Reflexión 166 – Caritas in veritate (4)

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Síntesis de “Caritas in veritate”

La anterior reflexión la dedicamos al N° 1, de la encíclica Caridad en la verdad, Caritas in veritate, de Benedicto XVI. La introducción de la encíclica es extensa, ocupa 9 números. En ella el Papa explica el sentido del documento y lo relaciona con su encíclica Deus caritas est, Dios es amor. Es una introducción que no se puede pasar por alto, porque Benedicto XVI pone en ella los cimientos teológicos de su nueva encíclica. Volvamos a leer las primeras tres líneas con que comienza la nueva encíclica Caridad en la verdad, porque en ellas está contenida una corta y apretada síntesis de toda ella.

 

 

La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad.

El mismo Benedicto XVI resumió aún más, – en dos líneas, – el contenido de su encíclica, en la presentación que hizo de ella en la audiencia general del 8 de julio, 2009, con estas palabras:

 

“La caridad en la verdad es la principal fuerza propulsora para el verdadero desarrollo de cada persona y de toda la humanidad.”

 

Destaquemos algunas ideas que vimos ya en la reflexión anterior:

 

 

Nos dice la carta que el amor mueve a las personas a comprometerse con la justicia y la paz.

Otro punto esencial que trata sobre la caridad, -es decir, sobre el amor cristiano, – es que su origen está en Dios, que es Amor Eterno, Verdad absoluta. De manera que el amor viene de Dios, Amor Eterno, Verdad absoluta.

 

 

Entonces, repitamos: “La caridad en la verdad es la principal fuerza propulsora para el verdadero desarrollo de cada persona y de toda la humanidad.”

El amor mueve a las personas a comprometerse con la justicia y la paz.

 

Y el origen del amor cristiano,- la caridad, – está en Dios, que es Amor Eterno, Verdad absoluta.

 

Relación de la caridad con la Doctrina Social de la Iglesia

 

Las palabras de Benedicto XVI sobre la caridad cristiana, como la principal fuerza propulsora para el verdadero desarrollo de cada persona y de toda la humanidad nos hacen comprender mejor la relación de la caridad con la DSI; el amor es el fundamento de la DSI.

 

 

 

Cuando estudiamos las enseñanzas de la Iglesia en lo social, encontramos que esas enseñanzas giran en torno a la dignidad de la persona humana. Nuestra relación con los demás, -el trato que les damos, – tiene que tener presente, siempre, su dignidad de hijos de Dios. Los demás merecen un profundo respeto porque, ellos, – como nosotros, – son creados a imagen y semejanza de Dios. Pero, entonces, ¿no es el amor el fundamento de la DSI? Veamos que no hay contradicción si se dice que la dignidad de la persona humana o el amor son fundamento de la DSI.

 

 

 

¿En qué se basa la dignidad de la persona humana?

 

Se basa en que Dios nos creó a su imagen y semejanza; somos obra de sus manos. ¡Con cuánto cuidado se trata a las obras de los grandes artistas! Pensemos por ejemplo en La Piedad, – la Pietá, – esa maravillosa obra de Miguel Ángel; – con cuánto esmero la cuidan, porque tiene un valor incalculable. Cuando un enajenado mental, – que se proclamaba mesías, – el 21 de mayo de 1972 irrumpió en la catedral de San Pedro armado de un martillo y desfiguró la imagen de la Pietá, hubo consternación mundial. Es triste ver las fotografías del brazo roto de la Virgen, de su mano, de sus dedos, su nariz. Gracias a Dios la restauración de la imagen fue excelente.

 

 

 

Los seres humanos somos obras de las manos del mayor Artista que pueda existir. Y hay más, nos moldeó según su imagen, por amor. No nos hizo en serie; pensó en cada uno de nosotros, nos hizo a cada uno de nosotros único e irrepetible.

 

 

 

Leamos dos textos de la Sagrada Escritura que nos hablan de nuestra creación por amor. El Salmo 139, de los vv.13 a 15:

 

 

Tú creaste mis entrañas,
me plasmaste en el seno de mi madre:
te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.
¡Qué maravillosas son tus obras!
Tú conocías hasta el fondo de mi alma
y nada de mi ser se te ocultaba,
cuando yo era formado en lo secreto,
cuando era tejido en lo profundo de la tierra.

Cuando Dios llamó al profeta Jeremías a su servicio le dijo algo que igual puede ir dirigido a nosotros:

 

 

“Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía;
antes de que salieras del seno, yo te había consagrado,
te había constituido profeta para las naciones”.( Jer 1,5)

Meditar o hablar sobre el amor de Dios a sus creaturas sería tema de nunca acabar. De eso estamos convencidos: nos basta mirar la imagen de Jesús en el pesebre o en la cruz. Por eso los creyentes no encontramos ninguna dificultad en comprender que la dignidad de la persona humana tiene su origen en el amor. Al crear al ser humano a su imagen y semejanza, Dios lo crea a imagen del Amor; porque Dios es amor.

 

 

El pesebre y la cruz en nuestra cultura

 

Es interesante observar que en su catequesis del miércoles, (10,02,2010), Benedicto XVI se refirió a San Antonio de Padua, quien en su vida y en su predicación tenía muy presentes las imágenes de Jesús en el pesebre y en la cruz. Dijo el Santo Padre:

 

 

“La visión del Crucifijo le inspira pensamientos de gratitud hacia Dios y de estima por la dignidad de la persona humana, de forma que todos, creyentes y no creyentes, encuentren un significado que enriquezca la vida”. De ahí, señaló, “la importancia del crucifijo para nuestra cultura y nuestro humanismo, nacido de la fe cristiana, (…) porque Dios nos ve tan importantes que somos dignos de su sufrimiento“.

Ahora comprendemos mejor que el origen y fundamento de la dignidad del ser humano es el amor; no un amor puramente humano, sino el amor sobrenatural, el que viene de Dios, el que nos comunicó el Creador cuando nos hizo a su imagen y semejanza y de manera muy especial, el que nos comparte con su vida divina por la gracia del bautismo. El amor cristiano viene de Dios.

 

 

La profundidad de esta doctrina de Caridad en la verdad nos deja anonadados: el Papa habla del amor en la verdad. Dios es amor, Dios es la Verdad, Dios, Amor eterno y Verdad absoluta, nos recuerda el Papa.

 

 

 

¿Cómo es el amor con que debemos amar al prójimo?

Benedicto XVI nos pone en frente el amor con que debemos amar al prójimo; ese amor que es nada menos que lo que identifica a Dios: Dios ES Amor. ¿Hasta dónde, entonces, tiene que llegar nuestro amor al prójimo? Santos como San Damián, el apóstol de los leprosos, la Beata Madre Teresa de Calcuta, San Maximiliano Kolbe, mártir de la caridad en el campo de concentración de Auschwitz, por nombrar sólo algunos, lo entendieron y vivieron el amor cristiano en toda su dimensión.

 

 

 

Es que, como Dios, que es Amor, es también Verdad absoluta, el amor que nos debe mover es un amor de verdad, no sólo un sentimiento, no sólo palabras, sino también acción, como Dios. No se trata del amor mal entendido, el de las experiencias posesivas de la otra persona, que son experiencias egoístas, en las que se busca a la otra persona para que se nos dé, no para darnos, y son experiencias transitorias, fugaces, las que proponen hoy por todas partes.

 

 

 

No es un amor humano ni una característica de nuestra personalidad

 

Algo más para pensar: el impulso del amor que nos conduce a comprometernos con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz, del que habla la encíclica Caritas in veritate, es una fuerza poderosa que infunde Dios en nuestros corazones y en nuestra mente; el amor cristiano es obra de Dios, por el Espíritu Santo y se nos da gratuitamente; no es una característica de nuestra personalidad ni la conseguimos por nuestros méritos; esa fuerza del amor tenemos que pedirla. Tengamos presente esa pequeña jaculatoria: “Señor, que te ame cada vez más y que ame a mis hermanos.”

Nuestra vocación: impulso hacia la verdad y el amor

Después de exponer el Papa la doctrina sobre el amor en la verdad, como principal fuerza propulsora para el verdadero desarrollo de cada persona y de toda la humanidad, Benedicto XVI nos dice que Dios tiene un plan para cada persona; que en ese plan encontramos nuestra propia verdad y bien y que el impulso hacia la verdad y el amor en cada persona constituye nuestra vocación.

 

 

 

Leamos las palabras textuales de la encíclica en el mismo N° 1 de la introducción:

 

 

 

Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre (cf. Jn 8,32). Por tanto, defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad. Ésta «goza con la verdad» (1 Co 13,6). Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano.

 

De manera que la maravilla del ser humano va muy lejos; no sólo es creado a imagen y semejanza del amor eterno y verdad absoluta, sino que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros; en ese plan encontramos nuestra verdad y nuestro bien; es nuestra vocación, que consiste en el amor que Dios ha puesto en nuestro corazón y en nuestra mente. Nuestra vocación, la llamada de Dios, es al amor y a la verdad.

 

 

 

Amor, verdad, vocación, ¿temas ante una crisis económica?

 

¿Qué importancia puede tener hablar de caridad, de verdad y del proyecto de Dios para cada individuo, en una encíclica que quiere dar respuestas desde la fe, a los interrogantes que se abren ante la crisis económica mundial?

 

 

 

La crisis económica sólo se puede considerar un problema de índole técnica, cuya solución está en disciplinas como las matemáticas, la economía, la mercadotecnia, si se considera en su superficie. Pero si se entra más a fondo en las causas de esa crisis, nos daremos cuenta de que se esconde allí una crisis de principios y valores que se origina en personas y afecta, no a un mundo compuesto sólo por edificios y maquinarias, sino al mundo de los seres humanos. Son personas humanas las que causan y las que sufren la crisis económica. Las causas de la crisis están en las personas que manejan la economía y los mercados. Los seres humanos nos tenemos que hacer preguntas cuya respuesta no está en programas de computador. Si las personas no cambiamos, no serán suficientes las medidas técnicas que se adopten.

 

El origen de la crisis está en que la humanidad se quiere salir del proyecto

de Dios y hacer uno nuevo, impulsado por la codicia de tener cada vez más, y el egoísmo frente a las necesidades de los demás.

 

 

Caritas in veritate nos pone a pensar en el proyecto de Dios para cada uno de nosotros y para toda la humanidad, porque nuestro propio bien lo vamos a encontrar si asumimos y realizamos ese proyecto de Dios, plenamente. En él podremos encontrar nuestra verdad y si la aceptamos seremos libres.

 

 

 

El verdadero desarrollo es la realización de los planes de Dios

 

La verdad de cada uno de nosotros, nuestro pleno desarrollo, nuestra realización completa, es la realización del proyecto que Dios nos diseñó. Cuando se pretende ignorar a Dios, no se alcanza la plenitud sino la limitación humana; no se hace uno libre, sino esclavo de su propio invento. El verdadero desarrollo se contiene en los planes de la Divina Providencia; los planes humanos, por la carga del pecado original, encierran injusticia, codicia que se acompaña de violencia y por eso de autodestrucción. El proyecto de Dios, amor y verdad absoluta, es perfecto. Los planes humanos tienen las limitaciones, las imperfecciones propias de la creatura marcada por el pecado original. El Reino, del cual Jesucristo nos llama a ser parte, se caracteriza por lo contrario: por justicia, por amor y por paz. Ese el desarrollo que deberíamos ayudar a conseguir.

 

 

De estas líneas de Caritas in veritate, que hemos recorrido hasta ahora, podemos concluir también, que si en el mundo hay injusticias y desorden no es por fallas del Creador, sino porque no hemos asumido su plan en el amor y en la verdad. En resumen: un mundo de justicia sólo se conseguirá si seguimos la Palabra de Dios en nuestra vida.

 

 

Como lo hizo Juan Pablo II en Sollicitudo rei socialis, la argumentación de Benedicto XVI abarcará también, en su momento, las bases éticas que pueden ser aceptadas igualmente por los no creyentes. Las bases teológicas son para los creyentes y no puede haber contradicción entre unas y otras: entre las bases teológicas y las de la ética natural. A esta última tampoco pueden contradecir las técnicas y estrategias de la economía, de la mercadotecnia ni de la política.

 

Qué bueno sería que cuando nuestros gobernantes y legisladores, que se dicen creyentes, preparen y firmen un decreto o una ley tuvieran presentes estas palabras de Caridad en la verdad:

(…) defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad. Ésta «goza con la verdad» (1 Co 13,6).

Cuando elijamos a nuestros legisladores y gobernantes escojamos a personas que no se avergüencen de testimoniar su fe en su vida pública y privada, no sólo de palabra sino de verdad.

 

 

Jesucristo en el desarrollo integral

 

Leamos ahora la última parte del N° 1 de la introducción de la encíclica Caridad en la verdad:

 

 

Jesucristo purifica y libera de nuestras limitaciones humanas la búsqueda del amor y la verdad, y nos desvela plenamente la iniciativa de amor y el proyecto de vida verdadera que Dios ha preparado para nosotros. En Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su Persona, en una vocación a amar a nuestros hermanos en la verdad de su proyecto. En efecto, Él mismo es la Verdad (cf. Jn 14,6).

La afirmación que se repite una y otra vez en los documentos sociales de la Iglesia, de que su doctrina no ofrece soluciones técnicas, no es una limitación para su defensa del desarrollo integral: de todo el hombre y de todos los hombres. Nuestra fe no es limitante, al contrario, tiene la profundidad y amplitud del Evangelio de Jesucristo. Con la encarnación, en la persona de Jesús Dios irrumpió en la historia. El cristianismo es el Acontecimiento que se caracteriza, con su cabeza Jesucristo, por ser Amor y Verdad absoluta y eterna.

 

Aquí podemos muy bien recordar las palabras de San Pablo a los Efesios en el capítulo 3, 17-19, cuando pide al Padre nos conceda

 

que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios.

El cristianismo no es un hecho marginal en la vida del mundo

La acción de Jesucristo en el mundo, a través de los seres humanos es inmensa. El cristianismo no es un hecho marginal en la vida del mundo; al contrario su influencia positiva en el desarrollo humano es innegable. Con frecuencia los pesimistas reducen su visión del cristianismo a las también innegables deficiencias humanas de sus miembros, pero la presencia de la Palabra de Jesucristo ha sido benéfica, es salvadora. Desde el punto de vista del desarrollo, Benedicto XVI nos dirá en el N° 4, que

 

En el contexto social y cultural actual, en el que está difundida la tendencia a relativizar lo verdadero, vivir la caridad en la verdad lleva a comprender que la adhesión a los valores del cristianismo no es sólo un elemento útil, sino indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo integral.

En otras breves palabras, el Papa nos dice en Caridad en la verdad que vivir el Evangelio de Jesucristo, adherir a los valores del Evangelio, – es decir que, la presencia de Jesucristo en la sociedad, es un elemento decisivo, indispensable para que sea posible un verdadero desarrollo.

 

 

Hemos visto que nuestra sociedad necesita un nuevo estilo de vida que esté de acuerdo con los planes de Dios. Los estilos de vida se fundamentan en principios, en valores. Preguntémonos ¿qué principios deben regir a nuestra sociedad, para que sea posible el proyecto de Dios?

 

Pongámonos de acuerdo en que aquí, principios son las reglas o normas de conducta que orientan y regulan la vida en sociedad.

 

 

Fernando Díaz del Castillo Z.

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