Reflexión 099

Mayo 29 2008

Compendio Doctrina Social de la Iglesia N° 72

Naturaleza de la D.S.I. –El reino de Dios

No ideología sino teología

En la reflexión anterior terminamos de ampliar y profundizar el tema sobre la naturaleza de la D.S.I. Dedicamos un buen espacio a comprender que la D.S.I. no es una ideología, sino que pertenece al campo de la teología, especialmente de la teología moral, como nos enseñó Juan Pablo II.

Como vimos, la teología es la ciencia de Dios, de manera que es importante tener claridad sobre la conexión de la D.S.I. con Dios. La D.S.I. tiene que estar conectada con Dios, porque de lo contrario no podría hacer parte de una disciplina que trata del conocimiento de Dios, como es la teología.

Para comprender el sentido de nuestro estudio sobre la D.S.I. y su pertenencia a la teología, empezamos por aclarar que, cuando estudiamos la D.S.I., no nos proponemos entrar en los grandes temas sobre Dios, que se estudian, por ejemplo, en la Teología Dogmática, en la Cristología, en la Eclesiología. Es que hay varias ramas de la teología. En la teología dogmática se estudian temas como la Santísima Trinidad, Jesucristo, la gracia, el pecado, la Iglesia, los sacramentos… Son temas trascendentales en nuestra formación en la fe, y que encontramos en el Catecismo. También existe la teología bíblica. Aunque toda la teología se basa en la Sagrada Escritura, es decir en la revelación, la teología bíblica dirige su esfuerzo, en particular, al estudio de la historia de salvación.

Reflexión teológica sobre la conducta cristiana

La D.S.I. pertenece especialmente a la Teología Moral. De manera que la D.S.I. está en el campo de la teología, la ciencia de Dios, pero no se ubica en la teología dogmática, que estudia las grandes verdades sobre Dios mismo: la Santísima Trinidad, la Cristología, etc. La teología moral, que es en donde se encuentra la D.S.I., se orienta a la reflexión sistemática, ordenada, metódica, sobre cómo debe ser la conducta cristiana, según la revelación en la Sagrada Escritura, con la ayuda del razonamiento filosófico, es decir, de la ética, y el apoyo de la experiencia y de las enseñanzas de la Iglesia.

EN la doctrina social la reflexión sobre la conducta cristiana se refiere en particular a nuestra conducta en relación con los demás. Lo que pretende la D.S.I. es presentarnos el proyecto de Dios para el hombre y la sociedad, como aparece en la Sagrada Escritura, en el Magisterio y en la Tradición. Podemos decir, entonces, que la teología moral, y en el caso particular de nuestro estudio, – la Doctrina Social de la Iglesia, – tiene como objeto las relaciones Dios-hombre-sociedad. Nos dice cómo es, – según la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio, – el proyecto que Dios ideó para el ser humano, para la sociedad, para que vivamos de acuerdo con ese proyecto divino. En muy pocas palabras, la D.S.I. de la Iglesia nos enseña, cómo debe ser nuestra vida en sociedad, según el proyecto de Dios.

¿Cómo nos presenta la D.S.I. la reflexión sobre la conducta cristiana? La D.S.I. nos ofrece los principios,[1] los criterios y valores del Evangelio que deben regir las relaciones sociales. Como veremos, la sociedad como Dios la ideó, es la que Jesús llamó Reino de Dios. Estamos llamados a vivir de tal manera en sociedad, que hagamos posible la construcción del Reino de Dios. Es cierto que el Reino será una realidad perfecta al final de los tiempos, pero tenemos que empezar a construirlo aquí y ahora. La sociedad que los creyentes debemos desarrollar es la proyectada por Dios, que no es otra que su Reino.

Para comprender los planes de Dios para el hombre necesitamos la luz de la fe. Los planes de Dios se nos revelan en la Sagrada Escritura, que es el camino que Él escogió para comunicarse con la humanidad.

¿Cómo conocer los planes de Dios?

Entonces, el proyecto de Dios lo podemos conocer a través de la Escritura, especialmente a través de la predicación y la vida de Jesús. Nos dijo Jesús que Él es el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6). Jesús vino a hablarnos del Padre, a dárnoslo a conocer y a darnos a conocer su Voluntad. Nos dijo que fuéramos perfectos como el Padre celestial es perfecto (Mt 5,48). Lo que Jesús vino a enseñarnos fue lo que el Padre quería darnos a conocer. (…) las palabras que yo hablo las hablo / como el Padre me lo ha dicho a mí, dice en Jn 12,50. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre, añade también en Jn 14,7. Y nos advirtió que lo que vino a enseñarnos es para que lo pongamos por obra; que esa será la prueba de que lo amamos. Si me amáis, guardaréis mis mandamientos, dijo Jesús en ese mismo discurso, en Jn 14, 15. Para abundar en esta idea, también estas palabras están en Jn 14, 23s:

“Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.
24 El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado
.

Nuestro guía tiene que ser el Evangelio, que nos enseña lo que Dios quiere, como nos lo reveló Jesucristo. El fundamento de la teología moral, de la reflexión sobre el comportamiento cristiano, tiene que ser la revelación. La Sagrada Escritura, nos da a conocer a Dios; al Padre a quien debemos imitar, según las palabras de Jesús.

¿Cómo es el Dios que nos da a conocer Jesucristo?

Y ¿cómo es el Dios que encontramos en la Escritura? El Dios que nos revela Jesús es compasivo y misericordioso, es Dios que ama la justicia y abomina la iniquidad, que es sensible al grito del oprimido, y que el culto que quiere debe ser expresión de la justicia, de la misericordia y la fidelidad.[2] Es contundente la frase de Jesús en Mt. 9, 13 cuando lo criticaron por reunirse a comer con publicanos y pecadores: Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores.[3] En esa oportunidad, Jesús recordaba a los fariseos las duras frases del Señor a través de los profetas Oseas y Amós. Los profetas se pronunciaron a menudo contra la hipocresía religiosa, de quienes creen que están bien con Dios porque cumplen ciertos ritos cultuales, despreciando los preceptos más elementales de justicia social y de amor al prójimo.[4]

El Sermón del Monte es fundamental para comprender la teología moral

Hay un pasaje del Evangelio, fundamental para comprender cómo quiere el Señor que sea el comportamiento cristiano, a imitación del Padre, cuya perfección es nuestro modelo, según palabras de Jesús. Es todo el capítulo 5 de Mateo, que nos trae el Sermón del Monte. Sobre él tendremos que volver una y otra vez. Recordemos sólo el final del capítulo, desde el v 43 al 48, donde dice:

43 Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; 45 así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
46 Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
47 Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
48 Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.

Dios tiene un profundo sentido social

Amar es de su propio ser

Habíamos comentado que el Dios que nos revela la Escritura, el que nos dio a conocer Jesucristo, es un Dios de un profundo sentido social, porque Dios es Amor. No es solamente que Dios nos ame, que en Dios haya amor, sino que Dios ES Amor. De su ser mismo es amar y nosotros fuimos creados a su imagen. Esto necesariamente tiene implicaciones que no podemos esquivar, en nuestra vida de relación con los demás.

Como vemos, la D.S.I. nos trae la doctrina cristiana al terreno real, nos aterriza el concepto de Dios que se interesa en la vida del ser humano en la tierra, y no sólo lo espera, cuando llegue a gozar de la eternidad.

De reflexionar a actuar

Para que no nos quedemos en las nubes, en lo abstracto, y seamos de verdad sensibles a la revelación que nos habla de un Dios misericordioso, que nos interpela, en particular a partir de los pobres y de los oprimidos, la D.S.I. nos invita, no sólo a reflexionar sobre el amor de Dios por los pobres y los oprimidos, y quedarnos allí en estado de lamentación, sino que nos plantea la necesidad de reflexionar y actuar sobre temas que, aunque no son directamente teológicos, pues son temas terrenales, sin embargo, – como todas las cosas, / tienen una conexión con Dios y su proyecto para el ser humano y la sociedad. Por eso la D.S.I. asume en su reflexión, temas como los procesos de cambio social, el análisis de los sistemas económicos y políticos, la democracia, la justicia social. Son temas terrenales, humanos, pero de ellos puede depender que el proyecto de Dios para la humanidad sea posible.

Si Dios quiere un mundo de justicia, el tema de la justicia y por lo tanto el tema político y el tema económico, adquieren una dimensión social que los hace parte necesaria de la reflexión teológica, sobre nuestra conducta en la sociedad. De lo contrario, estaríamos dejando el Evangelio en la teoría y en las buenas intenciones.

¿Entonces, es correcto que la D.S.I. se inmiscuya en temas como los sistemas económicos y políticos, la democracia, la justicia social? Sí, porque esas realidades (la economía, la política), facilitan o al contrario, impiden, que los designios de Dios se hagan realidad. La miseria, por ejemplo, puede ser un enorme obstáculo para que la persona humana, para que las familias, vivan según los planes de Dios. La violencia destruye la relación de amor que debe reinar entre los seres humanos. ¿Cómo construir una sociedad justa y solidaria, si ni siquiera se respeta la vida? Y, si fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, el violento que hace del daño a los demás y del asesinato, su modo de vida, destruye en sí mismo la imagen de Dios, que es amor y misericordia.

Lo divino de las realidades terrenales

De manera que el objeto de la teología es Dios en cuanto nos ha sido revelado y en cuanto es accesible a nuestra razón. Además, la fe nos permite descubrir también lo divino de las realidades temporales, es decir su relación con Dios, y por eso es posible que desde la fe se hable de lo político y de lo económico. En la D.S.I. se trata sobre lo económico y lo político, en cuanto pueden ser vistos a la luz de Dios, como ayuda o como obstáculo, para realizar los planes de Dios para el ser humano. El peligro de este enfoque sobre la teología y las realidades terrenas, puede ser pretender que las Fuentes de la Revelación, se refirieran exclusivamente a esas realidades, es decir, reducir el Evangelio sólo a su aspecto social.

Vamos a volver a leer un párrafo muy esclarecedor sobre este punto, del libro Fe cristiana y compromiso social. Vemos allí que no podemos reducir nuestra vida cristiana a un solo aspecto. Nuestra vida la tenemos que vivir de modo integral, toda, no sólo una parte, de acuerdo con el proyecto de Dios. No podemos dividir nuestra vida en compartimentos separados. No es coherente que en la intimidad sigamos el Evangelio y en la vida de trabajo, en la vida de familia o en la vida pública, tengamos una guía distinta. Dice así el libro Fe cristiana y compromiso social:

Es evidente que la experiencia de la fe en la vida, no se refiere a algunos aspectos / tomados en forma aislada. Se refiere a la justicia social, con todas las realidades y opciones económicas y políticas que conlleva. Pero se refiere también / a la vida íntima de cada uno, al matrimonio y a la familia; se refiere al arte, a la filosofía, al amor, a la vida activa laboral y profesional / y también a la vida contemplativa. Reducir esta experiencia (la experiencia de la fe, del encuentro con Cristo), a una de sus formas, por ejemplo a la “política” o a la “justicia social” / con cualquier intento de monopolio / o de primacía de una de ellas en cuanto a “lugar teológico”, sería truncar gravemente la totalidad de la experiencia humana, reveladora de Dios, lo que llevaría, incluso en el campo social y político, a graves reducciones y alteraciones.[5]

No sólo cristianos en la vida íntima. Somos miembros del Pueblo de Dios y eso tiene implicaciones

Es interesante que nos vayan quedando claros los conceptos sobre la D.S.I. como parte de la teología moral. A veces se entiende la teología moral, sólo como la reflexión sobre un código de comportamiento íntimo, y se corre el riego de reducir la vida cristiana a algunos aspectos personales, olvidando que somos miembros del Pueblo de Dios / y que eso debe tener implicaciones en nuestra vida social.

Para la reflexión que sigue ahora voy a apoyarme en un libro escrito recientemente por un jesuita irlandés, que ha dedicado su vida al trabajo con los jóvenes sin techo. En un mundo de reconocido crecimiento económico, especialmente en los países de lo que llaman el primer mundo, y ante la desigualdad en la distribución de la riqueza, que vemos en nuestros países, el P. Peter McVerry, – ese es el nombre del sacerdote irlandés, – plantea el debate sobre el significado de nuestra fe y las obligaciones que nos impone / el hecho de pertenecer a la comunidad cristiana.[6]

Diversos modos de entender el cristianismo

Plantea el P. McVerry, que el cristianismo no lo entendemos de la misma manera todos los que nos llamamos cristianos. No es raro que algunos entiendan el cristianismo, solamente, como una religión que impone ciertas obligaciones morales a sus seguidores, con la promesa de que si las observan, después de la muerte tendrán como premio el Reino de Dios. Para las personas que entienden así el cristianismo, Jesús fue un maestro que nos enseñó una guía para nuestra vida moral. El cristianismo se ve entonces como un código personal de moral, que, – bueno, – tiene en el centro el amor al prójimo, porque así nos lo enseña el Evangelio:

34 Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Que, como yo los he amado, así se amen también ustedes los unos a los otros. (Jn 13,34).

12 Todo lo que deseen que los demás les hagan a ustedes, háganselo también a ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas. (Mt 7,12)

39 Amarás a tu prójimo como a ti mismo ( Mt 22,39)

Unidos por un código de conducta

Quienes ven así su pertenencia al cristianismo, como una religión exigente sólo en la moral individual, piensan que el distintivo de los que pertenecen a la comunidad cristiana, es el estar dispuestos a vivir de acuerdo con sus normas morales. Esas normas de conducta las entienden como algo esencialmente moral, religioso y personal. En ese escenario, no tiene nada qué ver con el seguimiento de Jesús la distribución de la riqueza en nuestra sociedad y en el mundo, las políticas laborales, de vivienda, de salud, las decisiones sobre el destino del dinero de los impuestos. Las exigencias que se hacen a los miembros de una comunidad cristiana así entendida, no tienen nada que ver con lo social, con lo político, con lo económico. Esa es una manera de entender el cristianismo.

Salvos y prósperos si creéis

Por la predicación de algunos evangélicos, lo importante para ser uno un buen cristiano es creer en Jesús. Si creemos en Jesús, tendremos prosperidad y estamos salvados, tenemos asegurado un puesto en el Reino de Dios. Y, ¿qué es, para esos evangélicos, creer en Jesús? Creer lo entienden como creer en una serie de hechos sobre Jesús. Si uno está dispuesto a afirmar una serie de creencias acerca de lo que Jesús fue y es, puede pertenecer a esa comunidad de los que creen en hechos de Jesús.

En este enfoque del cristianismo tampoco las reformas sociales, económicas o políticas, tienen importancia en el seguimiento de Jesús. Seguir a Jesús es aquí también un asunto personal; se trata de mi relación individual con Él, basada en mi creencia sobre quién es Él.

Aunque no son iguales esos dos enfoques sobre el ser cristiano: el que pone todo el énfasis en cumplir las normas morales del Evangelio o el que lo pone en aceptar a Jesús como Salvador, se parecen en que el énfasis de ambos no es social; la relación con Jesús es individual, sin consecuencias en mi comportamiento como miembro de la comunidad, de la sociedad. Por eso lo económico, lo político, lo social, no aparecen, como si fueran ideas ajenas a la vida cristiana.

Cristianismo individualista

Estos dos puntos de vista sobre el ser cristiano, interpretan a Jesús como el medio de conseguir la salvación, individualmente. Para esos cristianos, la Comunidad viene a ser una reunión de individuos que comparten la misma manera de pensar, las mismas creencias o que se comprometen con un código moral común. De manera que la invitación de Jesús a los individuos no es esencialmente, una invitación a pertenecer a la comunidad, y el compromiso de los individuos no es un compromiso con la comunidad, sino más bien es un sistema o código moral. La comunidad tiende a convertirse en una estructura de apoyo, algo así como un club o una sociedad que tiene intereses y objetivos comunes.[7]

¿Por qué condenaron a muerte a Jesús?

El P. McVerry, tiene una teoría a este respecto, que vale la pena considerar. No es la que comúnmente conocemos. Según el jsuita irlandés, las dos maneras de entender el cristianismo, centradas en el individuo, que acabamos de exponer brevemente, no entienden que a Jesús lo condenaron a muerte las autoridades judías, porque había un conflicto entre dos maneras muy distintas de entender a Dios, – como las autoridades judías y como Jesús lo entendían, – con dos implicaciones radicalmente distintas para nuestra vida personal, y para la estructuración de nuestro mundo. En ese conflicto, Jesús perdió y murió; pero que Él tenía toda la razón sobre su comprensión de Dios y su visión de nuestro mundo, se reivindicaron con el hecho de la Resurrección.

El Dios de Jesucristo

¿Cómo es Dios, el que Jesús nos dio a conocer? Ante todo, no olvidemos que Jesús vino de Dios, conocía íntimamente a Dios, como Hijo, y vino a revelarnos el amor infinito de Dios por el ser humano. Un amor tan grande, que nos dio a su Hijo unigénito. Jesús es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre, como dice la oración por la reunión de Aparecida, escrita por Benedicto XVI.

La pedagogía de Jesús para darnos a conocer quién es Dios es maravillosa. Jesús nos descubrió al Padre en su predicación sobre el Reino de Dios. Dios y su Reino fueron el centro de la vida y del ministerio de Jesús. Si conocemos cómo es el Reino de Dios, podemos acercarnos a conocer quién es Dios. La personalidad de Dios tiene que reflejarse en su Reino.

Al principio de su ministerio, Jesús anunció que el Reino de Dios estaba cerca. En Mt 4,17 dice que Jesús comenzó a proclamar: Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca. A lo largo de su predicación, el Reino fue un tema permanente. En el capítulo 13 de Mateo, Jesús habló del Reino en parábolas: lo comparó con el campo en el cual el dueño sembró semilla buena y el enemigo, por la noche, sembró cizaña en medio de la buena semilla; también comparó el Reino con el grano de mostaza y con la levadura. Y al final de su ministerio, Jesús no negó que el Reino de Dios había llegado en su propia persona, cuando respondió a Pilatos que él era el Rey de los judíos. Mt 27, 11.

¿Cómo entrar al Reino de Dios?

Y ¿qué tiene que ver el Reino, con la idea que de Dios tenían los judíos? Bueno, los judíos sentían que ellos habían sido elegidos para heredar el Reino de Dios. Esperaban al Mesías que haría realidad el Reino y tenían la seguridad de que el modo de entrar en el Reino de Dios, era el cumplimiento de la Ley. [8]

Para los judíos, la observancia de la Ley era la más importante obligación de su vida. Cuando el pueblo judío fue llamado y escogido por Dios, Dios le dio la Ley por medio de Moisés. Dios estableció una alianza con ellos, por la cual Dios les prometió que Él sería su Dios, para protegerlos y llevarlos al Reino, siempre y cuando, el pueblo judío, a su vez, observara la Ley que Dios le había dado ese día. De manera que la observancia de la Ley en todos sus detalles era la primera obligación impuesta a cada judío, la prueba de su fidelidad a Dios, y la puerta a través de la cual ellos podrían entrar al Reino que Dios les había prometido. Para la teología judía, la pasión de Dios era la observancia de la Ley. Los fariseos la llevaron hasta el extremo.

La sorpresa de la predicación de Jesús

La predicación de Jesús fue, entonces, una sorpresa. Para Jesús sólo hay una puerta por la cual uno puede entrar al Reino de Dios – y esa puerta es la compasión. Los siguientes tres pasajes de los Evangelios ilustran esto. Hoy no alcanzamos a seguir con esta presentación, pero por lo menos quedémonos con las citas de los tres pasajes de Evangelio, en los que nos enseña Jesús cómo se entra al Reino de Dios:

Mt 25, 31-46, que es la descripción del Juicio Final. Lc 16, 19-31, la parábola del rico malo y el pobre Lázaro, y la tercera, Lc 10, 25-37, El Buen Samaritano.

Es interesante este tema sobre el Reino de Dios, en el marco de la Doctrina Social de la Iglesia. Dios mediante continuaremos la semana entrante.

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[1] Principios: podemos entenderlos como las normas e ideas fundamentales que deben regir nuestra conducta.

[2] Fe cristiana y compromiso social, Pg 170

[3] Citaba el Señor a Oseas 6, 3-6 y a Amós, 5,21-23

[4] Cf comentarios de la Biblia de Jerusalén.

[5] Cf Fe cristiana y compromiso social, Pg 172

[6] Cf Peter McVerry, S.J., Jesus: Social Revolutionary?, Veritas Warehouse. Las reflexiones sobre este tema están inspiradas en este libro. En algunos párrafos sigo el texto, traduciéndolo libremente del inglés.

[7] Cf Peter McVerry, opus cit., introducción.

[8] Cf Peter McVerry, opus cit., Cap 3, ¿Quién es Dios?