza argumentos de la ética natural que están al alcance de los no creyentes.

¿Es posible el auténtico desarrollo sin tener en cuenta al Evangelio?

En algún programa anterior decíamos:

Si leemos con atención las enseñanzas de las encíclicas Populorum progressio y Caritas in vertitate, nos deberíamos preguntar, si el auténtico desarrollo es posible sin tener en cuenta al Evangelio. Se necesitan los conocimientos económicos y la técnica, claro, pero no bastan. No es posible conseguir el desarrollo verdadero del ser humano, sin aceptar y vivir los valores del Evangelio. Me refiero al desarrollo integral, es decir al desarrollo que tiene en cuenta a toda la persona humana y a todos los seres humanos; todo el ser humano, con su vocación trascendente; porque el hombre no es sólo materia, no se desarrolla de verdad si únicamente tiene en cuenta su progreso material.

Cuando la sociedad trata de conseguir el desarrolllo guiada únicamente por la técnica, sabemos ya lo que sucede. Fracasó el marxismo antes, está fracasando el capitalismo ahora. Lo están viviendo todas las naciones. El desarrollo material solo, falla y arrastra al ser humano, porque acaba buscando únicamente su interés personal, dominado por el egoísmo. ¿No es el individualismo el culpable de la crisis, al querer la persona todo para sí, sin importarle lo que sucede a los demás o, lo que es aún peor, cuando trata de ganar a costa de las pérdidas de los otros, engañándolos, poniendo a los demás de escalón para subir, para ganar, como sucedió por ejemplo con las famosas pirámides y con los altísimos intereses y cobros de los Bancos, por los servicios financieros? (Cf Reflexión 144, julio 23, 2009)

Fernando Díaz del Castillo Z.

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[1] Cf. N. 16: l.c., 265

[2] Cf. Ibid., 82: l.c., 297

[3] Ibid., 42: l.c, 278

[4] Ibid., 20: l.c., 267

[5] Ibid., 42: l.c, 278

[6] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 36; Pablo VI, Carta ap. Octogesima adveniens (14 mayo 1971), 4: AAS 63 (1971), 403-404; Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus (1 mayo 1991), 43: AAS 83 (1991), 847.

[7] Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 13: l.c., 263-264.

[8] Cf. Consejo Pontificio de Justicia y Paz, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 76.