Reflexión 110 Desarrollo Nuevo Nombre de la Paz (III)

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El Desarrollo es el Nuevo Nombre de la Paz (III)

Las dos reflexiones anteriores las dedicamos a comentar la interesante conferencia sobre Ética y Desarrollo: la Dimensión Humana, que el P. Sergio Bernal, S.J., presentó en el IV Congreso Nacional de Reconciliación, organizado por el Secretariado de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal. Ese congreso se dedicó en buena parte al tema del Desarrollo, nuevo nombre de la Paz, como parte de la conmemoración de los 40 años de la encíclica Populorum progressio, el Desarrollo de los pueblos, del Papa Pablo VI. Esa afirmación: Desarrollo es el nuevo nombre de la paz, está tomado precisamente de Pablo VI en la encíclica Populorum progressio.[1] Como es muy importante esta ponencia del P. Sergio Bernal, y contribuye en gran manera a nuestro conocimiento de la D.S.I. vamos a continuar su presentación. Repasemos lo que hemos visto ya:

Nos explicó el P. Bernal que la preocupación de la Iglesia por el desarrollo está presente desde los primeros documentos que constituyen el patrimonio de la Doctrina Social católica y que comienzan con la Rerum novarum, de León XIII (15 de mayo de 1891).

Aprendimos también, que si es verdad que la encíclica Rerum novarum abrió el camino para que desde entonces se presente la D.S.I. de manera sistemática en los documentos del magisterio, los fundamentos de la D.S.I. están arraigados en la Revelación, desde el mismo libro del Génesis.

Lo que quiere decir esto de la presentación de la doctrina de manera sistemática, en la Rerum novarum, es que el Santo Padre León XIII fue innovador al dedicar toda esta encíclica a presentar de manera organizada la doctrina de la Iglesia sobre la cuestión social, como se vivía en la época de la revolución industrial, y no tocó estos asuntos junto con otros temas, por importantes que fueran. Se puede afirmar que la D.S., expuesta así, surge históricamente entonces, como respuesta a los problemas específicos de la naciente sociedad industrial, en concreto el conflicto capital-trabajo. [2]

Antes de la Rerum novarum la D.S.I. se fue presentando como parte de la reflexión moral acerca de las situaciones que vivía la sociedad. La Iglesia se basa en principios siempre válidos, extraídos de la Sagrada Escritura, para juzgar si la realidad que vivimos cumple con las exigencias del Evangelio, y nos anima a vivir según los compromisos de nuestra fe. Así se ha ido consolidando un verdadero patrimonio doctrinal social.

La Rerum novarum abrió el camino para tratar lo social como una situación que necesita y tiene respuestas en el Evangelio y no sólo en la ley natural. La Rerum novarum pretendió responder a la situación creada por la revolución industrial, y expresó su preocupación, sobre todo, por la ínfima condición a que habían sido reducidos los proletarios implicados en los procesos de producción capitalista, afirmó el P. Bernal.

La Iglesia en sus enseñazas sociales nos ofrece el modelo de sociedad como Dios la quiere, el Reino de Dios que los cristianos tenemos que ayudar a construir. Un reino de justicia, de amor y de paz.

Se nos ha repetido que los fundamentos mismos de la D.S.I. se encuentran desde el Libro del Génesis, en los albores de la creación, cuando se manifiesta la voluntad del Creador sobre el progreso continuo de la creación y nos enseña que Dios confió la responsabilidad de administrar el proceso de desarrollo de la creación a todos los hombres y mujeres. Nos quedó por eso muy claro también, la semana pasada, que Dios no nos entregó la naturaleza para que la manejemos a nuestro capricho, sino, como dice el libro de la Sabiduría en el capítulo 9, – en la oración para alcanzar la Sabiduría, – Dios creó al hombre para que gobierne al mundo con santidad y justicia. Ese es el encargo que Dios nos dio: gobernar el mundo con santidad y justicia.

Juan Pablo II, en un mensaje a la Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación, FAO, el año 2001, dijo a este propósito:

Las primeras páginas de la Biblia describen la abundancia desbordante del mundo creado y afirman que todo lo que puede necesitar el hombre le ha sido dado para que pueda llevar una vida digna de una criatura hecha a imagen y semejanza de Dios (cf. Génesis 1, 26). Por tanto, no es posible que millones de persones/ estén subalimentadas o hambrientas en el mundo. La tierra es capaz de procurarles lo necesario y, por tanto, la causa de la falta de alimentación hay que buscarla en otra parte.

En el Libro del Génesis, Dios pone la creación en manos del hombre (cf. Génesis 1, 26. 28) y tenemos que mirar hacia esta dirección si queremos comprender los desórdenes actuales. Ha faltado una gestión equitativa de los bienes de la creación / con una evidente desigualdad en la repartición de los recursos.[3]

Malas noticias de la FAO sobre el hambre

Por cierto, hoy tenemos malas noticias de la FAO sobre el hambre. Esta es la información, tomada de la página de la ONU en Internet:

18 de septiembre, 2008 La población que sufre desnutrición en el mundo aumentó el año pasado a 923 millones de personas como consecuencia del alza de precios de los alimentos, afirmó hoy la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Y las perspectivas son igualmente malas, pues para cumplir los objetivos del milenio habría que reducir el número de personas hambrientas en 500 millones en los siete años que quedan para 2015 y no se ve el necesario interés en los países que podrían hacerlo.

Otro punto muy importante que trató el P. Sergio Bernal fue el papel de Pío XII en aclarar la doctrina de la Iglesia sobre el derecho a la propiedad privada. En el N° 12 de su mensaje de Pentecostés de 1941, con ocasión del cincuentenario de la Rerum novarum, Pío XII aclaró en qué consiste el derecho a la propiedad privada y precisó el papel de los bienes materiales como derecho universal. Nos enseñó Pío XII que el derecho fundamental y primero es el de acceder todos al uso de los bienes, como “derecho originario” sobre el uso de los bienes materiales, de manera que la propiedad privada no puede ser obstáculo para cumplir el que es “derecho fundamental y primero”. Nos enseñó así que el derecho a la propiedad no es absoluto. Al dar prioridad al destino común de los bienes, con Pío XII se supera el individualismo y la DSI experimenta un avance.

No es suficiente la cantidad si no hay calidad en la distribución

La doctrina de Pío XII sobre el uso de los bienes materiales combate la visión de la economía que pone todo el énfasis en el crecimiento cuantitativo, es decir el que se revela en los números, en las estadísticas, que son engañosas, y descuida los aspectos distributivos.

Continuando el recorrido por los aportes de los Pontífices que siguieron a León XIII, vimos que Juan XXIII en su encíclica Mater et magistra nos ofrece un criterio fundamental para evaluar los modelos económicos, que entonces como ahora, estaban dominados por el parámetro de la eficiencia en la producción de bienes y servicios. La economía capitalista, igual que la colectivista del marxismo, no se valoraban, ni se valoran, por sus aportes al desarrollo humano, sino por su eficiencia en la producción de bienes y servicios. Por su parte Juan XXIII añade que, “si el funcionamiento y las estructuras económicas de un sistema productivo ponen en peligro la dignidad humana del trabajador, o debilitan su sentido de responsabilidad, o le impiden la libre expresión de su iniciativa propia, hay que afirmar que este orden económico es injusto, aun en el caso de que, por hipótesis, la riqueza producida en él alcance un alto nivel y se distribuya según criterios de justicia y equidad (MM 83). Esta calificación de injustos, se puede aplicar hoy a los regímenes totalitarios que pueden producir y vender mucho, pero no respetan la dignidad humana.

Decíamos en la reflexión anterior que, como nos demuestran las enseñanzas de Juan XXIII en la encíclica Mater et magistra, la Iglesia no pretende ofrecer soluciones técnicas en lo económico o en lo político, y cuando juzga la bondad o no de un sistema, lo hace desde el punto de vista moral, del respeto a la persona.

Entonces, el enfoque de las enseñanzas de la Iglesia, como aparece muy claro en Juan XXIII y en los documentos sobre la D.S.I., pone en el centro a la persona humana. Nos dice el P. Bernal que aparece cada vez con mayor claridad la centralidad de la persona en la reflexión sobre cualquier realidad y, concretamente, sobre el desarrollo y los modelos económicos, como también el motivo de esta preocupación.

(…) la santa Iglesia, aunque tiene como misión principal santificar las almas y hacerlas partícipes de los bienes sobrenaturales, se preocupa, sin embargo, de las necesidades que la vida diaria plantea a los hombres, no sólo de las que afectan a su decoroso sustento, sino de las relativas a su interés y prosperidad, sin exceptuar bien alguno y a lo largo de las diferentes épocas (MM 3).

Para terminar este rápido repaso, leamos las palabras de la Constitución Pastoral Gaudium et spes, del Concilio Vaticano II, en el N° 34, que nos traen un resumen de la doctrina de Juan XXIII sobre el desarrollo, y quien a su vez, hizo una gran síntesis del magisterio de Pío XII en materia económica, como afirma el P. Bernal.

Un esfuerzo humano que responde a la voluntad de Dios

Una cosa hay cierta para los creyentes: la actividad humana individual y colectiva o el conjunto ingente de esfuerzos realizados por el hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores condiciones de vida, considerado en sí mismo, responde a la voluntad de Dios. Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad, sometiendo a sí la tierra y cuanto en ella se contiene, y de orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre / sea admirable el nombre de Dios en el mundo. […] el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo. (GS 34).

Desarrollo al servicio del hombre

Sobre el desarrollo económico al servicio del hombre en la Gaudium et spes, dijo el P. Sergio Bernal:

El Concilio proclama que la ley fundamental del desarrollo es el servicio del hombre que es el autor, el centro y el fin de toda actividad social. Es necesario estimular la producción de bienes y servicios y el progreso de la ciencia y la tecnología, pero teniendo en cuenta que,[l]a finalidad fundamental de esta producción no es el mero incremento de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el servicio del hombre, del hombre integral, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus exigencias intelectuales, morales, espirituales[4] y religiosas; de todo hombre, decimos, de todo grupo de hombres, sin distinción de raza o continente. De esta forma, la actividad económica debe ejercerse siguiendo sus métodos y leyes propias, dentro del ámbito del orden moral, para que se cumplan así los designios de Dios sobre el hombre (GS 64).

Estas ideas rematan muy bien la explicación de la visión de la Iglesia sobre la economía, que debe estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la economía. No es suficiente que haya abundancia de productos si no están al alcance de la gente. Veamos en qué consiste el desarrollo como lo propuso Pablo VI, un desarrollo diferente al que propone la teoría liberal capitalista. Estas son las palabras del P. Bernal:

Y así llegamos al año 1967, uno de los años de la década dedicada al desarrollo por las Naciones Unidas, cuando se imponía la teoría llamada por algunos “desarrollista”, dominada por la ideología liberal capitalista con su concepción errada de la persona humana reducida (a) la dimensión económica. Como respuesta y siguiendo las líneas trazadas por el Concilio, Pablo VI lanza la propuesta de un desarrollo integral y solidario.

Desarrollo integral y solidario

Aunque no aparece así en la encíclica, me atrevería – dice el P.Bernal – a hacer una lectura de estas dos dimensiones a partir de la Revelación y en línea con el nuevo modo de utilizar la Sagrada Escritura iniciado por el Vaticano II. Creo que podemos ver en esas dos dimensiones del auténtico desarrollo (es decir un desarrollo integral y solidario) la expresión del mandato del Creador: “creced y multiplicaos”. Evidentemente la voluntad de Dios al crear a un ser a su imagen y semejanza / era la de un ser multidimensional cuyo crecimiento debería corresponder a todas las dimensiones del ser. Pero no se trataba de un crecimiento egoísta, sino que tenía que ser compartido con la humanidad en continuo crecimiento. De ahí, que no podía el Papa NO proponer estas características del desarrollo en coherencia con la voluntad de Dios.

Pero, además, estas dos dimensiones (del desarrollo integral y solidario) quieren ser una respuesta a la problemática que el modelo económico presentaba y a las cuales ya se habían referido explícitamente Juan XXIII y el Concilio. Con el magisterio de Juan XXIII el discurso social de la Iglesia asume una actitud nueva renunciando a la apologética y al ataque y condenación del adversario. Comienza un lenguaje propositivo que, además, busca comprender y potenciar los aspectos positivos de la realidad. Pablo VI sigue fiel a esta actitud y así nos ofrece una encíclica dedicada al desarrollo en la cual invita a los responsables de la economía a humanizar el proceso. El llamado del Papa está en perfecta coherencia con aquello que la Iglesia tiene para ofrecer al mundo: su visión del hombre y de la humanidad (PP 13).

Pablo VI compartía con León XIII el temor a la tentación de la violencia en las personas marginadas de los bienes del progreso. De ahí que considere el desarrollo como el proceso que debe ayudar a superar la pobreza de millones y millones de seres humanos. Pero no se pretende solamente la eliminación de la pobreza, sino que se afirma que “[l]a presente situación del mundo exige una acción de conjunto, que tenga como punto de partida una clara visión de todos los aspectos económicos, sociales, culturales y espirituales” (PP 13).

Coherentemente con esta visión y con una expresión inspiradora que sintetiza las tensiones entre la dura realidad y los ideales cristianos, el Papa describe el proceso del desarrollo como el paso de condiciones menos humanas a condiciones más humanas

Vamos a seguir ahora, con especial cuidado, la descripción que Pablo VI hace en su encíclica Populorum progressio de un desarrollo con visión cristiana, un desarrollo que llevaría a la humanidad a pasar de manera ascendente, de condiciones menos humanas a condiciones más humanas. Veamos entonces, cuál es la visión cristiana del desarrollo. Antes de esa descripción, es conveniente que leamos algunas líneas del N° 14 de la Populorum progressio, en donde por cierto el Papa cita al dominico P. Lebret, en su obra Dinámica concreta del desarrollo. Dice el Papa:

El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. Con gran exactitud ha subrayado un eminente experto: «Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano, el desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera»

Visión cristiana del proceso de desarrollo

Y veamos ahora sí, la descripción del proceso de desarrollo, el paso de condiciones menos humanas a otras más humanas, como aparecen en el N° 21 de la encíclica Populorum progressio ( El Desarrollo de los pueblos):

(Condiciones) Menos humanas: Las carencias materiales de los que están privados del mínimo vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo.

Menos humanas: las estructuras opresoras que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones.

Más humanas: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura.

Más humanas también: el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza (cf. Mt 5, 3), la cooperación en el bien común, la voluntad de paz.

Más humanas todavía: el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin.

Más humanas, por fin y especialmente: la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida de Dios vivo, Padre de todos los hombres (PP 21).

Condiciones para dirigir el proceso cristiano de desarrollo

Después de leer la lista de las condiciones menos humanas que se deben cambiar por condiciones más humanas, se comprende la clase de personas que el mundo necesita para que se produzca ese desarrollo. El mismo Papa Pablo VI lo dice en el N° 20 de la Populorum progressio:

Si para llevar a cabo el desarrollo se necesitan técnicos, cada vez en mayor número, para este mismo desarrollo se exige más todavía pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación.[5] Así se podrá realizar, en toda su plenitud, el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas.

¿Cómo les parece? Según Pablo VI, para conseguir un desarrollo integral, los técnicos que manejen el desarrollo de los pueblos, deberían ser personas de reflexión profunda, que asuman los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación. Definitivamente se necesita la conversión de los políticos y economistas, del egoísmo a la solidaridad, del odio al amor, para que nuestro país, para que el mundo, lleguen al verdadero desarrollo con el que se logre vivir en condiciones humanas. Tienen que cambiar los que piensan sólo en el dinero como su último fin. Sobre ese párrafo maravilloso de la Populorum progressio (El desarrollo de los pueblos), dice el P. Sergio Bernal en su conferencia:

Liberarnos del egoísmo consagrado como valor

En este párrafo admirable, encontramos un pequeño tratado sobre el concepto de desarrollo aceptable desde la óptica cristiana. Se abre con la mención a dos tipos de subdesarrollo. El económico de aquellos que carecen del mínimo vital y el cultural de los que están mutilados por el egoísmo. Estos son dos grandes desafíos a los que tenemos que hacer frente. Empeñarnos en lograr esos objetivos del milenio superando la marginación y la pobreza de millones de seres humanos y liberar, tarea casi imposible, a otros tantos millones de los que ni siquiera escapan los marginados económicos, del egoísmo consagrado como valor por la ideología neoliberal que ha tergiversado el pensamiento de Adam Smith y que se convierte en el motor del progreso.

En esta enumeración encontramos una cierta gradualidad que debería servir de inspiración para los programas de pastoral, pues responde a la concepción adecuada de la persona humana aceptada integralmente. Existe una división operativa de las dimensiones de la acción pastoral que es válida conceptualmente, pero que corre el riesgo de pasar del plano epistemológico al práctico con detrimento de los resultados pretendidos.

¿No es un contrasentido una pastoral sólo conceptual?

Entendamos esto como una crítica a una pastoral puramente conceptual, que al quedarse en lo teórico no llega a la vida real, a la práctica.

Pablo VI nos invita a pensar que la acción es una y que los destinatarios de la misma lo son también: personas con necesidades materiales y espirituales que tienen que ser atendidas y resueltas integralmente. Cada día se hace más evidente la necesidad de revisar los planes de pastoral integrando todas las dimensiones del crecimiento humano y que van de la satisfacción de las necesidades materiales hasta la apertura a la fe que, como enseña Benedicto XVI, debe expresarse en el encuentro personal, vivencial, con Jesucristo. De otra manera la llamada pastoral social continuará ocupando el último grado en la escala de prioridades. Peor aún, seguiremos dividiendo a las personas de manera inaceptable.

No puede la pastoral dedicarse sólo a una clase social, así lo haga, con muy buena intención, por una opción preferencial por los pobres, a lo cual nos insta Aparecida, como puede verse en particular en los números 391 y siguientes. Todos somos destinatarios del Evangelio. Aparecida tuvo cuidado de exhortar a nuestros pastores no sólo a trabajar por los pobres, en cuyo caso debemos cuidarnos de no quedarnos sólo en lo teórico o meramente emotivo (397), sino que sin abandonar la opción preferencial por los pobres (491), debemos considerar que Una tarea de gran importancia es la formación de pensadores y personas que estén en los niveles de decisión. Por eso, debemos emplear esfuerzo y creatividad en la evangelización de empresarios, políticos y formadores de opinión, el mundo del trabajo, dirigentes sindicales, cooperativos y comunitarios (492)

Un esfuerzo pastoral para acercar a Jesucristo a los formadores de opinión y a los que toman las decisiones

¿Cómo podemos esperar conseguir esas personas excepcionales que propone Pablo VI, pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación, si la pastoral no les dedica un esfuerzo creativo para acercarlos a Jesucristo?

Se nos insiste en la apertura a la fe que debe expresarse en el encuentro personal con Jesucristo. Es que ese encuentro se traduce en un cambio de vida. El encuentro con Cristo nos debe mostrar una nueva manera de entender el mundo y una nueva manera de vivir. Una manera de vivir que se debe expresar en el amor práctico al prójimo. Benedicto XVI lo enunció en su encíclica “Deus caritas est”: No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y con ello, una orientación decisiva. [6]

Esas profundas palabras del Papa Benedicto XVI sobre la fe, que no es algo intelectual, sino que consiste en el encuentro personal con Jesucristo, encuentro que cambia la vida, lo tomó Aparecida cuando al discípulo misionero le señala que es el encuentro con Jesucristo el camino para cumplir con la misión.[7] Y nos enseña dónde encontrarlo: en nuestra Madre la Iglesia, en la Sagrada Escritura, en la Sagrada Liturgia, en la Eucaristía, en el sacramento de la reconciliación, en la oración personal y comunitaria, en la comunidad, de modo particular en los pobres, en los afligidos y en los enfermos.[8]

Necesitamos encontrarnos con Jesucristo

El Santo Padre tiene muy claro que necesitamos encontrarnos con Jesucristo. Este pensamiento lo repite de diversas maneras, en distintas oportunidades. Todo lo demás se dará si nos encontramos con Jesucristo. El miércoles 3 de septiembre (2008), -hace 15 días – Benedicto XVI en su catequesis de los miércoles nos habló del encuentro de San Pablo con Jesús en el camino de Damasco.[9] Y dijo que ese encuentro fue un auténtico giro en la vida de Saulo; que el Cristo resucitado se apareció a Saulo como una luz espléndida, que transformó su pensamiento y su misma vida. Y aclaró el Papa, que la transformación de Saulo no fue un proceso psicológico, de una maduración o evolución intelectual y moral, sino que vino desde fuera: no fue el fruto de su pensamiento, sino del encuentro con Jesucristo. Dijo el Papa:

“No fue sencillamente una conversión, una maduración de su ‘yo’, sino que fue muerte y resurrección para él mismo: murió una existencia suya y nació otra nueva con Cristo Resucitado. De ninguna otra forma se puede explicar esta renovación de Pablo”.

“Todos los análisis psicológicos no pueden aclarar ni resolver el problema. Solo el acontecimiento, el encuentro fuerte con Cristo, es la llave para entender qué había sucedido: muerte y resurrección, renovación por parte de Aquél que se había revelado y había hablado con él”, añadió el Papa.

Esto significa que para los creyentes, “el cristianismo no es una filosofía nueva o una nueva moral. Sólo somos cristianos si encontramos a Cristo”, explicó el pontífice.

Basándose en la Sagrada Escritura, en los Hechos y Cartas de San Pablo), explicó el Santo Padre lo que significó en la vida de San Pablo su encuentro con Jesucristo:

“El esplendor del Resucitado lo deja ciego: aparece también exteriormente lo que era la realidad interior, su ceguera respecto de la verdad, de la luz que es Cristo. Y después su definitivo ‘sí’ a Cristo en el bautismo reabre de nuevo sus ojos, le hace ver realmente”.

Terminamos aquí hoy. Dios mediante continuaremos la semana entrante con la presentación del P. Sergio Bernal sobre Ética y Desarrollo: la Dimensión Humana.

Escríbanos a: reflexionesdsi@gmail.com


[1] Cf Pablo VI, Populorum progressio 76-77

[2] Cf Ildefonso Camacho, doctrina social de la Iglesia, una aproximación histórica, San Pablo, Pg. 30

[3] Roma. Zenit, 5-11-2001 “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, afirma Juan Pablo II

[4] Según esto, se debe respetar la necesidad del ser humano de practicar una vida piadosa, disciplinada, reflexiva, de acuerdo con su religión; que en eso consiste la espiritualidad.

[5] Cf., p. e., J. Maritain, Les conditions spirituelles du progrès et de la paix, en Rencontre de cultures à l’UNESCO sous le signe du Concile oecuménique Vatican II, París, Mame, 1966, 66

[6] Deus caritas est, 1

[7] Aparecida, 6,1,1ss

[8] Aparecida, 246-266: Lugares de encuentro con Jesucristo

[9] Cfr ZS08090309, 03-09-2008